La autora postula el feminismo como movimiento social y no como ideología, un movimiento de rebelión \"contra un orden no natural, por tanto, modificable\". También afirma que el feminismo debe ser una ciencia con concepción materialista. Como hecho político concreto, afirma, \"la conciencia de opresión de las mujeres está surgiendo después del movimiento social real \". Ni la lucha de clases debe subordinarse al feminismo ni el feminismo a la lucha de clases. Como movimiento social debe ser autónomo. Un hecho indiscutible y que sobrepasa la polémica: el movimiento feminista toma cuerpo y crece en los países de América Latina. La autora constata que partidos políticos de izquierda y aún algunos de sus egregios representantes miran con reticencia este movimiento y se permiten incalificables desmanes con juegos de palabras peyorativos y afanosos de ridiculizar un fenómeno que ningún individuo culto - sea hombre o mujer - puede negar ni desconocer.