En las últimas décadas, los indígenas latinoamericanos irrumpieron en el campo político con renovada fuerza. En países como Bolivia o Ecuador han ocupado espacios tradicionalmente esquivos y han contribuido a expandir los estrechos límites en los que se concebía la identidad nacional. Sin embargo, la nueva agenda indígena pensada en términos de autonomía y autogestión no está exenta de contradicciones y a menudo deja fuera a las mayorías indígenas, que hoy ya no viven en pequeñas comunidades sino en grandes urbes como La Paz, El Alto, Lima o Buenos Aires.