Los países endeudados de América Latina han expresado individual y colectivamente sus posiciones ante el tratamiento de la crisis financiera externa que los afecta; numerosos estudios han analizado este aspecto. En este trabajo, los autores se interesan principalmente por otro costado de la misma realidad: la estrategia desplegada por la banca acreedora, desde el estallido de la crisis de la deuda en 1982. A partir de la presentación del diagnostico y los principios que la sustentan, desmenuzan los mecanismos que han permitido el control del riesgo latinoamericano, el inicio de la auto-absorción de la deuda y la reorientación de sus actividades hacia otras fuentes de beneficios. Seis años después, se verifica que los bancos han evitado la desvalorización brusca de sus créditos y han disminuido sus grados de exposición, alejando así la posibilidad de la bancarrota del sistema financiero internacional, sin sacrificar mayormente su rentabilidad. Los autores concluyen que, de todos modos, la prosecución de esta estrategia conduce a un nuevo impasse. América Latina no puede seguir transfiriendo durablemente recursos financieros, como lo ha hecho en los últimos años, y la economía mundial reclama la reanimación de los polos de depresión que, como nuestra región, han sido empujados a descuidar la actividad productiva, en aras del pago de los intereses de la deuda. El problema reside en que los bancos internacionales no parecen todavía dispuestos a adaptarse a la nueva situación.