Los socialistas europeos somos apasionadamente anti-imperialistas en principio. Pero no somos, me temo, nada indulgentes en imperialismo cultural en la práctica. Algunas veces tratamos nuestra socialdemocracia como una clase de industria ideológica de exportación. Habiendo comprobado (como pensamos) la calidad de nuestro producto para consumo local, naturalmente queremos persuadir a otros que lo adquieran para su propio uso. En el proceso, tendemos a ignorar las diferencias políticas, económicas y sociales que hacen que algunas características específicas de nuestro socialismo no sean aplicables a otras situaciones.