Todos los ojos miran hacia Vaca Muerta: el gas y el petróleo «no convencionales» que contienen sus rocas del subsuelo son vistos como la posibilidad de la salvación nacional. Desde comienzos del siglo XX, la Patagonia es un centro de explotación petrolera. Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) organizó tempranamente su propia «casa de tolerancia» para «abastecer» de mujeres a sus empleados y evitar su éxodo. Más tarde, la trata a gran escala reemplazó esta gestión estatal de la prostitución. Hoy, el pequeño pueblo de Añelo –próximo a Vaca Muerta– vive las paradojas de la abundancia extractiva: empresas que funcionan como poderes locales, un boom especulativo que amplía las fronteras de la desigualdad y la promesa de un futuro venturoso.