Llegaron los rentistas
septiembre 2017
El capitalismo gira, cada vez más, hacia el rentismo. Aún no es tarde para controlar esta tendencia, pero hace falta decisión política.
Desde la crisis financiera de 2008, los responsables de las políticas y las instituciones internacionales con frecuencia han manifestado temores respecto de una mayor desigualdad de ingresos y sus indeseadas consecuencias políticas. En muchas ocasiones, atribuyen el problema a factores «exógenos» como el comercio global y las nuevas tecnologías.
Mientras que los responsables de las políticas han intensificado su foco en el comercio y las nuevas tecnologías, han pasado por alto un generador inclusive más potente de desigualdad: la búsqueda endémica de rentas que surge de la concentración de mercado, un mayor poder corporativo y la captura del regulador.
Definida en términos generales, la renta es un ingreso que surge exclusivamente de la propiedad y el control de un activo, y no de usos innovadores y empresariales de los recursos económicos. Cuando el economista británico John Maynard Keynes anticipó la «eutanasia del rentista» en su libro de 1936 Teoría general del empleo, el interés y el dinero, hacía referencia a una clase financiera que no cumplía otro propósito que el de explotar el escaso capital en beneficio propio. Pero en el lapso de los últimos treinta años, los rentistas financieros se han tomado la revancha. A través de la creación de crédito privado y de la alquimia financiera, han amasado enormes ganancias que son inmensamente desproporcionadas con el retorno social de sus actividades.
Es más, en nuestra era de híper-globalización, las grandes corporaciones no financieras también han surgido como una clase rentista. Debido a su poder de mercado sustancial y a la fuerza del lobby, hoy en día participan de manera regular en el tipo de actividades de búsqueda de rentas que alguna vez eran coto exclusivo de la industria financiera. En consecuencia, las grandes firmas no financieras se han convertido en una fuente generalizada de creciente desigualdad de ingresos.
Las corporaciones no financieras han ingresado en el juego de la búsqueda de rentas a través de muchos canales. Han violado sistemáticamente las leyes de propiedad intelectual para alcanzar un dominio de mercado, en lugar de proteger las innovaciones genuinas. Han saqueado los recursos del sector público a través de esquemas de privatizaciones de gran escala, y han garantizado subsidios públicos que rara vez les exigen ofrecer beneficios a los contribuyentes. Y han llevado a cabo una manipulación del mercado de amplio alcance, convirtiéndose en cobradores de deuda, utilizando las reventas de acciones para impulsar la remuneración ejecutiva, entre otras cosas.
Además del mero rango de esquemas de búsqueda de rentas que funcionan hoy en día, los requerimientos laxos en torno a los informes corporativos en todo el mundo hacen difícil la tarea de estimar la magnitud del problema. Gran parte de la investigación existente se centra en la economía estadounidense, donde algunos estudios han medido el crecimiento del poder de mercado de firmas dominantes a través de la marcada tendencia alcista en la fijación de precios; y otros han examinado el papel de la proliferación de las tecnologías de la información en la acumulación de «riqueza excedente».
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por su sigla en inglés), nuestra investigación analiza más allá de la economía estadounidense y se sustenta en una base de datos recientemente confeccionada para empresas públicas en 56 países desarrollados y en desarrollo. Utilizamos esos datos para estimar en qué medida las ganancias de las grandes corporaciones no financieras excedieron el típico rendimiento de las utilidades sectoriales anuales desde 1995. Descubrimos que las ganancias excedentes subieron marcadamente en las dos últimas décadas, del 4% de las ganancias totales en 1995-2000 al 23% en 2009-2015. Para las 100 firmas principales, ese porcentaje aumentó del 16% al 40%, en promedio.
La misma base de datos de múltiples países también confirma que la concentración de mercado ha aumentado significativamente en los últimos veinte años, particularmente entre las 100 firmas principales. En verdad, las grandes disparidades entre firmas se han vuelto una característica esencial de la era de búsqueda de rentas corporativa. En 2015, las 100 firmas principales tenían una capitalización de mercado combinada (el valor total de las acciones en circulación de una compañía) que era 7.000 veces superior a la de las 2.000 firmas del final de la tabla. Hace veinte años, ese múltiplo era apenas 31.
Para peor, esta tendencia no se ha extendido al empleo. Entre 1995 y 2015, las 100 empresas principales aumentaron su capitalización de mercado cuatro veces, pero ni siquiera duplicaron su porcentaje de empleo. Esto implica que la concentración de mercado y la extracción de rentas corporativas se están alimentando mutuamente. El resultado es un entorno de mercado donde «el ganador se lleva la mayor parte» que perjudica marcadamente a las empresas nuevas, a la innovación empresarial y a la creación sostenida de empleos de alta calidad.
Consideremos, por ejemplo, la proliferación de poderes de protección de patentes de amplio alcance a través de acuerdos comerciales y de inversión, bilaterales y multilaterales. Esos poderes han sido extendidos a nuevas actividades que anteriormente no se consideraban áreas de innovación tecnológica, como las finanzas y los métodos comerciales. Como resultado de ello, los gigantes tecnológicos, en particular, han conseguido un nuevo nivel de captura del regulador, lo que les permite limitar la libertad de expresión cuando esto favorece sus intereses, expandirse a mercados que no son de alta tecnología y dar forma a las agendas emergentes de políticas globales, como la inclusión financiera y el comercio electrónico.
No es demasiado tarde para controlar la tendencia hacia el capitalismo rentista. Los factores «endógenos» que contribuyen a una captura del regulador de amplia escala y a un rentismo corporativo se pueden abordar a través de una legislación antimonopolio más fuerte, políticas para empoderar a la mano de obra organizada, revisiones de los acuerdos comerciales existentes y un mejor monitoreo, a nivel internacional, de los precios de las transferencias y la evasión impositiva. Algunos responsables de políticas ya han comenzado a tomar medidas en estos frentes. Pero el éxito demandará un esfuerzo más concertado. Es hora de obligar a las grandes empresas a que regresen al negocio de la inversión productiva y la creación de empleos.
Fuente: Project Syndicate