Corrupción y pobreza
Nueva Sociedad 135 / Enero - Febrero 1995
La corrupción no es consecuencia de una injerencia muy marcada del Estado, aun cuando una reglamentación demasiado rígida y poco flexible puede llegar a estimularla. «El mercado contra el Estado»: sin duda esta no es la mejor fórmula para reducir la corrupción. No se logrará acabar con ella si solo se tiene una confianza ciega en las leyes del mercado, como sostiene la mayoría de la corriente liberal. En lugar de oponer el Estado al mercado, y servirse de esta oposición para explicar al mismo tiempo la corrupción, legitimarla y fundar las condiciones de su desaparición, sería más apropiado considerar que el mercado y el Estado no son dos conceptos desprovistos de historia. El Estado fundó el mercado proveyéndolo de sus códigos e instituciones. El Estado, como el mercado, puede entrar en crisis. La intervención estatal pierde entonces la eficacia que tenía anteriormente, los aparatos de Estado funcionan de manera menos eficiente. Cuando la corrupción se difunde, ésta no solo afecta el tejido social sino que también influye en la crisis del Estado. La corrupción y su ciclo deben entenderse en relación a estos vaivenes del Estado y no en función de un Estado etéreo