Hacia un nuevo socialismo (56-57 / Septiembre - Diciembre 1981)
Nº 56-57 — Septiembre - Diciembre 1981

Hacia un nuevo socialismo

En este número Nueva Sociedad reflexiona sobre la problemática del socialismo mundial que hoy busca caminos nuevos y alternativos. Se plantea con fuerza la alternativa de la «sociedad autogestionaria». Desde otra óptica, se aboga por un socialismo que se distancie tanto del capitalismo como de los modelos socialistas existentes.

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Acerca de las relaciones entre el socialismo existente y socialismo posible

Nadie puede dudar acerca de la importancia de cada uno de los objetos de nuestro simposio: el "socialismo existente" y las "alternativas socialistas". Esta relación es quizás el más difícil de los problemas que confrontan los marxistas hacia el final del siglo XX. Las razones son suficientemente obvias. Existe un inmenso contraste entre la visión de la sociedad socialista esbozada por Marx y la realidad de los principales Estados en los que el capitalismo ha sido depuesto desde la época de Lenin. Los perfiles de estas sociedades posrevolucionarias son conocidas para el momento. Económicamente, a pesar de inmensos avances, aún se mantienen relativamente austeras y atrasadas, su rendimiento total está limitado por la escasez, la productividad media del trabajo es baja. Políticamente se encuentran dominadas por aparatos estatales autoritarios que niegan las libertades civiles a la masa de los productores directos, expropiando sus derechos de asociación y de organización. Culturalmente exhiben un monopolio oficial de los medios de comunicación, la regulación represiva de las ideas, y una exaltación antagónica de la nación. La burocracia persiste como el amo de la vida social. Todo ello está, sin duda, alejado de las expectativas de Marx. Para él las sociedades socialistas estarían basadas en economías de abundancias. Su orden político sería la realización de una radical soberanía popular mediante el otorgamiento a los productores, por primera vez, de los medios para su autogobierno democrático - en las fábricas, en el campo, en las calles, así como en las municipalidades y asambleas. En su cultura debían ser incluso más abigarradas, transponiendo las barreras no sólo del capital, sino de las naciones autocercadas, hacia un internacionalismo pleno. El Estado, lejos de incrementar su expansión, debía menguar hacia su propia disolución. La contradicción entre este proyecto de emancipación humana y las inhumana exigencias de la construcción del socialismo a lo largo del presente siglo han introducido una tensión permanente en el marxismo contemporáneo. Esta tensión adquiere dos formas principales. Una es teórica: ¿cómo pueden ser caracterizadas científicamente las sociedades creadas por las revoluciones rusa, china, o asociadas? La otra es política: ¿cuál debe ser la posición práctica de los movimientos y militantes socialistas frente a las mismas?

El socialismo como construcción de un orden político democrático

ESTADO Y SOCIEDAD Parece evidente que en el marxismo clásico (el marxismo de Marx),poder y transición forman un solo haz analítico. Esta es una de las razones por las cuales se hace tan dificultoso encontrar allí una teoría positiva del Estado ( capitalista o "de transición"): fuertemente socialista, el pensamiento marxiano - desde su ruptura política juvenil con Hegel - lleva a sus extremos una tradición que tiende a subsumir lo político en lo social y a fundar las bases para una progresiva extinción del Estado, entendida como una recuperación de los poderes de la sociedad alienados en aquel. Esa tradición es, sin dudas, la tradición política liberal y Marx supone dentro de ella una dimensión de radicalización democrática. La "emancipación humana" que Marx anunciaba en La cuestión judía no anulaba la "emancipación política" sino que la completaba, dándole sentido. No debe olvidarse, sin embargo, que durante todo el "ciclo cuarentiochesco" (y hasta la Comuna de París) liberalismo y democracia aparecían como alternativas enfrentadas; Marx se colocaba en el segundo polo de agregación, pero entendiendo al proceso revolucionario como una secuencia de "conservación-superación", en la que el comunismo era una ruptura con la democracia y ésta lo era con respecto al liberalismo. En todos los casos el elemento antiestatista era central: en ese sentido Marx era un hombre de siglo XIX y su visión de la emancipación social tenía serias dificultades para hacerse cargo de realidades como la nación y el Estado. No es necesario, para comprobar ese aserto, detenerse en la sugerente hipótesis de Luporini acerca de la imposibilidad lógica de derivar una teoría del Estado desde el interior de las deliberadas restricciones que Marx se colocó a sí mismo para construir el modelo de El Capital ; basta simplemente con advertir que él coexiste (y comparte en líneas esenciales) como una visión ideológica socialista (que, en una escala obviamente diferenciada, abarca desde Saint Simon y Proudhon hasta Stuart Mill y Spencer) para la cual cuanto más débil sea el Estado más libre será la sociedad.

El socialismo debe salir al encuentro de las realidades contemporáneas

LA CRISIS DE CIVILIZACION Estamos en un momento, a estas alturas de la década del 80, de una crisis de esta civilización. No tenemos que acudir a los textos revolucionarios, podemos referirnos a los informes del Club de Roma que como todos sabemos reúne sectores representativos de las clases dominantes de los países llamados industrializados. Está el informe que coordinó Jam Timbergen titulado "Reestructuración del Orden Internacional", o está el otro informe coordinado por Mesarovic y Pestel titulado "La Humanidad en la Encrucijada". Allí se pueden encontrar las referencias, los datos aterradores, de lo que está aconteciendo en el mundo de hoy, de los mil millones de analfabetos, de los 25 millones de niños que mueren al año en el mundo por falta de alimento, cuando el mundo tiene los recursos para alimentarlos. Allí se habla de las grandes crisis, de la crisis poblacional, ambiental, alimentaria, energética, de materias primas que conforman la crisis global. Las crisis globales mundiales las llama el informe titulado "La Humanidad en la Encrucijada". Y allí mismo se habla de que no hay soluciones parciales a esas crisis, ni hay solución parcial para la gran crisis de civilización que está conmoviendo al mundo; la totalidad de la crisis constituye un sólo síndrome de crisis global del desarrollo mundial, y esto es una conclusión que viene precisamente de estos medios que están vinculados a las clases dominantes en el mundo.

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