Cuatro décadas después de la entusiasta firma del Tratado General de Integración Centroamericana, los países del istmo se encuentran frente a varios dilemas. Han fracasado en sus intentos de integrarse, constatan que la región es prácticamente insostenible, cuentan con instituciones sumamente frágiles, sus naciones carecen de cohesión social y de una sociedad civil consolidada, compiten entre sí y aún no han resuelto serios diferendos limítrofes. Ahora deben además enfrentar un reto formidable: firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos en condiciones de evidentes desventajas, desunidos, pero sin muchas alternativas, a no ser quedarse al margen de las tendencias globalizantes de los nuevos tiempos.

La ratificación de un tratado de reconocimiento de límites marinos entre Honduras y Colombia, parece derivar hacia un largo proceso de demandas y contrademandas en diferentes órganos judiciales regionales e internacionales, en cuyo centro se ubica Nicaragua como nación afectada. El acontecimiento presagia tensiones pobladas de conceptos como geopolítica y geoestrategia, demostración de fuerza, hegemonía y expansionismo. El hecho también pone al descubierto la extrema fragilidad de la integración centroamericana. La explosión de veleidades nacionalistas podría degenerar en una indeseable escalada conflictiva entre países que apenas inician la reconstrucción después del paso devastador del huracán Mitch.