Este artículo trata sobre la situación de los ancianos hispanos que viven al norte de la isla de Manhattan, Nueva York. Estas personas llegadas tras el sueño de mejorar su calidad de vida experimentan su vejez en una ciudad que se les aparece crecientemente como ajena. El choque entre sus valores, cultura y el medio norteamericano parece sentirse intensamente en la vejez cuando definir un sitio y una identidad en esta sociedad es más difícil. A esto se suma el deterioro de la situación económica y la repercusión que ésta tiene en la composición familiar.