Se plantea que la democracia y el desarrollo son verdaderas expectativas de logro para las reformas educativas en América Latina. Se señalan posibles fortalezas y oportunidades para una transformación educativa que debería centrarse en la construcción de ciudadanía (basada en la escuela pública, un currículum emancipador y una formación docente jerarquizada y comprometida) a fin de revertir la debilidad y vulnerabilidad de nuestras sociedades cada vez más globalizadas y altamente inequitativas así como también para capitalizar la crisis de la modernidad.