Opinión
octubre 2017

Un negocio riesgoso

¿Quién se beneficiaría de un indulto a Fujimori?

El indulto a Alberto Fujimori ya está en boca de todos. Kuczynski vacila pero varios miembros de su partido defienden la liberación del ex-presidente. Mientras, en el fujimorismo también hay grieta: los hermanos Keiko y Kenyi tienen posturas distintas sobre el indulto a su padre. Perú debate a la sombra de su mandatario más polémico.

<p>Un negocio riesgoso</p>  ¿Quién se beneficiaría de un indulto a Fujimori?

En los últimos dos meses el indulto para Alberto Fujimori ha pasado de ser una posibilidad a ser una certeza. Quienes, de una u otra forma, están cerca del poder político, solo especulan sobre el momento en el que se producirá el indulto. Pero todos lo dan por cierto. De un tiempo a esta parte, pareciera que la salida de la cárcel de Alberto Fujimori se ha convertido en parte de la formula que asegure la gobernabilidad a la que aspira el gobierno encabezado por Pedro Pablo Kuczynski. ¿Cómo se ha llegado a del esta situación? ¿Cuáles son los cálculos políticos que se elaboran desde el gobierno y el fujimorismo? En los siguientes párrafos trataré de responder ambos interrogantes.

Pedro Pablo Kuzcynski obtuvo la presidencia por un escaso margen. Solo obtuvo 40.000 votos más que su contrincante, Keiko Fujimori. Si bien el exministro había derrotado a la hija del exdictador, el resultado fue mucho más complejo. Fujimori fue la perdedora pero obtuvo 73 de las 130 bancas del Parlamento unicameral1. A la fortaleza parlamentaria debe sumarse la solidez de Fuerza Popular, la organización política que más se acerca en el Perú a algo que podría definirse como un partido político. Movimiento, este último, en el que Keiko Fujimori ejerce un fuerte liderazgo, resultado de una política que no ha dudado en echar mano de la zanahoria y del garrote cada vez que ha sido necesario.

En la vereda de enfrente, la organización política que llevó a Kuczynski a la presidencia, Peruanos Por el Kambio (PPK), obtuvo apenas 18 bancas en el parlamento unicameral. A diferencia del fujimorismo, es aún un partido embrionario, del cual existen serias dudas sobre su viabilidad futura una vez que el presidente deje el poder. Además, las fricciones entre quienes controlan la organización política frente a quienes se encuentran en los principales puestos de comando en el ejecutivo no han cesado desde el inicio del gobierno. A diferencia de Fujimori, Kuczynski parece menos interesado en construir un liderazgo fuerte, tanto dentro de su organización como a la cabeza del poder ejecutivo.

La estrategia del presidente parece consistir casi exclusivamente en la reactivación económica. La creencia que parece guiarlo es que una gran parte de los problemas que enfrentó durante el primer año de gestión se debieron a la disminución de velocidad de expansión de la economía peruana. De esta manera el énfasis estuvo en el destrabe de los grandes proyectos de inversión y en la recuperación de la confianza empresarial. En el camino el gobierno pareció dejar de lado un principio fundamental: que el poder político es la consecuencia de una miríada de funcionarios y dependencias estatales. Esto lo ha entendido muy bien Keiko Fujimori quien ha logrado no solo nominar una buena cantidad de funcionarios públicos, sino que también ha logrado que muchos funcionarios públicos reconozcan en ella una persona con tanto o más poder que el presidente de la República2. En un país con instituciones débiles como el Perú, dicha percepción reemplaza la falta de rutinas burocráticas.

Es en este contexto general en la que debe ser leído el indulto al hoy preso Alberto Fujimori: un gobierno y un partido oficialista débil y una oposición política fuerte. En el indulto a Fujimori conviven hasta tres factores distintos. El primero es que el propio Kuczynski está interesado personalmente en el indultarlo por motivos que van más allá del cálculo político, y según recogen diversas versiones periodísticas, se encuentra una preocupación personal porque el reo Fujimori muera en la cárcel.

El segundo factor tiene que ver con la composición interna del propio gobierno de Kuczynski. Muchos de quienes lo asesoran formal e informalmente, así como varios de sus funcionarios más importantes, hubieran trabajado en un hipotético gobierno de Keiko Fujimori. En el fondo, muchos de ellos creen genuinamente que Alberto Fujimori debe abandonar la prisión en la que hoy cumple 25 años de condena. Estos personajes no olvidan el rol preponderante de Fujimori en el proceso de reestructuración neoliberal que vivió el país a partir de 1990.

La última de estas razones es probablemente la más relevante. La liberación de Fujimori ha pasado a ser parte del esquema de gobernabilidad de Peruanos Por el Kambio. Contra lo que podría pensar un lector poco familiarizado con la política peruana, la liberación del patriarca de los Fujimori lejos de ser un símbolo que podría fortalecer una alianza con la hija de este tiene todo el formato de un presente envenenado.

Después de un año de idas y venidas respecto al tema del indulto, queda claro que no solo Keiko Fujimori no desea que su padre sea indultado, sino que tampoco lo desean las principales figuras al interior de Fuerza Popular, el partido construido por los hermanos Fujimori. Las vacilaciones públicas del presidente Kuczynski respecto al tema del indulto han tenido la virtud de hacer visibles las posturas al interior de esta fuerza político-familiar. Por un lado Keiko Fujimori, así como sus principales asesores y los parlamentarios que ocupan hoy las principales vocerías políticas de la organización no sólo no han promovido ninguna iniciativa legislativa que suavice las condiciones carcelarias del reo Fujimori3, sino que se han esmerado en enviar señales al gobierno respecto a su desinterés por su liberación.

Las razones que explican este comportamiento de parte de la élite del fujimorismo son probablemente muy similares entre si. Una salida de prisión de Fujimori padre significaría por un lado un debilitamiento del liderazgo que su hija ha construido en los últimos años tanto dentro de su organización política como de cara al electorado. Si bien es poco probable que una vez fuera de la cárcel Alberto Fujimori decida él mismo convertirse en candidato presidencial, es cierto que el carisma con el cual Keiko Fujimori ha construido su organización política es préstamo de su padre. Una vez en libertad este podría reclamar para si la conducción del movimiento, dejando a la dos veces candidata presidencial en un a segunda posición dentro del partido.

De la misma manera, la élite política del actual fujimorismo, no es ni mucho menos aquella que responde al padre. Salvo contadas excepciones, la vieja guardia fujimorista ha sido paulatinamente alejada de posiciones de poder. Quizás la movida más notoria se produjo con la exclusión de la lista parlamentaria de varias figuras históricos dentro del fujimorismo durante el año pasado. Así la lealtad de la nuevas figuras dentro del partido se encuentra indisolublmente ligada a la suerte de su líder, Keiko (y no Alberto) Fujimori. El indulto presidencial significaría no solo el debilitamiento del liderazgo de Keiko, sino también de la nueva elite fujimorista quienes deberían compartir el poder con Alberto y su antigua guardia.

La disputa dentro del fujimorismo ha adquirido una nueva dimensión en los últimos meses debido al conflicto abierto por el menor de los Fujimori, Kenyi, miembro de la bancada de Fuerza Popular y según muchos vocero oficioso de su padre. La pugna entre el hermano menor de los Fujimori y su partido ha ido in crecendo. Primero hizo público su desacuerdo con parte de la agenda legislativa planteada por su partido. Luego pasó a exigir de este mayores acciones que conduzcan a la liberación de su líder histórico. A continuación comenzó su paulatino acercamiento al gobierno cuyo punto culminante fue su voto en contra (el único de su partido) contra la cuestión de confianza del ex presidente del Consejode Ministros, Fernando Zavala.

Sin embargo, si la estrategia de una parte de los que promueven el indulto dentro del gobierno consiste en fracturar internamente al fujimorismo hasta ahora lo conseguido es poco. Si bien casi nadie niega hoy la verosimilitud del conflicto entre los hermanos Fujimori, Kenyi no ha logrado aún reclutar un número mínimo de parlamentarios – entre 5 y 10— que lime el poder casi total que posee Keiko Fujimori dentro del Poder Legislativo. Por ahora eso no se vislumbra dentro del terreno de lo posible. Más bien Kenyi ha sido sancionado dentro de su bancada una vez y se encuentra inmerso en un segundo proceso disciplinario. Según recogió un medio impreso, Keiko Fujimori ha señalado que un nuevo proceso disciplinario contra su hermano tendrá como resultado su salida de la agrupación fujimorista.

En este escenario, la apuesta de PPK es de alto voltaje. Si la liberación de Fujimori no produce la ansiada fractura dentro de Fuerza Popular o si no logra morigerar la agresividad de esta fuerza política, el resultado más probable es que el presidente se enajenará de una porción del electorado que lo condujo a la victoria: el antifujimorismo. Este sector de la población con una identidad política fuerte y con una capacidad de movilización específica ha venido apoyando al gobierno. Sin este sector, el gobierno dependerá exclusivamente de sus habilidades políticas y de la fortaleza de su organización política (que es más bien escasa) para defenderse de los ataques naranjas. La relativa lejanía de las elecciones presidenciales y parlamentarias seguramente hará que más de uno en el gobierno afirme que los votos que hoy cuentan son los de los congresistas y no el de los electores. Dichos votos, parecen decir desde el oficialismo, valen bien el riesgo que supone la liberación de Fujimori. El gobierno parece haber decido que otras vías de regular el conflicto político están o bien fuera de su alcance o de su interés.


  • 1.

    Si bien Fuerza Popular obtuvo alrededor del 24% de los votos al congreso, las reglas electorales y algunas contigencias del propio proceso electoral convirtieron esa cifra en 73 bancas de 130 posibles o el 56% de los votos del congreso. El fujimorismo obtuvo en abril de 2016 una mayoría suficiente para aprobar cualquier ley ordinaria y a tan solo a doce votos de distancia del número legal de votos para cambiar la Constitución y declarar la vacancia presidencial.

  • 2.

    No se trata necesariamente de una presión directa del fujimorismo, sino más bien aquella segunda cara del poder de la que Lukes daba cuenta. El poder político logra que otros actores adviertan las preferencias de este y actúen en consecuencia de ellas, sin que medie un ejercicio directo de poder

  • 3.

    Se negaron incluso a tramitar un proyecto de ley específicamente diseñado para otorgarle una prisión domiciliaria al ex dictador que hubiera sido aprobado no solo porque contaban con los votos suficientes sino con el respaldo de otras bancadas.


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