La agricultura urbana: un fenómeno global
Nueva Sociedad 262 / Marzo - Abril 2016
La agricultura urbana y periurbana es tan antigua como las ciudades y se puede encontrar en distintas formas en todo el mundo. Pese a los procesos de urbanización y a los cambios en los estilos de vida que alejan a las poblaciones de la vida rural, este tipo de agricultura está experimentando un renacimiento en el Sur y en el Norte globales y ofrece una importante contribución al sistema social y ecológico y al régimen económico para una ciudad sostenible. Esta actividad deviene una estrategia efectiva contra el hambre y la pobreza, y también aporta efectos positivos en tiempos de calentamiento global.
Nota: traducción del alemán de Alejandra Obermeier
La agricultura urbana desde una perspectiva global
El siglo xxi se caracteriza por un crecimiento mundial de la población, que se concentra principalmente en las ciudades. Este predominio de la vida urbana conlleva constantes desafíos socioecológicos, socioeconómicos y políticos. En este contexto, el desafío central consiste en proyectar espacios humanos dignos y en garantizar la seguridad alimentaria urbana1. A los habitantes de las grandes ciudades y las metrópolis les resulta cada vez más difícil asegurarse la disponibilidad y el acceso a suficientes alimentos. Estas tendencias se registran no solo en ciudades del Sur global, sino también en las áreas urbanas del Norte.Podría suponerse entonces que la agricultura ha desaparecido por completo de los espacios urbanos, pero no es así. Por el contrario, la agricultura es una práctica local y un componente integrado a los sistemas urbanos.
La producción urbana de alimentos fue desarrollándose hasta convertirse en una praxis existencial2 que, sin embargo, aún no termina de aprovecharse pese a sus dimensiones e importancia. Cada vez son más los habitantes de las ciudades de todas las clases sociales que se dedican al cultivo de alimentos, a la cría de animales y peces o a actividades relacionadas con la silvicultura. Es característico que la agricultura urbana se practique de las formas más disímiles, en las más diversas dimensiones y a raíz de distintos motivos.
Vista desde una perspectiva global, la agricultura urbana constituye un componente del sistema de casi todos los espacios urbanos. Esto se advierte en el cultivo comercial de alimentos en los alrededores de las ciudades, que sirve en primer lugar para abastecer a sus habitantes de alimentos básicos suficientes. En el Sur global, la agricultura urbana orientada al mercado coexiste con las más variadas formas de agricultura orientada a la subsistencia. En estos casos, los jardines de las viviendas se utilizan en primer lugar para garantizar el abastecimiento básico del hogar. Generalmente basta con una superficie de cultivo pequeña. Además de los motivos económicos que mueven a practicar esta actividad, también se mencionan cada vez más las motivaciones sociales y ecológicas. La agricultura urbana suele ser considerada un «ejemplo elemental» en la relación práctica con la naturaleza3.
La práctica de la agricultura en un contexto urbano se relaciona con manifestaciones locales, culturales y sociales. La agricultura suele asociarse con prácticas y formas de vida rurales, con algo que se hace en el campo. El concepto «agricultura urbana» constituye en cierto sentido un oxímoron. Sin embargo, esos términos a primera vista contradictorios se encuentran íntimamente relacionados4.Desde los comienzos de las ciudades existe allí producción de alimentos. La agricultura ya se practicaba en las ciudades de las altas culturas (Mesopotamia y Egipto). Además, los primeros asentamientos se desarrollaron en las inmediaciones de superficies agrícolas y suelos fértiles. La razón es que allí se disponía de suficientes alimentos para abastecer a la población. La prioridad era mantener el sistema económico y social de la ciudad. El objetivo fundamental era compensar déficits estacionales de alimentos y adaptarse a condiciones cambiantes. De ahí se desprende que el crecimiento de las ciudades también estaba determinado de manera decisiva por la dimensión de los bienes agrícolas producidos en el espacio urbano. Esto implica que la agricultura urbana constituye desde sus comienzos una estrategia resiliente para asegurarse la subsistencia, y que los conceptos «urbano» y «agricultura» son indisociables5.
No obstante, la modernización e industrialización ocurridas en el siglo xix llevaron a que la horticultura desapareciera prácticamente por completo del paisaje urbano. Aún así, algunos establecimientos agrícolas siguieron existiendo de manera informal. Solo a partir de las crisis económicas y políticas de la modernidad y de la posguerra, la horticultura urbana comenzó a despertar cada vez más el interés del desarrollo y el planeamiento urbanísticos. Surgió entonces una nueva tendencia a producir alimentos en las ciudades. Se explotaron nichos económicos mediante el trueque a escala hogareña, lo cual contribuyó de manera decisiva a garantizar la seguridad alimentaria de la población urbana. Aquí pueden advertirse semejanzas con los huertos familiares orientados a la subsistencia en el Sur global.
Un ejemplo de cómo se ha extendido y manifestado la agricultura urbana es la concepción del Movimiento de las Ciudades Jardín [Garden City Movement], surgido en Inglaterra a principios del siglo xx. Este concepto puede hallarse hasta el día de hoy en muchas ciudades africanas y americanas. El concepto de «ciudad jardín» incluye la fundación de ciudades en antiguos terrenos agrícolas. Esto se vincula a la implementación de diferentes funciones urbanas y a la supresión de la división espacial estricta entre campo y ciudad. El ejemplo de las ciudades jardín destaca especialmente la integración de la agricultura en el contexto urbano.El siglo xxi habilitó un renacimiento y una renovada tendencia hacia la producción urbana de alimentos en el Norte global. Ejemplos de ello son los huertos en pequeñas superficies privadas (balcones, terrazas) pero también públicas (parques, espacios verdes) en grandes ciudades como Vancouver, Nueva York, Londres, Berlín o Tokio. Además de su visibilidad en metrópolis y grandes ciudades, la agricultura también puede encontrarse particularmente en las pequeñas y medianas urbes, donde la ruralidad y la urbanidad están ligadas de un modo más estrecho. En algunas ciudades, la agricultura penetró incluso en los desarrollos urbanísticos. Otro ejemplo es que se ha comenzado a practicar la agricultura no ya en forma horizontal, como es habitual, sino como vertical farming. Esto permite ampliar el espacio horizontal limitado de las ciudades cultivando alimentos en varios pisos6.
En el contexto latinoamericano, la actividad agrícola urbana se remonta a las poblaciones españolas y portuguesas de la época colonial. Luego de la Independencia y de la fuerte urbanización, fue desarrollándose una tendencia cada vez mayor a producir alimentos en las ciudades. En este contexto se crearon nuevos sistemas agrícolas especializados, como por ejemplo el de las chinampas en México7. El modelo latinoamericano más exitoso en lo que respecta a la puesta en práctica de la agricultura urbana es el de Cuba. Desde la crisis económica cubana de 1989 y el consiguiente colapso de las estructuras socialistas, la agricultura urbana pasó a anclarse en forma sistemática en el desarrollo urbanístico de La Habana8.
Según estimaciones globales, entre 15% y 20% de los alimentos producidos en todo el mundo se cultiva en las ciudades y sus periferias. Sin embargo, a pesar de los numerosos estudios realizados, resulta muy difícil captar cuál es la dimensión actual de la agricultura urbana. De todos modos, esta alcanza proporciones de una representatividad nada desdeñable. Hay países en los que la agricultura urbana ya cuenta con un anclaje legal y ha sido implementada en diversos proyectos. En el contexto latinoamericano, pueden mencionarse a modo de ejemplo las políticas de Hambre Cero en Brasil, el programa estatal argentino ProHuerta o el modelo cubano de agricultura urbana en La Habana. En 2014, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao, por sus siglas en inglés) realizó un estudio sobre las prácticas y la difusión de la agricultura urbana. Allí pudieron constatar lo siguiente: «La agricultura practicada en zonas periurbanas y rurales es fundamental para el abastecimiento de alimentos a los centros urbanos y contribuye al empleo, los medios de subsistencia, la nutrición y la capacidad de recuperación del medio ambiente»9. El ejemplo de América Latina demuestra que las dimensiones de la influencia estatal pueden ser de lo más diversas y justifica la necesidad de otorgar mayor atención a la agricultura urbana e implementarla en proyectos de urbanización futuros.
Características y manifestaciones de la agricultura urbana
La agricultura urbana se halla en interacción directa con el sistema económico, social y ecológico urbano, así como con la imagen de una ciudad. En este contexto, la producción urbana de alimentos presenta una serie de características comunes en diversos espacios y con diversas improntas que transforman la agricultura en agricultura urbana, diferenciándola de la agricultura en el contexto rural.
Hasta el día de hoy no existe una definición universal y homogénea de agricultura urbana, por lo que suele ser difícil identificarla en forma exacta. Luc Mougeot presenta una concepción de la agricultura urbana basada en varias dimensiones y factores. Su trabajo fue tomado como base para el Programa de Gestión Urbana de las Naciones Unidas onu-Hábitat y para el Programa de Seguridad Alimentaria de la fao:
La agricultura urbana está ubicada dentro (intraurbana) o en la periferia (periurbana) de un pueblo, una ciudad o una metrópoli, y cultiva o cría, procesa y distribuye una diversidad de productos alimentarios y no alimentarios, (re)utilizando en gran medida recursos humanos y materiales, productos y servicios que se encuentran en y alrededor de dicha zona, y a su vez provee recursos humanos y materiales, productos y servicios en gran parte a esa misma zona urbana.10La agricultura urbana sirve en primer lugar para abastecer a los hogares con alimentos suficientes y para garantizar la alimentación. Además, los productos elaborados bajo este sistema complementan los procedentes del campo y del extranjero para abastecer a las ciudades y se incluyen en la oferta de alimentos. Lo característico en este último caso es tanto la cercanía con los mercados como la utilización de recursos urbanos (suelo, desechos, agua). El acento está puesto en el aspecto económico de la producción urbana de alimentos organizada de manera formal y orientada hacia el mercado. A diferencia de los espacios rurales, la producción urbana de alimentos está sujeta a un cambio estructural mayor, que presenta una especialización más elevada de los bienes producidos. Los establecimientos agrícolas comerciales urbanos se caracterizan por su tamaño promedio más bien pequeño, pero en general tienen una mayor concentración de fuerza de trabajo y una mayor productividad por superficie. Sus rasgos típicos son la productividad creciente, la disminución de la producción animal y el alto índice de arrendamiento a porcentaje11.
Una característica esencial es el espacio en el que se desarrolla la agricultura urbana. Básicamente, esta tiene lugar en superficies dentro de las ciudades y alrededor de ellas. En estos casos, se distingue entre la agricultura intraurbana y periurbana. Sin embargo, los límites son fluidos y muchas veces no del todo evidentes. En general, para distinguirlas se recurre a factores tales como la densidad de población, las distancias hacia el centro de la ciudad o los límites (oficiales) de la ciudad. Pero ambas tienen en común el hecho de que realizan un aporte fundamental para cubrir la demanda de alimentos de la ciudad. Las actividades agrícolas urbanas pueden desarrollarse tanto en superficies ubicadas en las cercanías inmediatas del lugar de residencia (on-plot) como también en parcelas que se encuentran lejos del domicilio real (off-plot). El terreno puede ser arrendado o puede ser propiedad de los campesinos urbanos. Pero el cultivo de alimentos en las ciudades también puede desarrollarse en superficies semipúblicas (patios traseros o predios pertenecientes a instituciones) o en lugares públicos (parques, márgenes de las calles, terrenos linderos del ferrocarril).
La oferta de espacio es a menudo acotada y solo permite una explotación limitada de las superficies urbanas. Al observar más en detalle, los huertos urbanos presentan una producción intensiva y métodos de cultivo compartimentados, adaptados, que también son esencialmente característicos de la agricultura urbana. La diversidad de esta actividad se muestra además en el tipo de productos cultivados. Los productos cosechados sirven en primer lugar para el consumo humano. Sin embargo, también se los usa para abastecer a los animales (domésticos). Simultáneamente, los bienes agrícolas cultivados se utilizan como plantas ornamentales, plaguicidas ecológicos y, en pequeñas cantidades, como bioenergía. En estos casos se distinguen el tipo y las diferencias de los productos de cultivo y los animales de cría. Lo que más se cultiva son frutas y verduras, además de cereales, bayas y hierbas. Sin embargo, la piscicultura y la explotación de los bosques en espacios urbanos también se consideran parte de la agricultura urbana12.
Con respecto a la utilización de los productos cultivados, puede distinguirse entre el cultivo de frutas y verduras comercial y el orientado al consumo para subsistir. Principalmente en los países en vías de desarrollo, la producción urbana de alimentos sirve en primer lugar para el consumo propio. Esto significa que la agricultura urbana garantiza el abastecimiento básico de alimentos y bienes necesarios para la subsistencia de la familia. Los pocos excedentes que suelen generarse se emplean en trueques o se venden en pequeñas proporciones. De ese modo es posible generar un pequeño ingreso extra o se pueden intercambiar bienes no disponibles.
Los pequeños sistemas agrícolas urbanos orientados a la subsistencia y los semicomerciales realizan un aporte decisivo para la seguridad alimentaria y para generar ingresos, como así también para la interacción y la inclusión social en sociedades urbanas. En este caso existen diferencias regionales y también una diferenciación de distintas escalas del sistema de producción. La agricultura urbana no solo se practica en huertos familiares, sino además en pequeñas y medianas empresas cuyo foco está puesto en la venta de los alimentos producidos en la ciudad. Pero también puede encontrarse en grandes empresas nacionales o transnacionales que se concentran de manera primaria en la comercialización de los productos generados, y en este caso se diferencia sustancialmente de la producción de alimentos urbana orientada casi exclusivamente a la subsistencia. Así, además de las formas orientadas a la subsistencia, en casi todos los espacios periurbanos puede encontrarse agricultura comercial.
Dinámicas de la agricultura urbana
Procesos globales demográficos y de urbanización. El siglo xxi se caracteriza por un crecimiento de la población en todo el mundo, principalmente en las ciudades. Esto se vincula al avance de la urbanización y al predominio de la vida urbana. En 2014, 54% de la población vivía en áreas urbanas. Con 80%, América del Sur es, junto con América del Norte, la región con mayor grado de urbanización. Además de las áreas metropolitanas de Buenos Aires, Ciudad de México, Río de Janeiro y San Pablo, en un futuro cercano Bogotá y Lima también sobrepasarán el límite de los diez millones de habitantes. La urbanización es un fenómeno en aumento. La constante migración del campo a la ciudad es el principal motivo de este fenómeno. Los pronósticos auguran que, en 2050, 66% de la población mundial habitará en ciudades13.
Un ejemplo de la presencia de la agricultura urbana en megalópolis son los huertos de las favelas en Río de Janeiro, que se fomentan mediante diversos proyectos estatales y de organizaciones de la sociedad civil. Esos huertos contribuyen de modo decisivo a abastecer de alimentos a la población urbana y constituyen una importante estrategia de subsistencia para los sectores pobres de la ciudad14.
Además de las grandes ciudades, tanto en el contexto global como en el latinoamericano son sobre todo las pequeñas y medianas ciudades, con menos de un millón de habitantes, las que registran un crecimiento importante. Dos tercios de la población urbana vive en centros pequeños de menos de 100 km, es decir, en pequeñas y medianas ciudades. En ellas, el valor y las posibilidades de practicar la agricultura en el contexto urbano están mucho más arraigados. Las formas de vida urbanas y rurales se superponen mucho más fuertemente. Por eso, sobre todo en las pequeñas y medianas ciudades la agricultura urbana cuenta con un potencial espacial y sociocultural muy elevado15.
Junto con el proceso de urbanización mundial, se produce un aumento de la demanda de alimentos en las ciudades, lo que ejerce presión sobre los recursos naturales. Las investigaciones de mercado en los países en vías de desarrollo arrojaron como resultado que los habitantes de las ciudades deben pagar entre 10% y 30% más por sus alimentos que la población rural de la misma región16. Estos procesos muestran que es necesario fomentar la resiliencia y la autonomía de la población urbana y que la agricultura urbana constituye una posibilidad de volver a los habitantes de la ciudad más independientes de las influencias políticas y económicas.
No obstante, es claro que no es posible llegar a un abastecimiento total con productos de la agricultura urbana. Al mismo tiempo, junto con los límites de abastecimiento crece también el espacio disponible para practicar la agricultura urbana, gracias a la extensión y la incorporación de poblaciones rurales. «La agricultura urbana no es una reliquia del pasado que irá desvaneciéndose (la agricultura urbana se incrementa cuando la ciudad crece) ni tampoco es traída por los inmigrantes rurales que irán perdiendo sus hábitos rurales con el correr del tiempo. Es una parte integral del sistema urbano»17. Su práctica se ha vuelto un componente integral, sobre todo entre los sectores pobres de la población urbana. Esta franja de la población se ve particularmente afectada por los procesos de urbanización progresiva, que dificultan el acceso a los alimentos y los tornan menos disponibles.
El aporte de la agricultura urbana para combatir la pobreza y el hambre. A pesar de la implementación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y de los programas para reducir la pobreza, buena parte de la población mundial continúa siendo afectada por este flagelo. Desde fines del siglo xx, la pobreza se ha convertido en un fenómeno cada vez más urbano. El porcentaje de pobres dentro de la población urbana ha aumentado en los últimos años y se vuelve cada vez más característico de la imagen de las ciudades del Sur y el Norte globales. Según estimaciones del Banco Mundial, 50% de los sectores pobres de la población en todo el mundo vive en áreas urbanas y 25% de todos los hogares urbanos vive por debajo del límite de pobreza18. En América Latina, por ejemplo, la población de barrios carenciados aumentó en 2010 a 110 millones de habitantes19.
La pobreza se encuentra en relación directa con la seguridad alimentaria. Como consecuencia de la pobreza urbana, muchos habitantes de las ciudades no pueden satisfacer sus necesidades básicas. Debido al acceso irregular e insuficiente a los alimentos y a sus ingresos volátiles, cada vez más hogares comienzan a buscar estrategias de supervivencia. En este sentido, la agricultura urbana se ha convertido en un componente esencial. Muchas áreas urbanas, sobre todo en los distritos más pobres de la ciudad, se caracterizan por economías informales en las que la agricultura representa un elemento central20. Es por eso que la agricultura puede verse como una concepción integral para garantizar la seguridad alimentaria de los habitantes de la ciudad.
Los estudios confirman que la práctica de la agricultura urbana se encuentra en relación directa con los sectores más pobres de la población21. Estos sectores destinan entre 60% y 80% de sus ingresos a la compra de alimentos. A la vez, las posibilidades de elegir a la hora de abastecerse de alimentos se hallan en relación directamente proporcional con la seguridad alimentaria de la población urbana. La economía urbana de subsistencia aumenta la diversidad de alimentos, disminuye el gasto en alimentos básicos y promueve la autonomía de la población22. En consecuencia, esta producción puede verse como una estrategia adaptada para asegurarse la supervivencia que les permite a los habitantes de la ciudad resistir frente a las influencias externas23.
La relación entre el precio de los alimentos y las crisis económicas y políticas. Estudios realizados arrojaron como resultado que los hogares urbanos recurren de manera creciente a prácticas de agricultura urbana especialmente en épocas de inestabilidad política y económica. De ahí que esta actividad sea considerada una «estrategia de supervivencia inducida por crisis» en épocas de disturbios sociales y de inestabilidad económica y política. A modo de ejemplo, puede mencionarse el desarrollo de los Schrebergärten, los huertos familiares ubicados en las afueras de las ciudades que surgieron en la Europa de posguerra, o la reacción en épocas de inestabilidad política y económica en muchos países africanos (entre ellos Kenia y Uganda) y latinoamericanos (como Cuba y Argentina)24.
Influencias globales en los sistemas climático, energético y de recursos. Además de las condiciones generales en materia social y económica, otro aspecto que resulta esencial en lo referente a la integración de la agricultura en el ecosistema urbano son las condiciones y los cambios ecológicos. La agricultura urbana influye positivamente tanto en el microclima de las ciudades como en la protección de los recursos urbanos (agua, suelo y biodiversidad). Los efectos de las zonas verdes y su aporte al microclima de la ciudad pueden advertirse hasta en el más mínimo nivel. Un solo árbol conduce a un cambio climático en sus alrededores, al dar lugar a pequeñas islas verdes que incluso en marcos acotados tienen efectos notablemente positivos en el ecosistema local, sobre todo al disminuir las temperaturas y reducir la contaminación del aire por la fijación de gases de efecto invernadero.
Al mismo tiempo, la agricultura urbana requiere terrenos urbanos aptos que puedan ser pagados. Este hecho choca con la competencia cada vez mayor por los terrenos que se perfila particularmente en las ciudades. El agua y el suelo constituyen el marco limitador, como así también la naturaleza y la intensidad de la utilización de recursos. Algunas consecuencias negativas pueden ser el consumo de terrenos y agua y la contaminación ambiental en caso de malas prácticas agrícolas. De todos modos, vistos desde una perspectiva global, estos aspectos resultan más bien secundarios.
A pesar de la competencia por los recursos hídricos urbanos, en la mayoría de los casos predominan los efectos positivos (indirectos) para la gestión del agua en las ciudades, ya que la agricultura urbana previene el sellado del suelo. Esto permite disminuir las inundaciones por lluvias tropicales en épocas de precipitaciones. Los efectos positivos de la producción urbana de alimentos se relacionan principalmente con el tipo de agricultura que se practica. Por lo tanto, en el contexto urbano, es necesaria la práctica de una agricultura sostenible25.
La agricultura urbana, entre el espacio natural y el espacio cultural. Además de garantizar el abastecimiento básico de alimentos, los huertos pequeños reflejan los propios intereses y tradiciones. Así, la práctica de la agricultura urbana involucra una conexión fuerte entre naturaleza y cultura. Si bien la intención de practicar la agricultura urbana se asocia a ciertas condiciones socioeconómicas, tanto en los países del Sur como también y especialmente en los del Norte global hay un retorno a los valores sociales y ecológicos esenciales. La población toma conciencia sobre la producción de alimentos.
Si en la escala de la ciudad la agricultura urbana cumple principalmente funciones de regulación ecológica, en el ámbito local tiene efectos sobre la estructuración del espacio y el paisaje urbano y también sobre los propios habitantes. Los barrios se revalorizan y adquieren un carácter natural, y ofrecen así a sus habitantes la posibilidad de una mejor calidad de vida en su entorno. Esto tiene una vinculación directa con influencias de tipo social y con la función de descanso. Pueden experimentarse múltiples comportamientos sociales (como el intercambio entre todos y el trabajo en los huertos) que llevan a mejorar la calidad de vida de la población urbana26.
En los últimos años ha comenzado a registrarse una aspiración cada vez mayor a valores posmaterialistas, sobre todo en las ciudades europeas. Para los habitantes de la ciudad, es importante tomar conciencia del origen y la calidad de los alimentos. Ejemplos de esto pueden hallarse en proyectos participativos y orientados a la comunidad en las áreas de educación, cultura y medio ambiente, y también ganan cada vez más lugar en la organización del tiempo libre de los ciudadanos. El retorno a valores sociales y ecológicos y la producción propia de alimentos convierten la agricultura urbana cada vez más en un estilo de vida urbano. Además de los aspectos monetarios y de soberanía alimentaria, estas estrategias de local food también ponen en práctica valores sociales y ecológicos que influyen positivamente en desafíos futuros de la población urbana27.
La multifuncionalidad de la agricultura urbana
De los factores de influencia y las características de la agricultura urbana se deduce que la importancia de la producción urbana de alimentos radica especialmente en sus distintas funciones y en su implementación en los sistemas social, económico y ecológico de las áreas urbanas. A pesar de ciertos límites y de los factores restrictivos del agua y el espacio, la agricultura urbana constituye una estrategia para configurar y mejorar las condiciones de vida de los habitantes de las ciudades en forma sostenible. De manera adicional, los huertos urbanos se han convertido en un componente integral de las prácticas vitales y resultan imprescindibles para el funcionamiento del sistema de la ciudad pasado y presente, pero también futuro.
Tanto el modo de practicar la agricultura urbana como sus dimensiones y la consiguiente diversidad se basan en diversos factores de influencia. Además de las condiciones agroecológicas de partida, de las políticas nacionales, regionales y locales, de las particularidades del lugar, de la producción y comercialización de productos hechos en las ciudades, son también las condiciones y las estructuras locales de los presupuestos de las distintas ciudades los que definen la manifestación, el potencial y el valor que se le otorga a la agricultura urbana28. Lo importante es adaptar la producción urbana de alimentos a las particularidades y condiciones locales e integrarla a los sistemas social, económico y ecológico.
Sin embargo, la importancia y la dimensión de la agricultura urbana aún no suelen aprovecharse lo suficiente. Uno de los motivos es que este tipo de agricultura sigue teniendo en gran medida una organización informal y no se la tiene muy en cuenta en las medidas urbanísticas. A pesar de no tener por ahora un anclaje profundo, puede inferirse que esta actividad cuenta con un potencial sustancial. Hay que destacar que tanto los habitantes de las ciudades como las instituciones públicas se enfrentan al desafío futuro de garantizar la necesidad básica de alimentarse en forma adecuada y suficiente. Es importante incrementar el valor que la agricultura urbana posee para la vida futura en las ciudades prestándole mayor atención. Un camino posible es hacer hincapié en la actualidad global y considerar más fuertemente su potencial en las decisiones políticas urbanas. Puede comenzarse por implementar la agricultura urbana como sistema integral y dinámico en proyectos urbanísticos económicos, sociales y ecológicos. En ese caso, lo importante es no perder de vista los efectos e influencias a diversa escala y tener una perspectiva local diferenciada por sobre las manifestaciones globales.
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1.
Barbara Degenhart: es máster en Ciencias e investigadora de la cátedra de Geografía Cultural en la Universidad de Bayreuth. Realiza sus estudios de doctorado en la Bayreuth International Graduate School for African Studies (bigsas). Palabras claves: agricultura urbana, cambio climático, multifuncionalidad, seguridad alimentaria, sistema urbano, urbanización. Nota: traducción del alemán de Alejandra Obermeier.. Gabriele Berberich: Megacities: Shaping of a Sustainable Future World. Megastädte: Die Welt von morgen nachhaltig gestalten, Federal Ministry of Education and Research, Bonn, 2010.
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19.
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20.
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26.
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27.
C. Müller: ob. cit.
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28.
L. Mougeot: The Hidden Significance of Urban Agriculture, cit.