Opinión
agosto 2016

Crecer en tiempos turbulentos

Numerosos factores parecen estar operando contra el crecimiento económico sostenido. Sin embargo, conviene adaptarse a ciertos cambios, como las nuevas tecnologías, y aprovecharlas a favor de los propósitos de crecimiento.

Crecer en tiempos turbulentos

Los países en desarrollo se enfrentan a importantes obstáculos para lograr un crecimiento alto y sostenido, sobre muchos de los cuales no tienen control. Además de los vientos de cola que genera el lento crecimiento de las economías avanzadas y las inusuales condiciones monetarias y financieras posteriores a la crisis, están los efectos perturbadores de la tecnología digital, que inevitablemente afectarán la ventaja comparativa de las economías en desarrollo para las actividades manufactureras que requieren mucha mano de obra. Ya que es imposible que estas tendencias se reviertan, la única opción es adaptarse.

La robótica ya ha hecho avances importantes en el ensamblado de productos electrónicos, y es probable que ahora sea el turno de los oficios de coser, que tradicionalmente han sido el primer punto de entrada de muchos países al sistema comercial mundial. A medida que prosiga esta tendencia, irá desapareciendo el imperativo de crear cadenas de suministro basadas en la ubicación de mano de obra relativamente fija y barata, y la producción se acercará al mercado final. Por ejemplo, Adidas ya está construyendo una fábrica en Alemania para la producción robótica de calzado deportivo de alta gama, y tiene planes de abrir otra en Estados Unidos.

Tomando en consideración estos aspectos, los países en desarrollo deben tomar medidas hoy para adaptar sus estrategias de crecimiento e incluir en su marco de acción los siguientes factores clave.

Primeramente, es probable que persistan los problemas en las economías avanzadas, como el lento crecimiento económico o la incertidumbre política, afectando por largo tiempo el potencial de crecimiento en otros países. En tal contexto, los países en desarrollo no deben sucumbir a la tentación de intentar estimular la demanda por medios insostenibles, como por ejemplo un endeudamiento excesivo.

En lugar de ello, los países en desarrollo, en particular aquellos que se encuentran en etapas más tempranas de desarrollo económico, deben buscar nuevos mercados externos para sus productos mediante la maximización de las oportunidades de comercio con sus contrapartes en el mundo en desarrollo, muchas de los cuales tienen un importante poder de compra. Si bien no hay duda de que esa demanda no reemplazará por completo la caída de la demanda de los países avanzados, sí puede ayudar a amortiguar el golpe.

Segundo, la inversión, sea pública o privada, sigue siendo un potente motor del crecimiento. En las economías con exceso de capacidad productiva, la inversión con objetivos puede ser doblemente beneficiosa al generar demanda a corto plazo y estimular el crecimiento y las productividad tras ello. Por eso es necesario reducir, e incluso eliminar, las limitaciones a aquella inversión que prometa altos retornos sociales y privados.

Este tipo de inversión se debería financiar principalmente con ahorro interno, aunque también con algo de endeudamiento. Al menos en parte, las inversiones estables y largo plazo pueden recibir financiación de instituciones de desarrollo internacional.

En tercer lugar, es fundamental administrar la cuenta de capitales de modo que proteja y mejore el potencial de crecimiento de la economía real. Es fácil que la entrada de altos volúmenes de capital desde países con bajas tasas de interés eleve los tipos de cambio y genere presión sobre el área comercial de la economía. Al mismo tiempo, el riesgo aumenta ante la perspectiva de que se revierta el flujo de capitales, desincentivando la inversión y elevando la posibilidad de que se produzcan acontecimientos que restrinjan el crédito de manera abrupta.

En este contexto, los controles de capital selectivos y una cuidadosa gestión de las reservas pueden ayudar a estabilizar la balanza de pagos y asegurar que los términos en que se lleve a cabo el comercio no cambien a un ritmo tan rápido que el aumento de la productividad no pueda compensarlo. De hecho, los países en desarrollo exitosos impulsaban tales políticas incluso antes de que ocurriera la crisis económica global.

Cuarto, se hace necesaria una mirada realista a la revolución digital. Por una parte, los países en desarrollo deben reconocer que, si bien está ocurriendo rápido, esta disrupción no volverá obsoletos sus modelos de crecimiento de la noche a la mañana. El constante crecimiento y el aumento del ingreso de los hogares en China están creando oportunidades para las economías de menores ingresos en manufactura de bajo coste.

Por otra parte, estos países deben aceptar la inevitabilidad de los cambios a sus modelos de desarrollo provocados por las tecnologías digitales. En vez de verlos como una amenaza e intentar resistirse a ellos, deberían ponerse a la vanguardia, adoptando innovaciones significativas. Esto implica invertir en la capacidad física y humana para sostener su uso.

Más allá de actualizar la manufactura, los países en desarrollo deberían ir preparándose para el cambio hacia el sector servicios que ocurrirá inevitablemente a medida que se eleven los ingresos (si bien es difícil predecir cuándo exactamente). De hecho, deberían buscar maneras de aprovechar las oportunidades para impulsar su oferta de servicios, de manera muy similar a como lo han hecho India y Filipinas.

En quinto lugar, no se puede pasar por alto la distribución de las ganancias generadas por el crecimiento económico. Las economías avanzadas lo intentaron, y el resultado ha sido polarización política, el aumento del sentimiento antisistema, una menor coherencia entre las políticas y el debilitamiento de la cohesión social. En particular, en un ambiente de bajo crecimiento los países en desarrollo no se pueden permitir cometer el mismo error.

Sexto, es importante establecer desde temprano patrones de crecimiento sostenibles. Un enfoque “ecológico” no sólo estimularía un crecimiento adicional, sino que probablemente también mejoraría su calidad, por no mencionar las vidas de los ciudadanos. Más aún, en el largo plazo llevaría a una economía mucho más resistente.

Por último, las actividades de emprendimiento son vitales para hacer realidad este potencial económico. No se pueden dejar fuera de las estrategias de crecimiento las políticas que de dan apoyo, tales como las que eliminan obstáculos a la creación de nuevas empresas y mejoran las oportunidades de financiación. Estas iniciativas pueden mejorarse si se abren canales a los flujos de información, ideas, experiencias y talentos.

Es posible que las economías en desarrollo no tengan mucho control sobre las tendencias negativas que enfrentan hoy en día, pero eso no significa que sean impotentes. Se puede hacer mucho no sólo para sostener un crecimiento moderado, sino para apuntalar un futuro más próspero y sólido.


Fuente: Project Syndicate

Traducción: David Meléndez Tormen


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