Opinión
febrero 2024

¿Quién era Alekséi Navalny?

Trayectoria política del principal opositor a Putin

Muerto en una de las peores cárceles de Rusia, Alekséi Navalny se había vuelto el opositor número 1 del Kremlin. Su compleja trayectoria política revela, no obstante, las dificultades para estructurar una oposición al «sistema Putin».

<p>¿Quién era Alekséi Navalny?</p>  Trayectoria política del principal opositor a Putin

Alekséi Navalny, líder de la oposición rusa y número 1 de los opositores al Kremlin, falleció el viernes 16 de febrero en la cárcel del Ártico donde cumplía una condena de 19 años, según anunció el Servicio Federal Penitenciario (FSIN, por sus siglas en ruso). «El 16 de febrero de 2024, en el centro penitenciario nº 3, el preso Navalny A.A. se sintió indispuesto después de un paseo y casi inmediatamente perdió el conocimiento», señaló el FSIN de la región ártica de Yamal, asegurando que los servicios de emergencia habían intentado salvarlo.

«Se llevaron a cabo todos los procedimientos de reanimación necesarios, pero fue en vano. El paciente fue declarado muerto por los médicos de urgencias. Actualmente se está estableciendo la causa de la muerte», añadió la institución en un escueto comunicado.

El activista, de 47 años, cumplía una condena de 19 años de cárcel por «extremismo» en una remota colonia penal del Ártico, en condiciones muy difíciles. Sus múltiples juicios habían sido ampliamente denunciados como políticos y como una forma de castigo por su oposición a Vladímir Putin. El presidente ruso ha sido informado del fallecimiento, según su portavoz, Dmitri Peskov.

En varias audiencias del juicio en las que participó por videoconferencia en los últimos meses, este hombre alto y rubio de penetrantes ojos azules parecía demacrado y envejecido. Había sufrido una serie de problemas de salud relacionados con una huelga de hambre y el envenenamiento que sufrió en 2020, al que sobrevivió de milagro.

La prisión no había debilitado su determinación. Durante las audiencias y en mensajes publicados en las redes sociales por sus abogados, Navalny vilipendió constantemente a Putin, describiéndole como «un abuelito escondido en un búnker», ya que el presidente ruso rara vez aparece en público. Las últimas imágenes del opositor datan del jueves 15 de febrero, durante otra vista del juicio.

En su juicio por «extremismo», Navalny denunció «la guerra más estúpida y sin sentido del siglo XXI», en referencia a la invasión rusa de Ucrania. En sus mensajes en línea, ironizó sobre el acoso al que lo sometía la administración penitenciaria. En un mensaje difundido por su equipo en las redes sociales el 1 de febrero, llamó a manifestarse en toda Rusia durante las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo entre el 15 al 17 de marzo, que previsiblemente le permitirán a Putin mantenerse en el poder.

La victoria del presidente ruso parece cantada, ya que sus opositores, con el propio Navalny a la cabeza, han sido encarcelados o forzados al exilio en los últimos años, y la represión se ha intensificado aún más desde el inicio de la invasión a Ucrania, el 24 de febrero de 2022.

Propaganda de Putin y comentarios xenófobos

En enero de 2021, cuando Navalny regresó a Moscú y fue detenido inmediatamente al bajar del avión procedente de Berlín, el Kremlin desplegó una intensa propaganda en su contra. Ya en diciembre de 2020 Putin lo había acusado de ser «un agente de los servicios de inteligencia estadounidenses», lo que justificaba su vigilancia, y de reciclar en sus investigaciones «material adulterado por servicios de inteligencia extranjeros».

Por aquel entonces, los principales medios de comunicación estatales, encabezados por las cadenas de televisión, se ocupaban de manera constante de Navalny, quien fue retratado a su vez como neonazi, fascista, ultranacionalista, racista antisemita y xenófobo, que llamaba al odio interétnico y fomentaba una virtual guerra civil. Putin, que en 1999 prometió «arrojar a los terroristas chechenos por la letrina», permitió que prosperara esta campaña, ampliamente difundida en las redes sociales.

Para comprender los comentarios efectivamente aborrecibles, xenófobos y racistas de Alekséi Navalny a finales de los años 2000, hay que recorrer la carrera política de este abogado de formación y situarla en el paisaje muy particular de Rusia, donde las categorías políticas de Occidente resultan a menudo inoperantes.

En 2000, a los 24 años, el joven abogado Navalny se afilió al partido Yabloko, una pequeña formación liberal y democrática dirigida por Grigory Yavlinsky cuyas posiciones son bastante similares a las de los democristianos alemanes. Este partido quedó entonces marginado y perdió toda representación en el Parlamento. Su público se limita a unos pocos círculos sociales acomodados y urbanos que abogan por una democracia al estilo europeo o estadounidense.

«Alekséi Navalny no es un teórico ni un intelectual. Es un político real, pragmático, que busca el apoyo de la gente y cree en su destino», decía en febrero de 2021 Cécile Vaissié, académica especializada en Rusia y profesora de la Universidad de Rennes. También es hiperactivo, apresurado y ambicioso, y su ruidoso activismo provoca grandes tensiones en el seno del partido en Moscú, donde ascendió rápidamente.

Navalny se dio cuenta poco a poco de que la población rusa equiparaba este liberalismo de corte occidental con la catástrofe de los años 90. También descubrió que parte de esta sofisticada oposición urbana a veces no sentía más que desprecio por el pueblo ruso, al que consideraba apático y servil al zar. Una palabra resume a este pueblo-plebe: vatniki, una especie de redneck ruso (servil y poco educado) incapaz de cualquier pensamiento crítico y que se pliega al «guía» y a la patria...

Navalny quiere ganarse al pueblo y en 2006 empieza hablar de nacionalismo en su blog. En 2007, crea el Movimiento Ruso de Liberación Nacional, cuyo acrónimo en ruso es Narod («el pueblo»), lo que le valió la expulsión de Yabloko por sus posiciones nacionalistas. Navalny se definió entonces como un «demócrata nacional».

Había llegado el momento de debatir cuál debía ser la nueva «idea de Rusia». El Kremlin teoriza que la democracia occidental es un callejón sin salida para Rusia. Putin fomenta la construcción de una nuevo relato nacional, una síntesis barroca de religión ortodoxa, época zarista, Stalin y sovietismo, eurasismo y su teórico Aleksandr Dugin. El pegamento es un patriotismo salvaje y la celebración continua de la «Gran Guerra Patria», la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial.

Pero hay muchos otros movimientos nacionalistas y ultras que reúnen a una parte de la oposición y a jóvenes pobres y contestatarios: neonazis, cabezas rapadas, una extrema derecha eslava y racista, nostálgicos de Stalin. Y una fuerza domina esta nebulosa: el escritor Eduard Limónov y su Partido Nacional-Bolchevique (natsbol).

Marlène Laruelle, historiadora especializada en ideologías nacionalistas en Rusia, detalla este fermento en un notable estudio publicado en 2014 en la revista Post-Soviet Affairs. En este hervidero nacionalista, donde cohabitan lo peor y lo nauseabundo, el proyecto de Navalny será «conciliar nacionalismo, democracia y liberalismo».

Esto se traduce en afirmaciones detestables, como cuando Navalny califica a los caucásicos de «cucarachas», repite el clásico insulto ruso sobre los «culos negros» y pide la «deportación» de todos los trabajadores ilegales provenientes de los países de la antigua Asia Central soviética. En un video de 2007, Navalny aparece vestido de dentista mientras compara las imágenes de los inmigrantes con las caries dentales. «Recomiendo una desinfección completa», afirma. «Todo lo que se interponga en nuestro camino debe ser eliminado cuidadosa pero decididamente mediante la deportación».

Hasta 2013, Navalny también participaría en la «Marcha Rusa» cada 4 de noviembre. Este desfile anual reúne a todos los movimientos nacionalistas más extremos. Pero también atrae a personas hartas, sin referencias políticas, desclasadas y arruinadas por las políticas de los años 90, y a jóvenes desorientados en busca de ideales.

Síntesis entre nacionalismo, democracia y liberalismo

Así se justifica Navalny en su blog, señalando que a estas marchas acude «gente normal, gente de buena fe, no solo extremistas, y hay que hablar con ellos». En 2011, participó en el comité organizador de esta marcha y aparecieron otros lemas: «Por los derechos y libertades de los rusos»; «Por unas elecciones justas y libres». La estrategia de Navalny era clara: trabajar políticamente dentro de estos movimientos, que a finales de la década de 2000 incluían a gran parte de la oposición.

De 2007 a 2013, Navalny detalló constantemente su proyecto en su blog. La investigadora noruega Natalia Moen-Larsen ha elaborado un exhaustivo estudio que complementa de manera provechosa el trabajo de Laruelle. «A lo largo de su blog, Navalny construye el nacionalismo en oposición a otras ‘ideologías marginales’, según sus palabras, como el nacionalismo extremista, el fascismo y el nazismo, a los que vincula con la violencia, la xenofobia y los pogromos», señala la investigadora en su texto de 2013.

Navalny quiere ser el portavoz de un «nacionalismo normal». Vincula la inmigración ilegal a la corrupción de las elites: los trabajadores indocumentados de Asia Central constituirían un ejército de esclavos para las grandes corporaciones. Lanza la campaña «Basta de alimentar al Cáucaso» para denunciar la corrupción y los regímenes dictatoriales instaurados o apoyados por el Kremlin. Y ataca a todos los que quieren esconder estos asuntos bajo la alfombra.

Ya en 2006, explicó: «Los ultrarradicales se han convertido en los principales rostros y fuerzas motrices del movimiento nacional en Rusia. Lo hemos aceptado. ¿Qué podemos hacer al respecto? Para mí, la cuestión está clara. Debemos luchar contra ellos y negarles a los fascistas el derecho a proclamar ideas nacionales. Debemos negarles su posición de liderazgo en el movimiento ruso».

Pero esta síntesis de nacionalismo, democracia y liberalismo fracasó. A partir de 2013, tras su campaña electoral para la Alcaldía de Moscú (las únicas elecciones a las que se le permitió presentarse), Navalny abandonó estos temas y se dedicó exclusivamente a denunciar la corrupción del régimen de Putin.

Un hombre ha sido testigo destacado de esta evolución: Zajar Prilepin. Es uno de los escritores más brillantes de Rusia, pero también un nacional-bolchevique confeso. Soldado en las dos guerras de Chechenia, «hijo espiritual» de Eduard Limónov y autodefinido de extrema izquierda nacionalista, en 2014 fue a luchar a la región ucraniana de Dombás junto a las tropas separatistas prorrusas y desde entonces se ha acercado al Kremlin.

En una entrevista publicada en Mediapart, Prilepin explicó que Navalny «podría haber sido un gran personaje, pero se ha convertido claramente en un defensor de la burguesía y las grandes empresas». En otra entrevista, en febrero de 2021, aparecidad en el sitio web independiente ruso Meduza (que fue clasificado como «organización indeseable» por la Fiscalía General de Rusia en enero de 2023), Prilepin detalló su relación imposible con Navalny dentro de un movimiento de corta duración que habían creado, el Movimiento Popular.

«Tenemos que hablar de este movimiento», dice el escritor. «Teníamos la ilusión de que era posible unir las alas izquierda y derecha. Navalny acababa de ser expulsado de Yabloko, lo cual me caía muy bien ya que yo siempre he sido antiliberal. Llegó en el momento justo: marchas rusas, cabezas rapadas. Se estaba convirtiendo en una figura cada vez más importante, mientras que los nacional-bolcheviques y los limonovistas eran más izquierdistas. Yo tenía la idea ilusoria de que era posible combinar nuestros movimientos. Llevé a Navalny a conocer a Limónov. Limónov lo odiaba. En 2014, nuestros caminos se separaron radicalmente».

El saqueo de Rusia

En diciembre de 2020, el economista Serguéi Guriev interrogó largamente a Navalny sobre su programa. Los dos hombres se conocen desde hace mucho tiempo. El antiguo director de la prestigiosa Escuela de Economía de Moscú ayudó a elaborar el programa de Navalny para la campaña electoral de Moscú en 2013. Amenazado por las autoridades, tuvo entonces que exiliarse, fue economista jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y ahora es profesor en Sciences Po-París.

Guriev le pregunta a Navalny sobre este «nacionalismo étnico». «Como osetio, ¿cómo puedo sentirme ciudadano pleno en mi país? Como no les gusta la palabra rossiyanin [ciudadano del Estado ruso], prefieren la palabra russkyi [perteneciente a la etnia rusa]. Como osetio, ¿debo temer que alguien como usted se convierta en el líder político de Rusia?».

Navalny respondió haciendo hincapié en «la necesidad de luchar contra todas las formas de discriminación». «No veo ningún problema en el hecho de que una gran parte de la población no quiera identificarse como rossiyanin y prefiera su identidad russkyi. Los daguestaníes, los rusos étnicos y todos los demás grupos forman parte de la diversidad de la sociedad. Que cada uno se sienta públicamente orgulloso de lo que es. Para cualquier dirigente del sistema político, es importante proteger las lenguas nacionales y las escuelas. En nuestro país siempre habrá una cuestión nacional, porque nuestro país es grande y diverso», añade. 

La académica Cécile Vaissié, que ha seguido de cerca la carrera de Navalny y ha asistido a varias de sus reuniones, declaró a Mediapart en abril de 2021: «¿Antisemitismo? No, nunca, no hay nada. Ha habido algunas declaraciones inaceptables sobre los caucásicos y los inmigrantes. Pero en los últimos años, nunca le he oído decir nada abominable».

A principios de la década de 2010, Navalny se dio cuenta de que su fama no se debía a sus diatribas nacionalistas, que poco a poco iba olvidando, sino a su blog Rospil («El saqueo de Rusia»), que se estaba convirtiendo en uno de los más leídos del país. Unos años antes, el abogado había comprado acciones de grandes grupos económicos por 10.000 dólares. Se autoinvitó a las juntas de accionistas, exigió documentos y estados financieros, e incluso fue nombrado brevemente director de Aeroflot con la ayuda de un empresario.

Como abogado, Navalny, ayudado por informantes en el corazón del sistema, llegó a destapar algunos de los mayores escándalos de malversación, evasión fiscal y corrupción. El aeropuerto de Sheremetyevo, Aeroflot, bancos, un gasoducto siberiano: miles de millones de dólares que fluyen hacia Malta, Suiza, Israel, la City londinense, las islas Caimán y todos los grandes paraísos fiscales del planeta.

Algunos sospechan que no es más que una marioneta en manos de oligarcas deseosos de ajustar cuentas entre sí a través del blog Rospil. Navalny da un paso más, al relacionar la corrupción con la miseria social y atacar a las grandes figuras del poder. En 2011, creó el FBK, la Fundación Anticorrupción, que empezó a publicar demoledoras investigaciones sobre las elites.

Durante las grandes manifestaciones de 2011 y 2012, descubrió la repentina popularidad del Frente de Izquierda, un partido de izquierda radical enraizado en las luchas sociales. Su líder, Serguéi Udaltsov, se convirtió en una de las principales figuras de la oposición y fue encarcelado de 2014 a 2017. Navalny, decidido a recorrer las regiones rusas, comenzó a hablar cada vez más frecuentemente de los bajos salarios, la miseria corriente y los servicios públicos en estado de abandono. Es el «partido de los estafadores y los ladrones», Rusia Unida, el partido presidencial, el que está arruinando el país y bloqueando el futuro de los jóvenes.

Lucha contra la corrupción, Estado de derecho y democracia

Karine Clément, socióloga afiliada al Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia, estuvo muy implicada en las luchas sindicales y ciudadanas en Rusia en la década de 2000. En una entrada en su blog de Mediapart de febrero de 2021, explicó que había tenido innumerables desacuerdos con Navalny, con quien se había reunido en varias ocasiones. «Pero durante sus viajes a finales de la década de 2010, planteó con regularidad la cuestión de la desigualdad social, los salarios lastimosamente bajos y el estado decadente de las infraestructuras y los servicios públicos, algo que nadie más en la oposición liberal hizo», escribió.

Todo esto no es todavía un programa. Desde 2015, a medida que crecía su reputación, Navalny insistió en tres puntos: la lucha contra la corrupción, el Estado de derecho y la democracia con elecciones libres. El resto vendría después. Y la dinámica siguió, con cada vez más ramas regionales creadas a partir de colectivos formados alrededor de luchas locales (vivienda, medio ambiente, jubilaciones) y batallas por el derecho a presentarse a las elecciones municipales o regionales.

Con el FBK y el cuartel general de Navalny, una nueva generación se ha unido al líder, que ya no tiene estrictamente nada que ver con los círculos nacionalistas de la década de 2000. Estos activistas son por lo general jóvenes (veinteañeros o treintañeros), bien formados y ágiles en las redes sociales, decididos a exigir responsabilidades a las elites locales constreñidas por el partido Rusia Unida y, sobre todo, deseosos de un país abierto y democrático.

«En primer lugar, Navalny está en el terreno», explicó Vaissié a Mediapart en 2021. «En segundo lugar, sabe rodearse de gente competente y eficaz. Alguien como el economista Serguéi Guriev es prueba de ello. Se lo ha descrito como un hombre solo, un Bonaparte que lo decide todo, lo que no es cierto. Al contrario, creó equipos muy autónomos, un movimiento descentralizado. Y muy poca gente lo ha abandonado en los últimos años».

Con sus organizaciones disueltas, sus redes regionales desmanteladas y él mismo muerto en prisión, ¿qué quedará de todo esto? En diciembre de 2023, el equipo de Navalny colocó vallas publicitarias en varias ciudades del país en las que se podía leer «Rusia» y «Feliz Año Nuevo» con un código QR. El código QR conducía a un sitio web titulado «Rusia sin Putin», en el que se exponían las distintas formas de hacer campaña contra el presidente en ejercicio.

A pocas semanas de las elecciones presidenciales, solo tres personas están en liza contra Vladímir Putin, las tres en representación de la facción tradicional de la oposición, miembros de los tres partidos parlamentarios: Leonid Slutski (Partido Liberal-Demócrata de Rusia-LDPR), Vladislav Davankov (Gente Nueva) y Nikolái Jaritónov (Partido Comunista), que ya se presentó en 2004. En el caso del liberal Boris Nadezhdin, considerado el candidato más serio, la comisión electoral invalidó su candidatura el 8 de febrero pasado.


Nota: la versión original de este artículo en francés se publicó en Médiapart el 16/2/2024 y está disponible aquí. Traducción: Pablo Stefanoni.



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