Una mirada china a las relaciones con América Latina
Nueva Sociedad 203 / Mayo - Junio 2006
Los intercambios comerciales entre China y la región comenzaron en 1560, cuando se estableció la «ruta de la seda» entre la costa china y Acapulco a través de Manila. A pesar de esta larga historia, el verdadero salto en las relaciones se produjo recién a fines de la década de 1970, con la reforma y la apertura de China. Hoy, el vínculo puede analizarse desde diferentes ángulos: económico –con un espectacular crecimiento de los intercambios–, político –con una consolidación de los lazos y un récord de visitas de altos funcionarios– e incluso académico. Por eso, más allá de problemas que van desde la preocupación de Estados Unidos hasta el reconocimiento de Taiwán por parte de algunos países latinoamericanos, todo indica que las relaciones continuarán profundizándose en el futuro.
En el año 2005 se cumplieron seiscientos años de los viajes del antiguo marino chino Zheng He hacia el Oeste. Según Gavin Menzies y muchos otros investigadores, Zheng He descubrió América 70 años antes que Cristóbal Colón. En este nuevo centenario, los últimos años han sido testigos del rápido crecimiento de las relaciones entre China y América Latina. En solo dos meses, el presidente Hu Jintao y el vicepresidente Zeng Qinhong realizaron sendas visitas a la región, en noviembre de 2004 y enero de 2005, y a ellos se sumaron, el año pasado, otros importantes líderes chinos. La frecuencia de estos viajes de alto nivel no tiene precedentes en la diplomacia china y muestra claramente la gran importancia que el país otorga a América Latina.
Los contactos entre pueblos
La República Popular China (RPC) fue fundada en 1949. Una de las tareas más urgentes para el nuevo país fue superar la discriminación y el embargo impuestos por las potencias occidentales. Con el objeto de hacerse conocer en el mundo, China puso un gran énfasis en los contactos de pueblo a pueblo, en los que jugó un importante papel la Asociación de Amistad del Pueblo Chino con los Países Extranjeros (Aapcpe), creada en mayo de 1954 con el nombre de Asociación de Intercambios Culturales del Pueblo Chino con los Países Extranjeros. Se estima que alrededor de 1.200 personas de 19 países latinoamericanos visitaron China en la década de 1950, entre ellos personajes importantes como Salvador Allende, quien luego sería presidente de Chile; José Venturelli, pintor chileno; Pablo Neruda, poeta de la misma nacionalidad; Lázaro Cárdenas del Río, ex-presidente de México, y Jacobo Arbenz Guzmán, ex-presidente de Guatemala.
En marzo de 1960, se estableció la Asociación de Amistad entre China y América Latina (Aacal), que, amparada por la Aapcpe, ha cumplido un rol fundamental en el desarrollo de lazos de amistad. Envía delegaciones culturales a la región e invita a distinguidas figuras latinoamericanas a visitar China. De esta forma, actúa como un puente entre los pueblos de ambas orillas del Pacífico. Además, la Aacal presta atención a aquellos países latinoamericanos que mantienen relaciones con Taiwán e invita a China a sus ciudadanos, quienes han apreciado mejor los logros de las reformas y han expresado el interés de sus naciones por establecer relaciones diplomáticas con China. Los contactos de pueblo a pueblo entre China y América Latina involucran a mujeres, sindicatos, jóvenes, artistas y escritores, entre otros. La Federación Nacional de Mujeres de China, la Federación Nacional de Sindicatos de China, la Federación Juvenil de China y la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de China han trabajado en la promoción de las relaciones amistosas, y en cada una de estas organizaciones existe un departamento o sección encargado de asuntos de América Latina y el Caribe.
Existen, también, numerosos tratados de amistad entre ciudades o provincias «hermanas». Por ejemplo, en Argentina, la provincia de Buenos Aires estableció este tipo de vínculos con la provincia de Hebei en mayo de 1992, la ciudad de Buenos Aires con Beijing en julio de 1993, la provincia de Entre Ríos con la provincia de Jilin en noviembre de 1996 y la ciudad de Rosario con Shanghai en junio de 1997.
Las relaciones diplomáticas
Entre 1870 y principios del siglo XX, el gobierno chino estableció relaciones diplomáticas con Perú, Brasil, México, Cuba y Panamá, con el objetivo de contribuir a la protección de los derechos de los trabajadores chinos en estos países y promover el comercio.
Más tarde, luego de la fundación de la RPC, Cuba fue el primer país del hemisferio occidental en establecer relaciones diplomáticas con la nueva China. Sucedió el 2 de septiembre de 1960, cuando Fidel Castro anunció frente a un millón de personas que su país cortaría el vínculo con Taiwán y establecería lazos diplomáticos con Beijing. Menos de un mes después, el 28 de septiembre, se hizo público un comunicado conjunto referido al establecimiento de relaciones entre ambos países. Más tarde, China proclamó en muchas ocasiones su firme apoyo al pueblo cubano en la lucha contra el imperialismo.
En la década de 1960, China y algunos países latinoamericanos mostraron interés en normalizar sus relaciones. Sin embargo, debido a la presión de Estados Unidos no fue posible avanzar en este camino, pese a que los contactos de pueblo a pueblo se desarrollaban con fluidez. Ecuador fue un ejemplo típico: tuvo la intención de reconocer a China, pero se vio obligado a retroceder debido a la influencia de Washington.
En diciembre de 1970 se dio un gran paso en este camino. Chile, bajo el liderazgo de Salvador Allende, se transformó en el primer país sudamericano en establecer relaciones con China. Tres años después, el 11 de septiembre de 1973, el gobierno de Allende fue derrocado por los militares y, aunque las relaciones se mantuvieron, los contactos e intercambios fueron bastante limitados. A principios de los 70, la posición internacional china cambió como consecuencia de dos acontecimientos significativos: el reingreso a las Naciones Unidas y la visita al país del presidente Richard Nixon. Muchos latinoamericanos comenzaron a mirar hacia China con nuevos ojos: entre 1971 y 1980, 12 países de la región establecieron relaciones diplomáticas con Beijing.
En 1978, durante el gobierno de Deng Xiaoping, China inició un programa de reformas basado en la adopción de principios socialistas de mercado, que se componía básicamente de dos aspectos: el ajuste interno y la apertura externa. Para avanzar en este segundo punto, China necesita integrarse a la economía mundial y, por esa razón, intenta estrechar relaciones no solo con los países desarrollados, como EEUU y Japón, sino también con el Tercer Mundo, incluida América Latina.
Actualmente, China mantiene relaciones diplomáticas con 21 países latinoamericanos, que representan la mayor parte de la superficie geográfica, la población y la producción económica de la región. Taiwán, por su parte, mantiene lazos con 12 países latinoamericanos, 11 de los cuales se encuentran en América Central y el Caribe: Belice, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, El Salvador, República Dominicana, Haití, Saint Kitts y Nevis y San Vicente y las Granadinas; el único ubicado en Sudamérica es Paraguay.
Las relaciones entre partidos
Al ser un país socialista gobernado por el Partido Comunista Chino (PCC), las relaciones de éste con otros partidos constituyen un aspecto importante de la política exterior. El primer caso de una fuerza política latinoamericana en acercarse al PCC fue el del Partido Comunista de Brasil, que envió una delegación a China en julio de 1953. En septiembre de 1956, líderes de 12 partidos comunistas de la región fueron invitados a participar en el 8o congreso del PCC realizado en Beijing. Hacia 1960, 22 partidos comunistas latinoamericanos habían establecido relaciones de trabajo con su contraparte china.
En la década de 1960, sin embargo, las disputas entre China y la Unión Soviética, así como las propias turbulencias políticas internas ocurridas durante la Revolución Cultural, entre 1966 y 1976, afectaron las relaciones entre el PCC y los partidos de América Latina.La situación cambió después de las reformas iniciadas en 1978, cuando los vínculos políticos ingresaron en una nueva etapa. En este periodo, el PCC deseaba vincularse con agrupaciones partidarias de diferente orientación ideológica, por lo que estableció los siguientes principios: independencia, completa igualdad, respeto mutuo y no intervención en los asuntos internos de los respectivos países. Sobre esta base, el PCC ha desarrollado activamente un nuevo tipo de relaciones de partido a partido, de intercambio y cooperación con las agrupaciones políticas de otros países, y hoy mantiene lazos operativos con más de 400 partidos en 140 naciones. En América Latina, más de 90 fuerzas políticas de la mayor parte de los países de la región y de orientaciones ideológicas variadas mantienen contactos con el PCC, que se ha relacionado no solo con partidos de izquierda o comunistas, sino también de derecha.
Las relaciones se promueven a través de diferentes vías: el intercambio de delegaciones, la organización de seminarios y conferencias sobre asuntos de interés común, la participación en congresos y ceremonias de cada partido, etc. En algunas ocasiones, incluso se ha invitado a líderes políticos a visitar China.
Por otra parte, el PCC otorga una importancia fundamental a los parlamentos y congresos latinoamericanos, ya que se trata del ámbito donde actúan los partidos. Y mantiene, además, relaciones con las cuatro principales organizaciones partidarias regionales: el Comité de la Internacional Socialista para Latinoamérica y el Caribe, el Foro de San Pablo, la Organización Demócrata Cristiana de América y la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina.
Estas relaciones han resultado en una mejor y más profunda comprensión recíproca, y también han contribuido al establecimiento de vínculos diplomáticos entre China y algunos países de la región. Por ejemplo, el PCC mantenía contactos con los partidos políticos más importantes de Bolivia, Nicaragua y Uruguay antes de que China formalizara lazos diplomáticos con estos países, en la década de 1980. Algunos líderes partidarios de estos tres países habían sido invitados a China y, a su regreso, impulsaron a sus gobiernos a reconocer a la RPC.
Los contactos no se limitan a los partidos gobernantes, sino también a los de la oposición. En Argentina, por ejemplo, antes de las elecciones de 1983, muchos pensaban que la Unión Cívica Radical sería derrotada. Aun así, el PCC invitó a su líder, Raúl Alfonsín, a visitar China. Luego de triunfar con 52% de los votos, el agradecido presidente Alfonsín envió una amplia delegación a Beijing, aparentemente como muestra de aprecio por la invitación previa. Del lado chino, el PCC siguió manteniendo contactos con el Partido Justicialista, cuyo líder, Carlos Saúl Menem, ganó las elecciones presidenciales en mayo de 1989. En noviembre de ese año, solo cinco meses después del episodio de la plaza de Tiananmen (el 4 de junio), Menem envió a su hermano, el entonces senador Eduardo Menem, de visita a Beijing, en un momento en que Occidente sancionaba duramente a China. El huésped argentino invitó incluso al presidente chino, Jiang Zemin, a visitar Buenos Aires en mayo de 1990. En noviembre de ese mismo año, el presidente Menem se convirtió en el primer jefe de Estado latinoamericano en visitar China luego de los acontecimientos del 4 de junio.
Por otro lado, el PCC ha entablado contactos con más de 20 partidos de 10 de los 12 países que mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán y, desde 2001, ha enviado a nueve de estos países delegaciones que han contribuido a una mejor comprensión de la China actual.
La base sobre la cual se apoyan estas relaciones es la percepción compartida de que China y los países de América Latina pertenecen al Tercer Mundo y que, por lo tanto, tienen mucho en común. En este sentido, uno de los objetivos es el intercambio de visiones y experiencias relativas a las formas de gobernar un país, manejar asuntos partidarios, facilitar la modernización política e impulsar el desarrollo económico. También se asigna mucha importancia al desarrollo de lazos económicos y comerciales entre China y los países latinoamericanos, y existen ejemplos exitosos de la intervención del PCC en la búsqueda de oportunidades de negocios para empresas chinas en la región.
Las relaciones económicas
Las relaciones comerciales pueden rastrearse hasta 1560, cuando se estableció la llamada «ruta de la seda» entre la costa china y Acapulco a través de Manila. De acuerdo con documentos históricos, entre 1575 y 1815 partían entre 20 y 60 barcos cada año con destino al continente americano: China exportaba seda, telas de algodón, artesanías, joyas, pólvora, alimentos y animales, e importaba zapatos, sombreros, vino, aceite de oliva, jabón y alimentos.
A principios del siglo XIX, España comenzó a abastecerse de seda y otros bienes a través de otras rutas marítimas, directamente desde China y sin pasar por sus colonias americanas. Al mismo tiempo, las crecientes exportaciones británicas a América redujeron la demanda de mercancías chinas. Fue importante, también, el hecho de que China emprendió una política de control de exportaciones. Y así, en 1815, con la partida del último barco de Acapulco con destino a Manila, se puso fin a la ruta de la seda.
Las relaciones adquirieron una nueva forma. Como América Latina necesitaba mano de obra en grandes cantidades, muchos trabajadores chinos fueron transportados a través del Atlántico. A mitad del siglo XIX, medio millón de culíes chinos contratados se encontraban trabajando en México, Cuba, Brasil, Perú, Panamá y Chile. El dólar mexicano, conocido como «dólar del águila», se transformó en moneda de curso legal en las áreas costeras chinas.
Luego de la fundación de la nueva China, en 1949, los líderes de ese país buscaron desarrollar relaciones económicas más estrechas con América Latina. Y, aunque en 1952 se firmó un tratado de comercio con Chile que puede ser considerado el primer acuerdo económico sino-latinoamericano desde 1949, lo cierto es que, por diversas causas, los intercambios comerciales fueron muy limitados hasta 1970.
Las relaciones económicas adquirieron un fuerte impulso a partir de 1978, cuando China inició sus políticas reformistas. Como indica el cuadro 1, las cifras del comercio bilateral crecieron desde apenas 1.300 millones de dólares en 1980 hasta casi 13.000 millones en 2000. En los últimos cinco años el aumento fue aún más notable: de 15.000 millones de dólares a 50.000 millones en 2005. En cuanto a la balanza comercial, durante la década de 1990 pasó a ser levemente positiva para China. A partir de 2003, sin embargo, volvió a ser nuevamente negativa (v. cuadro 2). Finalmente, es necesario aclarar que la mayor parte del comercio con China se concentra en unos pocos países. Como lo indica el cuadro 3, los siete principales socios comerciales concentran más de 80% del total de los intercambios. Brasil es el más importante, con casi 15.000 millones de dólares en 2005.Como parte de esta intensificación de los vínculos comerciales, China ha intentado unirse al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la principal fuente multilateral de financiamiento para América Latina. Esto tendría evidentes beneficios: por ejemplo, le permitiría a China impulsar proyectos para la construcción de infraestructura en Latinoamérica y facilitaría la cooperación económica. Sin embargo, EEUU, junto con los países centroamericanos, se ha opuesto a esta iniciativa. En la última conferencia anual del BID en Okinawa, en abril de 2005, Washington argumentó que China debería pagar sus deudas a los organismos multilaterales de crédito antes de obtener su membresía.
Desde un punto de vista más general, tanto China como los países latinoamericanos pertenecen al Tercer Mundo; en consecuencia, la complementariedad entre ellos está, hasta cierto punto, limitada. Sin embargo, el rápido crecimiento de la economía china requiere un mayor ingreso de recursos naturales y materias primas y América Latina, en este sentido, constituye un socio adecuado. Cincuenta años atrás, el mundialmente reconocido economista argentino Raúl Prebisch señaló que los términos de intercambio para América Latina y los países en desarrollo empeorarían. Hoy este argumento parece desacertado. Por un lado, la importación china de recursos naturales y materias primas ha elevado los precios en el mercado mundial; por otro, debido al bajo costo de la mano de obra, las exportaciones chinas de productos manufacturados son relativamente baratas. El resultado es que los términos de intercambio para los países de la región están mejorando. No sorprende, entonces, que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal) sostenga que China ha contribuido a la alta tasa de crecimiento latinoamericano en los últimos años.
Los intercambios académicos
Pero no se trata solo de economía. Los intercambios académicos constituyen una parte importante de la relación. En China existen dos academias nacionales –la Academia China de Ciencias y la Academia China de Ciencias Sociales– que mantienen contactos con los investigadores latinoamericanos en diversas áreas y disciplinas. Al mismo tiempo, muchas universidades chinas han desarrollado programas de intercambio de distinto tipo, y en América Latina se han creado desde 1990 cada vez más centros y programas de investigación dedicados a China y Asia-Pacífico.
En China, los estudios latinoamericanos se iniciaron poco después de la Revolución Cubana. El Instituto de Estudios Latinoamericanos (IEL), el único dedicado a esta región, fue creado en 1961. Y si bien no existía hasta entonces una producción académica genuina sobre el tema, muchos artículos periodísticos publicados en el Diario del Pueblo contribuyeron a que la sociedad china tuviera noticias de lo que sucedía en América Latina. En 1966, con la Revolución Cultural, las universidades e instituciones académicas fueron cerradas, y en 1969 los investigadores del IEL fueron enviados a trabajar en el campo con el objeto de lograr su «reeducación ideológica». El instituto permaneció cerrado hasta 1976.
A comienzos de la década de 1980, los académicos chinos que buscaban retomar los estudios latinoamericanos enfrentaron muchas dificultades: entre ellas, el desconocimiento de lo que había sucedido o estaba sucediendo en la región debido al hecho de que, durante la Revolución Cultural, no se habían importado materiales de investigación ni publicaciones extranjeras, y muchas de las colecciones existentes en las bibliotecas se habían perdido en aquellos diez turbulentos años. En aquella etapa, y para compensar la denominada pérdida de «investigación básica», los académicos chinos escribieron varios manuales con una descripción general de la historia de América Latina (política, economía, relaciones internacionales, etc.) en una serie de textos que sentaron las bases del futuro desarrollo de los estudios sobre la región.
La publicación bimestral Latin American Studies, iniciada en 1979, cumplió un papel importante en la apertura de un nuevo espacio para que los investigadores se dedicaran a «temas calientes» como la crisis centroamericana o la revolución sandinista, y otras cuestiones más generales. Para satisfacer las necesidades del rápido desarrollo de las reformas económicas chinas, algunos académicos comenzaron a realizar investigaciones referidas al proceso latinoamericano de sustitución de importaciones como estrategia de desarrollo económico, la crisis de la deuda externa y las relaciones económicas entre América Latina y EEUU. A fines de la década de 1990, los intercambios se hicieron más frecuentes. Algunos investigadores latinoamericanos han sido invitados a Beijing, y jóvenes chinos han sido enviados a América Latina. Además, se importó gran cantidad de libros y revistas académicas latinoamericanas. Todo esto impulsó a los investigadores chinos a observar la región desde nuevas perspectivas: se emprendieron proyectos de investigación sobre la teoría de la dependencia, la utilización del capital extranjero, el desarrollo agrícola, las relaciones sino-latinoamericanas, las relaciones entre América Latina y EEUU, los problemas sociales, la educación, los sistemas políticos, las estrategias de desarrollo, etc.
En los últimos años se registró un progreso notable: se ha publicado una mayor cantidad de libros y papers académicos, se han incrementado los intercambios con investigadores latinoamericanos, los académicos han mantenido también más contactos con funcionarios del gobierno y con empresarios y, con la ayuda de internet, los investigadores chinos han seguido de cerca los desarrollos latinoamericanos en varias cuestiones. Como parte de este proceso, se espera que los especialistas chinos sean útiles como think tank para el PCC y el gobierno en el proceso de toma de decisiones relacionadas con América Latina.
La cuestión de Taiwán
Existe una sola China, de la que Taiwán es una parte inalienable. El gobierno de la RPC ha sido reconocido por las Naciones Unidas como el único representante legal del pueblo chino. Situada frente a la costa sudoriental, Taiwán es la isla de mayor tamaño y forma una unidad con el territorio continental. Ha pertenecido a China desde tiempos remotos, fue devuelta –de jure y de facto– al final de la Segunda Guerra Mundial, y se transformó en un problema solo como consecuencia de la antipopular guerra civil iniciada por el Partido Kuomintang e incitada por la intervención de fuerzas extranjeras. Resolver el conflicto de Taiwán y lograr la reunificación nacional es una misión sacrosanta del pueblo chino, y por ello el gobierno ha trabajado insistentemente en ese sentido. Su postura básica al respecto es «reunificación pacífica» y «un país, dos sistemas».
Los países que mantienen relaciones diplomáticas con China han llegado a un acuerdo formal o a algún tipo de entendimiento para no sostener lazos oficiales con Taiwán, en conformidad con el principio de «una China» y con la legislación internacional según la cual un Estado soberano no puede ser representado por más de un gobierno central. Como parte de China, Taiwán no tiene derecho a actuar ante la comunidad internacional, y no puede tampoco establecer vínculos diplomáticos o entrar en relaciones de índole oficial con ningún país.
A pesar de ello, Taiwán utiliza la «diplomacia del dólar» para mantener relaciones con 12 países latinoamericanos, a los que entrega una gran cantidad de dinero bajo la denominación de «ayuda financiera». En su última visita a América Central, en septiembre de 2005, el líder taiwanés Chen Shui-bian acordó proveer a Guatemala de una enorme suma para construir un aeropuerto. En aquel momento, se informó que las autoridades guatemaltecas habrían considerado cortar sus relaciones diplomáticas con Taiwán si no obtenían los fondos.
Además, se han difundido denuncias acerca de sobornos a algunos funcionarios. Un incidente muy conocido fue la renuncia de Miguel Ángel Rodríguez, presidente de Costa Rica entre 1998 y 2002, como secretario general de la Organización de Estados Americanos. El alejamiento de Rodríguez ocurrió tres semanas después de su asunción, cuando el diario costarricense La Nación denunció su participación en un escándalo con una compañía francesa. Poco antes de su arresto, los medios de Costa Rica informaron que Rodríguez había aceptado dinero de la autoridad taiwanesa cuando era presidente.
Como contrapartida, estos países no reconocen a la RPC y apoyan el ingreso de Taiwán a las Naciones Unidas, una iniciativa que comenzó en 1993 y por la que la autoridad taiwanesa ha hecho grandes esfuerzos. Como el propósito es crear «dos Chinas» –o «una China, un Taiwán»– el intento ha fracasado en más de 10 oportunidades. En efecto, como parte de China, Taiwán carece del estatus necesario para pertenecer al organismo, conformado únicamente por naciones soberanas. El derecho de representación de China ante las Naciones Unidas incluye a Taiwán. El 14 de septiembre de 2004, en un discurso en la sesión del Comité General, el representante permanente por China, Wang Guangya, sostuvo que la resolución 2.758, adoptada por la 26ª sesión de la Asamblea General en 1971, solucionó en términos políticos, legales y procedimentales la cuestión de la representación china.
El factor Estados Unidos
El incremento de las relaciones ha causado preocupación en EEUU. En una audiencia del Subcomité para el Hemisferio Occidental del Comité de Relaciones Internacionales de la Casa Blanca, en abril de 2005, el congresista estadounidense Dan Burton afirmó:
Los objetivos tradicionales de la política norteamericana en América Latina siempre han incluido la promoción de la estabilidad política y la democracia, el acceso a los mercados y la prevención del ascenso de poderes hegemónicos. Hasta que conozcamos la respuesta a la pregunta acerca de si China respetará las reglas del comercio justo y se comprometerá con responsabilidad en los asuntos transnacionales, creo que debemos ser cautelosos, y ver el aumento del poder chino como algo que debe ser contrabalanceado o contenido; quizás incluso llegar a considerar las acciones de China como la irrupción de un poder hegemónico en nuestro hemisferio.
Equivocadamente, Burton analizó el desarrollo de las relaciones sino-latinoamericanas como un peligro para Washington.
Creo que la creciente influencia económica, política y militar de China en el hemisferio occidental plantea un serio desafío a EEUU en los próximos años. Si no somos cuidadosos, la influencia de Beijing podría fácilmente desarticular las reformas emprendidas en la región, respaldadas por nuestro país y tan trabajosamente obtenidas, para luchar contra la corrupción y los abusos contra los derechos humanos, aumentar la transparencia de los gobiernos y combatir las violaciones a la propiedad intelectual. Las que hoy vemos como democracias en ciernes pueden estar bajo una amenaza real. Debemos trabajar en serio para evitar que esto suceda.
En la audiencia, el congresista agregó:
También advertiría a nuestros amigos en toda América Latina en contra de otorgar a China el estatus de economía de mercado. Pienso que es claro que los subsidios estatales chinos, su tipo de cambio atado al dólar y las pobres condiciones en relación con los derechos laborales la descalifican para merecer auténticamente este estatus. En consecuencia, otorgar a China esa categoría sería, a mi modo de ver, un grave error de juicio.
En línea con esta posición, muchos medios de comunicación estadounidenses han estado alentando una percepción equivocada. Un artículo del Wall Street Journal, por ejemplo, afirmó:
El crecimiento de China en la región puede complicar los esfuerzos de EEUU para controlar la inmigración ilegal, el tráfico de armas, el comercio de drogas y el lavado de dinero, porque China coopera con países que no son particularmente tolerantes hacia esos esfuerzos. Algunas de esas naciones pueden intentar utilizar la alternativa china para desafiar la hegemonía de EEUU.
La preocupación estadounidense es incorrecta e innecesaria. Es bien sabido que América Latina ha desarrollado reformas económicas y ha comenzado una apertura al mundo desde hace ya casi dos décadas, por lo que se ha esforzado por atraer a la inversión extranjera y liberalizar el mercado para estimular el crecimiento. En este sentido, China es solo uno más entre otros socios económicos con los que América Latina está intentando cooperar.
China comprende perfectamente que Latinoamérica es el «patio trasero» de EEUU, y no necesita desafiar su influencia en la región. Pero tanto China como América Latina han comenzado a abrirse al exterior. En la era de la globalización, ambas deben colaborar para impulsar la cooperación Sur-Sur. De hecho, una mayor cooperación beneficiará la paz y el desarrollo regionales en Asia-Pacífico y Latinoamérica, y esto, seguramente, también favorecerá a EEUU.
Los problemas por enfrentar
Si bien las relaciones entre China y América Latina se han desarrollado en forma rápida y fluida, hay que reconocer que existen algunos problemas que deben ser resueltos por ambas partes.
Entre ellos, la distancia geográfica es el más duradero y también el más difícil de encarar. La navegación a través del Pacífico toma varias semanas y hoy no existen conexiones aéreas directas entre China y América Latina, aunque durante muchos años se han llevado adelante negociaciones con Brasil buscando crearlas. Debido a la distancia, las diferencias culturales, las barreras lingüísticas, la falta de comprensión entre los pueblos a ambos lados del océano constituyen otro problema relevante. No es necesario aclarar que el desconocimiento dificulta el desarrollo más amplio de las relaciones bilaterales. En este sentido, es una pena que los latinoamericanos conozcan poco sobre China, y que los chinos tampoco sepan mucho sobre la región.
Por esta falta de mutuo entendimiento, muchos latinoamericanos están preocupados por el crecimiento chino. En particular en algunos sectores empresarios, donde la percepción de amenaza o el temor están muy difundidos. Indudablemente, algunas empresas latinoamericanas de baja competitividad, enfrentadas con los productos relativamente baratos, sufren dificultades. Por eso, ciertos países latinoamericanos han utilizado prácticas anti dumping para resistir el avance de las exportaciones chinas; México fue el primer Estado de la región en imponer altas tasas anti dumping contra los productos de ese origen desde la década de 1990: cargaba impuestos de más de 1.100% sobre zapatos y otros productos, lo que equivalía a una prohibición total, y fue el último país del mundo en firmar el acuerdo de la Organización Mundial de Comercio con China.
Es cierto que las reformas y la apertura al exterior han fortalecido económicamente a China. Pero este logro también significa que, con una población de 1.300 millones de habitantes, el país puede ofrecer un enorme mercado para el mundo, incluida América Latina. El ascenso de China debe ser visto como una oportunidad y no como una amenaza.
Otro problema puede ser el de los malentendidos. Luego de la visita del presidente chino, Hu Jintao, a América Latina, en noviembre de 2004, algunos diarios informaron que China invertiría 100.000 millones de dólares en los próximos diez años. Con el correr del tiempo, algunos latinoamericanos se sintieron decepcionados al esperar sin resultados la inversión «prometida». Pero el gobierno de Beijing nunca había afirmado tal cosa. En su discurso ante el Congreso brasileño, el 12 de noviembre de 2004, el presidente Hu mencionó esta cifra, pero en referencia al comercio en ambos sentidos. Dijo que tanto China como América Latina debían emprender acciones para aumentar el valor del comercio a más de 100.000 millones de dólares para el año 2010 y que el objetivo es duplicar el monto actual de inversiones en los próximos años.
El futuro de las relaciones
En 1988, el líder chino Deng Xiaoping afirmó: «La gente dice que el siglo XXI será la era del Pacífico […] Yo creo firmemente que será también la era de América Latina, y espero que la era del Pacífico, la era del Atlántico y la de América Latina se produzcan al mismo tiempo». Y agregó: «La política china consiste en desarrollar y mantener buenas relaciones con América Latina, y hacer de las relaciones sino-latinoamericanas un modelo de cooperación Sur-Sur». En abril de 2001, durante un viaje por la región, el entonces presidente chino Jiang Zemin sostuvo: «El siglo XXI será un siglo en que China y América Latina cooperarán tomadas de la mano en todas las áreas, y también será un siglo en que los pueblos de China y América Latina construirán un mañana mejor».
En su discurso al Congreso brasileño, el presidente Hu Jintao aseguró que tanto Latinoamérica como China cuentan con experiencias similares en la lucha por la liberación nacional, la defensa de la independencia y la construcción nacional. En consecuencia, comparten los mismos sentimientos y un lenguaje común. Por eso –dijo– se espera que las relaciones alcancen tres objetivos: el apoyo mutuo en el campo político, el fortalecimiento de la complementariedad económica y el mantenimiento de contactos culturales estrechos. Para llevar a cabo estas metas, propuso que ambas partes fortalezcan una estrategia común y aumenten la confianza política, den pasos prácticos y creativos para aprovechar el potencial de cooperación económica, y asignen importancia a los intercambios culturales para profundizar la comprensión mutua.
Como parte de la profundización de los vínculos, los líderes latinoamericanos han otorgado también una gran importancia a la ascendente posición internacional china y han expresado similares deseos de que las relaciones se fortalezcan aún más. Antes de su viaje a China, en 2004, el presidente argentino, Néstor Kirchner, le dijo a la prensa que su país no solo prestaría atención a las relaciones con EEUU y Europa, sino también con China, y agregó que admiraba los grandes logros en cuanto al desarrollo económico: Argentina –sostuvo– debe aprender del ejemplo chino.