Opinión
marzo 2020

¿Qué está en juego en las primarias del Partido Demócrata?

En las primarias demócratas no solo se disputa el «alma del partido» sino la estrategia para tratar de ganarle a Donald Trump. Para unos, se trata de girar a la izquierda y mostrarse transformadores; para otros, de mantenerse en el centro y reducir los antagonismos. En esto, y en sus consecuencias, reside la «grieta» que divide a los demócratas.

¿Qué está en juego en las primarias del Partido Demócrata?

Las primarias demócratas están en pleno desarrollo. La contienda presidencial de este año será la elección de mayor relevancia para el Partido Demócrata y la democracia estadounidense en mucho tiempo. Se ha hablado mucho sobre «la gran división entre los demócratas» y «las luchas por el alma del Partido Demócrata». Pero puede ser difícil entender cuáles son las diferencias más importantes entre los candidatos y sus consecuencias para el futuro de la izquierda y la democracia.

Normalmente, las diferencias intrapartidarias giran en torno de disputas por las políticas públicas. Hay diferencias programáticas reales entre los «progresistas» Elizabeth Warren y Bernie Sanders, y los «moderados» Pete Buttigieg [1], Joe Biden y Amy Klobuchar, pero en política económica son menores de lo que se podría imaginar. En verdad, en cuestiones económicas el conjunto de los candidatos favorece políticas más de izquierda y más cercanas a las políticas socialdemócratas europeas tradicionales que cualquier pelotón de candidatos demócratas de la historia reciente.

Por ejemplo, respecto de la atención sanitaria, todos los candidatos apoyan la ampliación de las reformas introducidas durante la presidencia de Barack Obama hacia una cobertura universal. En lo que difieren es en cómo concretarlas: Sanders y Warren están a favor de una transición rápida hacia un sistema público de «pagador único» («Medicare para todos»), mientras que los moderados prefieren un cambio gradual que comience con la expansión de una opción pública (Medicare) para quienes carecen de seguro médico privado.

Del mismo modo, todos los candidatos impulsan el cobro de impuestos más altos a los ricos, la lucha contra la desigualdad, una mayor regulación de las empresas, el incremento del gasto en programas sociales e infraestructura, una educación universitaria más asequible y mayor atención a las cuestiones ambientales y el cambio climático. Al igual que con la atención sanitaria, en estos temas los candidatos se diferencian más en cuanto a cómo alcanzar esos objetivos.

Las diferencias políticas entre los progresistas y los moderados aparecen con mayor claridad en temas no económicos: los primeros demandan la despenalización del cruce fronterizo no autorizado, la provisión de atención sanitaria a inmigrantes ilegales, la abolición del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, las reparaciones por esclavitud, los derechos transgénero y otras políticas que están a la izquierda de la visión dominante en Estados Unidos e incluso de la de muchos votantes demócratas.

Sin embargo, estos no son tiempos normales. Y más importante y con mayores consecuencias que las diferencias políticas entre los candidatos son las disputas más profundas sobre cómo ganar las elecciones y sobre el futuro de la izquierda.

Tender lazos

De un lado están aquellos que creen que el camino a la victoria en 2020 pasa por tender lazos con los votantes independientes y quizás incluso con republicanos que apoyan algunas de las políticas de Donald Trump pero que están asqueados con su conducta corrupta y polarizante. Quienes apoyan esta estrategia señalan una amplia investigación que muestra que los moderados obtuvieron mejores resultados que los «extremistas» en las elecciones legislativas de medio término de 2018, cuando los demócratas recuperaron el control de la Cámara de Diputados captando distritos oscilantes y otros que antes se inclinaban por los republicanos. Desde esta perspectiva, algunas de las posturas de Warren y Sanders podrían parecer casi «demenciales», ya que están más a la izquierda de lo que prefieren incluso muchos votantes demócratas, y ni hablar de los independientes o los republicanos.

Además, a muchos les preocupa que el pasado de Sanders lo haga inelegible. Aunque él y Warren no difieren mucho en cuanto a políticas, Warren tiene menos de agitadora que de experta académica en políticas púbicas: dice «tener un plan» para solucionar cualquier problema, una frase tan asociada a ella que su comité de campaña vende camisetas con esa frase impresa. Además, antes de ser funcionaria de gobiernos demócratas y de convertirse en senadora demócrata, era incluso republicana. (En el contexto europeo, Warren encajaría con facilidad en la categoría de socialdemócrata: se ha autoproclamado «capitalista hasta la médula» y presenta sus propuestas como vías más para salvar el capitalismo que para enterrarlo).

Sanders, por su parte, ni siquiera era miembro del Partido Demócrata hasta nominarse para la Presidencia. Su pasado está plagado de tomas de posición con las que los republicanos se harán un festín: su apoyo a figuras no democráticas que se autoproclamaban socialistas, como Fidel Castro en Cuba y los sandinistas nicaragüenses, como así también a la revolución iraní; su viaje de luna de miel a la Unión Soviética; su campaña en favor del Partido Socialista de los Trabajadores (SWP, por sus siglas en inglés); su argumento de que el empleo (especialmente el mal) remunerado es similar a la esclavitud, y más.

Más aún, Sanders se llama a sí mismo socialista democrático, en lugar de socialdemócrata, y se mantiene escéptico sobre la posibilidad o incluso la conveniencia de reformar el capitalismo, puntos de vista con los que, pese al presunto aumento de interés en el socialismo entre los jóvenes, la mayoría de los estadounidenses no está de acuerdo. (En Europa, Sanders se encontraría en compañía de figuras de la izquierda más radical como Jean-Luc Mélenchon o Jeremy Corbyn).

Movilizar a las bases

Del otro lado del debate sobre la elegibilidad están quienes creen que el camino a la victoria no radica en atraer a los independientes y a los indecisos sino en movilizar a las bases del partido. Quienes simpatizan con esta estrategia señalan investigaciones que sostienen que los votantes por lo general no saben mucho acerca de políticas públicas y mencionan además que la intensa polarización del electorado estadounidense hace que sus contenidos les importen aún menos. Según este punto de vista, los demócratas y los republicanos están tan comprometidos con su propio «equipo» –en términos técnicos, el «partidismo negativo» se ha vuelto tan fuerte– que votarán por cualquier candidato que el partido les presente.

Desde esta perspectiva, casi no hay verdaderos votantes independientes o indecisos, por lo que cualquier estrategia basada en tratar de atraerlos es en esencia errónea. Por el contrario, la clave de la victoria reside en llevar a las urnas a la mayor proporción posible del propio «equipo». Si esto es cierto, entonces Sanders tiene ventaja sobre Warren, ya que lo más probable es que su «pasión», su «autenticidad», sus «políticas impulsadas por valores» y su atractivo anti-establishment motiven a votar a los demócratas desilucionados y distanciados del partido. (Como reflejo de esto, Politico informó hace poco, por ejemplo, que el comité de campaña de Sanders indicaba a sus voluntarios que atacaran a Warren haciendo referencia a que quienes la apoyan son «personas con estudios superiores y de mejor posición económica que van a presentarse a votar a los Demócratas sin importar lo que pase»).

Sanders consigue más apoyo que Warren, por ejemplo, entre los votantes jóvenes y los descontentos –en particular, los varones descontentos–, que de hecho tienden a concurrir menos a las urnas que los demás posibles electores demócratas. Sanders también disfruta de un apoyo exagerado entre los milyantes comprometidos de la izquierda radical, quienes dicen que es menos probable que voten a otro demócrata si Sanders no gana la nominación. (Para decirlo con claridad: Sanders ha dicho, sin embargo, que apoyará a quien sea que resulte ganador en la interna).

Las disputas por la elegibilidad se relacionan estrechamente con los debates sobre el futuro del Partido Demócrata pero reflejan a su vez los que se están dando en la izquierda europea.

Populismo de izquierda

De un lado están quienes creen que el camino de la izquierda pasa por combatir el populismo de derecha con una versión populista de izquierda. Probablemente sea Chantal Mouffe la defensora más influyente de esta postura, pero es posible encontrar ecos de esta estrategia en los enfoques de líderes de izquierda como Corbyn y Mélenchon. Desde esta perspectiva, es necesario que la izquierda le dé la espalda a su pasado socialdemócrata y de centro y que reconozca que el orden económico y político reinante es corrupto y quizás irredimible.

Quienes están en este grupo creen que existe una masa de votantes desilucionados que está a la espera para ir en tropel al encuentro de su revolución y consideran que el trabajo de la izquierda es volver a inyectar «pasión» en la política, lo que movilizará a estos votantes al tiempo que revitalizará la democracia. La mejor manera de hacer esto, a su vez, es reconocer abiertamente «la dimensión antagonista de la política» y que la sociedad está de hecho dividida entre amigos y enemigos, donde los enemigos «reales» no son las minorías y los inmigrantes sino más bien los ricos y el establishment.

Aunque Sanders encaja con dificultad en la categoría de populismo, sí cree en la necesidad de una «revolución política» y considera que el statu quo económico y político, así como el establishment demócrata, tiene más fallas fundamentales de lo que consideran los demás candidatos demócratas. Además, mucho de sus defensores más ruidosos disfrutan de un acercamiento agresivo y antagónico a la política y ven la moderación y el acuerdo como anatemas. (Esto también se verificó en 2016, por supuesto, cuando los llamados «Bernie Bros» pusieron nerviosos a muchos. En estas primarias, un pequeño pero ruidoso subgrupo de los simpatizantes de Sanders también se ha involucrado en ataques persistentes y desagradables a través de las redes sociales contra los demás candidatos y el Partido Demócrata, algo que, para ser justos con Sanders, él no alentó abiertamente).

Del otro lado están quienes creen que el futuro de la izquierda está en la revitalización de un abordaje «socialdemócrata» de la política, que se enfocaría en reformar el orden político y económico existente en lugar de bregar por su transformación radical. Este enfoque también se siente cómodo con la moderación y el acuerdo y considera la polarización y la política antagónica e ideológica como una amenaza tanto para la izquierda como para la democracia.

Quienes integran este grupo reconocen que los llamamientos ideológicos y divisionistas que estimulan a los leales ahuyentan a los votantes indecisos. Creen que el futuro de la izquierda y la salud de la democracia requieren al menos disminuir el antagonismo de esos votantes, si no es posible ganarlos para su causa. En ese sentido, vale la pena quizás considerar los ejemplos de países como Hungría y Turquía, donde la divisiones de la oposición facilitaron que los líderes populistas pudieran socavar la democracia.

En Estados Unidos estos enfoques de la izquierda y la democracia han conducido recientemente a un brote de temor entre los moderados y muchos miembros del establishment demócrata respecto a una posible victoria de Sanders. Si la estrategia de la izquierda consiste en alborotar a los ya descontentos con duras críticas al statu quo sin planes viables para acceder al poder, implementar políticas públicas una vez en el gobierno y sanar las divisiones de la sociedad, estos consternados demócratas creen que no solo es probable que Trump gane, sino que la fe en la democracia resulte aún más erosionada.

La forma en que se desarrollen las primarias demócratas tendrá con seguridad un impacto inmenso, no solo en las elecciones de 2020 sino también en el futuro de la izquierda y la democracia, en Estados Unidos y más allá.


Traducción: María Alejandra Cucchi

Fuente: https://www.socialeurope.eu/whats-at-stake-in-the-democratic-primaries


[1] Buttigieg se retiró de la contienda a comienzos de marzo de 2020 [N. del E.].





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