Entrevista
enero 2016

¿Qué es la revolución digital? Entrevista a Adrián Peláez

Un experto latinoamericano explica el impacto de largo alcance de las interacciones online en el mundo, y en América Latina en particular.

¿Qué es la revolución digital?  Entrevista a Adrián Peláez

-¿Qué significa "revolución digital"? ¿En qué situación nos encontramos actualmente?

-En la historia no ha habido mayor cambio desde la Revolución Industrial que el provocado por el uso de las computadoras digitales y de Internet. Llevamos ya unas cuantas décadas progresando tecnológicamente, mejorando nuestras industrias, el comercio y, en general, el sector público y privado. Es un progreso que no se ha detenido. La llamada "era de la información" significa que en tiempo real accedemos a lo que comparten millones de usuarios en plataformas como Twitter, Facebook, Instagram, Snapchat, etc. Es una época en que los desarrollos digitales en la web o en aplicaciones para teléfonos inteligentes mejoran día por día, y debemos entender que presenciamos una época que seguramente la historia catalogará como "revolución digital".
El mundo ha cambiado y seguirá cambiando. El concepto de "aldea global" acuñado por el sociólogo canadiense Marshall Mcluhan cobra más fuerza que nunca. Las formas en que accedemos a la información, nos conectamos e interactuamos con otros han abierto un nuevo espacio para todos, un espacio que se ha convertido en una extensión de nuestro cuerpo, entre lo presencial y lo digital.
Nuestros activos cada vez son más incorpóreos: fotos, libros, música...hemos cedido a la nube para que sea nuestra gran memoria colectiva e individual. Somos lo que compartimos, y podemos ser encontrados por terceros sin la intermediación de nadie gracias a la información y los contenidos digitales que compartimos. Basta con publicar en un blog, sitio web o red social, y que alguien esté buscando en algún buscador algo relacionado con lo que estamos compartiendo, ofreciendo o vendiendo.Y la palabra escrita ha cobrado un valor más allá de lo impreso, ahora en forma de bits puede acortar los seis grados de separación, como lo dice la teoría, con cualquier persona del planeta. ¡Escribo, luego existo!
Visitar un blog o un canal de información y noticias era una novedad en los años 90. Ahora la web ha dado paso al universo de las aplicaciones móviles, mejor conocidas como apps, de fácil acceso desde cualquier dispositivo conectado a Internet, que se han desvestido de la necesidad de un navegador para funcionar y brindar una experiencia única a sus usuarios. Entre estas apps, las de redes sociales, juegos y herramientas de productividad o información son las más populares.
En síntesis, estamos aprendiendo a gestionar toneladas de información y curar contenidos se ha convertido en una habilidad blanda (soft skill). Se habla de inteligencia social como la capacidad de usar las herramientas digitales para conectar con otros y formar comunidades de aprendizaje, conocimiento y práctica.
La Share Economy debe ser entendida como producto de esta revolución digital. Aplicaciones como Uber han puesto contra la pared a gobiernos locales y empresas de transporte (taxis, sobre todo) desafiando leyes y normativas legales. Otra aplicación ícono de la llamada Share Economy es AirBnB, que ha revolucionado el mundo de la ocupación hotelera sin poseer un solo hotel, permitiendo a cualquier persona ofrecer sus propias habitaciones a extraños para ser alquiladas por días.
A nivel político esto se ha tenido que negociar pero al final será un cambio inevitable. Son los usuarios quienes en su mayoría, y funcionando como colectivo, podrán presionar para que haya debate político y ciudadano para que las leyes se ajusten a estos nuevos cambios. La revolución digital ha provocado y seguirá provocando cambios que ameritan que nuestros gobiernos legislen a favor del progreso.

--¿Hay interés en América Latina (gobiernos, sociedad civil, etc.) por este tema?

--Al hablar de revolución digital vamos más allá de la voluntad política de los gobiernos de turno. Las sociedades del conocimiento obedecen a la confluencia de muchos ámbitos: sector público, academia, empresa privada y participación ciudadana. Existen cientos de iniciativas individuales y colectivas que suman para que cada vez se hable más -ahora sí, y con propiedad- de un mundo verdaderamente globalizado, con todo por hacer, y con los canales tecnológicos que permitirán hacerlo. La diatriba política e ideológica por la que han pasado muchos países en nuestra región se vale de los medios digitales para promocionar sus postulados, conectar con sus audiencias y fijar sus posiciones. Todavía falta que nuestros políticos de turno quieran escuchar estos nuevos espacios públicos, que seguirán siendo de élite en comparación con el grueso de la población. Desde el punto de vista público y político, la revolución digital se ve recogida en el concepto de Tecnologías de la información y Comunicación (TIC). No solo existe interés en América Latina sino que además algunos países lo están tomando muy en serio. A nivel macro, ser altamente competitivo amerita que emulemos las buenas prácticas de un mundo altamente industrializado y tecnológicamente competitivo.

--¿Qué consecuencias traerá aparejada la revolución digital en el mundo laboral?

--Definitivamente el escenario laboral ha venido cambiando en la medida que nos hemos acostumbrados a interactuar en los escenarios digitales. Hemos cambiado profesionalmente, en la manera como accedemos y compartimos la información. Los profesionales encuentran oportunidades más allá de lo local, y se han roto las fronteras para ofrecer sus servicios. Hoy es más fácil ofrecer nuestros productos y servicios desde cualquier ciudad y ser encontrados gracias al hecho de tener presencia digital. Son ventajas competitivas, que todavía no han sido aprovechadas por el grueso de la población. Queda mucho camino por recorrer. Pero las nuevas generaciones comienzan a tomar la gerencia y los mandos en las organizaciones.

--¿Dónde estaría posicionada América Latina? En Europa se habla de la cuarta industrialización (4.0) pero para esta región, con una alta concentración de materia primas y productos agrarios, ¿tiene alguna relevancia?

--Existen muy buenos esfuerzos, aún aislados. Y aunque existan excelentes empresas e industrias que usan tecnología de punta -industrias donde la innovación es una prioridad-, todavía falta mucho para hablar de Smart Cities o Smart Factories en Latinoamérica. Pero el cambio ya se está dando. Los gobiernos han transformado sus oficinas comerciales en verdaderos lobbies de relaciones públicas y que, de manera itinerante, van usando la tecnología para decir: "Aquí estamos". Los países con materias primas son parte de la cadena productiva de un complejo mundo altamente industrializado, que además obliga a sus proveedores a ajustarse a los cambios. Progresan o perecen. La innovación, gracias a la globalización y al acceso de todos a la información, está ocurriendo en todos los rincones de nuestra América Latina; no se necesita ser una industria multimillonaria en activos. Existen pequeñas empresas aportando soluciones innovadoras a nivel local. El modelo de las startups de Silicon Valley en California y sus metodologías ágiles para formar emprendedores ha sido asimilado con éxito por las nuevas generaciones, y por los no tan jóvenes alrededor del mundo. Grandes y pequeñas soluciones comienzan a germinar en cualquier lugar.

--¿Cuáles son los pasos a seguir para una adecuación de Latinoamérica a la revolución digital? ¿Aún estamos a tiempo?

--La revolución digital es inevitable porque antes que nada ha transformado a los usuarios. La cultura digital se ha ido desplegando a pasos agigantados. La penetración de la telefonía móvil e Internet ha logrado masificar la oportunidad para que los cambios profundos en nuestra sociedad ocurran. Dichos cambios no ocurren de la noche para la mañana. Por eso, la educación es el pilar de una sociedad del conocimiento. En la escuela comienza el cambio de paradigmas. Gobierno y academia, de la mano de la sociedad civil, deben apostar por adecuar nuestra forma de aprender para formar a los futuros profesionales. Como bien dijo Isaac Asimov, escritor de ciencia ficción quién avizoró el destino del mundo con Internet: “Lograremos entender que el aprendizaje no termina en la escuela, y que la tecnología lejos de deshumanizarnos, eso nos llevará al encuentro con el otro y con la información sin límites”.
Para que Latinoamérica pueda adecuarse al ritmo de la revolución digital, la sociedad civil, la academia y el sector privado deben realizar inversiones en infraestructura tecnológica y estimular el concurso y el debate sobre la innovación como parte de una cultura del progreso que nos incluya a todos.


Adrián Peláez es experto en tecnología digital.



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