Opinión
julio 2016

Las venas fenicias de América Latina

Argentina impulsa un nuevo eje para la integración regional. Macri empuja al Mercosur hacia la Alianza del Pacífico. Un pequeño ALCA nace sobre las cenizas del anterior.

Las venas fenicias de América Latina

En el año 2006, el politólogo uruguayo Gerardo Caetano publicó un ensayo que se convertiría en guía e inspiración de políticos, militantes e intelectuales progresistas de la región que promovían una refundación del moribundo Mercosur. El trabajo titulado «El Mercosur en el cruce de caminos», logró interpretar el sentimiento de la dirigencia de ese momento, al proponer un nuevo tipo de integración regional que tuviera más en cuenta los valores culturales, sociales e históricos, para superar la asociación mercantil que el bloque sudamericano había mantenido en los años 90. El autor advertía que era necesario abandonar el Mercosur «fenicio» que ofrecía «muy escasa institucionalidad» y estaba «reducido a un agenda meramente económico-comercial», para avanzar hacia un modelo más inclusivo que tuviera en cuenta a la sociedad «mercosureña».

El diagnóstico incluía una condena al Mercosur de «dos velocidades» que ofrecía un «bilateralismo excluyente» para los grandes socios (Argentina y Brasil), sin atender debidamente la consideración efectiva de las «asimetrías» que reclamaban los miembros menores (Paraguay y Uruguay). A la vez, cuestionaba una suerte de perspectiva de «fuga hacia delante» para un bloque que«se expande sin profundización». Más allá de sus críticas, Caetano se manifestaba como un ferviente defensor del Mercosur: «Hay que ser precisos y evitar malos entendidos. Lo que está en cuestión es este espectro de `modelos integracionistas´ inconducentes a nuestro juicio, no el proceso de integración que puede ostentar grados de irreversibilidad importantes como horizonte histórico para el mejor desarrollo de nuestras sociedades» - afirmaba el autor.

El debate se producía en medio de un cambio de época, cuando los gobiernos de izquierda y progresistas se multiplicaban en América del Sur y se asociaban para diferenciarse del tipo de integración que se había instalado en la región, en medio del Consenso de Washington que proponía un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) en los noventa. El modelo a seguir por Argentina, Brasil, Uruguay, Venezuela y más tarde, Bolivia y Ecuador, se fundamentaba en una alianza que privilegiaba la unión política entre los países, con especial atención puesta en la sociedad civil y los movimientos sociales.

¿Por qué recordar ahora aquellos sucesos? ¿Por qué volver a plantear la polémica generada sobre los distintos modelos de integración? Precisamente porque estamos, nuevamente, ante un cambio de época. La discusión sobre las variantes de la integración regional ha vuelto a escena y es preciso discutir sobre la misma. Con la irrupción de Mauricio Macri en la Argentina, con la crisis política que atraviesa la izquierda en Brasil, con el declive del chavismo en Venezuela y, en definitiva, con un Mercosur que parece nuevamente moribundo, se avecina una nueva integración. Porque aparece, renovada, la sombra de la Alianza del Pacífico.

¿Otro ALCA?

La Alianza del Pacífico, fundada por Colombia, Chile, México y Perú, constituye un acuerdo regional con énfasis en el aspecto económico. De lo que se trata es de afianzar la integración al consolidar los tratados de libre comercio que impulsan la liberación del flujo de servicios, capitales, inversiones y personas entre los socios. La Alianza tuvo su nacimiento con la Declaración de Lima en 2011, firmada por los entonces presidentes Alan García (Perú), Juan Manuel Santos (Colombia), Sebastián Piñera (Chile) y Felipe Calderón (México). Todos ellos eran, evidentemente, figuras muy representativas de la derecha latinoamericana. Los líderes de destacados procesos de apertura económica y firmes defensores de la consolidación de políticas de tipo neoliberal o neoconservador habían definido una nueva modalidad de integración regional. Sin embargo, la matriz ideológica no fue excluyente. Algunos países, cuyos gobiernos variaron durante estos años girando hacia perspectivas de corte más progresista (el Chile de Bachelet y el Perú de Humala), siguieron sosteniendo su apoyo a este proceso de integración.

La Alianza del Pacífico plantea, según lo afirman sus propios documentos, convertirse en una «plataforma de articulación política, integración económica y comercial, y proyección al mundo, con énfasis en la región Asia-Pacífico». Los cuatro países miembros firmaron un convenio que rige desde 2012 por el cual se eliminaron los aranceles del 92 % de los intercambios de bienes y servicios y se anulan las visas entre los países. Los cuatro fundadores son, además, campeones de los tratados de libre comercio (TLC): ostentan un total 73 acuerdos firmados en todo el mundo. El que más TLC tiene es Chile (22), luego siguen México (19), Perú (17) y Colombia 15. El Producto Interior Bruto (PIB) de los cuatro representa el 37 % del total de América.

A ese club aspira ahora sumarse Argentina bajo el gobierno de Mauricio Macri. Si el líder de Cambiemos logra su objetivo, representará un cambio de paradigma muy significativo para la región. Desde el gobierno argentino aclaran que la intención de integrar al país en la Alianza del Pacífico no implica un alejamiento del Mercosur. Todo lo contrario, advierten en la Casa Rosada. La idea de Macri, aclaran, es introducir al propio Mercosur de lleno en la Alianza del Pacífico. Por lo pronto, el presidente ya dio el primer paso: Argentina se sumó al bloque como miembro «observador». Es el mismo rango que tienen otros 49 países del mundo, entre los que se destacan potencias como Estados Unidos, Canadá, Japón, India o Gran Bretaña.

Con un pie puesto en la Alianza del Pacífico, Macri dio un vuelco en la región al convertirse en uno de los principales socios del Mercosur que pega el salto. «El Mercosur debe finalizarse y salir del descongelamiento para converger en el futuro en un acuerdo de libre comercio», aseguró Macri en la cumbre de la Alianza para el Pacífico que se realizó el mes pasado en Chile. «Queremos ser parte activa en el mundo para ayudar a resolver los problemas globales, dinamizar el Mercosur hacia el siglo XXI y converger hacia la Alianza del Pacífico. En un tiempo debemos estar trabajando todos juntos encarando el enorme desafío de seguir creciendo y generando trabajo para nuestra gente, que es el camino para salir de la pobreza», completó el presidente argentino.

La transición se produce a pocos meses de haberse cumplido veinticinco años del Tratado de Asunción, firmado en Paraguay el 26 de marzo de 1991 y que dio origen al Mercosur. Curiosamente, la fecha no fue evocada por el gobierno argentino. Es que en Buenos Aires soplan vientos de cambio. Una era menos ideológica en política exterior, a decir del propio presidente. Y también una nueva etapa, en la que se podrían repetir los errores cometidos en los noventa, a medida que vuelva a fluir el libre comercio sin control por las venas fenicias de América Latina.



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