Opinión
enero 2018

Las tareas de la socialdemocracia

La tarea socialdemócrata debe ser liberar a sectores comunitarios de sus inclinaciones nativistas y fortalecer las versiones solidarias del comunitarismo. Los neoliberales son los defensores más enfáticos de las fronteras abiertas. La socialdemocracia no debe renunciar al Estado nacional en favor de un cosmopolitismo liberal.

<p>Las tareas de la socialdemocracia</p>

¿Cuál es, en su opinión, la posición histórica del SPD en el sistema político alemán, y dónde está ahora? Sin duda es un punto de inflexión interesante.

Si hablamos de la posición histórica del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), depende de hasta cuándo nos remontemos. Si echamos una rápida mirada, volviendo a los primeros días de la República Federal después de la Segunda Guerra Mundial, encontramos una socialdemocracia que tuvo un comienzo moderado en términos de éxito electoral. Luego giró a la izquierda en la década de 1950 y se mantuvo confinada en una suerte de «torre de 20%» al presentarse con posiciones anticapitalistas. Cambió nuevamente en 1959, cuando se deshizo de la terminología marxista en el Programa de Godesberg.

Durante los siguientes diez años, el SPD se fortaleció cada vez más en la oposición, hasta que formó la primera gran coalición con la Unión Demócrata Cristiana y la Unión Social Cristiana de Baviera (CDU/CSU) en 1966. Tres años más tarde formó una coalición bipartidista con los liberales. Solo en 1972, con Willy Brandt en la cima de su popularidad, se convirtió en el partido más fuerte. Y recién en 1998, tras 16 años de Helmut Kohl en el gobierno, pudo el SPD repetir un triunfo electoral similar. De 1969 a 1982, Alemania estuvo gobernada por una coalición social-liberal bastante exitosa a través de la cual el SPD dominó la política en Alemania. Yo consideraría esta fase como la más socialdemócrata de la República Federal de Alemania, cuando la modernización cultural, social y política de nuestra sociedad hizo un enorme progreso. Sin duda, el SPD fue la fuerza política que impulsó este proceso.

Sin embargo, el partido tuvo un carácter reformista mucho más marcado después de 1969, durante la primera etapa del canciller Willy Brandt, que a fines de la década de 1970 y principios de la década de 1980, la era de Helmut Schmidt, un canciller más pragmático. Cuando los liberales dejaron la coalición, los socialdemócratas se vieron obligados a abandonar el gobierno por un voto de censura constructivo del Bundestag. El SPD tuvo que volver a la oposición. El siguiente periodo fuera del poder no resultó ser una época de regeneración muy efectiva por parte de los socialdemócratas. En el SPD existe un viejo mito según el cual los socialdemócratas pueden recuperarse y rejuvenecer solo en la oposición. Esto también se puede observar actualmente, cuando Martin Schulz decreta, inmediatamente después de la derrota electoral, que el SPD no se unirá a ningún gobierno [aunque finalmente cambió de posición y negoció una reactualización de la gran coalición NdE].

Sin embargo, después de 16 años de gobierno bajo el canciller demócrata cristiano Helmut Kohl, el SPD recuperó el poder en 1998 y formó una coalición gobernante, esta vez con los verdes. Fue un momento histórico, ya que la primera coalición rojiverde fue vista como la fórmula más progresista. Consideraría que este es un periodo en el que el SPD se mantuvo fiel, aunque hasta cierto punto, a sus valores socialdemócratas. Después de la llamada «Tercera vía», el SPD adoptó demasiadas políticas liberales de mercado.

Aquí no estoy pensando tanto en la (tristemente) célebre legislación laboral y de política social del Hartz IV, sino más bien en lo que yo consideraría una política impositiva fallida. Entregaron demasiado: reformaron en exceso el sistema de impuestos en beneficio de las grandes empresas y de las personas con altos ingresos. Es bastante extraño: los principales políticos del SPD creían en el efecto «de derrame» neoclásico. En realidad, sus políticas aumentaron la desigualdad socioeconómica en Alemania. Visto desde una perspectiva progresista, el balance de gobierno fue mixto: resultados positivos con respecto a las políticas ambientales, sociales y de ciudadanía, pero resultados negativos por una política fiscal demasiado favorable a los negocios.

Siete años más tarde, la coalición rojiverde perdió por un margen muy pequeño contra la siguiente canciller, Angela Merkel, en 2005 y se convirtió en un socio menor de la gran coalición que ahora termina su segundo mandato. Después de 2005 uno podría calificar la evolución del SPD como de lenta erosión y declive. El punto más bajo, por así decirlo, de este declive fue ciertamente la última elección en septiembre de este año, cuando solo obtuvo 20,5% del voto popular.

Como ha mencionado, la historia del SPD ha sido de declive. Obviamente, es también el caso, y con frecuencia mucho más pronunciado, de otros partidos socialdemócratas europeos. Cuando mira la situación del SPD tal como está ahora, ¿cuáles consideraría que son sus puntos fuertes y dónde identificaría sus debilidades?

Si miramos el SPD a finales de 2017, está en algún lugar en el medio de la socialdemocracia europea. Menos exitoso que la mayoría de los partidos socialdemócratas escandinavos, pero sin duda más fuerte que los socialistas en Francia y en Grecia, o que los socialdemócratas de los Países Bajos, donde estos partidos prácticamente han colapsado (o casi).

La fuerza del SPD, en particular si lo comparamos con aquellos partidos socialistas o socialdemócratas, es que tiene raíces sociales y organizativas más fuertes en segmentos definidos de la sociedad: indudablemente, aún, entre los trabajadores. Sin embargo, eso está cambiando. Podemos hablar de esto más adelante, pero los socialdemócratas alemanes tienen una conexión más cercana con los sindicatos y el Estado. Los sindicatos son más fuertes en Alemania que en muchos de los países de Europa occidental, oriental o meridional. Entonces, el SPD no luce espléndido pero ciertamente está en mejor forma que muchos de sus partidos hermanos en países vecinos.

Otra fortaleza estructural del SPD es su estrecha conexión con el Estado. Incluso cuando los socialdemócratas están en la oposición en el nivel federal, a menudo tienen posiciones gubernamentales fuertes en los estados federados (länder). El SPD se ha desempeñado bastante bien en algunos de ellos. Siempre está presente en algunos gobiernos de estados federados; por lo tanto, el SPD nunca perdió sus vínculos «orgánicos» con el Estado, incluso cuando estaba en la oposición en el nivel federal. Esto es bastante diferente de lo que pasa con muchos partidos socialdemócratas en el resto de Europa. Deberíamos seguir excluyendo de esta muestra a los países escandinavos.

Entonces, el SPD ha demostrado que también puede gobernar conforme a sus valores. Esto es lo que hemos visto incluso en la última «gran coalición», al menos durante los dos primeros años, cuando los ministerios dirigidos por miembros del SPD se desempeñaron bastante bien. Por primera vez, introdujeron una ley de salario mínimo, el cual, ciertamente, no es tan alto, pero fue un primer gran paso: 8,50 euros por hora. Ahora el gobierno tiene que hacer cumplir la ley, que no es respetada completa y adecuadamente por ciertos sectores de la economía, en particular la construcción, la gastronomía y la industria de servicios alimenticios.

El problema que el SPD ha enfrentado durante los últimos diez años es que terminó siendo más un partido «coaligado» que «coaligante», lo que significa que ingresó en la mayoría de estos gobiernos de coalición, especialmente en el nivel federal, como socio menor, y ha pagado un alto precio en el ámbito electoral, a pesar de tener un desempeño aceptable, o incluso a veces un buen desempeño en el gobierno. El famoso «bonus canciller» siempre fue para los democratacristianos.





¿Por qué cree que fue así, a pesar de que muchas de las políticas que se prometieron se implementaron con éxito? ¿Cuál es su explicación de la falta de beneficio electoral resultante?

Suena muy simple, pero creo que el partido representado por la canciller Merkel tiene una gran ventaja en comparación con el socio menor del gobierno, especialmente cuando una gran parte de la población percibe el desempeño en el gobierno de manera bastante favorable. Los socialdemócratas pagaron el precio electoral de unirse a estas coaliciones como socios menores. Existe una falta de fantasía institucional o valentía en el hecho de que los líderes del SPD aún no soliciten una rotación en la Cancillería después de la primera mitad del periodo legislativo. Los actuales líderes del SPD carecen de una voluntad maquiavélica de poder, que sí estuvo presente en los cancilleres Schmidt y Gerhard Schröder. ¿Por qué una «solución israelí» no funcionaría en Alemania? No existe una ley política natural que diga que el socio menor no puede colocar al canciller en las grandes coaliciones. El SPD no debería tomar parte en ninguna «gran coalición» sin una rotación tal, si el partido desea no cometer un suicidio electoral.

Solo déjeme agregar una cosa más. No debemos olvidar que, culturalmente y en sus estructuras sociales, Alemania siempre ha sido un país más conservador que progresista. Hablamos de los años entre 1969 y 1982, y luego sobre los años que van desde 1998 hasta 2005, cuando los socialdemócratas gobernaron el país con un socio de coalición más pequeño. Fueron tiempos extraordinarios pero, incluso durante ese lapso, el SPD no llegó a ser el partido más grande del país.

Volviendo a las elecciones de septiembre pasado, hemos visto el surgimiento de Alternativa para Alemania (AfD), un partido populista de derecha ahora también en Alemania, y se podría argumentar que también Alemania se ha contagiado de lo que ha estado sucediendo en otros países europeos desde hace mucho tiempo. Entonces, si observamos las nuevas dinámicas en el sistema político alemán, ¿dónde ve las amenazas particulares al SPD como principal partido socialdemócrata y dónde ve oportunidades particulares en esta nueva configuración?

Eso suena como la típica «enfermedad» de los científicos sociales, que tienen una visión más clara de los problemas, dilemas, aporías y desafíos. Si puedo comenzar con eso, uno tiene que decir que la pluralización o el aumento del número de partidos dentro del sistema político alemán ha limitado el espacio político para el SPD. Desde 1990 tenemos, a la izquierda del SPD, a La Izquierda (Die Linke). No diría que es un partido populista de izquierda, como hacen algunos, sino un partido de izquierda socialista. Tenemos un partido ecologista, Los Verdes, que es bastante fuerte si lo comparamos con otros países europeos. Ahora hay también, desde las últimas elecciones, un partido populista de derecha en el Bundestag. Más allá de la CDU/CSU, de centroderecha, el SPD también tiene competidores progresistas y de derecha.

Curiosamente, me parece que este partido populista de derecha es ahora la amenaza más fuerte para la socialdemocracia, porque actualmente funciona mejor entre los trabajadores y las clases bajas que los socialdemócratas. Entonces, el SPD no solo perdió votantes de tendencia ecologista en favor de Los Verdes, y más votantes de tendencia socialista en favor de La Izquierda, sino que, además, perdió recientemente una parte de sus votantes de orientación más autoritaria, sobre todo trabajadores y empleados de clase baja, en favor de AfD.

El espacio político, en ese sistema de partidos, ya no es tan grande para el SPD, lejos de lo que solía ser en los años 50, 60 y 70. Es una de las amenazas: el SPD puede no ser capaz de ampliar su espacio político y volver nuevamente al poder. El dilema es que, por ejemplo, cuanto más vaya hacia la izquierda –lo que yo recomendaría– respecto a la política tributaria, social y educativa, mayor es el riesgo de perder votantes a manos de los democratacristianos. Pero la socialdemocracia en Alemania y en otros lugares tiene que redescubrir sus tradiciones progresistas en términos de justicia social, y esto no está exento de riesgos.

Si los socialdemócratas se van demasiado hacia la izquierda, ciertamente pierden votantes en el centro, donde la CDU de Merkel, al menos la parte moderna de su CDU, está preparada para recibir a todos los votantes decepcionados del centro de nuestra sociedad. Si el SPD no es lo suficientemente ecológico, pierde votantes a manos de Los Verdes, y si está demasiado orientado a las políticas industriales clásicas, puede incluso perder más apoyo de las clases medias posindustriales.

Sin duda, el SPD se encuentra en una situación estratégica difícil. Mi breve recomendación sería: en el eje izquierda-derecha, deberían tener un perfil de izquierda más claro y pronunciado en términos de redistribución. Pero hay una nueva «división cultural» que está surgiendo en Europa. La calificamos como un conflicto entre los cosmopolitas de clase media y las clases bajas, que adhieren a los valores nativistas o comunitarios. Aquí, el SPD tiene que ser extremadamente cuidadoso para no transmitir demasiado cosmopolitismo, porque entonces perdería el resto de su base de clase trabajadora. Esto es muy problemático, y es una verdadera amenaza estratégica e ideológica para la socialdemocracia en Alemania (y también en Austria).

Si es posible, me gustaría detenerme un poco más en el punto que acaba de mencionar, de que otros partidos socialdemócratas luchan por conectarse con al menos una parte de sus principales votantes. Que aparentemente hay un cambio en su núcleo de votantes, lo que significa que lo que solía ser un matrimonio más armonioso entre comunitarios y cosmopolitas es un tipo de alianza que parece muy frágil y deshilachada.

La tarea socialdemócrata debe ser liberar a sectores comunitarios de sus inclinaciones nativistas y fortalecer las versiones solidarias del comunitarismo. Esto se puede hacer recurriendo al Estado nacional, incluso los socialdemócratas pueden hacerlo. Las fronteras abiertas no son progresistas per se. Los neoliberales son los defensores más enfáticos de las fronteras abiertas. Regresaré a este tema. Los cosmopolitas tienden a subestimar el valor de un Estado nacional fuerte, comunitario y solidario. Sin embargo, el Estado-nación ya no puede basarse en una nación étnicamente homogénea, sino que tiene que cimentarse en una comprensión republicana del demos. Hacer eso, pero no renunciar al Estado nacional en favor del cosmopolitismo liberal, es una de las tareas de la socialdemocracia actual.

Entonces, ¿por qué cree, antes que nada, que hay una trayectoria en la que estos dos grupos se están separando, y por qué la socialdemocracia está luchando por seguir conectada con al menos uno de ellos?

Una parte de la respuesta es que estos diferentes grupos tienen diferentes intereses económicos y sociales. Otra es que dependen tradicionalmente de diferentes conjuntos de valores y preferencias culturales. Si puedo detenerme en esto un poco más, entonces diría que las personas que están a favor de las fronteras abiertas –estoy simplificando la posición cosmopolita– están a favor de abrir las fronteras para los bienes, los servicios, el capital, pero especialmente, también, para refugiados, solicitantes de asilo, y a favor de conferir competencias a una instancia supranacional, por ejemplo, la Unión Europea.

Ellos son los beneficiarios de las fronteras abiertas. Vienen de los estratos medios y altos. Están bien educados. Tienen el tipo de capital humano y cultural con el que pueden vivir en Berlín, Zúrich, Nueva York o Roma. Los comunitarios provienen en su mayoría de los estratos inferiores, tienen menos educación, su capital humano no es realmente muy móvil. Dependen de contextos domésticos más estrechos. Deben confiar en vecindarios comunicativos y contenedores. Ellos, y no los cosmopolitas de las clases sociales más altas, son quienes tienen que hacer una gran parte del esfuerzo si un país abre ampliamente sus fronteras a los migrantes.

Este ha sido el caso, en cierta medida, durante 2015 y 2016 en Alemania. Estaba claro que las clases trabajadoras tradicionales no se beneficiarían de la afluencia descontrolada de refugiados y migrantes. Las clases más bajas compiten en el extremo inferior del mercado laboral, o en el mercado de la vivienda, y también en el «mercado» educativo. Tienen razones, razones económicas racionales, para no abrir demasiado las fronteras.

Por otro lado, también hay una tradición de internacionalismo dentro de la socialdemocracia. Esta es una herencia ideológica que los partidos socialdemócratas no pueden o no deberían abandonar tan rápidamente. Sin embargo, los cosmopolitas son propensos a votar por Los Verdes, y ahora, hasta cierto punto, también por la CDU de Merkel. Podría ser una ilusión que los partidos socialdemócratas ganarán muchos votantes cosmopolitas para su causa distributiva. En asuntos cosmopolitas y ambientales, solo pueden ser una copia incompleta del original verde. Por lo tanto, mi consejo al SPD sería: tengan cuidado de abrir demasiado las fronteras sin pensar en las consecuencias. Esto es algo en lo que su clientela tradicional tiene que hacer el principal esfuerzo de toda la sociedad. Es lo que a veces olvidan los cosmopolitas dirigentes de la sede del partido.

Es, de alguna manera, una interpretación simplificada de la justicia y la humanidad, si uno cree que cuanto más abrimos las fronteras, más humanitarios somos. Toda la discusión propuesta por Paul Collier y otros apunta en una dirección diferente: los gobiernos progresistas deben ir a los países donde hay refugiados viviendo en campamentos y trabajar allí para mejorar sus condiciones de vida. Podrían hacer más por el bienestar de millones de personas que atraer a los más aptos con promesas ilusorias a los países europeos. Esto no excluye la aceptación de cuotas de inmigrantes con criterios claros y el consentimiento de la gente y no solo de las elites. Tales discusiones están completamente ausentes en el discurso socialdemócrata oficial.

Es una vergüenza que un país rico como Alemania solamente comprometa «ayuda al desarrollo» por un valor de apenas 0,52% de su PIB (2017). Los países escandinavos invierten 1% de su PIB. Esta es la dirección en la que los socialdemócratas deberían pensar, antes que en abrir la frontera solo para una pequeña porción de quienes viven en condiciones miserables.

Lo que usted describe es un equilibrio muy difícil para el SPD, así como, presumiblemente, para otros partidos socialdemócratas de todo el mundo. ¿Ve algún modelo internacional, o sea, partidos que hayan logrado este equilibrio de manera razonablemente exitosa, y del que otros partidos podrían aprender algunas lecciones?

Siempre soy precavido cuando me preguntan: «¿Existe un modelo a seguir?». Los contextos son diferentes. Las tradiciones son diferentes. Esto es lo que no debemos perder de vista. Por lo tanto, no recomendaría, como hacen algunos, simplemente ver el caso de Estados Unidos y el éxito (parcial) de Bernie Sanders o el de Jeremy Corbyn en el Reino Unido. Tienen un atractivo para los jóvenes que la mayoría de los partidos socialdemócratas europeos no tienen. Es verdad. La socialdemocracia tradicional puede aprender de sus campañas electorales. Pero las campañas son algo diferente de gobernar sociedades complejas y abiertas. Algunos socialdemócratas han dado la bienvenida al advenimiento de Emmanuel Macron. Sin embargo, no creo que el presidente Macron pueda ser un ejemplo, o un modelo a seguir, para el SPD, como algunos activistas pro Unión Europea nos quieren hacer creer. Si uno mira más de cerca sus políticas económicas y sociales, el SPD debería estar bastante lejos de este tipo de tradición política (neo)liberal. Uno puede cooperar con En Marcha de Macron en asuntos de integración europea, pero ciertamente no seguir su modelo socioeconómico. Se puede descartar la forma autoritaria con la que dirige su movimiento-partido En Marcha.

Lo que la socialdemocracia puede aprender de Sanders y Corbyn es autenticidad y credibilidad. Recuperar la credibilidad perdida es importante para los partidos socialdemócratas en todo el continente, especialmente entre los ciudadanos jóvenes. Una vez más, si yo preguntara «¿qué partido se acerca más a un modelo a seguir?», entonces respondería que tenemos que mirar hacia Escandinavia. Si miramos a Dinamarca, encontramos un partido socialdemócrata que hace una campaña muy firme contra la inmigración, pero desarrolla la justicia social dentro de la sociedad danesa. Suecia sigue siendo también otro punto de referencia para la socialdemocracia.

Por lo tanto, debería ser una mezcla entre el caso danés, que tiene mucho éxito en los mercados laborales, y la socialdemocracia sueca tradicional, donde ciertamente encontramos una mezcla más equilibrada de valores cosmopolitas y socialdemócratas-comunitarios. Sin embargo, el equilibrio tiene que ser muy preciso, y cada partido y país tiene que encontrar el equilibrio adecuado por sí mismo. Esto vale también para el SPD.


Este artículo es parte de una serie DAFO sobre el futuro de los partidos socialdemócratas promovida por Social Europe y la Fundación Friedrich Ebert. Disponible en inglés en https://www.socialeurope.eu/spd-task-ahead-enactin...

Traducción: Carlos Díaz Rocca





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