Tribuna global
NUSO Nº 266 / Noviembre - Diciembre 2016

Girasoles taiwaneses, paraguas hongkoneses Protestas y democratización en Asia del Este

Las recientes elecciones en Taiwán y Hong Kong dan testimonio del impacto profundo y duradero que han tenido los movimientos estudiantiles de 2014. Las reivindicaciones democráticas ganan terreno pero, a diferencia de lo ocurrido en Occidente, en los casos de Taiwán y Hong Kong, los jóvenes luchan por la libertad más que por la igualdad, a la vez que sus reivindicaciones democráticas se hacen eco de los sentimientos «anti-China» de la población. Al mismo tiempo, el contexto cambió en las últimas décadas: poderosos sectores económicos, ayer anticomunistas, hoy buscan vínculos comerciales con la poderosa economía de la República Popular China.

Girasoles taiwaneses, paraguas hongkoneses  Protestas y democratización en Asia del Este

En 2014, con seis meses de diferencia, estallaron dos movimientos juveniles que ocuparon el espacio público durante varias semanas. Primero en Taiwán, del 18 de marzo al 10 de abril, unos 200 estudiantes ocuparon la cámara del Parlamento para protestar contra el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios con la República Popular China. A raíz de la presión social, el gobierno taiwanés se vio obligado a suspender el acuerdo. Más tarde, a fines de septiembre de 2014, cuando las autoridades chinas anunciaron que el jefe del Ejecutivo sería elegido en 2017 por un grupo de 1.200 personas y rechazaron la solicitud de introducción del sufragio universal para los ciudadanos de Hong Kong, miles de estos, en su mayoría estudiantes, ocuparon tres barrios de la ciudad.Ambos movimientos comparten muchas similitudes con los movimientos globales que se han visto desde la «primavera árabe»: una participación mayoritaria de jóvenes menores de 30 años, la omnipresencia de las redes sociales en la convocatoria del movimiento, así como la ocupación no violenta del espacio público utilizando los mecanismos de la desobediencia civil. Sin embargo, a pesar de las similitudes formales en términos de movilización, las ocupaciones de los jóvenes hongkoneses y taiwaneses se diferencian de otras movilizaciones por la ausencia de reivindicaciones socioeconómicas. En Nueva York, Túnez, Madrid y Quebec, las movilizaciones populares de los últimos años nacen de una frustración social. Descontentos con el aumento de la desigualdad social y la corrupción, los jóvenes ponen en cuestión la legitimidad del régimen político y exigen reformas políticas. Por el contrario, en los casos de Taiwán y Hong Kong, los jóvenes insisten en la democracia formal y concentran sus reivindicaciones en el sufragio universal. Al hacerlo, sus reivindicaciones democráticas se hacen eco de los sentimientos «anti-China» de la población.

Este contraste revela no solo las trayectorias singulares del desarrollo político en el Este asiático, sino también una práctica particular de los movimientos colectivos influenciada por la dinámica geopolítica de la región. Dado que muchos de los comentarios ponen el acento en el surgimiento de una nueva generación politizada, este texto se propone examinar ambas movilizaciones para proporcionar un análisis historizado de la evolución de la lucha por la democracia y del savoir-faire insurreccional en Taiwán y Hong Kong. A través de este estudio comparativo y genealógico, se buscará presentar la peculiaridad de esta generación rebelde y sus posibles influencias en el futuro político de las dos sociedades.

La libertad antes que la igualdad

«Primero hay que volver la sociedad más liberal y solo después se podrá volver menos desigual»1. En una entrevista con la revista británica New Left Review, Joshua Wong, líder del Movimiento de los Paraguas y fundador de la asociación de estudiantes Escolarismo (Xuemin Sichao), explica así el objetivo de la protesta. Según él, en una sociedad profundamente capitalista como la de Hong Kong, un movimiento de masas no puede ganar el apoyo social si se ponen de relieve reivindicaciones anticapitalistas:

La sociedad hongkonesa es profundamente conservadora e incluso las actitudes de las clases menos favorecidas son de derechas. Entre los pobres no hay apoyo hacia la seguridad social. Cualquier cosa de «izquierdas» se asocia con el pcch [Partido Comunista de China], incluso una demanda tan elemental como la jornada de trabajo de ocho horas, que no es en absoluto algo exclusivo de la izquierda. La idea entre la gente es que si trabajas duro tendrás éxito y te harás rico tú también. Si no lo eres, es porque no hiciste bien las cosas en la escuela o en el trabajo. La pobreza se considera como un fracaso individual, no un problema estructural. Los estudiantes de secundaria, especialmente, no tienen ningún interés por las cuestiones sociales. Simplemente quieren más democracia. Su mentalidad es que la sociedad debería volverse más liberal, no más igualitaria. En general, la carrera más popular es Económicas, donde los cursos machacan el mantra de que el mercado libre siempre es mejor y que el cambio social no representa otra cosa que un cambio en una curva de la demanda. Es otra clase de lavado de cerebro, aunque menos drástico que el del pcch, pero no se percibe como tal. La única manera de construir [la asociación] Escolarismo es concentrarse en demandas políticas.

Esta visión dicotómica del movimiento social es producto del complejo anticomunista de la sociedad hongkonesa. En Hong Kong como en Taiwán, la relación amor-odio hacia China domina la agenda política, a punto tal que ha definido el marco de los movimientos sociales por varias generaciones de intelectuales. Esto entraña una consecuencia paradójica para el discurso crítico en Taiwán y Hong Kong. Por un lado, durante mucho tiempo, en el contexto de la Guerra Fría, la hostilidad hacia el pcch debilitó la legitimidad de las críticas anticapitalistas. Por otro lado, al estar ambos regímenes profundamente estructurados por el pensamiento del liberalismo económico, una posición puramente identitaria en defensa de la independencia de Taiwán y de Hong Kong se volvió también imposible después del final de la Guerra Fría, cuando aumentó la influencia del mercado chino. Por tanto, en el marco de un complejo anticomunista heredado de la historia moderna de la región y de una dependencia económica respecto del mercado chino, los movimientos de protesta se ven limitados en sus discursos, y las críticas dirigidas al gobierno chino solo pueden tomar la forma de reivindicaciones democráticas.

Democratización e independentismo en Taiwán

Comencemos con Taiwán. En esta democracia, entre asociaciones mayoritariamente compuestas por diásporas chinas, la lucha por la democratización ha formado parte integral de la búsqueda de identidad colectiva de los taiwaneses. De 1945 a 1973, durante casi tres décadas, la idea de derrocar el régimen de Mao Zedong y recuperar el territorio chino sirvió de pretexto para una política autoritaria y un tratamiento privilegiado de la población proveniente de China continental. Solo después de 1970, cuando la Organización de las Naciones Unidas (onu) excluyó a la República de China (Taiwán), el régimen de Chiang Kai-shek se vio obligado a abandonar cualquier pretensión de recuperar la China continental. Esto condujo a la génesis de una identidad que ubicó la singularidad de la sociedad taiwanesa y la necesidad de su población en el centro de la esfera política. Según Hsiao A-chin, historiador taiwanés especialista en la historia intelectual del Taiwán de posguerra, los estudiantes de la década de 1970, ya fueran de origen taiwanés o continental, pertenecen a una generación que se volvió realista (huigui xianshi shidai)2. Luego de reconocer la imposibilidad de recuperar el continente, los jóvenes intelectuales abandonan gradualmente su conciencia de exiliados, forjada en el contexto del nacionalismo chino impuesto por el Kuomintang. Este realismo se revela claramente a través de la génesis del movimiento literario de xiangtu wenxue (literatura nativista), dedicado a describir las condiciones de vida de la clase popular. También contribuye al surgimiento de una serie de movimientos sociales, acompañado de una apertura política hacia el multipartidismo. La expresión dangwai (fuera del Kuomintang) se convierte en una categoría que reúne un abanico de movimientos de protesta (feminista, obrero, ecologista, etc.), que cuestionan la ideología desarrollista del Kuomintang y convocan a construir alternativas políticas.

Durante este periodo, la figura de China, enemiga y «patria» lejana, es menos agobiante que el Kuomintang, percibido como una máquina de opresión por los intelectuales y militantes democráticos. En otras palabras, a pesar de la existencia histórica del movimiento por la independencia soberana de Taiwán incluso antes de 1949, este no constituye aún la voz dominante en el campo disidente. La lucha social en Taiwán en esa época era ante todo un movimiento para exigir la libertad política del pueblo. La democratización de Taiwán era un objetivo unificador entre intelectuales y militantes, cualquiera fuera su origen familiar3 o la corriente de pensamiento que reivindicaran.

Este equilibrio entre la lucha por la libertad política y la lucha identitaria se quebró en la década de 1980. En primer lugar, después de una serie de campañas represivas y de asesinatos de militantes anti-Kuomintang, especialmente con el «incidente Kaohsiung» en diciembre de 1979, la tensión entre el régimen autoritario del Kuomintang y los disidentes alcanzó su punto más álgido. Como resultado, el movimiento democrático se radicalizó, reivindicó la independencia formal de Taiwán y rechazó todos los discursos jurídicos o culturales que tendiesen a hacer de Taiwán parte integrante de la nación china. Luego, a partir de 1986, el gobierno nacionalista puso en marcha una serie de reformas políticas que dieron inicio a la democratización. A medida que se implementan las libertades políticas, intelectuales y militantes se dividen nuevamente entre el sentimiento de pertenencia a la nación china y la aspiración a la independencia de Taiwán. La creación, en 1986, del Partido Progresista Democrático (dpp, por sus siglas en inglés), que reúne a varias corrientes disidentes favorables a la independencia de Taiwán, marca la cristalización de esta división. Cuando el dpp, tradicionalmente más cercano a los movimientos obreros, feministas y de agricultores, introduce en su estatuto el objetivo de establecer una nación taiwanesa independiente, el clivaje en favor o en contra del Kuomintang se transforma en una posición a favor o en contra de la independencia formal de Taiwán. La postura independentista del dpp provoca preocupación en Beijing. Entre 1994 y 2000, en repetidas ocasiones, la República Popular China intenta evitar que los ciudadanos taiwaneses voten al dpp mediante la amenaza militar. La reivindicación de la independencia de Taiwán, el ideal último de gran parte de los militantes e intelectuales democráticos, se vuelve entonces sinónimo de amenaza militar para los partidarios tradicionales del Kuomintang.

Hong Kong y China

A diferencia del caso de Taiwán, donde la lucha por la democracia se presenta como una defensa de la independencia y la soberanía, en Hong Kong el régimen colonial delimita en gran medida los márgenes de las asociaciones prodemocracia. En los años 1950-1960, dominados por las tensiones militares de la Guerra Fría, la sociedad civil de Hong Kong se dividió entre los militantes procomunistas –incluso en el seno de los sindicatos de la Confederación de Sindicatos de Hong Kong (hkftu, por sus siglas en inglés) y de los movimientos estudiantiles– y los grupos pro-Kuomintang cercanos a Chiang Kai-shek en Taiwán. El inicio de la Revolución Cultural, en 1967, fortalece el vínculo entre los comunistas de China y las fuerzas de izquierda de Hong Kong y empuja a estas últimas a promover un discurso comunista combinado con el discurso patriótico y anticolonialista. Mientras tanto, entre los militantes e intelectuales anticomunistas, algunos jóvenes universitarios se interesaron en las cuestiones sociales y las condiciones de vida de las clases populares. Unidos por su compromiso anticolonial, su anticomunismo y su adhesión a la autonomía local, estos grupos son los antepasados de la «sección pandemocrática» (fan min pai), un conjunto amplio que reúne a varias asociaciones de estudiantes, sindicatos e intelectuales simpatizantes de la democratización de Hong Kong.En 1980, mientras Beijing y Londres comenzaban a negociar los términos del traspaso de Hong Kong a China y del modelo político hongkonés, los grupos democráticos y prochinos trataron de influir en la posición oficial sobre el futuro de Hong Kong. Por un lado, la fuerza pandemocrática llamaba a elecciones democráticas por sufragio universal del gobernador de Hong Kong y jefe del Ejecutivo, y a la elección indirecta del Consejo Legislativo. Por el otro, las elites empresariales de Hong Kong empezaban a ejercer presión sobre Beijing para extender sus libertades económicas bajo el eslogan: «Un país, dos sistemas». La competencia entre estas dos fuerzas culminó en 1989, después del movimiento de Tiananmén. Decepcionados por la decisión del Partido Comunista de abandonar a los estudiantes y los trabajadores, los pandemocráticos se retiraron de la negociación sobre la Ley Básica4 y constituyeron una fuerza de oposición en la sociedad civil a través de los partidos políticos y los sindicatos independientes. Esto permitió a los círculos empresariales, que formaron varios partidos durante las dos décadas siguientes, convertirse en los interlocutores en Beijing. Con los sindicatos tradicionalmente favorables a China (gonglianhui), formaron una alianza llamada «sección pro-statu quo» (jianzhi pai). Aunque su popularidad es menor que la de los prodemócraticos, consiguieron controlar la mayoría de los legisladores a través del sistema de circunscripción funcional, sistema electoral que autoriza a los grupos de interés a elegir a su representante.

Este contexto histórico explica que la oposición entre izquierda y derecha locales esté casi ausente de las protestas políticas de Hong Kong. A causa de la hostilidad histórica hacia el pcch, la división ideológica entre la izquierda y la derecha se ve oscurecida por las tensiones entre la autonomía de la población hongkonesa y el control de la ex-colonia por el pcch. En este contexto, el movimiento por la autonomía de Hong Kong, asociado a un sentimiento histórico de superioridad respecto de los chinos continentales, ha vuelto inaudibles las críticas anticapitalistas. En consecuencia, la democracia es percibida por la sociedad civil como la solución a todos los problemas sociales. Durante este periodo, las manifestaciones anuales del 4 de junio (en conmemoración de la masacre de Tiananmén) y del 1o de julio (aniversario del retorno de Hong Kong a China) atraen a más y más gente.

Benny Tai, profesor de Derecho de la Universidad de Hong Kong y organizador del colectivo Occupy Central with Love and Peace, representa a esta generación por su trayectoria y su compromiso intelectual y social. Nacido en 1964, estudiante de Derecho en la Universidad de Hong Kong, fue activista en el movimiento prodemocracia de la década de 1980 y se convirtió en uno de los representantes de los estudiantes en la Comisión de la Ley Básica, de la que se retiró en 1989 después del movimiento de Tiananmén. Tras un corto periodo de formación para convertirse en profesor en Gran Bretaña, regresó a su país y enseñó en la Universidad de Hong Kong, sin dejar de participar en el movimiento prodemocracia. La idea de Occupy Central with Love and Peace fue propuesta por primera vez en junio de 2013 en un artículo de prensa que llamaba a la desobediencia civil. En los años siguientes difundió sus ideas siguiendo varios enfoques, en grupos de discusión en la universidad, en discusiones deliberativas en el marco de reuniones de ciudadanos, en organizaciones religiosas y asociaciones comunitarias. Estas iniciativas, que difunden la protesta y el espíritu de la desobediencia civil, están en el origen del Movimiento de los Paraguas.

En pocas palabras, en Hong Kong, en lugar de organizar los antagonismos en relación con cuestiones económicas y sociales, los grupos y los partidos políticos se dividen según su posición identitaria respecto de China. Por lo tanto, la democracia es percibida como una solución a los problemas sociales, pero más allá de propuestas formales como el sufragio directo, surgen pocas reivindicaciones concretas sobre su funcionamiento. En Taiwán, de manera similar, los debates socioeconómicos se encuentran a menudo subordinados al posicionamiento respecto de la identidad nacional, a pesar de la tradicional afinidad entre el dpp y las asociaciones progresistas.

Estas condiciones históricas explican por qué un sistema democrático, transparente y favorable al libre mercado se ha convertido en la reivindicación más importante de los movimientos de los Girasoles y los Paraguas. Sin embargo, la novedad de estos movimientos se sostiene también en su deseo de superar los debates identitarios mediante la apropiación de los valores democráticos.

Después de Tiananmén, el relevo

Más que un relevo del relato identitario, los movimientos de los Girasoles y los Paraguas pusieron en marcha una nueva forma de crítica de intelectuales y militantes politizados en la atmósfera post-Tiananmén. Dos factores parecen particularmente cruciales en la formación de esta nueva conciencia de las luchas: un primer factor político es el deseo de reafirmar las libertades individuales y los principios democráticos como normas fundamentales de una sociedad; un segundo factor socioeconómico se vincula a la reivindicación de un estilo de vida que toma distancia del modelo de desarrollo chino.

Para el pcch, la masacre de Tiananmén tuvo efectos ambivalentes: por un lado, obligó al gobierno chino a reforzar el control político y fragmentó la resistencia organizada5; por otro, llevó al partido a reconstruir su legitimidad a través de la performance económica, lo que condujo a una serie de reformas en la década de 1990 para atraer capital extranjero, gran parte del cual provino de Hong Kong y Taiwán.

Tal evolución deslegitima enormemente el discurso de los campos proindependencia y prodemocracia en Taiwán y en Hong Kong, ya que los intereses de las empresas de ese origen están ahora intrínsecamente ligados al comercio con China. Este es particularmente el caso en Taiwán, donde en cada elección el dpp está obligado a probar que su posición independentista no irá en detrimento del desarrollo económico del país. La búsqueda de la independencia y el interés económico de Taiwán parecen tan incompatibles que algunos miembros del dpp proponen abandonar la posición separatista oficial en el programa del partido. De hecho, es incapaz de presentar un programa que permita conciliar ambas cuestiones. En Hong Kong, convertido en una parte de China desde el año 1997 bajo el régimen de «Un país, dos sistemas», la cuestión es aún más delicada. Los intereses económicos que representa el mercado chino parecen imponer los valores políticos y sociales de Beijing en las dos sociedades y debilitan así drásticamente el margen de maniobra de los militantes y los intelectuales escépticos.

Un punto de inflexión discursivo tuvo lugar en febrero de 2006, cuando Long Ying-tai, escritora taiwanesa, docente e investigadora de Literatura en la Universidad de Hong Kong, publicó una carta abierta titulada «qing yong wenming lai shuifu wuo» (Convénzanme por la civilización), que dirige a Hu Jintao, el primer ministro chino en ese momento. Desmoralizada por la censura oficial de la revista Bingdian [Grado Cero], esta figura eminente de los intelectuales públicos del mundo chino explica a Hu Jintao su decepción ante las violaciones de la libertad de expresión en China:

Estoy muy ligada sentimentalmente a China continental. Este lazo es fruto de la tradición, de la historia compartida, del destino familiar y también de la lengua y la cultura chinas. Al haber crecido en Taiwán, también he desarrollado un apego a la identidad familiar, a saber, el respeto a la vida humana, el humanismo, así como otros valores que derivan de ahí. Ejemplos de ello son: el respeto a la individualidad, el espíritu liberal, la inaceptabilidad de la desigualdad social y la intolerancia de la violencia estatal. Otros son: el respeto por el conocimiento, la consideración de las clases populares, la tolerancia a la disidencia, el desprecio de la mentira. Se trata de un juicio racional que llamo «la identidad por los valores». Cuando el lazo sentimental, arraigado en la identidad nacional, se enfrenta al juicio racional, ¿qué debería hacer? Sin duda, elegiría el último. Ya que hemos vivido la barbarie, no tenemos más opción que elegir la política civilizada. Señor Hu Jintao, por favor, convénzame por medio de la civilización. Estoy más que dispuesta a escucharlo atentamente.

En un momento en que el Estado chino se apropió de diversas herramientas discursivas para justificar su modelo autoritario y alternativo de desarrollo, el texto de Long Ying-tai marca una renovación de las críticas anticomunistas. Lo que surge de esta cita es una ambivalencia evidente en intelectuales como Long, cuya familia huyó de China durante la revolución comunista. Por un lado, la transmisión de la memoria familiar hace que sea imposible renunciar a la identidad china; en segundo lugar, después de haber vivido reales experiencias democráticas, es difícil identificarse con las prácticas autoritarias del pcch.

Dado que la democracia y las libertades políticas son vistas como valores universales por encima de todo sentido de pertenencia, resulta insostenible para la escritora aceptar la práctica del régimen chino a pesar de su fuerte apego sentimental con el país. Obviamente, Hu Jintao nunca respondió abiertamente a Long Ying-tai. Sin embargo, su texto ha recibido un fuerte eco en el resto del mundo chino: muchos debates intelectuales se dieron en torno de su posicionamiento.

La distinción entre la identidad cultural y nacional, por una parte, y la identidad por los valores universales sugerida por Long Ying-tai, por la otra, permite criticar el aumento del poder económico de China desde otro ángulo. A pesar de que algunas críticas le reprochan estar sosteniendo una posición prooccidental al valorar la libertad de pensamiento6, Long produce un discurso que permite relativizar aquel que presenta el intercambio con China como un camino inevitable.

Los movimientos de los Girasoles y los Paraguas constituyen así la expresión concreta de un impulso humanista de los jóvenes taiwaneses y hongkoneses frente al agotamiento de la posibilidad de crítica frente al poder establecido. Uno de los catalizadores de este resentimiento es la apertura del turismo chino desde hace unos diez años. Aunque las autoridades políticas insisten en los beneficios económicos generados por los turistas chinos, para los taiwaneses y los hongkoneses, el brutal encuentro con estas poblaciones del continente refuerza un sentimiento de alteridad: se percibe a los chinos como habitantes de un país del Tercer Mundo, alejados aún de los estándares de la civilización. Esta visión, heredada de la Guerra Fría, sigue estando omnipresente en ambas sociedades, históricamente ligadas a Occidente. He aquí un correo electrónico escrito por un taiwanés que trabajaba en China y que fue ampliamente distribuido en las redes sociales durante el Movimiento de los Girasoles. Este lo expresa precisamente en esta observación:

Muchas personas desearían regresar a Taiwán para su retiro. Piensan que Taiwán no es un lugar para «ganar» su vida, sino para «vivir» su vida. El dilema que enfrentan los taiwaneses es que quieren el crecimiento económico sin tener que invertir; querríamos una vida feliz, pero también un poco de dinero de bolsillo. De hecho, es difícil tener todo… Tal vez debamos reflexionar con calma: lo que queremos no es el crecimiento económico, sino la felicidad cotidiana. Si este es el caso, no hay que firmar el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios7.

La oposición entre «ganarse» la vida o «vivir» la vida, entre el crecimiento económico y la felicidad cotidiana, refleja el deseo del autor de privilegiar la libertad individual por encima del desarrollo económico. El crecimiento de los movimientos sociales en Hong Kong desde los años 2000 ilustra esta tendencia: cuanto más se fortalece la integración política y económica de Hong Kong con China, más asumen los ciudadanos la defensa de la memoria y las identidades locales. De hecho, el movimiento de masas en Hong Kong, después de 1997, refleja completamente estas tensiones. Desde 2002, toda movilización está ligada a la defensa de la memoria local, de su cultura y su identidad, especialmente de su herencia colonial8. En consecuencia, para la generación joven a la que pertenece Joshua Wong, estos valores se convirtieron en parte fundamental de su politización. Según él, su sensibilidad política se desarrolló durante muchas movilizaciones sociales por la autonomía económica y cultural de Hong Kong. Nacido en 1996, en una familia cristiana cuyos padres pertenecen a la clase media baja, su despertar político data del movimiento contra la construcción del Hong Kong Express, que tuvo lugar entre 2009 y 2010: «Cuanto tenía 14 años, hubo una campaña en Hong Kong contra la construcción de un ferrocarril de alta velocidad con China. Eso fue en 2009-2010 y me llamó la atención. Leí las noticias y seguí las discusiones sobre el tema en internet, pero como observador, sin llegar a participar»9.

Lanzado en 2009, el movimiento contra el Hong Kong Express fue una movilización ejemplar, que combinaba los argumentos en defensa de la identidad local de Hong Kong con la reivindicación de su autonomía económica. Con posterioridad a este movimiento se organizó una movilización aún mayor: el movimiento contra el programa de educación moral y nacional. Esta vez, Joshua Wong jugó un papel destacado. Así explica su participación:

Para mí, el punto de inflexión fue el anuncio en la primavera de 2011 de que se iba a introducir en el programa escolar un curso obligatorio sobre «Educación moral y nacional» para los dos años siguientes. En mayo fundé una organización con unos cuantos amigos que pronto llamamos Escolarismo, para luchar contra esto. Empezamos como aficionados, repartiendo panfletos contra el proyecto en las estaciones de tren, pero muy pronto hubo una respuesta y se construyó una oposición. Fue la primera vez en la historia de Hong Kong que los alumnos de secundaria entraban activamente en la política. Nos oponíamos al nuevo plan de estudios porque era un descarado intento de adoctrinamiento: el proyecto proclamaba al pcch «una organización progresista, desinteresada y unida». Los estudiantes de secundaria no querían esta clase de lavado de cerebro (...).10

Gracias a la movilización de Escolarismo, en 2012, más de 90.000 estudiantes y padres de colegios secundarios protestaron contra este programa que promovía el nacionalismo chino. Todas estas protestas ilustran la influencia de la identidad local en la política de protesta de Hong Kong y la manera en que se une a la retórica ideológica de la democracia liberal. La libertad se convirtió en el valor y la doctrina supremos de esta joven generación.

La experiencia de socialización política de Joshua Wong ilustra perfectamente la experiencia de la generación de los Paraguas, nacida después de 1998. Ya sea la lucha contra la destrucción del patrimonio local o aquella contra la construcción del ferrocarril o la que se opone a la educación moral y nacional, todas se refieren a la preservación de una autenticidad local e impulsan así a los jóvenes a exigir el sufragio universal.

Un proceso similar tuvo lugar en Taiwán: los miembros activos del Movimiento de los Girasoles se politizan, en un primer momento, en el Movimiento de las Fresas Salvajes de 2008 para protestar contra la visita de Chen Yunlin, un funcionario chino de alto rango. Al año siguiente, un número aún mayor de estudiantes se movilizó para protestar contra el monopolio de Wang Wang, una empresa con importantes intereses económicos en China, cerca de Beijing, que amenazaba con dominar el mundo mediático taiwanés. Estos movimientos de defensa de la libertad de expresión, que incitan también a los jóvenes a considerar el sistema democrático como el valor central de Taiwán, proporcionarán más adelante su base popular al Movimiento de los Girasoles.

En suma, frente al agotamiento de la capacidad crítica de los antiguos discursos anticomunistas, los jóvenes taiwaneses y hongkoneses eligen hacer hincapié en el valor universal de la libertad política para defender una identidad local auténtica. Si bien resulta difícil que se establezca la crítica social en estas dos sociedades debido a la herencia de la Guerra Fría, la difusión mundial de las ideas de libertad individual y del saber hacer en materia de resistencia alientan a estos jóvenes, sin embargo, a rechazar el sistema político o económico promovido por el Estado chino a través de críticas «artísticas», siguiendo las categorías forjadas por Luc Boltanski para pensar las dos formas de crítica surgidas después de Mayo del 6811. Esto también explica la coexistencia de las dimensiones legalista y utópica en el seno de ambos movimientos juveniles12. Para estos últimos, que han crecido en una sociedad dividida durante largo tiempo entre dos visiones de la verdad histórica y política, la democracia es el único valor fiable y consensual. Por tanto, el fin de la ocupación es solo el comienzo de una nueva generación de movimientos sociales y políticos.

Rehacer la comunidad política13

Dos años después de las ocupaciones, un nuevo proceso de identificación se puso en marcha para exigir la innovación de la comunidad democrática. En ambas sociedades, el discurso identitario que valora la subjetividad (zhutixing) local ha ganado terreno. Eslóganes como «El destino de Hong Kong hoy podría convertirse en el de Taiwán mañana» (jinri xianggang, mingri taiwan) y «Vote al Kuomintang, Taiwán se convertirá en Hong Kong; vote al Minjianlian, Hong Kong se convertirá en China continental» (piao tou guomindang, taiwan bian xianggang; piao tou minjia lian, xiangang bian dalu) muestran la amplitud de la hostilidad común contra los partidos políticos percibidos como representantes de los intereses de Beijing. Esta decepción respecto de las fuerzas políticas existentes crea así un espacio libre para nuevos partidos que planteen reivindicaciones identitarias.En Taiwán, poco después del Movimiento de los Girasoles, dos nuevos partidos políticos anunciaron su creación. Por un lado, el Partido Nuevo Poder (shidai liliang dang) reúne a miembros activos del Movimiento de los Girasoles y se propone reformar el sistema político para que sea más directo, transparente y participativo. Por el otro, un grupo de intelectuales surgidos del movimiento lgbt y feminista crearon el Partido Socialdemócrata (shehui minzhu dang), cuyo objetivo consiste en introducir el modelo escandinavo del Estado de Bienestar en Taiwán. Por otra parte, los resultados de la elección presidencial del 16 de enero de 2016 reflejaron el ascenso de las políticas identitarias. Al jugar abiertamente la carta anti-China y al colaborar con el dpp, el Partido Nuevo Poder alcanzó 6,1% de votos, es decir, tres bancas. Por su parte, al concentrarse en los temas clásicos de la izquierda europea como la protección ambiental, la abolición de la pena capital y la redistribución, el Partido Socialdemócrata ganó solo 2,5% de los votos. Se trata de un electorado principalmente urbano.

En Hong Kong, el Movimiento de los Paraguas dio a luz a una decena de pequeños partidos políticos que participaron en las elecciones legislativas de septiembre de 2016. Al tiempo que promueven los intereses y las identidades locales, cada partido tiene, sin embargo, propuestas matizadas acerca del vínculo institucional entre Hong Kong y China14 después del año 2047. El resultado electoral del domingo 4 de septiembre de 2016 muestra también la influencia del Movimiento de los Paraguas: por un lado, cuatro jóvenes del movimiento fueron elegidos como legisladores; tienen entre 23 y 33 años y todos militan abiertamente por la independencia de Hong Kong. Por otro lado, dos candidatos surgidos de los movimientos sociales también han obtenido una victoria inesperada15. En cambio, Lee Cheuk-yan y Cyd Ho Sau-lan, dos representantes mayores del Partido Laborista provenientes del movimiento sindical, perdieron sus bancas. Es evidente que las reivindicaciones identitarias del Movimiento de los Paraguas son mucho más atractivas para los electores que están en favor de la democratización.

A través de esta comparación, es innegable que, para los jóvenes de Taiwán y Hong Kong, los valores esenciales de la democracia liberal –la libertad de pensamiento, el individualismo, el respeto a las identidades– se han convertido en bases del consenso para la acción colectiva. Se observa además que los desarrollos políticos en Hong Kong y Taiwán se nutren mutuamente. Se consideran como modelo o contramodelo: cuanto más defiende Beijing su política, más los jóvenes de Taiwán y Hong Kong se le oponen mediante la afirmación de los valores democráticos y sus identidades locales. Estas nuevas reivindicaciones ¿darán lugar a más confrontaciones o a una deriva identitaria? ¿Permitirán una evolución del movimiento democrático en China? En cualquier caso, el futuro de la paz en la región dependerá definitivamente de las interacciones entre estos movimientos políticos en Taiwán y Hong Kong y de la manera en que China reaccione frente a ellos.


Nota: este artículo fue publicado originalmente en la revista «La Vie des Idées», 22/9/2016, con el título «Tournesols taïwanais, parapluies hongkongais. Occupy en Asie de l’Est». Agradecemos a los editores la autorización para la traducción. Traducción del francés de Lucas Bidon-Chanal.


  • 1.

    Joshua Wong: «Escolarismo en marcha» en New Left Review No 92, 5-6/2015.

  • 2.

    Hsiao A-chin: Return to Reality: Political and Cultural Change in 1970’s Taiwan and the Postwar Generation, Academic Sinica, Taipei, 2008.

  • 3.

    Tradicionalmente, el Kuomintang garantizó a las familias waishengren (exiliadas a Taiwán después de 1949) algunos beneficios, como el acceso privilegiado a los cargos de la función pública. La democratización podría conducir a poner en riesgo este tipo de privilegios. Esto no impide que los intelectuales de las familias waishengren y benshengren (las familias taiwanesas «de abolengo») se unan en su aspiración de democratización.

  • 4.

    La Ley Básica de la Región Administrativa Especial Hong Kong define su estatuto y su relación con China. Fue adoptada en 1990 en Beijing y entró en vigor el 1o de julio de 1997, después del traspaso de Hong Kong. Instaura el modelo de «Un país, dos sistemas».

  • 5.

    Michel Bonnin: «Le Parti communiste chinois et le 4 Juin, ou comment s’en sortir et comment s’en débarrasser» en Perspectives Chinoises No 2, 2009; Jean-Philippe Béja y Merle Goldman: «L’impact du massacre du 4 juin sur le mouvement démocratique» en Perspectives Chinoises No 2, 2009.

  • 6.

    V. especialmente el artículo «La dialectique entre civilisation et barbarie: dialoguer avec Long Ying-tai» de Chen Yingzhen, destacado escritor taiwanés que escribe desde una posición comunista. 陳映真. «文明與野蠻的辯證-龍應台女士《 請用文明來說服我》 的商榷» en 海峽評論 No 183, 2006.

  • 7.

    El Acuerdo de Comercio de Servicios es un tratado de libre comercio que permite a los capitales chinos invertir en el sector terciario en Taiwán. La oposición a este acuerdo fue el disparador del Movimiento de los Girasoles en 2014.

  • 8.

    En 2006, un grupo de intelectuales y estudiantes protestó en defensa de la preservación de la arquitectura británica, símbolo de la memoria local.

  • 9.

    J. Wong: ob. cit.


  • 10.

    Ibíd.

  • 11.

    Luc Boltanski y Eve Chiapello: Le nouvel esprit du capitalisme, Gallimard, París, 1999. [Hay edición en español: El nuevo espíritu del capitalismo, Akal, Madrid, 2002].

  • 12.

    Sebastian Veg: «Un mouvement étudiant à la fois légaliste et utopiste» en Le Monde, 10/12/2014.

  • 13.

    En el original: «Refaire la cité» [n. del e.]. Nos permitimos tomar prestado el título de la obra de Didier Lapeyronnie y Michel Kokoreff: Refaire la cité: l’avenir des banlieues, Seuil, París, 2013.

  • 14.

    De acuerdo con la Ley Básica, el modelo de «Un país, dos sistemas» que rige las relaciones entre Hong Kong y China debe mantenerse durante 50 años. Por tanto, un nuevo sistema deberá establecerse en 2047, lo que requerirá la renegociación del marco jurídico y administrativo que define el estatuto de Hong Kong.

  • 15.

    Se trata de Chu Hoi-dick, un periodista involucrado en el movimiento de 2006 para preservar el muelle de Star Ferry (patrimonio histórico heredado de la colonización británica) y en el movimiento de los agricultores de Nuevos Territorios; y de Lau Siu-lai, socióloga de la Universidad Politécnica de Hong Kong, quien, además de su participación en el Movimiento de los Paraguas, se involucró activamente en la organización de los vendedores ambulantes.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 266, Noviembre - Diciembre 2016, ISSN: 0251-3552


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