Opinión
agosto 2012

¡Al fin, Venezuela está en el Mercosur!

Desde su concepción, el Mercosur ha sido un proyecto geopolítico de integración que supera de forma amplia la dimensión estrictamente comercial. Es decir, constituye el primer paso para una completa integración sudamericana, aunque esto último no sea mencionado abiertamente por los diplomáticos. Un académico brasileño, de estrechas conexiones con Itamaraty, afirmó con mucha seguridad --incluso antes de que Chávez ocupara la presidencia venezolana-- que «si Brasil, Argentina y Venezuela estuvieran integrados, la integración sudamericana estaría asegurada».

<p>¡Al fin, Venezuela está en el Mercosur!</p>

Desde su concepción, el Mercosur ha sido un proyecto geopolítico de integración que supera de forma amplia la dimensión estrictamente comercial. Es decir, constituye el primer paso para una completa integración sudamericana, aunque esto último no sea mencionado abiertamente por los diplomáticos. Un académico brasileño, de estrechas conexiones con Itamaraty, afirmó con mucha seguridad --incluso antes de que Chávez ocupara la presidencia venezolana-- que «si Brasil, Argentina y Venezuela estuvieran integrados, la integración sudamericana estaría asegurada».

Luego de la primera década de existencia del bloque, el panorama de la región se modificó con la llegada al poder de varios gobiernos progresistas en Sudamérica y, a pesar de la existencia de iniciativas como el ALBA, Venezuela solicitó su ingreso el Mercosur y fue seguida por otros países, algunos de ellos interesados en convertirse en miembros plenos del bloque. El ingreso de Venezuela al Mercosur, cuyo mecanismo decisorio se basa en el consenso, fue aprobado por todos excepto por el Senado de Paraguay, el único país de la región que todavía mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán.

De esa forma, un grupo de ultraconservadores --cuya base de apoyo engloba a grupos involucrados en actividades oscuras-- impidió que el gigante petrolífero, una potencia energética que necesita obras de infraestructura, servicios y alimentos, además de bienes de consumo, pudiera ingresar al bloque. La crisis mundial se profundizó y, para perjuicio del Mercosur, cada país comenzó a buscar sus propias alianzas externas como forma de resolver los problemas en el corto plazo. El Mercosur quedó en suspenso en términos económicos y Estados Unidos volvió a mirar a la región, ya no sólo mediante los acuerdos militares que acompañan el combate al narcotráfico ni con los acuerdos bilaterales de libre comercio (existentes en la región Pacífico-andina y ahora mirando hacia los miembros del Mercosur), sino también con el petróleo del pre-sal, mencionado por el departamento de Estado y por sectores de la oposición brasileña y el empresariado como un elemento para una nueva alianza con Brasil.

El Océano Atlántico se volvió un factor estratégico debido a los yacimientos de petróleo y gas existentes en sus dos márgenes, y a que está transformándose en una ruta de intenso tráfico marítimo ya no sólo Sur-Sur, sino también entre Asia y el Atlántico Norte. Así se explica la reaparición de la IV flota estadounidense (el Africom, Comando de los Estados Unidos en África, que es parte de la militarización de la «Guerra al Terrorismo») y el regreso de las disputas sobre Malvinas. Como si esto fuera poco, el Senado paraguayo destituyó al presidente Fernando Lugo en un procedimiento de juicio sumario que, técnicamente, constituyó un golpe de Estado en un momento en el cual la diplomacia brasileña en otras regiones sensibles parecía vacilante.

Fue grande la sorpresa cuando, en una acción tan veloz como la del Senado paraguayo, Paraguay quedó suspendido del Mercosur por violar las instituciones democráticas y, desaparecido ese obstáculo, Venezuela pudo completar su ingreso pleno al Mercosur. Parafraseando a Dostoievski en «Crimen y castigo», esto sucede en un momento en el cual, con su estado de salud comprometido, Chávez busca otra reelección.

¿Qué consecuencias puede tener el ingreso de Venezuela al Mercosur? Es innegable que el potencial económico se amplía con el aumento del comercio y la inversión en obras públicas, además de fortalecer al bloque como potencia energética, inclusive porque Paraguay no tendrá más opción que vender su electricidad a los vecinos del Mercosur. El factor de atracción de nuevos países será ambiguo porque Colombia, Perú y Chile podrían quedar políticamente más refractarios, miesntras aumenta el atractivo económico del bloque.

Políticamente, Venezuela deberá adaptar su economía y ciertas manifestaciones de su sistema político, pero ello garantizará, colectivamente, la inviolabilidad de sus instituciones. En el caso de una transición post-Chávez (se mantenga o no el chavismo), el camino será más estable para el país y las tendencias golpistas tendrán menos posibilidades.} Por último, Argentina parece dar muestras de recuperación económica y la presencia de Venezuela en el Mercosur crea un nuevo equilibrio de fuerzas al generar un atractivo mayor para que Buenos Aires actúe en el marco del bloque. A su vez, el propio Brasil podrá definir mejor su política exterior, que durante el gobierno de Dilma Rousseff perdió fuerza y cometió algunas vacilaciones innecesarias.

* Profesor de Relaciones Internacionales y Coordinador del Doctorado en Estudios Estratégicos Internacionales de la UFRGS, Porto Alegre.

Los artículos de opinión que se publican en el sitio web son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente el pensamiento de Nueva Sociedad. La reproducción de los textos es bienvenida a través de todos los medios electrónicos e impresos, con la referencia correspondiente y el espíritu de reciprocidad que caracteriza a la revista.



Newsletter

Suscribase al newsletter