Opinión
noviembre 2021

¿Una era de autocratización?

Las democracias enfrentan hoy una amenaza más insidiosa que la de los golpes de estado: la de la tendencia a ser destruidas por autócratas electos. La Hungría de Viktor Orbán, la Turquía de Recep Tayyip Erdoğan y la India de Narendra Modi son buenos ejemplos de esta tendencia.

<p>¿Una era de autocratización?</p>

En los últimos años, la democracia se encuentra bajo asedio: desde 2015, el número de países que experimentan un retroceso democrático ha superado el número de los que se han democratizado. Varieties of Democracy [Variedades de Democracia], una organización que monitorea el desarrollo global de la democracia, lo describe como la «era de autocratización».

Aunque esta tendencia pueda causar tristeza, tomada desde una perspectiva histórica no debería sorprender. El trasfondo de este retroceso contemporáneo es la «tercera ola democratizadora» de fines del siglo XX, que en sus comienzos dejó muchas más democracias que las que habían existido con anterioridad. Las olas se caracterizan por el poder y el arrastre durante su ascenso, pero también por la inevitable contracorriente posterior. Como sabe cualquiera que haya estudiado las olas anteriores de democratización, por ejemplo las que se extendieron por Europa en 1848 y a fines de la Primera Guerra Mundial, estas contracorrientes pueden en verdad ser formidables.

Sin embargo, como reza el famoso aforismo que suele atribuirse a Mark Twain, «La historia no se repite, pero a menudo rima». El hecho de que una contracorriente haya seguido a la tercera ola democratizadora sin duda reitera el patrón histórico, pero eso no significa que se trate de una mera copia de sus predecesoras.

A diferencia de las contracorrientes previas, durante los últimos años las democracias no han muerto —como bien señalan Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su influyente libro Cómo mueren las democracias (2018)— con rapidez o de manera violenta «a manos de hombres armados». Más bien, se han erosionado gradualmente «a manos de gobernantes surgidos de elecciones» que usaron su poder para socavarlas a lo largo del tiempo.

«Autocracia electoral»

Otra diferencia relacionada con esto radica en el tipo de régimen autoritario que se deja atrás. Durante gran parte del siglo XX, el colapso de la democracia dio paso muy a menudo a dictaduras cerradas y represivas, como aquellas del periodo de entreguerras en Europa o los regímenes militares que se establecieron en Asia y América Latina en las décadas de 1960 y 1970. En cambio, el producto autoritario más común de la contracorriente de la tercera ola ha resultado la «autocracia electoral».

La Hungría de Viktor Orbán, la Turquía de Recep Tayyip Erdoğan y la India de Narendra Modi entran en esta categoría. Estos regímenes son menos autoritarios que los que los precedieron, al permitir elecciones imperfectas y algo de espacio para la sociedad civil. En consecuencia, brindan oportunidades potenciales para que los opositores se movilicen y transformen pacíficamente sus sociedades. Pero dado que en las autocracias electorales el sistema está amañado —por ejemplo, mediante la manipulación de circunscripciones electorales, el control de la prensa y la corrupción—, los opositores deben actuar de manera unificada para sacar ventaja de las potenciales oportunidades disponibles, priorizando la derrota de los gobernantes en el poder por sobre sus propios objetivos disímiles.

Las recientes elecciones en la República Checa, donde coaliciones de diversos partidos unieron fuerzas en un «bloque democrático» para derrotar al oligarca populista Andrej Babiš, son un ejemplo de esta dinámica. También lo fue la elección municipal de 2019 en Estambul, donde Ekrem Imamoğlu unió a votantes por sobre las divisiones religiosas, de clase y étnicas y reunió a partidos islamistas, nacionalistas y kurdos bajo la convocatoria a luchar por la democracia turca. Pero la prueba más directa y consecuente de la posibilidad de los opositores de usar las limitadas oportunidades disponibles para derrotar a un autócrata populista vendrá con las elecciones de abril de 2022 en Hungría.

Dejar de lado las diferencias

Luego de su elección en 2010, Orbán debilitó gradualmente la democracia húngara y creó así una autocracia electoral que ha vendido posteriormente como un modelo a populistas y candidatos a autócratas de todo el mundo. Su habilidad para hacerlo fue el resultado de muchos factores, pero la incapacidad de los grupos de la oposición de unirse en su contra facilitó el proceso. Cuando reconocieron por fin el altísimo costo que sus divisiones habían representado para ellos y su país, los opositores de Orbán dejaron de lado sus diferencias y formaron una coalición con el propósito de derrotarlo.

A mediados de octubre, los contrincantes de Orbán llevaron a cabo primarias para elegir un candidato único al cargo de primer ministro para enfrentarlo en las próximas elecciones. El ganador fue Péter Márki-Zay, un conservador católico practicante que en 2018 ganó la contienda municipal en Hódmezővásárhely, bastión del partido Fidesz de Orbán, lo que demostró que con el candidato correcto el partido de Orbán podía ser derrotado.

Reconociendo que alguien con el perfil de Márki-Zay tenía las mejores chances de ganar votos fuera de la relativamente liberal Budapest, y mellando la estrategia de miedo de Orbán centrada en las «elites sin contacto con la realidad» y los «liberales traicioneros», incluso agrupaciones de izquierda se encolumnaron detrás de la candidatura de Márki-Zay. Klára Dobrev, la candidata derrotada de la Coalición Democrática, llamó a los votantes a apoyarlo: «Solo nos debe preocupar una cosa». Derrotar a Orbán, dijo, era «responsabilidad y tarea común de todos».

Gergely Karácsony, el alcalde de Budapest, se había retirado de las primarias luego de la primera ronda e instó a sus simpatizantes liberales a apoyar a Márki-Zay: «Tenemos que aceptar la realidad política. No son los liberales o los verdes quienes pueden ganarles a los populistas de derecha (…) [L]o importante es elegir un candidato que pueda ganarle a Orbán». Sostuvo que el populismo nacionalista tenía más éxito en ciudades pequeñas y áreas rurales donde la gente sentía miedo. «Márki-Zay es alcalde en uno de estos lugares y comprende los temores y los problemas de estas personas».

Lecciones importantes

No está claro si Márki-Zay podrá triunfar en el campo de juego extremadamente desparejo que ha creado más de una década de gobierno de Orbán. Sin embargo, para quienes intentan descubrir cómo luchar contra el retroceso democrático, los casos de Hungría, Turquía y la República Checa ofrecen lecciones importantes.

Dado que el retroceso contemporáneo es gradual más que repentino, los opositores tienen chances de frenar este proceso en evolución. Oposiciones divididas cuyos componentes individuales ponen el logro de sus propios objetivos particulares por sobre la preservación de la democracia les facilitan el éxito a los autócratas potenciales. Si los autócratas logran prevalecer, los opositores se encontrarán enfrentando inmensas desventajas, pero aun así no todo está perdido.

Las autocracias electorales les dan realmente algo de espacio a los opositores para maniobrar. Y estos regímenes tienen una tendencia a la esclerosis y la ineficiencia: Babiš, Erdoğan y Orbán se han visto debilitados por escándalos de corrupción. Aprovechar las oportunidades que ofrecen incluso elecciones viciadas y los traspiés de los autócratas requiere de oposiciones unidas que estén focalizadas en restaurar la democracia por sobre todas las cosas.

La fragilidad de la democracia

Es muy fácil dar por sentadas las libertades y oportunidades que ofrece la democracia. En los buenos tiempos, la fragilidad de la democracia se olvida pronto. En los difíciles, como los que enfrentamos en la actualidad, los demócratas no deben olvidar que la supervivencia de la democracia —así como la capacidad de hacer realidad algún día sus objetivos específicos, cualesquiera sean— depende de sus elecciones y comportamiento.

Para que la democracia prospere, los demócratas deben reconocer lo peligroso que es arriesgar sus normas e instituciones en pos del triunfo partidario. Cuando se enfrentan a quienes están decididos a destruirla, quienes están comprometidos con la democracia deben dejar de lado sus diferencias y preferencias políticas y hacer lo que sea necesario para protegerla, y recordarles a sus conciudadanos que el destino del país depende de que hagan lo mismo.

 

Fuente: Social Europe e IPG

Traducción: María Alejandra Cucchi



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