Opinión
noviembre 2018

Salir del «La La Land» liberal de izquierda

En este momento, la nueva división entre ganadores y perdedores de la globalización atraviesa la base electoral histórica de la socialdemocracia. La izquierda europea no puede esperar mucho tiempo más para decidirse por uno de los dos témpanos conformados por cosmopolitas y comunitaristas. ¿Por qué los votantes habrían de optar por partidos que defienden solo tibiamente sus intereses?

Salir del «La La Land» liberal de izquierda

Los resultados de las elecciones y las encuestas en Europa son cada vez más preocupantes para la centroizquierda. Por lo menos las razones de esta crisis se están tomando últimamente más en serio. Por demasiado tiempo la centroizquierda simplemente se negó a reconocer que el mundo en el que se mueve está cambiando.

Pero hace mucho que el paisaje socioeconómico y sociocultural está en movimiento. La razón es relativamente fácil de mencionar: el capitalismo sin fronteras, «globalizado» y europeizado, crea contradicciones y conflictos diferentes de los del antiguo capitalismo de Estado-nación de los siglos XIX y XX. Los instrumentos para contener los conflictos –la redistribución limitada en el marco del Estado de Bienestar y la democracia organizada por el Estado-nación– están perdiendo eficacia. En muchos casos, ni siquiera funcionan. Han demostrado ser sobradamente ineficaces contra los nuevos conflictos de identidad cultural de las sociedades de inmigración. La inmigración, el comercio global y la posibilidad de las industrias de trasladarse a otros países de Europa y del resto del mundo han cambiado drásticamente el equilibrio de poder entre el capital y el trabajo; la presión para comprometerse a distribuir desaparece.

Lo que surge es una nueva constelación político-social básica del capitalismo en la era sin fronteras: un profundo conflicto de intereses entre la parte de la población que piensa que se beneficiará con estos procesos y la otra parte que cree que no se beneficiará con ellos. Este conflicto tiene muchos nombres. En Alemania, se desarrolla hoy bajo la etiqueta «cosmopolitas» versus «comunitaristas». El periodista británico David Goodhart usa dos términos prácticos y más concretos para este propósito: los anywheres, móviles y cosmopolitas, en oposición a los somewheres, orientados al Estado-nación y ligados a un lugar.

Este contraste es mucho menos severo en la vida cotidiana que en la teoría, algo que Jan Eichhorn ha señalado recientemente aquí en la IPG. También Goodhart señala que los somewheres «comunitaristas» comparten ampliamente la liberalización básica de las últimas décadas. No tienen problemas con un «liberalismo cotidiano» en la sociedad, sino con el liberalismo como una ideología económica, política y cultural de elite y el impacto que causa en sus vidas. A la inversa, los «cosmopolitas», abiertos al mundo, son a menudo asombrosamente «comunitaristas» en la práctica. En los barrios que prefieren para residir, desde el Glockenbachviertel de Múnich hasta el Prenzlauer Berg de Berlín, la proporción de inmigrantes pobres y de población musulmana es significativamente menor que en otros distritos de las principales ciudades alemanas. Uno prefiere quedarse entre pares.

¿Puede deducirse de esto que la centroizquierda puede resistir, o incluso superar, esta división? Hace poco, Christian Krell y Sönke Hollenberg han dado en IPG sus argumentos en ese sentido. La política socialdemócrata debe consistir, según estos autores, en un decidido «tanto esto como lo otro», hacer política para ambos, no decidir entre anywheres y somewheres. También podrían haber escrito que quieren volver al querido viejo mundo de la socialdemocracia. Pero, ¿es eso posible?

En este momento, la nueva división entre ganadores y perdedores de la globalización atraviesa la base electoral histórica de la socialdemocracia. Y las fuerzas que actúan en esta división son poderosas, políticamente incontrolables por un solo partido. La centroizquierda es como una persona con cada una de sus piernas apoyada en un témpano de hielo distinto, mientras estos se separan lenta pero inexorablemente. Hay tres alternativas en esta situación: no hacer nada, caer al agua y ahogarse… o salvarse en uno de los dos témpanos. La pregunta para la socialdemocracia es en cuál de los témpanos se salvará: ¿el de los anywheres o el de los somewheres? El autor de estas líneas aboga decididamente por salvarse en el témpano de los somewheres. Hay razones de principios y estratégicas para ello.

La dimensión principal tiene que ver con la historia de la socialdemocracia. Fue un movimiento de autoayuda de los desfavorecidos, los proletarizados somewheres, que a los 14 años iban a la fábrica o a la mina en lugar de ir a los 18 a estudiar a Heidelberg o París. El objetivo político era aumentar sus posibilidades de vida y participación. Los resultados que cosechó en este aspecto la socialdemocracia del siglo XX fueron espectaculares. Ahora, una parte no insignificante de los somewheres ve peligrar cada vez más este nivel de prosperidad, participación política y reconocimiento social que habían alcanzado. Sienten que los tiempos no mejoran sino que empeoran. Si la socialdemocracia quiere permanecer fiel a su identidad de «protectora de los desfavorecidos», entonces también debe estar de su lado en los conflictos de intereses del capitalismo globalizado.

La segunda es una dimensión estratégica. Se refiere fundamentalmente al futuro de los sistemas políticos de Europa. La negativa de los partidos tradicionales a defender los intereses de la parte de la población con simpatías «comunitaristas» deja sin representatividad a este gran número de votantes –en la mayoría de los países es probable que sea 50% de ellos– o los entrega a los nuevos movimientos «populistas» de derecha e izquierda. Entre los comunitaristas somewheres, la proporción de personas socialmente más vulnerables es significativamente mayor que en la mitad de los anywheres. Lo que se está abandonando políticamente aquí es justo la base histórica de la izquierda. Es posible imaginar el impacto de este proceso en el sistema de partidos de Europa.

Los efectos en la izquierda también: se hace a sí misma redundante. Porque el témpano de los «cosmopolitas» ya está bastante poblado, especialmente en Alemania. Allí retozan los Verdes, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel, la Izquierda (Die Linke) y partes del Partido Democrático Libre (FDP). No hay allí mucho lugar para la socialdemocracia. La medida de ello la dan las recientes elecciones en Baviera, donde el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) apostó todo a un aumento del «cosmopolitismo» en su perfil político. Muy distinto es lo que pasa en el segundo témpano: hasta ahora, de él se ocupa casi únicamente la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU). Pero alguien más está tratando ahora de abordar este prometedor témpano vacío: Alternativa para Alemania (AfD). Y ya tiene un pie puesto en él. Si se le entrega este espacio social sin luchar, su crecimiento allí amenaza con ser enorme.

La izquierda europea no puede esperar mucho tiempo más para decidirse por uno de los dos témpanos. En los próximos años, la deriva no será más débil sino más fuerte. Un simple «sigamos así», en un intento de hacer lo correcto para ambas partes, fracasará porque ya no existe un plan convincente para ello. ¿Por qué los votantes habrían de optar por partidos que defienden solo tibiamente sus intereses? En el escenario partidario actual, ambos sectores, cosmopolitas y comunitaristas, encuentran ofertas más puras. Especialmente para la civilidad cosmopolita, hay opciones cultural y sociológicamente más cercanas que la socialdemocracia. Lo que ha pasado con el Partido Socialista en Francia y el Partido del Trabajo (PvdA) en los Países Bajos muestra cómo termina esto cuando ambas partes de la antigua base electoral se sienten más auténticamente representadas por otras fuerzas.

Por supuesto, hay contraejemplos, no menos importantes, en Escandinavia. Las catástrofes anunciadas no se produjeron. Pero la condición para ello fue un drástico golpe de timón de las socialdemocracias locales, por ejemplo, en materia de política migratoria, con un claro giro hacia las posturas comunitaristas. En este sentido, podría entonces haber un margen para una política de «tanto esto como lo otro», con la que sueñan Krell y Hollenberg. Pero en este momento, el «tanto esto como lo otro» consistiría más bien en retomar seriamente la defensa de los somewheres y sus intereses, en lugar de perderse definitivamente en un La La Land liberal de izquierda.


Fuente: https://www.ipg-journal.de/rubriken/soziale-demokratie/artikel/raus-aus-dem-linksliberalen-la-la-land-3041/




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