Tema central
NUSO Nº 240 / Julio - Agosto 2012

Los partidos importan. Democratización y evolución del sistema de partidos en América Latina

Una mirada rápida a los artículos académicos y libros recientes acerca del cambio en el sistema de partidos en América Latina –especialmente la producción norteamericana– llevaría a la conclusión de que los partidos ya no son mecanismos efectivos de representación política y de que los sistemas de partidos, en algún momento sólidos, están en ruinas. Este artículo plantea divergencias con esa conclusión alarmista y destaca la necesidad de un análisis más matizado de la evolución de los sistemas de partidos. Por un lado, estos no están colapsando en toda la región. Por el otro, algunos aspectos de la evolución del sistema de partidos en América Latina contribuyeron a la consolidación de democracias frágiles.

Los partidos importan. Democratización y evolución del sistema de partidos en América Latina

La mirada predominante de la bibliografía acerca de los partidos y sistemas de partidos en América Latina es extremadamente negativa y pesimista –en especial, los trabajos realizados en Norteamérica–. Desde la «tercera ola», los estudios se centraron en la debilidad y en la falta de institucionalización de los sistemas partidarios de la región. Donna Lee Van Cott sostiene que «los partidos y los sistemas de partidos sufrieron un marcado deterioro en las dos últimas décadas»1; por su parte, Frances Hagopian afirma que los países latinoamericanos experimentaron un proceso de desalineamiento del sistema de partidos en el periodo que siguió a la democratización2. De acuerdo con Kenneth Roberts y Erik Wibbels, «la inestabilidad de los sistemas de partidos se volvió una fuente de desconcierto e inquietud»3. En resumidas cuentas, la crisis de los sistemas de partidos en América Latina es vista como un fenómeno general que afecta la consolidación democrática de todos los países de la región.

Este artículo sostiene que es preciso matizar tales generalizaciones. Aunque la «crisis de representatividad» en los países andinos es innegable4, la extrapolación de estos casos a la totalidad de la región es a menudo injustificada. Este ensayo se desarrollará de la siguiente manera: la primera parte discrepa con el argumento según el cual todos los sistemas de partidos en América Latina sufrieron un proceso de desalineamiento, mostrando que a menudo es mejor describir su evolución como un proceso de realineamiento. En la segunda sección se afirma que la evolución de los sistemas de partidos en muchos países latinoamericanos avanza en una dirección que favorece la consolidación de democracias frágiles. En la sección final se argumenta asimismo que los cambios recientes en los sistemas de partidos de América Latina a menudo tienen efectos positivos en lo que respecta a la representación democrática.

La evolución de los alineamientos partidarios en América Latina (1980-2012)

La evolución de los alineamientos partidarios entre los ciudadanos puede tomar tres vías distintas. En primer lugar, la relación de los votantes con el partido puede ser estable a lo largo del tiempo. Sin embargo, la estabilidad de la identificación partidaria es más la excepción que la regla tanto en América Latina como en cualquier otro lugar, dado que los cambios políticos y socioeconómicos se asocian a menudo a nuevos patrones de relación entre los partidos y los ciudadanos. En segundo lugar, puede haber un desalineamiento del sistema partidario cuando los ciudadanos pierden confianza en los partidos políticos en general y empiezan a votar por partidos antisistema. Por último, puede tener lugar un proceso de realineamiento partidario. El realineamiento implica un cambio duradero en la estructura del sistema de partidos e involucra un cambio en la adhesión de un partido del sistema a otro, que a menudo tiene lugar cuando se produce alguna votación decisiva5. El proceso de realineamiento también puede estar asociado a la formación de nuevos partidos para reflejar nuevas divisiones por alguna cuestión6.

En ocasiones se ha exagerado el grado en que los sistemas de partidos latinoamericanos han experimentado un desalineamiento (en contraposición a un proceso de realineamiento). Hagopian sostiene, por ejemplo, que en América Latina «el desalineamiento partidario y electoral fue más abarcativo y se desarrolló más rápidamente y en más países que el realineamiento»7. No hay dudas de que en toda la región la satisfacción de los ciudadanos con los partidos políticos es baja. Los datos de las encuestas realizadas por Latinobarómetro entre 1995 y 2006 indican que los partidos políticos son las instituciones que se consideran menos confiables entre una larga lista de instituciones públicas y privadas de América Latina. Solo 19% de los encuestados expresó su apoyo a los partidos políticos en la región8. Aunque en la mayoría de las democracias avanzadas e industrializadas existe una crisis similar de legitimidad9, en Europa los sistemas de partidos han permanecido más bien estables en los últimos 30 años. Por lo tanto, para entender las dinámicas de los sistemas de partidos puede ser más provechoso observar el comportamiento de los ciudadanos en las urnas que deducir un desalineamiento de los sistemas de partidos en función de datos de encuestas.

Una de las mejores opciones para determinar si los sistemas de partidos están atravesando un proceso de desalineamiento o de realineamiento es observar la evolución de la volatilidad de los resultados electorales en la región. Un realineamiento electoral debería llevar a un incremento temporario en la volatilidad electoral, seguido de una estabilización. Un desalineamiento, en cambio, debería verse reflejado en altos y repetidos niveles de volatilidad. Roberts y Wibbels muestran con acierto que la volatilidad electoral en América Latina es elevada10, pero ese nivel elevado global esconde diferencias significativas entre los países latinoamericanos. Como señala Kirk Hawkins, «ciertos periodos y ciertos países experimentaron una volatilidad mucho más elevada que otros»11. Durante el periodo 1980-2000, algunos países latinoamericanos, como Costa Rica, México, Colombia y Argentina, tuvieron resultados de volatilidad cercanos a los de los países de Europa occidental. Uruguay y Honduras tuvieron resultados de volatilidad incluso menores. Es más, un análisis detallado de la evolución de los resultados de volatilidad en ese periodo muestra algunos picos durante circunstancias históricas específicas, seguidos de estabilización12. Esto es más consistente con la tesis del realineamiento que con la del desalineamiento. En todo caso, parece ser que el argumento que sostiene que los países latinoamericanos atraviesan un proceso de desalineamiento partidario y electoral se basa en evidencias de los casos más extremos y esconde diferencias significativas dentro de la región.

Las tesis del desalineamiento se centran solamente en el lado de la demanda, es decir, en la confianza que tienen los ciudadanos en los partidos políticos. Pero ignoran la capacidad de reacción y adaptación de los partidos tradicionales cuando se ven amenazados por candidatos o partidos antisistema. Por ejemplo, Fernando Collor de Mello terminó alejándose de los partidos establecidos por su constante discurso anti-establishment. Tan pronto como fueron capaces de reaccionar, todos los partidos políticos armaron una coalición para deshacerse de este peligroso outsider13. Por lo tanto, incluso si la identificación partidaria decrece en algunos países latinoamericanos, los partidos políticos tradicionales todavía pueden tener recursos suficientes como para evitar un completo desalineamiento del sistema de partidos. El resurgimiento de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en Perú después de la caída de Alberto Fujimori, y ahora del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, también muestra la resistencia de los partidos tradicionales al desalineamiento electoral.

El caso de Costa Rica es un buen ejemplo de un país que atravesó un proceso de realineamiento. Durante la segunda mitad del siglo XX, el sistema de partidos de Costa Rica estuvo caracterizado por un duopolio compuesto por el centroizquierdista Partido de Liberación Nacional (PLN) y el centroderechista Partido de Unidad Social Cristiana (PUSC)14. Hasta mediados de la década de 1970, el PLN promovió un sistema de bienestar y políticas económicas estatistas. La crisis económica registrada entre mediados de los 70 y principios de los 90 obligó al PLN a adoptar una plataforma más centrista. A finales de los 80, bajo la influencia de las presiones neoliberales globales, el PLN adoptó una clara orientación de libre mercado, por lo cual las diferencias ideológicas entre los dos partidos políticos principales se desdibujaron, lo que dejó un espacio libre para un nuevo partido a la izquierda del espectro político. Este lugar fue rápidamente ocupado por un nuevo partido, Acción Ciudadana, formado por antiguos miembros del PLN descontentos con la dirección neoliberal que había tomado su organización15. Acción Ciudadana obtuvo buenos resultados en las tres últimas elecciones presidenciales, ya que captó los votos del sector más progresista del electorado del PLN. Dado que ahora el PLN es el que ocupa la centroderecha del espectro político, el PUSC pronto perdió su raison d’être y se disolvió.

El realineamiento que tuvo lugar en Costa Rica no es un caso aislado. El realineamiento de las preferencias partidarias es una reacción natural de los votantes cuando un partido abandona sus posiciones históricas y sus promesas de campaña. En el caso de algunos países latinoamericanos en la década de 1990, está relacionado con el giro neoliberal que dieron muchos partidos tradicionalmente asociados a políticas de redistribución, estatistas y populistas. El triunfo electoral de la Alianza (Unión Cívica Radical –UCR– y Frente País Solidario –frepaso–) en Argentina a finales de los 90 y el del Frente Amplio (FA) en Uruguay en los 2000 se pueden explicar en función de las políticas económicas neoliberales adoptadas por los peronistas en Argentina y por el Partido Colorado en Uruguay.

Evolución del sistema de partidos y democratización

La evolución de los sistemas de partidos en América Latina a menudo fue de la mano de la consolidación de democracias frágiles en la región. Muchos sistemas de partidos se volvieron más plurales y les dieron la posibilidad a ex-grupos armados de incorporarse a la arena política como partidos políticos, con los mismos derechos que las organizaciones ya establecidas. Los sistemas de partidos se volvieron menos polarizados en las dos últimas décadas, lo que ayuda a explicar por qué las frágiles democracias latinoamericanas fueron capaces de consolidarse.

Al mismo tiempo, en muchos países latinoamericanos la transición a la democracia estuvo acompañada por un proceso de moderación y desideologización de los principales partidos del sistema. El periodo de transición dio lugar a un nuevo conjunto de oportunidades y restricciones que recompensaron a los partidos más moderados y marginaron a los movimientos sociales violentos involucrados en actividades clandestinas durante los regímenes militares. Uno de los ejemplos más claros es la evolución del sistema de partidos en Chile entre 1980 y 2010. Mientras que el Partido Comunista (PC) defendía la «rebelión popular» para voltear al régimen militar, el Partido Socialista (PS) rápidamente se dio cuenta de que una oposición violenta al régimen era una ilusión e inició un proceso de moderación que llevaría a un acercamiento con la Democracia Cristiana (DC). El eje del cambio ideológico que tuvo lugar en el PS fue la reevaluación de la importancia de contar con un régimen democrático. La democracia empezó a ser concebida «no como un instrumento para alcanzar otros fines, sino como un valor intrínseco del proyecto socialista»16. La alianza estratégica entre el PS y la DC pronto llevó a la creación de una coalición de partidos políticos de centroizquierda conocida como la Concertación. Esta alianza participó en todas las elecciones democráticas desde la vuelta a la democracia en 1989. Es decir que la moderación de los partidos políticos chilenos y la desideologización del sistema de partidos fueron componentes esenciales en el proceso de redemocratización. Un sistema más polarizado, con partidos altamente ideologizados que defendieran una transformación socioeconómica radical, podría haber llevado a que los militares desbarataran la transición a la democracia. El comportamiento responsable de los partidos políticos chilenos también fue esencial en el proceso de consolidación de la democracia en las dos décadas que siguieron a la transición. A pesar de sus numerosos triunfos electorales, la Concertación proyectó una imagen de moderación y respetó los procedimientos democráticos. Por su parte, los partidos políticos de derecha demostraron ser en el Congreso una oposición crítica pero constructiva y apoyaron muchas propuestas impulsadas por el gobierno17.

Un proceso paralelo de moderación del principal partido de izquierda tuvo lugar en Brasil. El Partido de los Trabajadores (PT) participó en las elecciones presidenciales de 1989 y 1993 con una plataforma socialista que promovía una transformación radical de la economía brasileña. Sin embargo, a mediados de los 90 quedó claro que amplios sectores de la población brasileña habían aceptado los principios básicos del plan neoliberal del gobierno de Fernando Henrique Cardoso y que preferían moderar los cambios dentro del sistema en lugar de una transformación fundamental. Reconociendo que el electorado estaba fragmentado y no muy ideologizado, el PT se movió programáticamente hacia el centro y adoptó una plataforma más pragmática. De esa forma, promovió políticas populares dentro de los límites del orden socioeconómico existente –por ejemplo, transferencias condicionales de dinero en efectivo a los sectores en situación de pobreza–. Esta moderación ideológica fue esencial para que el candidato presidencial del PT (Luiz Inácio Lula da Silva) llegara al poder en 2002, luego de no haberlo conseguido en tres oportunidades. Y no se trató solo de una fachada electoral, ya que Lula gobernó de manera pragmática sin promover una transformación fundamental de la estructura socioeconómica brasileña18.

La moderación de los principales partidos de izquierda en Chile y Brasil es significativa porque conduce a una moderación de la totalidad del sistema de partidos, lo que facilita la consolidación de las democracias frágiles. En la mayoría de los partidos latinoamericanos, las elecciones ya no representan una decisión entre dos opciones políticas radicalmente opuestas. Por el contrario, oponen una serie de partidos «atrapalotodo» (catch-all), que buscan influenciar en forma pragmática la dirección de la toma de decisiones políticas sin pretender alterar fundamentalmente el orden económico y sociopolítico. Por ejemplo, una coalición de derecha llegó al poder en Chile después de más de 20 años en la oposición con un mensaje moderado y aceptando las principales políticas de bienestar adoptadas por la Concertación19. Brasil y Chile no son casos aislados en lo que respecta a la moderación ideológica del sistema de partidos. La misma transformación tuvo lugar en países como Uruguay, donde el FA moderó su discurso y ganó poder como un partido socialdemócrata, y en algunos países centroamericanos (Nicaragua y El Salvador), donde los movimientos políticos que pelearon guerras civiles en los 80 ahora compiten dentro del sistema como partidos en la centroizquierda del espectro político.

Cambio en el sistema de partidos y representación

El estudio de la relación entre el cambio en el sistema de partidos y la representación política en América Latina ha recibido poca atención. En uno de los escasos trabajos que estudian esta relación, Roberts sostiene que la profundización de las desigualdades sociales en la región fue de la mano con una erosión de las divisiones de clase en la arena política20. De acuerdo con esta importante contribución, la transición del modelo de industrialización por sustitución de importaciones al neoliberalismo llevó a una decadencia de los partidos de masas con gran movilización de la clase trabajadora, lo que produjo una crisis de representación política en América Latina. Aunque el neoliberalismo puede haber tenido un impacto negativo en la representación política, otros cambios recientes en los sistemas de partidos latinoamericanos permitieron, por el contrario, una mejor representación de los grupos que estaban fuera de la arena política.

La representación política es un concepto muy discutido, difícil de precisar empíricamente. Adam Przeworski, Susan C. Stokes y Bernard Manin sostienen que «un gobierno que busca el interés de la mayoría a costa de la minoría es representativo»21. Su argumento es correcto solo en la medida en que quienes forman hoy parte de la minoría puedan mañana pasar a ser parte de la mayoría. Si ciertas características de adscripción condenan a un grupo a ser siempre parte de la minoría, no se puede decir que el sistema político represente a ese grupo. Esa fue la situación de algunos grupos sociales en América Latina hasta hace poco.

De estos grupos, los más importantes son ciertamente las comunidades indígenas. En muchos países de la región andina o en América Central, los pueblos indígenas representan una parte sustancial de la población. En otros países, como Colombia o Chile, constituyen una minoría subrepresentada. Johanna Birnir sugiere que el fraccionamiento étnico lleva a patrones estables de competencia electoral que proporcionan representación para los distintos grupos étnicos22. Pero esta previsión está basada en el supuesto de que el sistema de partidos está organizado en relación con las etnias y que hay partidos que establecen lazos duraderos con los distritos indígenas. Sin embargo, en América Latina los sistemas de partidos no se dividieron tradicionalmente en relación con las etnias y no se creó ningún partido étnico de importancia hasta la década de 1990. Los partidos triunfadores tendieron a ser partidos «atrapalotodo», que conseguían el apoyo de amplios distritos que se extendían más allá de las divisiones étnicas y de clase23. Aunque estos partidos «atrapalotodo» deberían representar a todos los grupos étnicos y sociales, Raúl Madrid señala que las poblaciones indígenas se encuentran por detrás del resto de la población de acuerdo con diversos indicadores de estatus socioeconómico, como ingreso, educación y esperanza de vida24. Así, con toda probabilidad, las poblaciones indígenas no se sienten bien representadas por los partidos tradicionales. Es más, siempre que hicieron alianzas con los tradicionales partidos «atrapalotodo» o de izquierda, los grupos indígenas fueron «manipulados, traicionados y explotados»25. De hecho, los movimientos indígenas tendieron a ser socios menores en estas coaliciones. No tuvieron poder de decisión ni pudieron ubicar a líderes indígenas en los puestos más importantes de la organización. Más aún, los partidos que lideraban estas coaliciones a menudo descartaron de la agenda los temas indígenas después de las elecciones26.

La evolución de los sistemas de partidos en América Latina en los últimos 20 años fue claramente beneficiosa para la representación de estos grupos históricamente excluidos. Como resulta evidente en la importante contribución de Van Cott, la emergencia de partidos étnicos en América Latina permitió una mejor representación de las comunidades indígenas en al menos tres importantes aspectos27. Primero, los nuevos partidos étnicos incrementaron la influencia de los grupos indígenas en la toma de decisiones. En las últimas dos décadas, los partidos étnicos pudieron impulsar nuevas leyes o reformas constitucionales que promueven sus derechos culturales y defienden ciertos aspectos de sus propios sistemas de justicia en las áreas indígenas. En segundo lugar, la existencia de partidos étnicos exitosos proporciona una «representación simbólica» a las comunidades indígenas. Por ejemplo, luego de ser ignorados por la ideología oficial del Estado boliviano, que solo reconocía a la nación boliviana, las comunidades indígenas tienen ahora como jefe de Estado a uno de los suyos. Sumada a todos los beneficios políticos que los partidos étnicos les otorgan a sus comunidades, esta integración simbólica de grupos antes excluidos a la comunidad nacional también contribuye a mejorar la representación de los grupos indígenas. Por último, los partidos étnicos también aumentan indirectamente la representación, porque el éxito de estos nuevos partidos «incrementó la propensión de los partidos tradicionales a acercarse a los votantes indígenas e incluir sus demandas»28.

Otro rasgo de la evolución del sistema de partidos en los últimos diez años en América Latina es el ascenso de partidos de izquierda en muchos países. La mirada predominante en gran parte de la bibliografía es que el ascenso de la izquierda representa en esos países una amenaza a la estabilidad democrática. Aunque es evidente que algunos de los presidentes de izquierda y populistas que se encuentran ahora en el poder en América Latina ponen en peligro las instituciones democráticas, el ascenso de la izquierda también llevó a un aumento de la representación democrática en la región. En palabras de Kathleen Bruhn:

los partidos de izquierda tienden a especializarse en reclamos como la redistribución de la riqueza, los servicios sociales y la atención a las necesidades básicas de los marginados y a menudo desorganizados pobres. (…) Si el espectro ideológico se reduce, la competencia democrática puede dejar de ofrecer opciones significativas, lo que a largo plazo aliena a los ciudadanos y deja los problemas sociales sin canalizar y sin tratar, hasta que estos alcanzan proporciones de crisis y provocan un quiebre del régimen de manera inesperada.29

De hecho, la llegada al poder de la izquierda populista en América Latina es el resultado de la falta de representación de amplios sectores de la sociedad en países como Venezuela, Ecuador o Bolivia durante la segunda mitad del siglo XX. Por ejemplo, el régimen político venezolano de 1958 a 1998 puede ser considerado una «partidocracia» porque manifestó «un alto grado de dominio partidario en cada cuestión relevante de candidaturas, procedimientos de votación, comportamiento legislativo, penetración de la sociedad civil e influencia sobre los medios de comunicación»30. Más aún, los dos partidos principales (Acción Democrática y Copei) tendieron a actuar como partidos «atrapalotodo» y a proponer programas centristas muy similares después del Pacto de Punto Fijo en 1958. La combinación de estos dos factores efectivamente resultó en que amplios sectores de la población (las clases trabajadoras y los sectores informales en las áreas urbanas) no tuvieran una verdadera representación política. La llegada al poder de un presidente de izquierda y populista, Hugo Chávez, permitió a estos grupos anteriormente excluidos reintegrarse a la política. Lo mismo se puede decir de otros partidos similares en América Latina.

En resumidas cuentas, aunque el ascenso de los partidos de izquierda, los movimientos indigenistas y los outsiders populistas representó –y sigue representando– una seria amenaza para la estabilidad democrática y la consolidación institucional en la región, también llevó a sistemas de partidos más representativos, capaces de integrar a la comunidad política grupos que estuvieron tradicionalmente excluidos en lo que a la política se refiere (sectores rurales, trabajadores informales y comunidades indígenas).

Conclusiones

En este artículo se han presentado algunos aspectos positivos de la evolución del sistema de partidos para la consolidación de la democracia en América Latina. En primer lugar, mostramos que es incorrecta la impresión general derivada de trabajos recientes que sostiene que los sistemas de partidos están colapsando en América Latina y que están teniendo lugar procesos de desalineamiento en la mayoría de los países de la región. Aunque los sistemas de partidos latinoamericanos ya no son lo que eran hace 20 años, en muchos Estados (como Argentina, Costa Rica y Uruguay) es más preciso describir la evolución como un realineamiento que como un desalineamiento. En segundo lugar, sostengo que los cambios en los sistemas de partidos a menudo facilitaron los procesos de consolidación democrática en muchos países latinoamericanos. En el caso de los que sufrieron regímenes autoritarios, la moderación de los principales partidos del sistema luego de la transición fue esencial para permitir la consolidación de los regímenes democráticos. Por último, en el ensayo se trató el tema del impacto positivo que las transformaciones recientes en los sistemas de partidos tienen en lo que se refiere a la representación política en la región, mostrando que grupos antes excluidos –principalmente grupos indígenas– han sido integrados al sistema político.

El objetivo, sin embargo, no es reemplazar una muy estilizada visión negativa del cambio del sistema de partidos en América Latina por una visión igualmente simplista, pero positiva, de la evolución partidaria en la región. El propósito de este artículo es proponer una vuelta al equilibrio en el estudio de los sistemas de partidos latinoamericanos, mostrando de manera matizada las evoluciones positivas y los cambios negativos operados en las últimas décadas.

  • 1. Miguel Carreras: politólogo. Es candidato a doctor en Ciencia Política en la Universidad de Pittsburgh e investigador asociado en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la misma universidad.Palabras claves: sistemas de partidos, democratización, representación, alineamiento partidario, moderación ideológica, América Latina. Nota: traducción del inglés de Aldo Giacometti.. From Movements to Parties in Latin America: The Evolution of Ethnic Politics, Cambridge University Press, Nueva York, 2005.
  • 2. «Democracy and Political Representation in Latin America in the 1990s: Pause, Reorganization or Decline?» en Felipe Agüero y Jeffrey Stark (eds.): Fault Lines of Democracy in Post-Transition Latin America, North-South Center Press, Miami, 1998.
  • 3. «Party Systems and Electoral Volatility in Latin America: A Test of Economic, Institutional, and Structural Explanations» en American Political Science Review vol. 93 No 3, 1999.
  • 4. Scott P. Mainwaring, Ana M. Bejarano y Eduardo P. Leongómez: The Crisis of Democratic Representation in the Andes, Stanford University Press, Stanford, 2006.
  • 5. V.O. Key: «A Theory of Critical Elections» en Journal of Politics vol. 17 No 1, 1955.
  • 6. James L. Sundquist: Dynamics of the Party System: Alignment and Realignment of Political Parties in the United States, Brookings Institution Press, Washington, dc, 1983.
  • 7. F. Hagopian: ob. cit.
  • 8. Marta Lagos: «Latin America’s Diversity of Views» en Journal of Democracy vol. 19 No 1, 2008.
  • 9. Susan J. Pharr y Robert D. Putnam (eds.): Disaffected Democracies: What’s Troubling the Trilateral Countries?, Princeton University Press, Princeton, 2000.
  • 10. K. Roberts y E. Wibbels: ob. cit.
  • 11. «The Logic of Linkages: Antipartyism, Charismatic Movements, and the Breakdown of Party Systems in Latin America», tesis de doctorado, Duke University, Durham, 2003, p. 17.
  • 12. M. Carreras, Scott Morgenstern y Yen-Pin Su: «The Theory of Partisan Alignments and an Empirical Exploration of Latin America», trabajo presentado en la Midwest Political Science Association, Chicago, 2012.
  • 13. Kurt Weyland: «The Rise and Fall of President Collor and Its Impact on Brazilian Democracy» en Journal of Inter-American Studies and World Affairs vol. 35 No 1, 1993.
  • 14. El pusc fue creado en 1983, pero una coalición de partidos conservadores más pequeños siempre se opuso al pln en las elecciones generales desde las primeras elecciones democráticas en 1953, lo que creó un sistema bipartidista de facto.
  • 15. John A. Booth: «Political Parties in Costa Rica: Democratic Stability and Party System Change in a Latin American Context» en Paul D. Webb y Stephen White (eds.): Party Politics in New Democracies, Oxford University Press, Nueva York, 2007.
  • 16. K.M. Roberts: «From the Barricades to the Ballot Box: Redemocratization and Political Realignment in the Chilean Left» en Politics & Society vol. 23 No 4, 1995, p. 501.
  • 17. Alan Angell: «The Durability of the Party System in Chile» en P.D. Webb y S. White (eds.): ob. cit.
  • 18. Wendy Hunter: The Transformation of the Workers’ Party in Brazil, 1989-2009, Cambridge University Press, Nueva York, 2010.
  • 19. Javier Moreno: «‘Nos hemos propuesto terminar con la pobreza extrema en cuatro años’. Entrevista a Sebastián Piñera» en El País, 6/3/2011.
  • 20. K.M. Roberts: «Social Inequalities without Class Cleavages in Latin America’s Neoliberal Era» en Studies in Comparative International Development vol. 36 No 4, 2002.
  • 21. Democracy, Accountability, and Representation, Cambridge University Press, Nueva York, 1999, p. 7.
  • 22. «Divergence in Diversity? The Dissimilar Effects of Cleavages on Electoral Politics in New Democracies» en American Journal of Political Science vol. 51 No 3, 2007.
  • 23. Robert H. Dix: «Cleavage Structures and Party Systems in Latin America» en Comparative Politics vol. 22 No 1, 1989.
  • 24. «Ethnic Cleavages and Electoral Volatility in Latin America» en Comparative Politics vol. 38 No 1, 2005.
  • 25. D.L. van Cott: ob. cit., p. 212.
  • 26. Ibíd.
  • 27. Ibíd.
  • 28. Ibíd, p. 232.
  • 29. Taking on Goliath: The Emergence of a New Left Party and the Struggle for Democracy in Mexico, Pennsylvania State University Press, University Park, 1996, p. 9.
  • 30. Michael Coppedge: Strong Parties and Lame Ducks: Presidential Partyarchy and Factionalism in Venezuela, Stanford University Press, Stanford, 1994, p. 15.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 240, Julio - Agosto 2012, ISSN: 0251-3552


Newsletter

Suscribase al newsletter