Tema central
NUSO Nº 227 / Mayo - Junio 2010

¿Los movimientos sociales en el poder? El gobierno del MAS en Bolivia

El Movimiento al Socialismo (MAS) nació a partir de una decisión de las organizaciones sociales campesinas de contar con un instrumento político. Más tarde, en su salto a las ciudades, el partido se fue ampliando y Evo Morales se consolidó como el caudillo capaz de garantizar la cohesión interna y actuar como mediador entre el MAS y las organizaciones sociales. Desde la llegada al poder en 2005, la concentración de poder en manos del presidente se acentuó y el rol de los movimientos sociales se vio desdibujado. Aunque siguen ocupando un espacio, su lugar en la conducción del proceso es cada vez menos relevante.

¿Los movimientos sociales en el poder? El gobierno del MAS en Bolivia

¿Qué pasa cuando los soviets se repliegan?Álvaro García Linera

En una entrevista publicada en Le Monde diplomatique, el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, al ser consultado sobre la relación entre los movimientos sociales y el Estado, dijo que Bolivia enfrenta hoy los mismos desafíos que la Rusia de Lenin y se preguntó: «¿Qué pasa cuando los soviets se repliegan?»1.

Este es el tema que abordaré en este ensayo: ¿qué ocurre hoy en Bolivia, cuando ya ha pasado el momento cumbre del empoderamiento social, de la instalación de la «política en las calles»2? ¿Qué sucede cuando la crisis que se extendió entre 2000 y 2005 ya es parte de la historia y vivimos bajo un gobierno que obtuvo 54% de la votación en 2005 y 64% en 2009? Después de las grandes movilizaciones, ¿estamos en un momento de participación directa y sin mediaciones de los movimientos sociales en el Estado? ¿Cómo funciona esta participación? ¿Y dónde ha quedado el resto de la sociedad, la «masa silenciosa», que vota pero no se moviliza? ¿O acaso, después de las masas movilizadas, se ha iniciado una institucionalización de la participación por la vía del partido político democrático? ¿O no estamos ante ninguna de estas dos opciones y, por el contrario, se impone ahora la razón de Estado, mientras se desarrolla un proceso de concentración del poder en manos del presidente y su entorno, del que tanto los movimientos sociales como el partido político quedan –matices más, matices menos– afuera?

Para plantearme estas preguntas, primero analizaré la relación de los movimientos sociales con el partido político en la etapa de crisis del Estado, es decir del empoderamiento social. En esta sección, planteo la tesis de que el MAS nace de las organizaciones sociales campesinas a partir de la decisión de estas de contar con un instrumento político para actuar en democracia; es decir, el MAS es, por su origen, un partido campesino, y el segundo partido de masas que ha producido la historia boliviana republicana.

En la segunda parte del artículo me focalizo en el momento de implantación del MAS en las ciudades, la relación de la población urbana con el partido y, fundamentalmente, con Evo Morales. ¿Qué desafíos supone este salto y qué implicaciones tiene para el joven partido? Aquí planteo la tesis de que la fuerza horizontal-rural que fue el MAS, en el salto a las ciudades, experimentó la emergencia del caudillo, que resume y subsume al partido.

Por último, en la tercera parte de este texto analizaré el proceso que viven los movimientos sociales a partir de 2006, es decir una vez que acceden al poder. Analizo esta etapa a partir de la relación tensa entre tres procesos simultáneos y contrapuestos: la tendencia a la concentración del poder en manos del presidente, la situación de un partido que busca definir su rol como partido en el gobierno, y la presencia de organizaciones sociales que, hacia 2010, se encuentran dispersas y negociando su espacio en el poder.

El nacimiento del MAS

El MAS nació como resultado de un movimiento paradójico: por una parte, es producto del proceso de ampliación de la democracia en el periodo 1982-2000; y por la otra, es consecuencia de la crisis de ese mismo proceso. En efecto, los 18 años de democracia permitieron el desarrollo de un proceso de integración política a través de la democratización del acceso al espacio político, como resultado de la municipalización y la creación de diputaciones uninominales. Estas dos últimas medidas abrieron una ventana de acceso a la política para la población campesina e indígena. Sin embargo, la democracia, que en los años 80 fue percibida como una promesa de inclusión, se convirtió, en los 90, en una promesa incumplida. La integración política sin integración económica y social resultó inocua. Hacia fines de los 90, la sociedad rural y popular urbana se sentía engañada y excluida.

Durante los años de estabilización de la democracia boliviana, entre 1982 y 2000, la clase política no percibió la importancia del rol de integración social del Estado, ni la relevancia que adquiría la fortaleza institucional para el cumplimiento de ese rol.

Esto tiene una doble explicación: por una parte, fue clave el papel de las fuerzas de izquierda, que desarrollaron un accionar pragmático y opuesto a la institucionalización partidaria, lo que les permitió mimetizarse en el consenso neoliberal, consenso que cerró los ojos y la boca respecto a la cuestión social. Todo esto a costa de perder la imagen de partido de izquierda y asumir el modesto lugar de una fuerza que gira alrededor de un caudillo, como en el caso del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Pero las fuerzas de izquierda también quedaron tempranamente deslegitimadas por la pésima experiencia de gestión estatal que dejó la Unidad Democrática y Popular (UDP), por lo que continuaron existiendo como fuerzas marginales, sin probabilidad de participar en el mando del Estado, como fue el caso del Partido Comunista de Bolivia (PCB) y del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI). El resultado de esta debacle fue que, cuando comenzó la etapa de crisis, no existían partidos de izquierda que defendieran de forma creíble los intereses de los sectores populares.

Por otro lado, las fuerzas de centro y de derecha jugaron a ser buenos alumnos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) impulsando la liberalización de la economía y el desmontaje estatal, y no estaban interesadas en reflexionar acerca de la importancia del rol de integración social del Estado para la consolidación de la democracia.

En este contexto, la emergencia del MAS es producto de la confluencia de cuatro factores: la emergencia politizada del clivaje campo-ciudad; la crisis del modelo económico neoliberal y la visibilización de la deuda social; la crisis de representatividad de los partidos políticos, en particular la ausencia de partidos de izquierda con alguna solidez institucional; y el proceso de integración política que generaron la municipalización y las diputaciones uninominales. El primer factor, el clivaje campo-ciudad, puede ser interpretado como resultado del carácter poscolonial de la República de Bolivia, que instala la desconfianza como base de la relación entre el indígena/originario y el Estado encarnado en sus instituciones. Pero también es resultado de la débil apropiación estatal del territorio rural, que configura una relación dual del campesino-indígena con el Estado: un sentimiento abstracto de «bolivianidad» frente a una vivencia concreta de aislamiento en tanto campesino.

El segundo factor, la crisis económica de fines de los 90 y el estancamiento político del gobierno de Hugo Banzer, dio contenido material a la percepción de la democracia como promesa incumplida. A esto se suma el tercer factor señalado, la crisis de representatividad de los partidos, que generó un vacío que abrió el espacio para el proceso de circulación de elites que vive Bolivia desde 2005.

Por último, el proceso de municipalización iniciado en 1994 con la Ley de Participación Popular abrió una etapa de integración política que fue reforzada y expandida a un ámbito territorial mayor con la definición de circunscripciones uninominales.

Esta descentralización política del Estado permitió la politización del clivaje campo-ciudad y determinó la ruralización de la política sobre la base de la llegada del Estado al ámbito local, donde antes no tenía presencia, y la articulación entre el municipio y las formas de protesta antiinstitucionales, cuya raíz se encuentra en la ajenidad –o por lo menos distancia– entre el Estado y el campesino-comunario3.

En esta confluencia de factores, el MAS presenta tres momentos que funcionan como ejes constitutivos. El primero es el desarrollo del movimiento campesino, que coloca en el centro la idea de unidad: «Los partidos nos dividen» es el reclamo recurrente de los campesinos. En el panorama de crisis de la democracia que se abre ya en la década del 90, el movimiento campesino percibió la necesidad de construir un «instrumento político», cuya base es la valoración de la unidad como arma de defensa efectiva de los de abajo en la concepción de una sociedad de no iguales. Esta valoración de la unidad planteará, en el futuro, dificultades para aceptar el pluralismo, basado en el respeto al individuo y su derecho al disenso, tanto en las comunidades como en el seno del partido.

El segundo eje constitutivo del MAS se sitúa a partir de 1995, es decir después de la municipalización y de la implementación de las diputaciones uninominales. En esta etapa asume una importancia central el rol de las elecciones para la consolidación de la unidad bajo el liderazgo cocalero. En efecto, las experiencias electorales llevan a una valorización de la democracia y el sufragio adquiere el lugar de mecanismo efectivo para elegir y autorizar gobiernos. El movimiento cocalero, que logró importantes éxitos electorales y llegó al poder en los municipios de El Chapare, interpela al resto de los campesinos y logra liderar el nuevo partido.

Por último, el MAS se articula y se monta en el ciclo de protesta social abierto a partir de 2000, sobre la base de una estrategia de tejer una red de organizaciones y lograr la dirección o el control de estas.

Con el acceso del MAS al poder, la sociedad boliviana vive un proceso de circulación de elites que ha llegado para quedarse y que supone un cambio estructural. Este proceso ha sido desencadenado por la grave crisis de representatividad del viejo sistema de partidos, junto con la politización del clivaje campo-ciudad. Ambos factores determinaron un desplazamiento de los antiguos criterios de acceso legítimo al poder. En efecto, el clivaje campo-ciudad reorganiza los valores de acceso al poder en tres órdenes: en primer lugar, por primera vez en la historia republicana se valoriza como capital la pertenencia o ascendencia étnica indígena, expresada en apellidos y en rasgos étnicos. En segundo lugar, el capital educativo y el mérito profesional dejan de ser criterios para el acceso al poder y se convierten incluso en obstáculos. En tercer lugar, hay una valoración del «capital organizativo» de la sociedad boliviana, expresado en la presencia de organizaciones sociales fuertes. Esta valoración recupera una tradición tanto urbana como rural.

La revalorización de las organizaciones corporativas es un proceso de sinceramiento de la sociedad boliviana consigo misma. El objetivo discursivo del MAS de lograr que la sociedad organizada ocupe el Estado es una expresión de ello. En una primera etapa, la pregunta es si esto es posible; posteriormente se pondrá sobre el tapete si es deseable.

El MAS en las ciudades: nace el caudillo

En diciembre de 2005, el MAS ganó las elecciones nacionales con 54% de los votos. Medio año después, en julio de 2006, el partido se impuso en la elección de asambleístas con 51%. Dos años más tarde, en agosto de 2008, el gobierno ganó el referéndum revocatorio con 67% de los votos4. En las elecciones generales de diciembre de 2009, el MAS reeditó su triunfo, con 64%. Estos datos demuestran que se trata de un proceso de construcción de hegemonía expresada en una gran fortaleza electoral, que contrasta con una grave debilidad institucional del partido. Esta paradoja se analiza en las líneas que siguen.

Entre 1995 y 2002, el MAS es un partido campesino, horizontal en cuanto a los procesos de toma de decisión y espacios de debate, que emerge de las organizaciones sociales campesino-indígenas. A partir de 2002, pero más claramente a partir del triunfo de 2005, comienza el tránsito de una estructura indirecta a un «partido urbano», lo que genera tensiones y cambios.

El MAS nace como un partido de estructura indirecta5. Esto significa que la afiliación al partido es una afiliación de las organizaciones sociales: indirectamente, los individuos miembros del sindicato quedan afiliados al partido6. Esto explica por qué Evo Morales ha manifestado en varias ocasiones que «donde funcionan bien las organizaciones sindicales no es necesaria una estructura paralela del partido».

A partir de 2002, el partido enfrenta el reto de convocar al electorado de los centros urbanos. Esto genera un doble desafío: por una parte, las organizaciones sociales urbanas no presentan la fortaleza y disciplina organizativa de las organizaciones rurales. Y, por otra parte, y más importante aún, la convocatoria del MAS al electorado urbano es respondida por ciudadanos que desean afiliarse de forma individual al partido. Aquí surge una primera tensión, entre un partido cuyo origen asume una estructura indirecta pero que, en el tránsito a las ciudades y en su interés de echar raíces en ellas, empieza a transformarse en un partido de estructura directa. Sin embargo, como el tema no es objeto de debate interno, queda de hecho instalado como un vacío normativo, lo que a su vez abre un campo de circulación de poder. Y es Evo Morales quien ocupa este espacio de circulación de poder y se convierte en el eje mediador del partido.

Pero este vacío normativo alienta también un acercamiento al partido motivado por la expectativa de acceso a un puesto público («pega») y desalienta una aproximación basada en la intención de ser parte y alimentar un debate político en un ámbito horizontal.

Es en este escenario donde surge una diferenciación entre, por un lado, «militantes orgánicos» o «militantes de primera», es decir aquellos provenientes de las organizaciones sociales y con derecho a disputar poder internamente, y, por otro lado, «invitados», una suerte de militancia de segunda categoría, incorporada después, en el proceso de penetración en las ciudades. Los «invitados» encuentran muchas dificultades para disputar la legitimidad dentro del partido, pero son piezas claves en la gestión gubernamental del MAS. Una parte importante de esta nueva militancia urbana y de clase media ocupa puestos de responsabilidad en el aparato público. Sin embargo, al no ser miembros orgánicos del partido, se sitúan en una relación de dependencia con el presidente, tanto para desarrollar una carrera dentro del partido como para mantenerse dentro.

Esto ha hecho que Evo Morales se convierta en el centro de todas las mediaciones entre Poder Ejecutivo, movimientos sociales, partido y militantes y simpatizantes urbanos («invitados»). Al mismo tiempo, esto le ha quitado importancia al partido en el proceso de toma de decisiones internas y ha hecho que hoy sea incapaz de instalar un espacio de debate político partidario acerca de la dirección del proceso.

Por su origen en el campo de la protesta, la lucha y el enfrentamiento, el MAS tiene una capacidad organizativa acumulada que, en situaciones extremas de polarización, permitió un alto grado de cohesión de las bases y una alta capacidad de movilización para el enfrentamiento. Esta energía para la protesta y el cuestionamiento del Estado será reeditada, luego de la asunción del gobierno, bajo la coordinación del Ejecutivo, con el Pacto de Unidad, luego con la Coordinadora por el Cambio (Conalcam) y, finalmente, con el Mecanismo Nacional de Participación y Control Social, de lo que nos ocupamos en la siguiente sección. En el tiempo de resistencia al Estado, en el tiempo del enfrentamiento, la cohesión del partido se alcanzaba por la vía de la identificación y lucha contra el enemigo: era el momento de la participación; en términos de Ernesto Laclau, el momento del pueblo. A partir de la transición al electorado urbano, pasamos al momento del líder, que actúa como mediador y, desde ese rol, como factor aglutinante y cohesionador del partido. El gran dilema y el gran desafío del MAS es construir una vida partidaria capaz de generar propuestas y cohesión mas allá de la protesta y el enfrentamiento propios de los años del partido fuera del gobierno. Lo que nos muestra el proceso de los últimos cinco años es que el líder, junto con un pequeño entorno, ha optado por la centralización del poder para el logro de la cohesión, con el partido debilitado y jugando un rol poco significativo.

Cuando el MAS transita a las ciudades, el clivaje campo-ciudad es trasladado a los centros urbanos por dos vías: la problemática cultural e identitaria, por un lado, y los problemas de acceso al poder que sufren los migrantes, por otro. Este contexto actualiza y politiza lo urbano-popular desde una perspectiva nacionalista de cara campesino-indígena. De esta forma, los migrantes recientes se constituyen en la principal puerta de ingreso del partido a las ciudades. Esta simbiosis urbano-rural que refleja y logra representar el partido expresa uno de los desafíos mas importantes de la Bolivia contemporánea: poder ampliar la democracia y convertirla en una experiencia efectiva para el conjunto de la población. Esto configura también la primera promesa del MAS: la promesa de integración campo-ciudad.

El ejercicio del poder: tres momentos de una relación compleja

El vicepresidente García Linera, al ser consultado sobre la forma de compatibilizar democracia presidencialista y democracia participativa y directa, afirmó:

Un gobierno de movimientos sociales como este va a vivir una tensión entre concentración y socialización de las decisiones. ¿Cómo se valida lo de gobierno de movimientos sociales? Primero, por el tipo de decisiones estratégicas tomadas (...). Segundo, por la forma de selección de los funcionarios públicos, que pasan por el filtro de las organizaciones sociales. Tercero, por la presencia de cuadros de los movimientos sociales en el aparato estatal, que responden a estos movimientos.7 Analizando el proceso de transición del Pacto de Unidad a la Conalcam, y de esta última al Mecanismo Nacional de Participación y Control Social, observamos el tránsito de un momento de relativa autonomía del movimiento social campesino e indígena, en el Pacto de Unidad, a una reedición del empoderamiento social, que es el momento de la Conalcam. En efecto, ya con Evo Morales en el poder, la Conalcam configura una forma de ejercicio de violencia desde el Estado que va más allá del monopolio del ejercicio de la violencia legítima sometida a leyes del orden republicano. Y, finalmente, el paso al tercer momento, el despliegue de una estrategia de canalización y control estatal de la participación de las organizaciones de la sociedad, que se presenta paralela y negando al partido y que, por lo menos teóricamente, podría estar por encima de las instituciones del Estado, pero que al mismo tiempo está controlada por el gobierno. Este es el momento del Mecanismo Nacional de Participación y Control Social.

A continuación analizamos los tres momentos señalados.

El Pacto de Unidad y la Asamblea Constituyente. El Pacto de Unidad8 es una instancia de coordinación de las organizaciones campesinas e indígenas de Oriente y Occidente del país que se estableció para articular la lucha, primero para la realización de la Asamblea Constituyente y después, cuando la Asamblea ya había comenzado, para articular y promover los intereses campesinos e indígenas en el cónclave.

Esto se realizó tanto por vía de un debate interno y la construcción de propuestas, como en acciones de protesta callejera, que en algunos momentos presionaron a la Asamblea y en otros momentos la protegieron de los reclamos de otros movimientos sociales; es decir, el Pacto de Unidad fue un espacio de deliberación colectiva corporativa y de movilización del sector campesino e indígena fuera del partido.En esta primera etapa, la relación del movimiento social con el MAS fue de autonomía relativa. Aunque muchos de los dirigentes sociales eran también altos dirigentes del MAS, esta autonomía en la deliberación se hizo evidente en una relación que, en algunos momentos, incluyó cuestionamientos a los asambleístas del MAS, así como en el hecho de que se buscó evitar una vinculación orgánica con el partido, precisamente para fortalecer su capacidad de incidencia en la promoción de los intereses corporativos.

Una vez finalizada la Asamblea Constituyente y aprobada la nueva Constitución, el Pacto de Unidad no ha vuelto a tener una participación activa ni visible en la política boliviana.

La Conalcam y la derrota de la oposición. La Conalcam nació el 22 de enero de 2007. Su creación fue anunciada por Evo Morales, en un acto en conmemoración del primer año de gobierno del MAS, como una instancia de coordinación «conformada por sindicatos, Ejecutivo y Legislativo»9.

La creación de la Conalcam fue parte de una doble estrategia gubernamental: por un lado, apuntó a enfrentar a la oposición, pues estableció la posibilidad de reeditar los momentos más altos del proceso de ascenso y empoderamiento social en Bolivia (2000-2003), aunque esta vez bajo dirección gubernamental. Por otro lado, fue una estrategia para dar contenido a la idea de «gobierno de los movimientos sociales», ya que estableció la forma de acción de las organizaciones sociales como parte del gobierno. En el comienzo, en 2007, la Conalcam estaba conformada por las organizaciones que integraban el Pacto de Unidad, más algunas pocas organizaciones urbanas10. Posteriormente, en 2008, la convocatoria de la Conalcam se amplió con la incorporación de varias organizaciones sociales urbanas11. El paso del Pacto de Unidad a la Conalcam es el paso de la coordinación del MAS con las organizaciones rurales al liderazgo gubernamental en la dirección de las organizaciones rurales y urbanas en el desafío de impulsar el proceso de cambio desde la calle. Pero el liderazgo gubernamental en la conducción de la Conalcam es solo una cara del proceso: la otra cara es el aumento de su convocatoria en los momentos más graves del conflicto, lo cual refleja hasta qué punto las organizaciones sociales se sienten parte del gobierno y entienden el gobierno del MAS como «su» gobierno.

En el curso de 2008, la polarización y el conflicto político se vieron agudizados como resultado de la confluencia de dos factores: la acción de la oposición cívico-prefectural12 y el despliegue de fuerza en la calle, es decir más allá del monopolio legítimo de la fuerza con que cuenta todo Estado. La oposición regional resistió radicalmente el proceso de cambio y apostó al bloqueo de la Asamblea Constituyente, contribuyendo con ello al desencadenamiento de los acontecimientos de «La Calancha»13. Después de la aprobación en grande del texto constitucional en Chuquisaca, sin la presencia de la oposición, y ante el previsible resultado del referéndum revocatorio de mandato del presidente, vicepresidente y prefectos14, la oposición regional se lanzó a la toma violenta de instituciones en los departamentos de la Media Luna (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija). Esto significó el suicidio político de la oposición cívico-regional.

Por su parte, el despliegue de fuerza de las organizaciones sociales se desarrolló con cercos al Congreso15, con la marcha a Santa Cruz y la amenaza de un cerco a la ciudad. En el momento de la marcha a Santa Cruz, entre septiembre y octubre de 2008, Evo Morales, en su condición de presidente y de jefe del partido, dirigió personalmente algunas reuniones cruciales de la Conalcam. La dirección presidencial de las organizaciones sociales aglutinadas en la Conalcam permitió dar contenido a la frase que Morales cita constantemente –«mandar obedeciendo»–, aunque el resultado de estas deliberaciones haya sido la imposición de la decisión del presidente16. Por otra parte, esta acción vació de contenido el principio democrático republicano del presidente como representante del conjunto de la nación.

El momento culminante de la Conalcam fue también el comienzo de su declive, ya que, luego de la marcha a Santa Cruz, no realizó ninguna otra intervención pública importante en el proceso nacional. Consultado sobre esta situación, García Linera explicó: El punto de bifurcación es el momento excepcional, corto de duración, primario, pero decisorio, en que el ‘príncipe’ abandona el lenguaje de la seducción y se impone por sus tácticas bélicas de coerción (...) Fue un momento bélico o potencialmente bélico. La derecha golpista realizó sus consultas e inició gradualmente la conformación de pequeños poderes regionales que desconocían al gobierno. Nosotros entendemos esa señal y nos desplegamos en una estrategia envolvente, como la llaman los militares. Tanto por el lado de los mecanismos coercitivos del Estado como por la vía de la movilización social (...). La contundencia y firmeza de la respuesta político-militar del gobierno contra el golpe, sumada a la estrategia de movilización social en Santa Cruz y hacia Santa Cruz, creó una articulación virtuosa ‘social-estatal’ pocas veces vista en la historia política de Bolivia.17

El mecanismo nacional de participación y control social. La nueva Constitución institucionaliza la participación corporativa de una parte de la sociedad en la toma de decisiones18. Para ello, establece un órgano supraestatal que asume funciones de fiscalización en un marco jurídico no definido y, por lo tanto, de arbitrariedad. Desde otra perspectiva, que pone más atención en el proceso que en la norma, lo que observamos es una domesticación de las organizaciones sociales a partir de una estrategia de fragmentación y apropiación de la iniciativa política y organizativa.

Para incorporar a los movimientos sociales al Estado tras la aprobación de la Constitución, el gobierno creó el Mecanismo Nacional de Participación y Control Social, dependiente del Ministerio de Transparencia y Lucha contra la Corrupción, como la instancia gubernamental encargada de llevar adelante el proceso de participación de la «sociedad organizada».

Así, el derecho a la participación se restringe a los sectores organizados, que para ser tales deben estar reconocidos por el Estado19. ¿Cómo funciona la participación? Cada ministerio o repartición estatal convoca a las organizaciones sociales que considera pertinentes a una reunión con agenda establecida. Esta institucionalización de la participación de la sociedad civil puede ser vista desde dos perspectivas: desde la perspectiva del Estado, lo que tenemos hoy es una participación organizada, dosificada, en la que el gobierno define la agenda. Desde la perspectiva de la sociedad, las organizaciones sociales son convocadas a iniciativa estatal y, cuando participan, lo hacen de forma fragmentada.

En los 90, la Ley de Participación Popular significó la descentralización territorial del poder y planteó el desafío de la descentralización de la acción política, en el marco de una sociedad fuertemente corporativa que estaba acostumbrada a negociar con el Estado en un escenario centralizado. Fue en este escenario donde surgió el segundo partido de masas de la historia republicana de Bolivia, acorde con la descentralización municipal y con las diputaciones uninominales. El partido emergente, el MAS, fue un partido campesino, que hoy enfrenta el desafío del ejercicio del poder y debe lidiar con un corporativismo que emerge con gran ímpetu a partir del rol decisivo que jugó en el momento más alto del empoderamiento social. Pasado el momento de la iniciativa política del movimiento social, sobreviene el momento de la incorporación simbólica en la Constitución. Cuando el símbolo se traduce en práctica gubernamental en el Mecanismo Nacional de Participación y Control Social, vemos que promete poco en términos de control social, pero menos aún en términos de participación democrática.

Volviendo a la pregunta del principio: ¿qué pasa cuando los soviets se repliegan? La realidad boliviana muestra que se instala el momento del caudillo y de un Estado incómodo con los límites republicanos.

  • 1. Pablo Stefanoni, Franklin Ramírez y Maristella Svampa: Las vías de la emancipación. Conversaciones con Álvaro García Linera, Ocean Sur, México, df, 2009, p. 92.
  • 2. Fernando Calderón y Alicia Szmukler: La política en las calles: política, urbanización y desarrollo, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, 2000.
  • 3. M. Zuazo: ¿Cómo nació el mas? La ruralización de la política en Bolivia, 2da. edición, Friedrich-Ebert-Stiftung / Ildis, La Paz, 2009.
  • 4. El referéndum revocatorio presenta características diferentes de una elección general en un sistema multipartidista como el boliviano. En el referéndum revocatorio, el elector tiene solo dos opciones, aprobar o rechazar la autoridad sometida a la revocatoria; en cambio, en sistemas multipartidistas las opciones son tres o más, lo que tiende a dispersar el voto.
  • 5. Maurice Duverger: Los partidos políticos, fce, México, df, 1994.
  • 6. El Estatuto Orgánico del mas plantea, en su artículo 9, que «los militantes y simpatizantes participan en la vida orgánica del Partido a través de sus organizaciones naturales». Fuente: Corte Nacional Electoral.
  • 7. P. Stefanoni, F. Ramírez y M. Svampa: ob. cit., p. 90.
  • 8. Participaron de este pacto todos los sectores campesinos e indígenas: la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (csutcb), la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (Cidob), la Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia (cscb), la Federación Nacional de Mujeres Indígenas, Originarias y Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa (fnmcb - bs), el Consejo Nacional de Markas y Ayllus del Qullasuyu (Conamaq), la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (cpesc), el Movimiento de Trabajadores Campesinos Sin Tierra de Bolivia (mst-b), la Asamblea del Pueblo Guaraní (apg), la Central de Pueblos Étnicos Mojeños del Beni (cpemb) y la Asociación Nacional de Regantes y Sistemas Comunitarios de Agua Potable y Saneamiento (Anarescapys). Fuente: Centro de Comunicación y Desarrollo Andino (Cenda), Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (Cejis) y Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib), www.constituyentesoberana.org.
  • 9. La Razón, 23/1/2007.
  • 10. La Federación de Trabajadoras del Hogar, la Confederación de Jubilados y una organización de desocupados de Tarija. Fuente: La Razón, 24/1/2007.
  • 11. Se suman la Central Obrera Boliviana (cob); juntas vecinales; Gremiales; Estudiantes y Cooperativistas. Fuente: La Razón, 17/9/2008.
  • 12. Se trata de una oposición regional con centro geográfico en Santa Cruz de la Sierra. Se diferencia de la oposición política de alcance nacional expresada en los principales partidos de la oposición, Podemos y Unidad Nacional (un). Parte de la oposición política –un y algunos asambleístas de Podemos– trató de promover un acuerdo en la Asamblea, y posteriormente llegó a un acuerdo parlamentario para el ajuste del texto constitucional y la convocatoria a un referéndum de consulta para la aprobación de la nueva Constitución.
  • 13. Ante la imposibilidad de la Asamblea Constituyente de sesionar en la ciudad de Sucre debido a la oposición del movimiento social sucrense, que demandaba el traslado de la sede de todos los poderes del Estado a Sucre (capitalía plena), este movimiento social contó con el apoyo de la oposición cívico-regional. La Asamblea Constituyente se trasladó a un recinto militar en las afueras de Sucre y entre el 23 y 24 de noviembre de 2007 aprobó en grande la nueva Constitución sin presencia de la oposición. Esta última sesión de la Asamblea en Chuquisaca se realizó en medio de fuertes enfrentamientos entre fuerzas policiales y militares y el movimiento social sucrense, con un saldo de tres civiles muertos en el área cercana al liceo militar donde sesionó la Asamblea, denominada «La Calancha».
  • 14. En el referéndum revocatorio de mandato de presidente, vicepresidente y prefectos del 10 de agosto de 2008 el mas obtuvo 64% de apoyo.
  • 15. El cerco al Congreso más importante se realizó el 28 de febrero de 2008 para evitar la entrada de la oposición en el Parlamento y forzar la aprobación de tres leyes decisivas, entre ellas la ley de convocatoria a referéndum de aprobación de la Constitución. Fuente: La Razón, 29/2/2008.
  • 16. Fernando Mayorga: «Evo: ¿liderazgo sin fronteras?» en Umbrales vol. 1 No 19, 9/2009, pp. 119-133.
  • 17. P. Stefanoni, F. Ramírez y M. Svampa: ob. cit., pp. 95-96, 98.
  • 18. El artículo 241, inciso ii, establece: «La sociedad civil organizada ejercerá el control social a la gestión pública en todos los niveles del Estado y a las empresas e instituciones públicas mixtas y privadas que administren recursos fiscales». En el inciso vi se sostiene que «las entidades del Estado generarán espacios de participación y control social».
  • 19. Toda organización social, para ser tal, requiere de un acta de nacimiento, que es la personería jurídica que le otorgan los gobiernos departamentales.
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 227, Mayo - Junio 2010, ISSN: 0251-3552


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