Este
año, los votantes estadounidenses expresaron su descontento
volcándose en grandes números en favor de candidatos
anti‑establishment, tanto en el Partido Demócrata como en el
Republicano. Un factor detrás del malestar del electorado es
evidente: muchos estadounidenses de a pie creen que las cartas están
marcadas en su contra. Ante la pregunta: «¿Cree usted que el sistema económico estadounidense favorece
en general a los ricos, o es justo con la mayoría de los
estadounidenses?», un asombroso 71% de los encuestados (incluida
una mayoría de los republicanos) dijo que el sistema favorece a los
ricos.
Una
causa importante de esta percepción es el régimen tributario.
Cuando se pregunta a los estadounidenses en concreto por los
impuestos, aparece
el mismo mensaje:
una mayoría de los votantes (62%) cree que el sistema impositivo
estadounidense favorece a los ricos. En respuesta a este creciente
resentimiento, los candidatos presidenciales de los dos partidos
prometieron restablecer la justicia económica y reformar el sistema
tributario.
Los
tres candidatos anti‑establishment más notorios propusieron
soluciones marcadamente diferentes. Bernie Sanders, un independiente
que se presenta por los demócratas, propone aumentar los impuestos
para recaudar 15,3 billones de dólares más a lo largo de la próxima
década. Según su plan, las subas más altas serían para los ricos,
con un tipo impositivo marginal que llegaría a 54,2% para los
estadounidenses más adinerados.
El
virtual candidato republicano, Donald Trump, también presentó una
propuesta radical de reforma tributaria (como también hizo el último
contrincante que le quedaba, Ted Cruz). Pero el cambio que propone
Trump es exactamente el contrario: busca reducir la recaudación
total en 9,5 billones de dólares en la próxima década (el plan de
Cruz apuntaba a una reducción de 8,6 billones de dólares y la
introducción de un impuesto universal de 10% para todos los niveles
de ingresos).
Surge
entonces una pregunta obvia. ¿Por qué votantes convencidos de que
el sistema tributario es injusto apoyan a candidatos que ofrecen
soluciones tan radicalmente diferentes? Algunos dirán que los
votantes pobres y de clase media que apoyan los planes de los
republicanos han sido engañados, pero la realidad es mucho más
compleja (y mucho más interesante).
Una
investigación
en la que examinamos la discusión sobre la cuestión impositiva en
Estados Unidos a lo largo de los últimos 200 años sugiere otra
razón: aunque la gente coincida en la necesidad de que la
tributación sea justa, tienen diferencias fundamentales respecto de
lo que eso significa. Para algunos votantes estadounidenses, lo que
define la justicia del sistema tributario es el principio de «capacidad de pago»: los ricos deben pagar porcentajes más altos
porque para ellos es más fácil hacerlo. Pero otros votantes, para
quienes la justicia es igual de importante, la definen en términos
de trato igualitario.
Para
estos últimos, la justicia implica que todos deben pagar el mismo
porcentaje, así como en una democracia todos tienen derecho a emitir
un solo voto en cada elección. No debería sorprendernos que muchos
estadounidenses sean de esta opinión; las encuestas muestran que
incluso en un tiempo de desigualdad creciente, una proporción
considerable de los votantes sigue apoyando la idea de un tipo
impositivo universal.
Tal
vez estas dos ideas de justicia no sean más que otro síntoma de la
polarización política en Estados Unidos. Pero hay algo en lo que
ambos lados coinciden: nadie cree que los ricos deban pagar menos
en proporción que los contribuyentes con un nivel de ingresos bajo o
medio. Y sin embargo, según los datos
más recientes del IRS
(la agencia impositiva estadounidense), para los afortunados que
están dentro del 1% que más gana, el sistema impositivo actual
supone exactamente eso: dentro de este grupo, cuanto más rica la
persona, menor la tasa efectiva que paga.
Seguramente
no es coincidencia que las propuestas de todos los candidatos
presidenciales incluyan la eliminación de privilegios a los
contribuyentes más ricos. Los candidatos de ambos partidos
prometieron derogar la norma que permite a los administradores de
fondos de inversión y de cobertura pagar por su participación en
las ganancias de los mismos un porcentaje menor que el que se aplica
a otros tipos de ingresos.
Además,
Sanders y su rival demócrata, Hillary Clinton, son efectivamente
partidarios de eliminar el trato diferencial reservado a las
plusvalías (una de las principales razones por las que los
estadounidenses más ricos suelen disfrutar tipos impositivos
menores). Clinton (la más «establishment» de los contendientes)
propuso introducir lo que se conoce como «regla de Buffett» (en
referencia al multimillonario Warren Buffett, autor de la idea), que
establecería una tasa efectiva mínima para las personas de altos
ingresos.
A
pesar de las enormes diferencias filosóficas entre ambos partidos
respecto del tamaño adecuado del Estado, quienquiera que gane la
elección de noviembre tendrá a su disposición un modo indiscutible
de responder al resentimiento de los votantes: asegurar que los ricos
no sigan pagando menos en impuestos que el resto de la gente. Sería
un gran primer paso hacia el restablecimiento de una justicia
económica básica.