Opinión
mayo 2016

La justicia económica y la elección presidencial estadounidense

71% de la población estadounidense cree que el sistema económico beneficia a los ricos. El debate sobre la distribución se vuelve eje de campaña.

La justicia económica y la elección presidencial estadounidense

Este año, los votantes estadounidenses expresaron su descontento volcándose en grandes números en favor de candidatos anti‑establishment, tanto en el Partido Demócrata como en el Republicano. Un factor detrás del malestar del electorado es evidente: muchos estadounidenses de a pie creen que las cartas están marcadas en su contra. Ante la pregunta: «¿Cree usted que el sistema económico estadounidense favorece en general a los ricos, o es justo con la mayoría de los estadounidenses?», un asombroso 71% de los encuestados (incluida una mayoría de los republicanos) dijo que el sistema favorece a los ricos.

Una causa importante de esta percepción es el régimen tributario. Cuando se pregunta a los estadounidenses en concreto por los impuestos, aparece el mismo mensaje: una mayoría de los votantes (62%) cree que el sistema impositivo estadounidense favorece a los ricos. En respuesta a este creciente resentimiento, los candidatos presidenciales de los dos partidos prometieron restablecer la justicia económica y reformar el sistema tributario.

Los tres candidatos anti‑establishment más notorios propusieron soluciones marcadamente diferentes. Bernie Sanders, un independiente que se presenta por los demócratas, propone aumentar los impuestos para recaudar 15,3 billones de dólares más a lo largo de la próxima década. Según su plan, las subas más altas serían para los ricos, con un tipo impositivo marginal que llegaría a 54,2% para los estadounidenses más adinerados.

El virtual candidato republicano, Donald Trump, también presentó una propuesta radical de reforma tributaria (como también hizo el último contrincante que le quedaba, Ted Cruz). Pero el cambio que propone Trump es exactamente el contrario: busca reducir la recaudación total en 9,5 billones de dólares en la próxima década (el plan de Cruz apuntaba a una reducción de 8,6 billones de dólares y la introducción de un impuesto universal de 10% para todos los niveles de ingresos).

Surge entonces una pregunta obvia. ¿Por qué votantes convencidos de que el sistema tributario es injusto apoyan a candidatos que ofrecen soluciones tan radicalmente diferentes? Algunos dirán que los votantes pobres y de clase media que apoyan los planes de los republicanos han sido engañados, pero la realidad es mucho más compleja (y mucho más interesante).

Una investigación en la que examinamos la discusión sobre la cuestión impositiva en Estados Unidos a lo largo de los últimos 200 años sugiere otra razón: aunque la gente coincida en la necesidad de que la tributación sea justa, tienen diferencias fundamentales respecto de lo que eso significa. Para algunos votantes estadounidenses, lo que define la justicia del sistema tributario es el principio de «capacidad de pago»: los ricos deben pagar porcentajes más altos porque para ellos es más fácil hacerlo. Pero otros votantes, para quienes la justicia es igual de importante, la definen en términos de trato igualitario.

Para estos últimos, la justicia implica que todos deben pagar el mismo porcentaje, así como en una democracia todos tienen derecho a emitir un solo voto en cada elección. No debería sorprendernos que muchos estadounidenses sean de esta opinión; las encuestas muestran que incluso en un tiempo de desigualdad creciente, una proporción considerable de los votantes sigue apoyando la idea de un tipo impositivo universal.

Tal vez estas dos ideas de justicia no sean más que otro síntoma de la polarización política en Estados Unidos. Pero hay algo en lo que ambos lados coinciden: nadie cree que los ricos deban pagar menos en proporción que los contribuyentes con un nivel de ingresos bajo o medio. Y sin embargo, según los datos más recientes del IRS (la agencia impositiva estadounidense), para los afortunados que están dentro del 1% que más gana, el sistema impositivo actual supone exactamente eso: dentro de este grupo, cuanto más rica la persona, menor la tasa efectiva que paga.

Seguramente no es coincidencia que las propuestas de todos los candidatos presidenciales incluyan la eliminación de privilegios a los contribuyentes más ricos. Los candidatos de ambos partidos prometieron derogar la norma que permite a los administradores de fondos de inversión y de cobertura pagar por su participación en las ganancias de los mismos un porcentaje menor que el que se aplica a otros tipos de ingresos.

Además, Sanders y su rival demócrata, Hillary Clinton, son efectivamente partidarios de eliminar el trato diferencial reservado a las plusvalías (una de las principales razones por las que los estadounidenses más ricos suelen disfrutar tipos impositivos menores). Clinton (la más «establishment» de los contendientes) propuso introducir lo que se conoce como «regla de Buffett» (en referencia al multimillonario Warren Buffett, autor de la idea), que establecería una tasa efectiva mínima para las personas de altos ingresos.

A pesar de las enormes diferencias filosóficas entre ambos partidos respecto del tamaño adecuado del Estado, quienquiera que gane la elección de noviembre tendrá a su disposición un modo indiscutible de responder al resentimiento de los votantes: asegurar que los ricos no sigan pagando menos en impuestos que el resto de la gente. Sería un gran primer paso hacia el restablecimiento de una justicia económica básica.


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