La guerra populista contra las mujeres
octubre 2016
El discurso machista y patriarcal de políticos como Jarosław Kaczyński y Donald Trump está recibiendo sus merecidas críticas. Muy probablemente, ambos sean derrotados por aquella gente cuya dignidad e igualdad se niegan a reconocer, con las mujeres a la cabeza.
Jarosław Kaczyński y Donald Trump escandalizaron al mundo con sus dichos y actos. Aunque salieron en gran medida impunes, su suerte podría estar por acabarse.
Cuando el año pasado el partido Ley y Justicia de Kaczyński llegó al poder, inmediatamente se hizo con el control de las principales instituciones polacas, entre ellas el Tribunal Constitucional, la fiscalía del Estado, empresas y medios de prensa públicos e incluso las caballerizas estatales. Como el gobierno de Ley y Justicia heredó una economía sana y una fuerte posición fiscal, Kaczyński no vio necesidad de contar con un ministro de finanzas, así que hace poco eliminó el cargo.
Trump también ha cometido reiterados actos que en circunstancias normales lo descalificarían para la política: atacó a los padres de un soldado estadounidense musulmán muerto en combate, se burló de un periodista discapacitado y criticó al senador John McCain por haber sido capturado durante la Guerra de Vietnam (cuando fue retenido y torturado durante más de cinco años). Todo el mundo se escandalizó, excepto los votantes de Trump.
Esta situación podría haber seguido, pero hace poco Kaczyński y Trump se cruzaron con una fuerza política en la que no habían pensado: las mujeres.
Antes de la elección parlamentaria del año pasado en Polonia, la organización ultraderechista Ordo Iuris propuso una prohibición total del aborto, que superaría incluso la legislación polaca actual (ya una de las más restrictivas de Europa) al obligar a las mujeres a dar a luz incluso en casos de violación, incesto, riesgo sanitario y malformaciones fetales graves. Pero al mismo tiempo, se presentó otra propuesta legislativa para liberalizar la legislación de aborto, introducir la educación sexual en las escuelas y garantizar que los seguros médicos cubran los anticonceptivos.
Ley y Justicia juró solemnemente que el Sejm (parlamento) no rechazaría el segundo proyecto tras su primera lectura, pero la ley de criminalización del aborto avanzó a la fase de votación parlamentaria y la propuesta liberalizadora fue rechazada. Grandes multitudes de mujeres salieron espontáneamente a las calles.
Por casi dos décadas, los polacos han creído que la legislación de aborto del país era inmutable, por el poder de la Iglesia Católica y la subordinación de la clase política a las autoridades religiosas. Pero la actriz Krystyna Janda, protagonista del film de Andrzej Wajda El hombre de hierro, convocó a las polacas a lanzar una huelga general. El 3 de octubre, en vez de ir a trabajar, mujeres de todo el país salieron a protestar (siguiendo el ejemplo sentado por las islandesas en 1975, cuando un 90% de ellas no se presentó en sus trabajos y el país quedó prácticamente paralizado).
Hubo manifestaciones incluso en pueblos pequeños, y a pesar del mal clima. Grupos de mujeres se congregaron fuera de las sedes de Ley y Justicia (verdadero asiento del poder en la política polaca). En solidaridad con las polacas, mujeres de Kenya a Berlín tomaron las calles vestidas de negro.
Por primera vez desde el regreso de Ley y Justicia al poder el año pasado, Kaczyński tuvo miedo. Al día siguiente, hizo que su partido votara en contra de la propuesta antiabortista. Fue la primera vez que hizo algo similar.
En Estados Unidos, la campaña presidencial de Trump venía bien hasta que se revelaron declaraciones del candidato en las que alardeaba de su capacidad para abusar de mujeres. Enseguida diversas víctimas de sus ataques se presentaron públicamente y describieron lo que les había sucedido.
El hechizo de Trump se rompió. Los votantes independientes (y muchos republicanos) le retiraron el apoyo. Michelle Obama pronunció un emotivo discurso acerca de cómo la había afectado la conducta de Trump (hablando como no podría hacerlo Hillary Clinton, debido a la complicada historia de su propio matrimonio). El apoyo a Trump, particularmente entre las mujeres suburbanas, se desplomó. Según encuestas recientes, el respaldo femenino a Trump se hundió de 39% a 29% en el transcurso de un par de días.
Aun así, ni Trump ni Kaczyński parecen tener voluntad (o tal vez capacidad) para cambiar el rumbo. Incluso tras retirar su apoyo a la propuesta de Ordo Iuris, Kaczyński no pudo quedarse callado, y el 13 de octubre anunció: «Lucharemos para garantizar que incluso los embarazos más difíciles, cuando el niño está condenado a morir o tiene malformaciones graves, lleguen a término, para que sea posible bautizar y enterrar al niño con un nombre». Las mujeres convocaron a otra huelga general el 24 de octubre.
Es posible que Kaczyński siempre haya tenido tendencias autodestructivas. En 2007, siendo primer ministro, le sirvió el poder a sus opositores en bandeja de plata al atacar al partido Samoobrona, socio de su coalición de gobierno, y llamar a elecciones anticipadas. Y una vez más, Kaczyński se muestra como su propia némesis.
Esta vez, Kaczyński (que no tiene ningún puesto oficial en el gobierno) comenzó uniendo en su contra a las principales fuerzas políticas del país (a las que acusó de ser «la peor clase» de polacos) con sus ataques a la democracia liberal. Después, al insistir en su guerra a las mujeres (mayoría en Polonia) unió a esas fuerzas con la izquierda y enardeció a la juventud polaca. Inmediatamente después de los últimos comentarios de Kaczyński, comenzaron a reunirse mujeres frente a su casa con una advertencia: «No te metas en nuestras camas, o nos meteremos en tu casa».
Según una encuesta de opinión del diario Rzeczpospolita, el 69% de los polacos apoyan la protesta «de negro» organizada por las mujeres. Si la huelga del 24 de octubre resulta más grande que las manifestaciones espontáneas del 3 de octubre, es seguro que el apoyo a Ley y Justicia caerá considerablemente, por primera vez desde su llegada al poder, y Polonia estará en una situación política distinta.
Trump también redobló su apuesta sexista, culpó por sus problemas a los medios y llamó «mujer horrible» a una de sus acusadoras, a lo que añadió: «Créanme, ella no sería mi primera elección». Y en un llamado directo a sus muchos partidarios supremacistas blancos de la denominada derecha alternativa, también se permitió caer en un lugar común del antisemitismo, al acusar a Clinton de «reunirse en secreto con bancos internacionales para tramar la destrucción de la soberanía estadounidense a fin de enriquecer a estas potencias financieras globales».
Pero los estadounidenses no mordieron el anzuelo y los polacos tampoco. Nada sería más apropiado que ver a Trump, y tal vez Kaczyński, derrotados por aquella gente cuya dignidad e igualdad se niegan a reconocer, con las mujeres a la cabeza.
Fuente: Project Syndicate
Traducción: Esteban Flamini