Opinión
abril 2016

El secreto del éxito de Donald Trump

Donald Trump se ha convertido en un fenómeno político sin precedentes. Su éxito se deriva de una narrativa muy particular.

El secreto del éxito de Donald Trump

Donald Trump se está imponiendo en las primarias presidenciales republicanas a un paso tal que parece probable que se convierta en el próximo candidato republicano a la Presidencia, y tal vez en el próximo presidente. Los demócratas no entienden muy bien por qué gana y con tanta comodidad, y muchos republicanos no lo ven como uno de los suyos y están tratando de detenerlo, pero no saben cómo. Hay varias teorías: la gente está enojada y él le habla a su enojo. La gente no tiene una buena opinión del Congreso y quiere a alguien que no provenga de la política. Ambas ideas pueden ser válidas. Pero ¿por qué? ¿Cuáles son los detalles? ¿Y por qué Trump?

Mucha gente está desconcertada. Trump parece haber salido de la nada. Sus opiniones sobre diversas cuestiones no se ajustan al molde común.

Le gusta Planned Parenthood, el seguro social y Medicare, y esas no son posturas republicanas estándar. Los republicanos odian la doctrina del dominio eminente (la expropiación de propiedad privada por parte del Estado) y aman el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), pero Trump sostiene la opinión opuesta en ambas cuestiones. No es un hombre religioso y desprecia las prácticas religiosas, sin embargo los evangélicos (mejor dicho, los evangélicos blancos) lo aman. Piensa que el seguro de salud y las empresas farmacéuticas, así como los contratistas militares, obtienen demasiadas ganancias y quiere cambiar eso. Insulta a los principales grupos de votantes, por ejemplo a los latinos, mientras la mayoría de los republicanos trata de seducirlos. Quiere deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados y piensa que puede hacerlo. Quiere impedir el ingreso de musulmanes al país. ¿Qué está pasando?

La respuesta requiere la explicación de algunos antecedentes que no se han discutido en los medios hasta ahora.

Algunos antecedentes…

Trabajo en ciencias cognitivas y en el estudio del cerebro. En la década de 1990, me dediqué a buscar la respuesta a una pregunta de mi campo: ¿cómo encajan entre sí las diferentes posturas políticas de los conservadores y los progresistas? Tomemos el conservadurismo: ¿qué tiene que ver estar en contra del aborto con estar a favor de la posesión de armas? ¿Qué tiene que ver la posesión de armas con negar la realidad del calentamiento global? ¿Cómo encaja ser anti-Estado con querer un ejército más fuerte? ¿Cómo se puede ser provida y estar a favor de la pena de muerte? Los progresistas sostienen las ideas opuestas. ¿Cómo se armonizan sus puntos de vista?

La respuesta provino de la comprensión de que tendemos a entender la nación metafóricamente en términos familiares: tenemos padres fundadores. Enviamos a nuestros hijos e hijas a la guerra. Tenemos seguridad doméstica. Las visiones conservadoras y progresistas, que dividen a nuestro país, pueden entenderse con mucha facilidad en términos de visiones morales que se encuentran encapsuladas en dos modelos diferentes de vida familiar: el de los padres protectores (visión progresista) y el del padre estricto (visión conservadora).

¿Qué tienen que ver los temas sociales y la política con la familia? Somos gobernados en primer lugar dentro de nuestras familias, y por lo tanto crecemos entendiendo las instituciones de gobierno en términos de los sistemas de gobierno familiar.

En el caso de la familia de padre estricto, el padre sabe qué es lo mejor para sus hijos. Puede distinguir lo bueno de lo malo y tiene la autoridad definitiva para asegurarse de que su esposa y sus hijos hagan lo que dice, que se considera lo correcto. Muchas esposas conservadoras aceptan esta visión, sostienen la autoridad del padre y son estrictas en los dominios de la vida familiar de los que están a cargo. Cuando los hijos desobedecen, es obligación moral del padre castigarlos causando el suficiente dolor como para que en el futuro, para evitar el castigo, le obedezcan (hagan lo que está bien) y para que no hagan solo aquello que les dé placer. Mediante la disciplina física, se supone que los hijos se vuelven disciplinados y capaces de prosperar en el mundo exterior. ¿Y qué pasa si no prosperan? Eso significa que no son disciplinados y que por lo tanto no pueden ser morales y merecen su pobreza. Este razonamiento aparece en la política conservadora en la que los pobres son percibidos como vagos que no merecen nada y los ricos, como merecedores de su riqueza. La responsabilidad se toma entonces como responsabilidad personal y no como responsabilidad social. Aquello en lo que uno se convierte depende de uno mismo; la sociedad no tiene nada que ver con eso. Uno es responsable de sí, no de los demás, y los demás son responsables de sí mismos.

Ganar e insultar

Como decía Vince Lombardi,el legendario entrenador de los Green Bay Packers, «Ganar no es todo. Es lo único». En un mundo gobernado por la responsabilidad personal y la disciplina, quienes ganan merecen ganar. ¿Por qué Donald Trump insulta públicamente y sin piedad a los demás candidatos y líderes políticos? Muy sencillo: porque sabe que puede ganar en un juego de insultos para la televisión. A los ojos de un conservador, eso lo convierte en un formidable candidato ganador que merece serlo. La competencia electoral se percibe como una batalla. Los insultos que «prenden» son considerados victorias, y victorias merecidas.

Veamos por ejemplo la declaración de Trump en la que niega que John McCain sea un héroe de guerra. El razonamiento: McCain recibió un disparo. Los héroes son ganadores. Derrotan a los tipos malos. No los bajan de un disparo. Quienes son heridos, molidos a golpes y encerrados en una celda son perdedores, no ganadores.

La jerarquía moral

La lógica del padre estricto va más allá. La idea básica es que la autoridad se justifica por la moralidad (la versión del padre estricto), y que en un mundo bien ordenado debería haber (y tradicionalmente ha habido) una jerarquía moral en la que aquellos que han dominado debían dominar. La jerarquía es: Dios por encima del Hombre, el Hombre por encima de la Naturaleza, los Disciplinados (los Fuertes) por encima de los Indisciplinados (los Débiles), los Ricos por encima de los Pobres, los Empleadores por encima de los Empleados, los Adultos por encima de los Niños, la Cultura Occidental por encima de las otras. Nuestro País por encima de los demás. La jerarquía se extiende a los Hombres por encima de las Mujeres, los Blancos por encima de los No Blancos, los Cristianos por encima de los No Cristianos, los Heterosexuales por encima de los Homosexuales.

Vemos estas tendencias en la mayoría de los candidatos presidenciales republicanos, como así también en Trump, y en general las políticas conservadoras emanan de la mentalidad del padre estricto y esta jerarquía.

Los conceptos morales basados en la familia calan profundo. Como la gente quiere verse a sí misma haciendo el bien y no el mal, los conceptos morales tienden a ser parte de la autodefinición, o sea, de quién uno es en esencia. Y así los conceptos morales definen para uno cómo debería ser el mundo. Cuando no es así, se puede sentir frustración y enojo.

Hay cierta amplitud de maniobra en la visión del padre estricto y también variaciones importantes. Así, es posible trazar una división principal entre a) cristianos evangélicos blancos, b) conservadores que defienden el laissez-faire y el libre mercado, y c) conservadores pragmáticos que no están atados a creencias evangélicas.

Evangélicos blancos

Aquellos blancos que tienen una visión personal de padre estricto y son religiosos se inclinan por el cristianismo evangélico, ya que Dios, en el cristianismo evangélico, es el Padre Estricto Supremo: si sigues Sus mandamientos, vas al cielo; si desafías Sus mandamientos, ardes en el infierno por toda la eternidad. Si eres un pecador y quieres ir al cielo, puedes «renacer» proclamando tu fe al elegir a Su hijo, Jesucristo, como Salvador personal.

Una versión tal de la religión es natural para aquellos con una moralidad según el modelo de padre estricto. Los cristianos evangélicos se unen a la iglesia porque son conservadores; no son conservadores por la circunstancia de ser parte de una iglesia evangélica, aunque en algunos casos pueden crecer con ambas características al mismo tiempo.

El cristianismo evangélico se centra en la vida familiar. Por ende, existen organizaciones como Focus on the Family y referencias constantes a los «valores familiares», que deben tomarse como valores de padre estricto evangélico. En la moralidad del padre estricto, es él quien controla la sexualidad y la reproducción. Donde la iglesia tiene control político, hay leyes que requieren la notificación parental y marital en los casos en que se sugieren abortos.

Los evangelistas están muy bien organizados políticamente y ejercen control sobre un gran número de competencias políticas locales. En consecuencia, los candidatos republicanos tienen en su mayoría que acompañar a los evangélicos si quieren alcanzar la nominación y ganar las elecciones locales.

Conservadores pragmáticos

Los conservadores pragmáticos, por su parte, pueden no tener ninguna orientación religiosa. En lugar de eso, pueden preocuparse en primer término por su propia autoridad personal, y no por la autoridad de la iglesia, o Cristo, o Dios. Quieren ser padres estrictos en sus propios dominios, con autoridad sobre sus propias vidas, fundamentalmente. Por eso, un conservador joven y soltero –hombre o mujer– puede querer tener sexo sin preocuparse por el matrimonio. Pueden necesitar acceso a métodos anticonceptivos, a consejos sobre enfermedades de transmisión sexual, a información sobre el cáncer cervical, etc. Y si una adolescente o una mujer se embarazan y no hay posibilidad o deseo de casarse, el aborto puede ser necesario.

Trump es un conservador pragmático por excelencia. Y sabe que hay un gran número de votantes republicanos que son como él en su pragmatismo. Hay una razón por la que le gusta Planned Parenthood: hay muchos conservadores pragmáticos jóvenes, solteros (o incluso casados) que pueden necesitar lo que Planned Parenthood tiene para ofrecer, a bajo costo y en forma confidencial.

Del mismo modo, los conservadores pragmáticos jóvenes o de mediana edad quieren maximizar su propia riqueza. No quieren soportar la carga financiera de cuidar a sus padres. El sistema de seguridad social y Medicare los alivia de la mayor parte de esas responsabilidades. Por eso Trump quiere mantener el sistema de seguridad social y Medicare.

Defensores del laissez-faire y el libre mercado

Las políticas conservadoras del establishment no solo han sido moldeadas por el poder político de las iglesias evangélicas blancas sino también por el poder político de aquellos que buscan libres mercados con el máximo laissez-faire, en los que la gente rica y las empresas imponen reglas de mercado que los favorecen con un mínimo de regulación y control de cumplimiento por parte del Estado. Ven el pago de impuestos no como una inversión en recursos de provisión pública para todos los ciudadanos, sino como una acción del gobierno para quitarles sus ingresos (su propiedad privada) y entregar el dinero, a través de programas públicos, a aquellos que no lo merecen. Esta es la fuente de las posturas antiimpuestos y a favor del achicamiento del Estado que sostiene el establishment republicano. A esta versión del conservadurismo le parece bien tercerizar para incrementar las ganancias trasladando la fabricación de manufacturas y muchos servicios a países extranjeros donde la mano de obra es barata, con la consecuencia de que Estados Unidos pierde puestos de trabajo bien remunerados y los salarios se reducen. Como dependen de la importación de artículos baratos, no estarían a favor de imponer aranceles altos.

Pero Donald Trump no está en un negocio que fabrique productos en el exterior para importarlos y subirles a precio para obtener una ganancia. Construye hoteles, casinos, edificios de oficinas, canchas de golf. Puede construirlos en el extranjero usando mano de obra barata, pero no los importa. Además, reconoce que la mayoría de los dueños de pequeñas empresas en Estados Unidos se le parecen: negocios estadounidenses como tintorerías, pizzerías, restaurantes, ferreterías, plomeros, jardineros, contratistas, lavaderos de autos y profesionales como arquitectos, abogados, médicos y enfermeras. Los aranceles altos no parecen ser un problema.

Muchos empresarios son conservadores pragmáticos. Les gusta el poder del Estado cuando este trabaja en su beneficio. Consideremos el dominio eminente. Los republicanos del establishment lo ven como un abuso por parte del Estado, un Estado que toma propiedad privada. Pero los conservadores de empresas constructoras como Trump dependen del dominio eminente para que las viviendas y las pequeñas empresas situadas en las áreas que quieren desarrollar puedan ser expropiadas por este principio, en beneficio de sus planes inmobiliarios. Todo lo que tienen que hacer es lograr que los funcionarios del gobierno local los acompañen, mediante contribuciones a sus campañas y la promesa de un incremento de dólares provenientes de los impuestos locales para ayudar a adquirir derechos de expropiación. Trump apunta a Atlantic City, donde construye un casino usando el dominio eminente para hacerse de la propiedad.

Si las empresas tienen que pagar por el plan de salud de sus empleados, Trump querría que pagaran lo menos posible para maximizar las ganancias de las empresas en general. Por lo tanto, querría que tanto las empresas que brindan cobertura de salud como las farmacéuticas cobraran lo menos posible. Para incrementar la competencia, querría que las compañías de seguros ofrecieran planes a escala nacional, para evitar los intercambios administrados por el Estado bajo la Ley de Cuidado de la Salud Asequible (ACA, por sus siglas en inglés). Estos intercambios existen para maximizar la cobertura de salud para los ciudadanos y ayudar a la gente de bajos ingresos a obtener cobertura, y no para incrementar las ganancias empresariales. Sin embargo, Trump quiere mantener el carácter obligatorio del ACA, que los conservadores del establishment detestan, ya que lo consideran un exceso por parte del Estado porque obliga a la gente a comprar un producto. Para Trump, en cambio, el carácter obligatorio incrementa el fondo de seguros y reduce los costos para las empresas.

Causalidad directa versus causalidad sistémica

La causalidad directa consiste en tratar un problema a través de la acción directa. La causalidad sistémica reconoce que muchos problemas surgen del sistema en el que se encuentran y deben ser resueltos a través de la causalidad sistémica. La causalidad sistémica existe en cuatro versiones: el encadenamiento de causas directas, la interacción de causas directas (o de cadenas de causas directas), los circuitos de retroalimentación y las causas probabilísticas. La causalidad sistémica respecto al calentamiento global explica por qué el calentamiento global en el Pacífico puede producir terrible tormentas de nieve en Washington, DC: masas de moléculas de agua altamente energizadas se evaporan sobre el Pacífico, vuelan al noreste y sobre el Polo Norte y bajan en el invierno sobre la costa Este y partes del Medio Oeste como masas de nieve. La causalidad sistémica tiene un encadenamiento de causas directas, de causas que interactúan, circuitos de retroalimentación y causas probabilísticas, con frecuencia combinados.

La causalidad directa es fácil de entender y parece estar representada en la gramática de todas las lenguas del mundo. La causalidad sistémica es más compleja y no está representada en la gramática de ningún lenguaje. Tiene que ser aprendida.

La investigación empírica ha mostrado que los conservadores tienden a razonar utilizando la causalidad directa y que a los progresistas les va mejor razonando mediante la causalidad sistémica. Se piensa que el motivo es que, en el modelo de padre estricto, este espera que el hijo o la esposa responda directamente a una orden y que la negativa debería castigarse tan rápido y directamente como fuese posible.

Muchas de las propuestas políticas de Trump están enmarcadas en términos de causalidad directa.

Los inmigrantes entran en masa desde México: hay que construir un muro para frenarlos. En el caso de todos los inmigrantes que han entrado ilegalmente, simplemente hay que deportarlos, aun si hay 11 millones de ellos trabajando en toda la economía y viviendo en todo el país. La cura para la violencia armada es tener un arma preparada para dispararle sin más al agresor. Para impedir que los puestos de trabajo se trasladen a Asia donde el costo de la mano de obra es más bajo y que los productos baratos inunden el mercado local, la solución es directa: hay que poner un arancel muy alto para esos productos, de manera que resulten mucho más caros que los fabricados en Estados Unidos. Para ahorrar en productos farmacéuticos, hay que hacer que el consumidor más grande –el Estado– acepte las ofertas de precios más bajos. Si el Estado Islámico (EI) está ganando dinero con el petróleo iraquí, hay que enviar tropas estadounidenses a Irak para tomar control sobre el petróleo. Hay que amenazar a los líderes del EI con asesinar a los miembros de sus familias (incluso si eso es un crimen de guerra). Para obtener información de los sospechosos de terrorismo, hay que usar el submarino o métodos de tortura aún peores. Si entre los refugiados musulmanes pueden colarse unos pocos terroristas, hay que dejar de permitir el ingreso de cualquier musulmán al país. Todo esto tiene sentido para quienes piensan según la causalidad directa, pero no para aquellos que ven las enormes dificultades y calamitosas consecuencias de acciones tales debido a la complejidad de la causalidad sistémica.

Corrección política

Hay al menos decenas de millones de conservadores en Estados Unidos que comparten la moralidad del padre estricto y su jerarquía moral. Muchos de ellos son pobres o de clase media y muchos son hombres blancos que se consideran superiores a los inmigrantes, a los no blancos, a las mujeres, a los no cristianos, a los homosexuales; también a la gente que depende de la asistencia pública. En otras palabras, son lo que los liberales llamarían «intolerantes». Por muchos años, esa intolerancia ha sido públicamente inaceptable, en especial a medida que llegaban más inmigrantes, el país se volvía menos blanco, más mujeres tenían acceso a la educación e ingresaban al mercado de trabajo, los homosexuales se volvían más visibles y el matrimonio gay, aceptable. Mientras las organizaciones antiintolerancia señalaban a viva voz y hacían pública la naturaleza no estadounidense de ese fanatismo, esos conservadores se sentían más y más oprimidos por lo que ellos llaman «corrección política», la presión política contra sus opiniones y contra lo que ellos ven como «libertad de expresión». Esto se volvió más exagerado a partir del 11 de septiembre, cuando los sentimientos antimusulmanes se intensificaron. La elección del presidente Barack Hussein Obama creó furia entre esos conservadores, que se negaban a verlo como un estadounidense legítimo (como en el caso del movimiento de los birthers), y mucho menos como una autoridad legítima, en especial porque sus opiniones liberales contradecían casi todo lo demás en lo que creen como conservadores.

Donald Trump expresa en voz alta lo que sienten, con fuerza, agresividad y enojo, y sin vergüenza. Todo lo que tienen que hacer es apoyar a Trump y votar por él, y ni siquiera tienen que expresar sus opiniones «políticamente incorrectas» porque él lo hace por ellos y sus victorias las convierten en respetables. Trump es su paladín. Les da una sensación de respeto por sí mismos y autoridad, y la posibilidad del poder.

Cada vez que escuchen las palabras «corrección política», recuerden esto.

Biconceptuales

No existe el punto medio en la política norteamericana. Hay moderados, pero no hay una ideología de lo moderado, ni una única ideología en la que los moderados estén de acuerdo. Un conservador moderado tiene algunas opiniones progresistas sobre ciertos temas, pero estas varían de persona a persona. De manera similar, un progresista moderado tiene algunas opiniones conservadoras sobre ciertos temas, pero de nuevo, estas cambian de persona a persona. En resumen, los moderados tienen ambas visiones político-morales, pero usan en mayor medida una de ellas. Esas dos visiones morales en general se contradicen entre sí. ¿Cómo pueden habitar en el mismo cerebro al mismo tiempo?

Ambas se caracterizan en el cerebro por el circuito neuronal. Se conectan por un circuito común: la inhibición mutua. Cuando una se enciende, la otra se apaga; cuando una se fortalece, la otra se debilita. ¿Qué las hace encenderse o apagarse? El lenguaje que coincide con una visión activa esa visión, la fortalece, mientras que apaga la otra visión y la debilita. Cuanto más se discuten las opiniones de Trump en los medios, más se activan y más fuertes se vuelven tanto en las mentes de los conservadores del ala dura como en las de los progresistas moderados.

Esto es así incluso cuando se atacan las posturas de Trump. La razón es que negar un marco lo activa, como he señalado en el libro No pienses en un elefante. No importa si se está promoviendo a Trump o si se lo está atacando, en ambos casos se lo está ayudando.

Un buen ejemplo de la ganancia de Trump con los biconceptuales progresistas son ciertos trabajadores sindicalizados. Muchos miembros de los sindicatos son padres estrictos en sus hogares o en su vida privada. Creen en los «valores familiares tradicionales» –un código conservador–, y pueden identificarse con los ganadores.

¿Por qué Trump viene ganando en las primarias republicanas?

¡Miren todos los grupos conservadores a los que tiene llegada!

El Partido Demócrata no ha tomado en serio muchas de las razones por las que Trump recibe apoyo ni el rango de ese apoyo. Y los medios tampoco han abordado muchas de las razones para ese apoyo. Eso tiene que cambiar.


Traducción: María Alejandra Cuchi

Fuente: Social Europe




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