El invisible (y victorioso) fútbol practicado por mujeres en Brasil
Nueva Sociedad 248 / Noviembre - Diciembre 2013
Por muchos años, el fútbol fue un juego prohibido para las mujeres brasileñas. Impedirles jugar al fútbol era más que prohibir el movimiento corporal y afirmar su condición de dominadas: la prohibición articulaba género, nación e imaginario, excluía a las mujeres de un gran colectivo y de un amplio espectro de prácticas sociales, y las colocaba en una condición no solamente pasiva y sumisa, sino también de ciudadanas de segunda clase.
«Nadie sabe, nadie vio», reza el titular de un importante periódico brasileño que anuncia la finalización del más importante campeonato de fútbol de mujeres del continente, la Copa Libertadores de América de 20101. El artículo estaba acompañado de una foto que mostraba un estadio vacío. El equipo del Santos representaba a Brasil y ganó la Copa por segunda vez, con seis victorias en seis partidos contra otros campeones nacionales, partidos en los cuales convirtió 25 goles y no recibió ninguno. En el otro extremo, el equipo de la Universidad de Iquitos, de Perú, fue eliminado con cuatro derrotas tras haber recibido 28 goles más que los que convirtió. Las estadísticas revelan la enorme disparidad del fútbol practicado por mujeres en el continente americano. Brasil, representado por su campeón nacional, Santos, dominó a los otros países, con la excepción de Chile, representado en la final por el Everton, y de Argentina, cuyo mejor equipo es Boca Juniors. El torneo finalizó con un promedio de público de 300 personas por partido; en otras palabras, todos los partidos se jugaron en estadios casi vacíos. Si se compara con el campeonato de la división D brasileña para equipos masculinos (la cuarta más importante del país), donde hubo un promedio de 2.700 espectadores que pagaron su entrada por partido, vemos que esta última cifra supera a la anterior nueve veces aproximadamente.
A pesar de que 15.000 personas concurrieron al estadio Pacaembú a presenciar la final de la Copa Libertadores de fútbol de mujeres en 2009, esto se debió en gran medida a que el partido había sido publicitado por televisión y a que Marta Vieira da Silva estaba jugando para Santos2. A pesar de haber sido elegida cinco veces la mejor futbolista del mundo (2006, 2007, 2008, 2009 y 2010), un récord para hombres y mujeres, y de ser una celebridad nacional, su reconocimiento por parte de los propios periodistas es mucho menor que el de las estrellas masculinas: por ejemplo, durante la competencia de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) para elegir al mejor futbolista de 2012, en la que participaba Marta, los medios brasileños prefirieron centrar su atención en Neymar, quien estaba compitiendo por el mejor gol del año. Durante la final de la Libertadores de 2009, los aficionados cantaban «Marta es mejor que Kaká», en referencia a la más famosa estrella masculina brasileña a escala mundial, pero los periodistas que cubrían el partido consideraron los cánticos como una broma. Santos FC fue incapaz de retener a Marta después de 2010 debido a los sueldos superiores que le ofrecían otros clubes3, y desde entonces ha jugado para equipos de Suecia y Estados Unidos. Es la primera mujer que ha dejado su pisada en el Salón de la Fama del Maracaná, y en 2010, una de las más importantes revistas de Brasil, Época, la incluyó en la lista de los 100 brasileños más influyentes.
Los medios, con esta omisión, han contribuido a la invisibilidad del fútbol de mujeres, del cual puede decirse que se juega en un excelente nivel técnico y que ha progresado en cuanto a táctica, tal como lo ha demostrado el Santos. Si con Marta en el campo de juego los partidos del Santos eran transmitidos por televisión, sin ella los partidos solo fueron transmitidos por la televisión paga; y para la Copa Sudamericana, en noviembre de 2010, ningún canal brindó imágenes de la victoria brasileña, a pesar de que Marta jugó y fue decisiva para que la selección participara en el siguiente Mundial en Alemania y en los Juegos Olímpicos en Gran Bretaña.
El estilo narrativo de las pocas emisoras de televisión que transmiten los partidos es otro indicador de la gran distancia que hay entre el fútbol de mujeres y el de hombres. Los partidos jugados por mujeres se diferencian narrativamente por una marcada tendencia didáctica de los comentadores deportivos y por estrategias narrativas que enfatizan la femineidad de las jugadoras. Estas son generalmente caracterizadas con fórmulas tales como «Cristiane, que está en la selección brasileña» o «que estuvo en la selección que ganó la medalla plateada en los Juegos Olímpicos». Esta clase de información no es común en las transmisiones de fútbol de hombres, porque se supone que la audiencia conoce la historia básica de los jugadores. Cuesta imaginar que sea necesario informar a los espectadores que Maycon, Robinho o Neymar están en la selección brasileña o que Brasil es pentacampeón mundial. También son frecuentes las observaciones machistas sobre la belleza física de las jugadoras o los comentarios seudoliberales, en los que para elogiar un movimiento se lo compara con el fútbol jugado por hombres. Independientemente de su edad, las jugadoras son consideradas «niñas», una manera de fragilizarlas mediante el discurso y, de este modo, feminizarlas. Pero esto no es nada nuevo.
Un poco de historia
¿Por qué el fútbol de mujeres es tan invisible en Brasil y, cuando es visible, se remarca tanto su estatus especial de «femenino»? Esto tiene una historia, pero no una en la que las mujeres hayan ganado más espacio, tal como se podría imaginar desde un punto de vista cándidamente evolucionista. Cuando el fútbol llegó a Brasil proveniente de Inglaterra, a mediados del siglo XIX, no excluía completamente la presencia femenina: las mujeres estaban inicialmente en las bandas laterales como «aficionadas». De hecho, jóvenes senhoritas miraban al club carioca Fluminense, y probablemente a otros equipos en el sur de Brasil, ya que se ha informado sobre presencia femenina en Santa Catarina, en los encuentros deportivos del Annita Garibaldi Club a comienzos del siglo XX:
La fiesta del domingo, que tuvo lugar en los campos del encantador [club] Annita, fue encantadora, lo decimos y repetimos; encantadora por la gracia de las amables muchachas y los jóvenes «deportistas» con gran futuro del equipo Lauro Muller, y también por las toilettes gaies et de bon gôut [ropas alegres y de buen gusto] de las honorables jóvenes. Las señoritas de la alta sociedad acuden a cada fiesta en el Club en número siempre creciente y dan sobradas muestras de cómo se identifican con el Annita.4
Una característica de aquellos tiempos es la sustitución del portugués por el francés en las referencias femeninas, mientras que el inglés es usado para el vocabulario deportivo. Las mujeres estaban allí para hacer más atractivo el lugar, no para aprender a jugar un nuevo deporte o para ponerse al día con los récords o la historia del club.
Y mientras los trabajadores (incluyendo a negros y mulatos) iban ocupando gradualmente lugares en los equipos antes reservados a los aristócratas, las mujeres iban también corriéndose del rol de aficionadas para convertirse en jugadoras. El fútbol practicado por mujeres se inició tempranamente en Brasil; en este sentido, no fue diferente de muchos otros países donde el fútbol de mujeres fue contemporáneo al fútbol de hombres5, y el punto de inflexión fue la Primera Guerra Mundial. Pero Brasil no experimentó el ascenso vertiginoso de las mujeres en el fútbol durante los primeros años del siglo como sí se experimentó en Europa6, cuando se formaron numerosos equipos, en muchos casos con las trabajadoras que sustituían en las fábricas a los hombres que se ausentaban debido a la guerra. Entre estos equipos está el mítico Dick, Kerr’s Ladies FC, que llegó a estar de gira por EEUU, donde venció a equipos formados por hombres7. Sea como fuere, existen registros de equipos de mujeres que jugaban al fútbol en San Pablo y Río de Janeiro que datan de las primeras décadas del siglo XX. Y el historiador Fábio Franzini señala la existencia de por lo menos diez equipos de mujeres que competían en torneos en Río de Janeiro en la década de 19408. Estos torneos incluían equipos organizados, tales como el Cassino Realengo y el Eva Futebol Clube, y no contaban con incentivos oficiales. De hecho, el fútbol y los deportes en general estaban estrechamente relacionados en el país con las instituciones militares, que eran estrictamente masculinas. Los militares estimularon la práctica sistemática del deporte (mediante la llamada «educación física») desde el siglo XIX, al tiempo que consideraban las prácticas físicas instrumentos para la construcción de un cuerpo de guerreros9.
La cantidad de equipos de fútbol de mujeres aumentó con el tiempo, según Franzini, y llegó a aproximadamente 40 en Río de Janeiro a mediados de la década de 1940, cuando Brasil estaba bajo el control del dictador Getúlio Vargas10. Fue entonces cuando esta práctica sufrió un golpe tremendo, con una prohibición que duraría décadas. ¿Por qué se prohibió el fútbol de mujeres en Brasil? La razón oficial para la medida no fue diferente de los motivos que se argüían en esa misma época del otro lado del océano Atlántico: la salud. La coincidencia no sorprende, y acaso podamos ver en ello una primera señal de una temprana globalización del deporte; quizá sea más preciso considerarlo parte de un movimiento general en las sociedades occidentales que llevaba a una restricción de las esferas sociales conquistadas por las mujeres durante y después de la Primera Guerra Mundial. La igualdad de géneros obtenida en Europa y en América del Norte fue prontamente descartada, y el deporte siguió el movimiento general de la sociedad, con características específicas en cada país.
En Brasil, la prohibición de la presencia de mujeres en los equipos de fútbol es un corolario de las ideologías eugenésicas que predicaban la importancia de proteger los cuerpos de las mujeres de manera tal que pudieran concebir niños sanos y, por ende, mejorar la raza blanca en Brasil. Al igual que la prohibición de la presencia de negros en los equipos, revela una ideología que buscaba, entre otras metas, el blanqueamiento de la nación, estimulada por teorías racistas que han tenido una gran influencia en el país desde el siglo XVIII.
Vargas prestó atención al clamor en favor de mantener la dominación masculina sobre los cuerpos de las mujeres y su limitación a las meras funciones maternales. El Decreto-ley Nº 3.199 del 14 de abril de 1941, que establecía la base general para la organización de deportes en Brasil, a través de la creación de la Confederación Nacional de Deportes y los Consejos Regionales de Deportes, determina en su artículo 54: «A las mujeres no se les permitirá practicar deportes incompatibles con la condición de su naturaleza, y por esta razón, el Consejo Nacional de Deportes debe publicar las instrucciones necesarias para las entidades deportivas en el país»11.
Este decreto, que excluía a las mujeres del fútbol, buscaba proteger sus capacidades de procreación, que supuestamente serían puestas en riesgo por la práctica de deportes. Se trata de un argumento biológico fácilmente refutable por el simple hecho de que los órganos reproductivos de una mujer son internos, a diferencia de los del hombre, que están en la parte externa del cuerpo y que, objetivamente, correrían un mayor riesgo durante la práctica de fútbol.
Detrás de esta supuesta protección, encontramos la mise-en-jeu de las fronteras de un lugar social para las mujeres, el de la madre, conformando un modelo corporal ideal: un cuerpo rollizo, sin músculos, de formas redondas y movilidad limitada. O sea, un modelo que se corresponde con las conductas femeninas que prescribe la sociedad: la pasividad y la sumisión.
La paradoja de la doxa
Prohibido desde la década de 1940, el fútbol de mujeres siguió existiendo mediante esporádicas transgresiones al orden de la dominación masculina. ¿Cómo sobrevivió el «bello juego» en un ambiente tan hostil, cómo resistió la dominación ideológica masculina expresada en leyes y en acciones que prohibían su práctica? Y ¿por qué cumplieron las mujeres las reglas con tan pocas y esporádicas rebeliones hasta la década de 1970?
Veamos el ejemplo de un caso mencionado por Luiz Carlos Rigo: en 1950, la ciudad de Pelotas, en el sur de Brasil, fue el escenario de la primera organización de dos equipos de fútbol de mujeres, el Vila Hilda FC y el Corinthians FC, que desafiaron la legislación y se mantuvieron en funcionamiento hasta ser finalmente prohibidos por el Consejo Regional de Deportes12. La mayoría de las jugadoras eran jóvenes, de 13 a 18 años, provenientes de la clase media baja, y vivían en los vecindarios donde se encontraban los clubes. Algunas de las atletas se destacaban, como la delantera Gelsi, descrita en un periódico local como un «elemento de gran calidad» que «controla el balón con precisión, pudiendo traducir sus cualidades como generadora de juego en el partido del domingo, que terminó con la victoria del primer equipo por 5-2». Nótese en esta breve descripción de las cualidades de Gelsi la seriedad con que se trata el fútbol practicado por mujeres: se resaltan sus habilidades físicas como jugadora en el desempeño deportivo.
Vila Hilda FC y Corinthians FC tuvieron vidas breves. Hubo otros casos de fútbol de mujeres similares a los de Pelotas, si bien los historiadores señalan que fueron pocos en número y que cuando ganaron notoriedad, fueron sistemáticamente frenados por los Consejos Regionales de Deportes. «Acorralado por el prejuicio, el deporte no logró arraigar entre las mujeres»13.
Tal como señalaba Pierre Bourdieu al bosquejar la paradoja de la doxa, lo que resulta sorprendente en la obediencia al orden establecido es precisamente lo infrecuente de las transgresiones14. Inspirado en un texto de no ficción de Virginia Woolf15 y en lo que él denomina «el poder hipnótico de la dominación», Bourdieu presenta el mecanismo de la dominación masculina como una forma de violencia simbólica que cuenta con la complicidad del subalterno. La doxa es la suma de creencias o prácticas sociales que son vistas como normativas, como no dichas, como existentes fuera del marco de desafío y crítica16.
A pesar de su anacronismo, la ley de 1941 siguió vigente hasta fines de la década de 1970 e impidió a las mujeres jugar en los campos de fútbol. Esta exclusión se detallaría mejor mediante la Deliberación Nº 7 de 196517, en la que la dictadura militar, que había tomado el poder recientemente, especificaba los deportes prohibidos para las mujeres –que incluían las luchas, los saltos y el fútbol– y regulaba la intensidad y finalidad de la participación de estas en otros deportes.
Así, en la década de 1970, una época de gran transformación en las relaciones entre los sexos en el mundo occidental, con un decrecimiento de la dominación masculina y una expansión del campo de oportunidades para las mujeres, Brasil reforzaba la exclusión de estas del deporte que ocupaba (y aún ocupa) un lugar central en el imaginario brasileño. Por lo tanto, impedir a las mujeres jugar fútbol era, en términos simbólicos, excluirlas de la participación plena en la nación, ya que el fútbol serviría, más que cualquier otra práctica social, para la construcción del sentido de nacionalidad. Esta fue una de las herramientas del nacionalismo y de la modernización sociopolítica en el país. Las mujeres, por ende, sufrían una doble exclusión porque, al igual que los hombres, no les estaba permitido votar (a causa de la dictadura) y tampoco podían participar de este lenguaje compartido por los hombres, que era el fútbol, y que en el imaginario los moldeaba como brasileños.
La violencia simbólica18 fue más eficiente por su invisibilidad: las mujeres no percibían esta medida como una exclusión sino más bien como una ausencia natural, apropiada a su condición de género. Podemos ver esto con claridad en la descripción que hace Janet Lever de algunas entrevistas hechas en Brasil, incluidas en La locura por el fútbol, un estudio etnográfico realizado durante diez años para una tesis de doctorado en la Universidad de Chicago:
Los brasileños creen que su pasión nacional es un juego de hombres que requiere aguante masculino y violento contacto físico. Las mujeres con quienes hablé consideraban normal su exclusión; mis preguntas acerca de su falta de interés fueron recibidas con expresiones burlonas o con risas. Varias personas me dijeron que iba contra las regulaciones de la Confederación Brasileña de Deportes (CBD) –algunos hasta dijeron que contra la ley federal– organizar fútbol entre niñas. Cuando pregunté en 1973, un funcionario de la CBD se rio y me dijo que no era necesaria semejante ley, ya que era inimaginable que las niñas jugaran al fútbol. Pero a finales de los 70, algunas mujeres empezaron a organizar sus propios equipos, por lo que en marzo de 1981 el gobierno federal sí proclamó una ley que prohibía patrocinar equipos de fútbol femeninos y el uso de terrenos deportivos para sus competencias.19
La rehabilitación de las mujeres en el fútbol brasileño tuvo que esperar hasta la apertura política del país, cuando la ley fue revocada, proceso estimulado por acalorados debates en el ámbito de la educación física, que era permeable al movimiento feminista de Brasil impulsado por el regreso de mujeres de izquierda desde el extranjero, especialmente desde Francia. No fue casualidad que el año en que finalizó la prohibición, 1979, fuera también el año en que se aprobó la Ley de Amnistía, que permitía el regreso al país de mujeres que lucharon contra la dictadura y se exiliaron. Por consiguiente, el feminismo que comenzó durante la década de 1970 en varios grupos vinculados a la lucha contra la dictadura y que tenían al principio una tendencia marxista más estrechamente ligada a la opresión de clases, se enriqueció hacia fines de la década con el retorno de numerosas feministas brasileñas que estaban en el exilio y que promovieron cuestiones relacionadas con el cuerpo y con los derechos sexuales y reproductivos20. Un aspecto central de este debate es que las feministas vinculadas al ámbito de la educación física lograron esta gran victoria: el fin de la prohibición de la participación de las mujeres en el fútbol (y en otros deportes) en Brasil, con la promulgación de la Deliberación Nº 10 de 1979 del Consejo Nacional de Deportes.
A partir de la década de 1980, aparecieron diversos equipos de fútbol de mujeres en el país21, que se vincularon a los departamentos de fútbol en los clubes tradicionales, pero también a negocios independientes22. Las mujeres ganaron su libertad pero no totalmente, ya que el Consejo Nacional de Deportes establecía reglas ridículas de protección corporal y un tiempo de juego más corto: el partido debía durar 70 minutos, divididos en dos etapas de 35 minutos cada una y 15 minutos de intervalo; a las jugadoras se les requería el uso de protectores pectorales, los botines no podían tener tapones en punta y el balón no podía ser detenido con el pecho, lo cual podría ser considerado equivalente a tomarlo con la mano23. Las mujeres que ingresan en el universo del fútbol deben ser capaces de atraer las miradas de los hombres no por su desempeño atlético sino por sus muy específicos atributos físicos. Deben ser «femeninas», y serlo, según la Federación de Fútbol de San Pablo (FPF), significa responder a un estándar de belleza bien determinado, que busca evitar todo lo que parezca masculino: deben usar largas coletas y evitar el cabello corto, pantalones cortos ceñidos y no boxers, y maquillaje en lugar de cara «lavada»24. Otro documento de la FPF remarca la importancia de «iniciar acciones para asesorar a las jugadoras sobre imagen, estilo personal y desenvolvimiento en los medios».
Sin sonrojarse, la FPF señala que la belleza es un requisito básico para seleccionar a las chicas que jugarían en la competición. El embellecimiento de las atletas es uno de los «objetivos principales» para lograr el «éxito del torneo», el cual, según el presidente de la Federación, Eduardo Farah, debería «mostrar una nueva imagen del fútbol femenino, que está sojuzgado por una actitud machista. Debemos intentar combinar la imagen de fútbol y femineidad». Otro director de la FPF, Renato Duprat, fue incluso más categórico: «Ninguna futbolista juega aquí con cabello corto, eso consta en el reglamento»25. Así, debido a esta regla discriminadora y chauvinista, una estrella del equipo brasileño, Sissi, que estaba jugando entonces en EEUU, no podría jugar en el campeonato de San Pablo por llevar el cabello corto.
A pesar de estas restricciones, que afirmaban la fragilidad del cuerpo de las mujeres y limitaban la práctica, se comenzaron a organizar competiciones locales y regionales, pero el primer campeonato brasileño de fútbol de mujeres no tuvo lugar hasta 1994. El reinicio fue liderado por el equipo del Club Radar de Río de Janeiro, que tenía a las atletas más destacadas. Mientras que Radar disfrutó de una serie de victorias en competiciones internacionales, solo desde los Juegos Olímpicos de 1996 podemos hablar de un regreso significativo de las brasileñas a los campos de fútbol.
De hecho, el fútbol practicado por mujeres tiene un largo camino por recorrer en el país, y a pesar del gran desempeño de las brasileñas en competiciones internacionales y de jugar en el extranjero en calidad de inmigrantes26, la actividad dentro del país está muy por debajo de la existente en otros países. Actualmente hay algunos campeonatos regionales y existe el Campeonato Brasileño de Fútbol Femenino, disputado en 2013 por 20 equipos. Solo uno de ellos, el Vasco da Gama, está también presente en el Campeonato Brasileño de Fútbol-Serie A, disputado por hombres. Según las estadísticas de la Confederación Brasileña de Fútbol, aproximadamente 400.000 mujeres practican este deporte en Brasil. Es un número muy reducido en comparación con los 12 millones de mujeres que juegan al fútbol en EEUU, 2.000 de ellas de forma profesional. Sin embargo, estos números son tímidos y muestran el retraso en esta área.
Aunque las relaciones entre los sexos se han transformado en las últimas décadas, las jugadoras de fútbol sufren el prejuicio en una sociedad aún machista donde las mujeres afrontan un doble turno de trabajo dentro y fuera del hogar, que les deja poco tiempo para el ocio. Mientras que han cambiado muchas cosas, la famosa frase del ex-entrenador de la selección masculina brasileña, João Saldanha, sigue sonando cierta para la mayoría de los varones del país: «¿Puedes imaginar a tu hijo llegando a casa con su novia y diciendo: ‘Es defensora de Bangú’? De ninguna manera». El Club Atlético Bangú fue fundado en 1904 para que los trabajadores de la fábrica de la empresa Bangú de Río de Janeiro jugaran al fútbol. Aunque Saldanha es periodista, intelectual de izquierda y férreo oponente a la dictadura militar, su comentario revela la actitud machista que se encuentra en numerosos varones (y numerosas mujeres) en lo que respecta al fútbol practicado por mujeres.
Aunque esté permitido, el fútbol practicado por mujeres continúa limitado por una perspectiva machista de género que solo acepta la presencia de mujeres en el campo mediante el control de sus cuerpos: hoy ya no se buscan madres sino sensuales modelos. Así, la clásica clasificación que la sociedad patriarcal brasileña hace de las mujeres en esposas o prostitutas se reafirma en el campo de fútbol.
Quienes acaso piensen que esta visión es parte del pasado o que está limitada a Brasil, no han visto nunca los sitios web de los más importantes medios deportivos del mundo. Basta una rápida visita a las páginas de O Globo de Brasil, o de Marca o As de España, para ver que las mujeres no aparecen como atletas sino como «misses», «musas» y «novias», usualmente con escasas ropas y en poses eróticas. Recientemente, los clubes brasileños han adoptado porristas según el modelo estadounidense, y compiten a nivel nacional en concursos donde se elige a la musa más bella.
Santos FC, uno de los clubes grandes que tenían un departamento de «fútbol femenino», también erotizaba a las jugadoras dando al equipo el nombre de «sirenas». En tal situación, el cántico «Marta es mejor que Kaká» parece ser realmente una excepción. Y es verdad: para llegar a donde están, las Martas de Brasil necesitan superar obstáculos más arduos que los Kakás.
Impedir a las mujeres jugar al fútbol fue más que prohibir el movimiento corporal y afirmar su condición de dominadas. La prohibición de jugar al fútbol para las mujeres, que articulaba género, nación e imaginario27, las excluía de un gran colectivo y de un amplio espectro de prácticas sociales. Incapaces de representar simbólicamente a la nación en competiciones en las que se representaba este sentimiento, ellas eran no solamente pasivas y sumisas sino también ciudadanas de segunda clase.
Hay diversas interpretaciones posibles para esta exclusión. En general, se hace hincapié en la excusa de una supuesta necesidad de proteger el cuerpo de las mujeres. El reconocimiento de un peligro puede ser visto en esta interdicción de un elemento que podría transformar a seres pasivos en sujetos sociales, con agencia, tal como lo indica la carta que desencadena el decreto que prohibía a las mujeres jugar al fútbol. Pero también puede interpretarse como una manera de silenciar a las mujeres en uno de los espacios más importantes de afirmación de la nación. Y más aún, en esta interdicción puede verse el temor ante una posible revelación. Al menos, si consideramos la tesis presentada por Arjun Appadurai en un caso similar de exclusión de mujeres de otro deporte, el cricket, en la India:
las mujeres se han convertido en jugadoras y aficionadas al cricket. Si consideramos el país en general, el cricket es aún una actividad dominada por los varones en términos de jugadores, managers, comentadores, aficionados y audiencias en vivo (…). La mirada femenina india ha sido, al menos hasta ahora, eliminada dos veces, ya que ellas miran con mayor frecuencia partidos jugados por varones y miran también a varones que miran a otros varones jugando.28
El componente homoerótico en la experiencia de mirar fútbol es revelado por el ojo exterior del otro, en este caso, de las mujeres. La exclusión de las mujeres garantiza que los hombres puedan mirar cariñosamente a otros hombres sin que esta pasión ponga en riesgo su masculinidad. Durante mucho tiempo, los cuerpos de las mujeres fueron etiquetados como inferiores a los de los hombres, incapaces de las mismas hazañas, al tiempo que se los santificaba bajo el manto ideológico de la maternidad. Hoy la maternidad dejó de ser evocada. Las mujeres pueden jugar, pero para ello deben ser «sensuales». Y cuando están fuera del campo, sirven como garantía para la masculinidad actuando como porristas, musas o en fotos sensuales de periódicos deportivos.
La creciente presencia de mujeres en el periodismo deportivo y como espectadoras de fútbol tiende a alterar este cuadro. Pero el futuro es tema para otro artículo.
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1.
Carmen Rial: antropóloga. Es profesora del Departamento de Antropología de la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil.Palabras claves: fútbol, género, feminismo, antropología, nación, machismo, Brasil.Nota: traducción del inglés de Carlos Díaz Rocca.. Evito el uso de la expresión «fútbol femenino» para referirme al fútbol jugado por mujeres para enfatizar que el fútbol es el mismo juego, ya sea practicado por estas o por hombres. No hay un cambio sustancial.
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2.
Marta Vieira da Silva, o simplemente Marta (nacida el 19 de febrero de 1986 en Dois Riachos, Alagoas), es una futbolista brasileña. Jugó para el club sueco Umeå ik, los equipos estadounidenses la Sol, fc Golden Pride y Western New York Flash, y en 2013, para el Tyressö de Suecia. Formó parte de la selección nacional brasileña que ganó la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de 2004 en Atenas y en los de 2008 en Beijing. También fue distinguida con el Balón de Oro como mvp (most valuable player) del Mundial fifa Sub 19 de fútbol femenino de 2004 tras haber hecho seis goles en el torneo, en el que Brasil terminó cuarto. Fue elegida por la fifa Mejor Futbolista Femenina en los años 2006, 2007, 2008, 2009 y 2010.
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3.
En 2009 recibió 60.000 euros del Santos (incluyendo el costo de un departamento). En Sol de Los Ángeles, donde se la llamaba «la jugadora más valiosa del fútbol femenino profesional», ganaba entre 400.000 y 500.000 dólares estadounidenses por año (incluyendo contratos de auspicio con Puma y Amway Corp).
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4.
«Club Annita Garibaldi» en Jornal do Commercio, 8/4/1912, p. 2 , cit. en Caroline Soares de Almeida: «Boas de bola: Um estudo sobre o ser jogadora de futebol no Esporte Clube Radar durante a década de 1980», tesis de maestría, Universidad Federal de Santa Catarina, 2013.
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5.
Richard Giulianotti: Sociologia do futebol: dimensões históricas e socioculturais do esporte das multidões, Nova Alexandria, San Pablo, 2002.
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6.
Jean Williams: A Contemporary History of Women’s Sport, Routledge, Londres, 2011.
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7.
El primer registro de un partido de fútbol jugado por mujeres en Inglaterra data de 1895. Fue organizado por la capitana y secretaria del British Ladies Football Club y se enfrentaron el norte y el sur de Londres en el Crouch End Atletic Ground, situado en el norte de Londres. Gail J. Newsham: In a League of Their Own! – The Dick, Kerr’s Ladies Football Team, Scarlet Press, Londres, 1997, p. 2.
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8.
F. Franzini: «Futebol é ‘coisa para macho’? Pequeno esboço para uma história das mulheres no país do futebol» en Revista Brasileira de História vol. 25 No 50, 2005, pp. 315-328.
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9.
Lino Castellani Filho: Educação física no Brasil: A história que não se conta, Papirus, Campinas, 1988.
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10.
F. Franzini: ob. cit.
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11.
Disponible en http://legis.senado.gov.br/legislacao/ListaPublicacoes.action?id=152593.
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12.
Con anterioridad, la práctica del fútbol por mujeres en la ciudad estaba limitada a unas pocas exhibiciones esporádicas, que tenían una naturaleza más exótica y farsesca que deportiva. Encontramos un ejemplo de estas exhibiciones en el Circo Queirolo, que incluía una inusual presentación en su espectáculo: «dos equipos de fútbol femenino ingresaban en el ring», improvisando un partido que entretenía al público. En Opinião Pública, 14/1/1930, citado en Luiz Carlos Rigo et al.: «Notas acerca do futebol feminino pelotense em 1950: um estudo genealógico» en Revista Brasileira de Ciências do Esporte vol. 29 No 3, 2008, pp. 173-188.
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13.
Tomás Mazzoni: «História do futebol no Brasil 1894 -1950» en Gazeta Esportiva, 1950, p. 289.
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14.
P. Bourdieu: «On Male Domination» en Le Monde diplomatique, edición en inglés, 10/1998, disponible en http://mondediplo.com/1998/10/10bourdieu, fecha de consulta: 15/8/2013.
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15.
V. Wolf: Three Guineas, Harcourt, San Diego, 1938.
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16.
P. Bourdieu: ob. cit.
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17.
Disponible en http://cev.org.br/biblioteca/deliberacao-n-7-2-agosto-1965/.
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18.
P. Bourdieu: The Masculine Domination, Stanford University Press, Palo Alto, 2001.
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19.
J. Lever: La locura por el fútbol, fce, México, df, 1985, pp. 164-165.
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20.
Miriam Pillar-Grossi: «Feminismes et générations politiques des années 90 au Brésil» en Cahiers du Cedref No 6, 1996, pp. 169-190.
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21.
C. Soares de Almeida: ob. cit.
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22.
Por ejemplo, la organización de partidos por bares gay en la década de 1970, si damos crédito al informe de la revista Placar, 9/1996, p. 50.
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23.
V. http://gremiofeminino.wordpress.com/historia-do-futebol-feminino/.
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24.
Documento de 2001, preparado junto con Pelé Sports & Marketing. Ver C. Soares de Almeida: ob. cit.
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25.
Eduardo Arruda: «fpf institui jogadora-objeto no Paulista» en Folha de S. Paulo, 16/9/2001, disponible en www1.folha.uol.com.br/fsp/esporte/fk1609200119.htm, fecha de consulta: 31/10/2013.
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26.
C. Rial: «Rodar: The Circulation of Brazilian Football Players Abroad» en Horizontes Antropológicos vol. 14 No 30, 2008, pp. 21-65, disponible en http://socialsciences.scielo.org/scielo.php?pid=S0104-71832008000100007&script=sci_arttext, fecha de consulta: 15/8/2013.
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27.
Gilberto Freyre: Sociologia, José Olympio, Río de Janeiro, 1945; Roberto DaMatta et al.: Universo do futebol: esporte e sociedade brasileira, Pinakotheke, Río de Janeiro, 1982.
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28.
A. Appadurai: Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globalization, University of Minnesota Press, Mineápolis, 2001, p. 111.