Los resultados de las elecciones
presidenciales y parlamentarias del 19 de febrero obligarán, por primera vez
desde 2006, a una segunda vuelta en las elecciones presidenciales. La crisis
económica pasó una pesada factura a Alianza País, que perdió 18 puntos entre
2013 y 2017 (bajó del 57% al 39%). Tres constataciones gruesas pueden hacerse
sobre la votación oficialista: primero, se consolidó el desplazamiento de su
voto hacia la Costa, que se mantuvo en el 56% de su votación total mientras la
Sierra cayó un punto para situarse en el 39%. Segundo, el voto «en plancha» por
los candidatos oficialistas al parlamento alcanzó niveles alucinantes. Mientras
en la elección de 2013 hubo una diferencia de 5% entre el voto presidencial y
el parlamentario, en la elección actual no hubo diferencia alguna. Casi en
todas las provincias, tanto para asambleístas nacionales como provinciales, la
votación es idéntica, lo que indica que se trata de un «voto duro» virtualmente
absoluto. Ese voto le permite tener mayoría en la Asamblea Nacional gracias a
un método de asignación de escaños que margina las minorías. Tercero, la peor
votación del oficialismo se concentró en la Sierra central y la Amazonía del
centro y del sur, no solo las áreas de mayor población indígena sino las zonas
más empobrecidas del país.
La interpretación de semejantes resultados
es mixta. Aunque la caída fue grande, Alianza País estuvo muy cerca de lograr
una victoria electoral en primera vuelta (40% con 10 puntos de distancia sobre
el segundo), lo que puede considerarse un mérito tras 10 años en el gobierno.
La mayor votación costeña se explica bien por la tendencia de Alianza País a
capturar mejor y más fácilmente un voto más conservador pero también por el hecho
de haber invertido un año de esfuerzos en la reconstrucción de la región
devastada por el terremoto del año pasado. El esfuerzo combinado de dos
candidatos conservadores fuertes en la Costa, Guillermo Lasso y Cynthia Viteri,
no le restó suficiente adhesión regional. La consistencia inaudita del voto
refleja la capacidad de conservar un amplio electorado leal a toda prueba. Es
una fortaleza pero también arroja sombras sobre el futuro de una estrategia
electoral defensiva centrada en la reivindicación de los 10 años de gobierno
que no pudo atraer un electorado «blando» y menos férreamente convencido.
El electorado de Guillermo Lasso (28%) es
mucho menos consistente. Se benefició claramente de la polarización electoral.
En los últimos días sus números, dramáticamente estancados a lo largo de la
carrera electoral, crecieron meteóricamente. Igual que en 2013, capturó al
votante serrano (y ahora amazónico) que difícilmente votaría por él si no fuera
porque aparece como el candidato con mayores posibilidades entre las opciones
de la oposición. En todo caso, su programa buscó acercarse conscientemente al
electorado que Alianza País despreció: ha prometido dejar en tierra el petróleo
del Yasuní, volver vinculante (es decir, obligatorio) el resultado de las consultas
a las poblaciones afectadas por las actividades mineras, permitir el libre
ingreso a las universidades y cesar la persecución judicial a quienes protestan
en las calles. Su promesa central de lograr la creación de un millón de empleos
en cuatro años mediante la reducción de tres mil millones de dólares en
impuestos fue retomada parcial o totalmente, de formas variadas, por casi todos
los candidatos aunque nadie lo hizo en números tan abultados. Es probable que
sus electores no tomen muy en serio las matemáticas de sus ofrecimientos, pero
la tendencia de las intenciones que expresa es clara: reducción del Estado y
aumento del peso de la iniciativa empresarial.
Ni Cynthia Viteri (16%) pudo ganar fuera de
las provincias del Guayas y Los Ríos, en la Costa central, para arrebatar el
segundo lugar a Lasso, ni Paco Moncayo (6,7%) pudo ofrecer una alternativa
electoralmente viable a la centro izquierda. El resto de candidatos obtuvo en
conjunto una votación cercana al 10% del electorado que será central en los
números de la segunda vuelta. Solo Iván Espinel (3,2%) ha anunciado su apoyo a
Lenin Moreno. Paco Moncayo ha declarado que no votará por ninguno de los dos
finalistas mientras que sus principales aliados, la CONAIE y Unidad Popular
solo han reiterado que están en contra del correísmo pero no se pronuncian a
favor de Guillermo Lasso. Todos los demás candidatos anunciaron su apoyo a
Lasso.
Al margen de las posturas de los
dirigentes, ¿qué podemos esperar en la segunda vuelta el 2 de abril? El
pronostico es reservado y el resultado será seguramente muy apretado. Aunque la
distancia que separa a Lenin Moreno de Guillermo Lasso le da una obvia ventaja
inicial, su margen de maniobra es pequeño. Es probable que su estrategia
electoral se centre en ofrecimientos concretos, obras precisas y programas de
subsidios. No es rentable ahora hacer declaraciones ideológicas tardías a una
población que no confió en ninguno de los finalistas.
Sin embargo, hay ahora
un pequeño detalle ideológico que podría costar muy caro a la candidatura
oficial. En un evidente intento de acercarse a los votantes de Paco Moncayo,
Rafael Correa realizó un análisis de los resultados en el que afirmó que la
izquierda había traicionado al general Moncayo votando por Lasso. Por ello,
añadió, su votación era «socialdemócrata pura», es decir, no contaminada de
infantilismo, y, por tanto, muy cercana a Alianza País. Parece un análisis
forzado, basado solo en las provincias amazónicas afectadas por la minería que
votaron abrumadamente por Lasso contra el gobierno. Sin duda, una parte del
electorado de Moncayo votará nulo o por Moreno pero el voto de la izquierda,
que ha fluctuado entre el 2% y el 5% entre 2006 y 2017, ahora puede resultar
vital. En un universo paralelo, donde el gobierno no se hubiera ensañado por
diez años en una persecución sistemática a la izquierda y en una negativa terminante a la negociación,
ese electorado pequeño pero ideológico y relativamente disciplinado, podría
haber votado por el gobierno. Pero en este universo, esa pequeña factura, tan
minimizada en estos años, puede significar la derrota.