Tema central
NUSO Nº 255 / Enero - Febrero 2015

Segunda página 255

Segunda página 255

La «Segunda página» del No 222 de Nueva Sociedad, publicado en julio-agosto de 2009 y dedicado al fracaso de la «guerra contra las drogas», concluía afirmando: «La sensación (…) es que en términos académicos y entre los especialistas se ha formado un consenso bastante claro alrededor del problema de las drogas, e incluso existen algunas líneas, desde luego amplias y generales, acerca de cómo debería ser enfrentado. El próximo paso es extender este consenso a la opinión pública y a los círculos políticos, que son los que en definitiva toman las decisiones». Cinco años después de ese diagnóstico, ¿cuánto hemos avanzado en una nueva dirección? ¿Cuáles son los obstáculos para cambiar los paradigmas dominantes?

El consenso de que esta «guerra» ha fracasado se mantiene e incluso se ha extendido hacia los niveles políticos, pero no resulta fácil caminar en una perspectiva diferente: las ideas sedimentadas sobre esta temática aumentan los costos políticos de quienes se proponen modificar el sentido común y las políticas públicas.

El recorrido histórico de Magnus Linton permite rastrear el origen de la «guerra contra las drogas» hasta la presidencia de Richard Nixon. Colombia se transformó en uno de sus escenarios fundamentales. El 11 de septiembre de 2001 jugaría además un papel crucial en la evolución de la guerra antinarcóticos, que desde entonces quedó anudada a la guerra contra el terrorismo (en Colombia, las guerrillas): George W. Bush y Álvaro Uribe fueron dos figuras claves de estas políticas. Esta etapa tiene hoy una posibilidad de cierre si las negociaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla resultan exitosas; no obstante, el escenario es aún complejo, incluso si se firma la paz. Hoy, el término «narcotráfico» remite a México, donde la vía militar condujo a una espiral de violencia y corrupción. El artículo de Gilles Bataillon se centra en esas nuevas formas de violencia, que tienen como síntesis siniestra la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en septiembre del año pasado, y los vínculos entre organizaciones de narcotraficantes y el mundo político y empresarial. ¿Quiénes son los actores de la violencia? ¿Qué relaciones sostienen con otros actores sociales? ¿Cómo se vinculan estos fenómenos a la cuestión de la ley y la igualdad en la comunidad política? Estas son algunas de las preguntas que guían su aproximación sociológica.

Los textos de Aram Barra, Sebastián Valdomir y Luciana Boiteux se enfocan en la cuestión de la legislación internacional y las normas nacionales. En el actual contexto de empantanamiento, el presidente uruguayo José Mujica pareció ir al núcleo del problema al señalar que «Alguien tiene que ser el primero». Así, Uruguay apostó, con su nueva ley, a salir de los dos modelos polares que implican ausencia de la capacidad reguladora del Estado: la prohibición y la legalización total. Pero la oposición de la opinión pública, que según las encuestas se mostró reacia a la legalización regulada de la marihuana, muestra solo una de las dificultades que señalamos antes. Por otro lado, debido al lugar de Uruguay en la región –no es un gran país productor ni consumidor– resulta difícil que el «modelo uruguayo» sea adoptado, o al menos discutido, por los países vecinos. Brasil, desde ese punto de vista, constituye una suerte de antimodelo, como lo muestra Boiteux, con sus cárceles superpobladas de jóvenes, especialmente negros y mulatos, por delitos de narcotráfico. Esta «epidemia» de encarcelamientos (a menudo de pequeños traficantes) no se limita, sin embargo, a Brasil; es, por el contrario, una tendencia global.

Algunos estados de Estados Unidos también se han sumado a los cambios, como Washington, Colorado, Oregón y Alaska. Los debates sobre los usos recreativos de la marihuana son más aceptados, así como la descriminalización del uso personal o del autocultivo. Pero persiste la cuestión de las llamadas «drogas duras» y del aumento de la producción de sustancias psicoactivas sintéticas. En todos los debates, el problema de cómo defender la salud pública y proteger a los consumidores convive con temas morales e ideológicos. Así, hay políticas que buscan reducir la oferta o limitar los daños y, de manera creciente, son más visibles las propuestas que buscan cambiar paradigmas respecto a las drogas. Contra lo que suele suponerse, Eduardo Vergara B. nos recuerda que hoy el narcotráfico es una actividad menos organizada de lo que parece a simple vista. Los narcotraficantes, mostrando una gran adaptación a los cambios, han avanzado hacia estrategias atomizadas que les han permitido sobrevivir de manera dinámica y con alta adaptabilidad a los nuevos contextos, en los cuales las estrategias tradicionales y centralizadas se han mostrado ineficientes. Los que muestran menos adaptabilidad son los Estados y sus métodos de lucha contra las drogas.

El narcotráfico es hoy violencia, grandes y pequeños negocios, destrucción del tejido social, fuente de corrupción y también inspiración de una «narcocultura». ¿Por qué una serie de televisión dedicada a Pablo Escobar tuvo tanto éxito en toda América Latina? ¿Por qué, incluso, hubo una suerte de ambigua identificación de parte de la audiencia con el «patrón del mal»? «Se dice que la serie se hizo para que los colombianos que no lo conocían detestaran para siempre a Escobar. Pero ocurrió lo contrario. El resultado fue que amamos a Pablo y odiamos a los políticos. Se quería el rating y una historia internacional, y se lograron. Lo de dignificar a las víctimas y crear a Pablo como el maligno era solo intención de mercadeo», dice Omar Rincón en su artículo. Pero el fenómeno es más amplio, como lo registra el texto: narcocorridos, diversos tipos de narcofilms, telenovelas dedicadas al tema y hasta una suerte de «cosmovisión»: «La historia es alucinante y los libretos nos presentan a un héroe popular con una vitalidad de lenguaje que hace ilusionar de que hay una narcofilosofía», sintetiza Rincón.

Entretanto, la confluencia entre análisis lúcidos y cambios más audaces en las políticas se sigue haciendo esperar. Este número de Nueva Sociedad es un aporte a la discusión, realizado con la colaboración de fes Seguridad Regional, el proyecto de la Fundación Friedrich Ebert que trabaja sobre geopolítica, defensa y seguridad regional y pública en América Latina.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 255, Enero - Febrero 2015, ISSN: 0251-3552


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