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NUSO Nº 261 / Enero - Febrero 2016

​Partido, capitalistas y clases sociales en la China actual Entrevista a David S.G. Goodman

De acuerdo con el australiano David S.G. Goodman, especialista en el análisis de las clases sociales, China aún se encuentra muy lejos de convertirse al capitalismo. En esta entrevista, Goodman delinea las relaciones entre las clases medias, la clase alta y el Partido Comunista de China (pcch), así como las implicaciones políticas de estas relaciones, y hace hincapié en las continuidades históricas de la economía y la sociedad de China entre los siglos xx y xxi.

​Partido, capitalistas y clases sociales en la China actual  Entrevista a David S.G. Goodman

De acuerdo con el australiano David S.G. Goodman, especialista en el análisis de las clases sociales, China aún se encuentra muy lejos de convertirse al capitalismo. En esta entrevista, Goodman delinea las relaciones entre las clases medias, la clase alta y el Partido Comunista de China (pcch), así como las implicaciones políticas de estas relaciones. Goodman es el nuevo director del Departamento de Estudios Chinos de la Universidad de Xi’an Jiaotong-Liverpool, en Suzhou. También es profesor de Ciencias Sociales en la Universidad de Nanjing y profesor emérito de la Universidad de Sídney. Su investigación se ha enfocado en la historia política del pcch y en los cambios sociopolíticos perceptibles en los niveles locales del país, especialmente con respecto a las configuraciones de clase y la sociología de la iniciativa empresarial en la China contemporánea. Goodman hace hincapié en las continuidades históricas de la economía y la sociedad de China entre los siglos xx y xxi. Es autor o editor de más de 30 libros y monografías sobre la política y la sociedad de China, entre los que se cuenta Class in Contemporary China [La clase en China contemporánea]1.

Usted ha investigado a los nuevos ricos y las clases medias emergentes de China durante gran parte de su carrera académica. ¿Podría delinear las razones de esta orientación? ¿Ha percibido una evolución considerable en la estructura de clases de China durante los últimos 20 años?

He seguido esta línea de investigación principalmente debido a cierta inquietud en relación con las ciencias sociales. En estas disciplinas que aspiran a la universalidad, suele faltar la experiencia del mundo distante de Europa y Norteamérica. Mi interés por China se inspiró entonces en el deseo de comprobar si sus patrones de clase y estratificación social coincidían con lo que se enunciaba en los libros de texto, identificando las diferencias además de las similitudes. Una vez concluida esa tarea, me propuse utilizar los datos recabados para el desarrollo de nuevos conceptos que fueran igualmente aplicables en todas partes. En mi reciente libro sobre las clases sociales en la China contemporánea [Class in Contemporary Chi] creo haber avanzado ese trecho adicional, tal como también lo han evaluado quienes lo reseñaron. La estructura de las clases sociales chinas no se define exclusivamente sobre la base de la relación con los medios de producción, sino que está determinada en gran medida por las desigualdades de riqueza, estatus y poder, la base social y la transferencia intergeneracional de privilegio. En el corazón de estos procesos se encuentran las familias, que reproducen la clase social de manera mucho más predecible que la supuesta en otras sociedades, incluso en aquellos países industriales avanzados donde la movilidad social se considera la norma y el mérito se trata como una religión secular.

¿Cuánta movilidad social hay en China? En efecto, en su libro Class in Contemporary China, usted subraya la importancia que adquieren las transferencias intergeneracionales de privilegio en ese país, hasta el punto de que las elites locales anteriores a 1949 lograron recuperar su estatus después de 1978. ¿Cree que este fenómeno contribuye a explicar por qué la noción de suzhi [calidad] es tan preponderante2 en la China actual?

En The Son Also Rises (2014)3, Gregory Clarke sugiere que la movilidad social de todas las sociedades industriales es menor de lo que creemos, con una transferencia de privilegio intergeneracional que ronda el 73%. En lo que concierne a China, Clarke estima un porcentaje más alto, en torno de 84%. Otras investigaciones, incluida la mía, indican que este porcentaje es correcto e incluso puede ser mayor. De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Beijing, la ocupación y la posición social están determinadas por el padre en aproximadamente 95% de las mujeres y 84% de los hombres. Tal como usted señala, mi propia investigación sobre las elites locales indica que una alta proporción de las elites económicas actuales son descendientes directas de las que fueron desplazadas en 1949. Y tal vez sea más digno de mención el hecho de que aproximadamente dos tercios de las elites locales descienden de personas que en 1949 no solo integraban la elite local, sino que además eran miembros del pcch. Tal como lo ha constatado el presidente Xi Jinping, alterar esta situación extirpando los bastiones del privilegio y la riqueza sería una tarea difícil e incluso peligrosa. Difícil, por el afianzamiento de las personas y sus redes sociales en el sistema que Xi considera necesario reformar para mantener la legitimidad del pcch, y peligrosa, porque esas redes sociales son a su vez bastiones de resistencia. Usted me pregunta si eso contribuye a explicar la preponderancia de la suzhi. Es posible. Pero hay otra explicación sociocultural aún más profunda. A diferencia de las sociedades europeas y norteamericanas, la sociedad china no se apuntala en la expectativa de igualdad como norma o camino deseable. El pueblo chino acepta la desigualdad como un hecho natural que forma parte de su filosofía y su civilización. Las distinciones se marcan y se entienden. He ahí también la función de la suzhi: mantener a los trabajadores migrantes en su lugar y apartados de las clases medias instruidas.

Me gustaría volver a su intento de aclarar dos conceptos erróneos: el creciente predominio de la clase media china (creencia y discurso que han alcanzado gran difusión en la propia China) y su potencial como fuerza impulsora del cambio.

A mediados y fines de los años 90, me propuse demostrar que, aunque en China había efectivamente una clase media, no se trataba de un fenómeno nuevo. Los estratos sociales que integraban las clases medias eran los profesionales y gerentes empleados por el partido para conducir el país de diversas maneras y existían desde los años 50. Pero hay un grupo que es relativamente reciente: el nuevo empresariado que salió al ruedo en la era de la reforma. Cabe destacar que sus lazos con el partido-Estado eran y siguen siendo fuertes. Alrededor de 50% de los así llamados «emprendedores privados» trabajaban en el partido-Estado inmediatamente antes de convertirse en empresarios privados, e incluso un quinto de ellos habían sido cuadros de primera línea en diversos niveles del partido4. De más está decir que esto coarta directamente el potencial para un espacio político entre la clase media y las clases dirigentes que pueda conducir a un cambio. Pero yo sostengo además que la clase media es en realidad muy pequeña y en esencia se encuadra casi en su totalidad dentro del partido-Estado. Aunque sea posible cuantificar un 14% a 15% de la población trabajadora como «empresarios», muy pocos de sus integrantes son emprendedores, dueños de empresas o empleadores en gran escala, tal como suele entenderse el término «empresariado». La mayoría de las personas incluidas en esta categoría son en realidad miembros del sector precarizado. Son pequeños comerciantes y trabajadores autónomos en gran medida desempleados. No puede decirse entonces que vayan a incorporarse en un futuro próximo a la clase media. Algo similar ocurre con las masas de pequeños campesinos que forman parte de la ecuación. Claro que gran parte del argumento depende de cómo definamos a las clases medias. Desde una perspectiva que combina a Anthony Giddens con Erik Olin Wright, yo las veo como la clase intermedia que no se define solo por sus ingresos, estatus y poder, sino también por sus experiencias, conocimientos y destrezas. Para que se produzca una movilidad social en la escala deseada por quienes quieren ver en China una clase media de grandes proporciones, el dinero tiene que ir más al consumo que al ahorro, lo cual requiere otorgar prestaciones de bienestar social y eliminar las restricciones del mercado laboral que impone el sistema basado en el registro de domicilio. Por ahora, las clases medias intermedias solo pueden crecer con lentitud, como lo han hecho desde mediados de los años 50. La clase media ha crecido con relativa lentitud incluso en la era de la reforma: alrededor de 6% en poco más de tres décadas.

Si bien en otras partes de mundo es habitual considerar la casa propia como el indicador determinante de la clase media, esto no es válido para la República Popular China. Los datos de la propiedad inmobiliaria sugieren que hoy la vasta mayoría de los habitantes son propietarios de su vivienda o están pagándola. Este fue un resultado del cambio económico estructural de los años 90. Los campesinos siempre han sido propietarios de su hogar y no hubo grandes cambios en ese sector, ya que los propietarios rondan el 95% en las zonas rurales. En las zonas urbanas se produjo un cambio drástico cuando se reestructuraron las empresas estatales y se eliminó su obligación de proveer vivienda a los empleados. Al principio se asignó a los trabajadores la vivienda que ocupaban o se les exigió que la compraran, pero después, a medida que los gobiernos municipales emprendieron planes de renovación urbanística, se los obligó a mudarse y adquirir su vivienda en las nuevas urbanizaciones en ascenso. Aproximadamente 84% de los hogares urbanos son propietarios o están pagando su casa. Este guarismo suena impresionante a oídos externos, dado el nivel aún relativamente bajo de los ingresos chinos. La explicación está en los subsidios, tanto directos, a través de préstamos blandos muy inferiores a los precios del mercado, como indirectos, mediante la simple reasignación de viviendas. Quienes vivían en una casa o un departamento provisto por una unidad laboral permanecieron allí ya en calidad de propietarios, a veces sin costo alguno o a un costo altamente subsidiado.

¿Quiénes son los emprendedores chinos? ¿Cuán diversos son? ¿Cuál es su mentalidad y su relación con el Estado?

Hay todo un abanico de personas que pueden encuadrarse en esa categoría, cuyo alcance depende en parte de cómo se conceptualice la idea. Tanto por su incomodidad ideológica como por los aspectos prácticos del fomento a la iniciativa empresarial, el Estado a veces se complace en sugerir que cualquier persona con actividad comercial, grande o pequeña, mayorista o minorista, manufacturera o extractiva, productiva o académica, es un emprendedor. Esto incluiría a buena parte de la población. Incluiría a personas reconocibles como capitalistas en cualquier parte del mundo, pero también a campesinos itinerantes, a trabajadores despedidos y a todos los trabajadores autónomos que intentan extraer algún beneficio económico del mercado. Aquellos que en esencia forman parte del sector precarizado (campesinos, itinerantes, desempleados, trabajadores migrantes) carecen de una relación estrecha con el Estado en todos los niveles: para ganarse el sustento no tienen otra alternativa que recurrir a su propio trabajo manual y tal vez a las redes personales más inmediatas. Los trabajadores migrantes provenientes de las zonas rurales van a las ciudades y viven en campamentos provisorios instalados en las obras en construcción u organizados para diversas empresas de servicios. A veces (aunque no siempre) están en condiciones físicas bastante malas, pero el principal problema que enfrenta este sector social es la imposibilidad de acceder al bienestar urbano. El Estado solo los reconoce como habitantes rurales que tienen su vivienda en el campo, cualquiera sea el tiempo que haya pasado desde que se establecieron en zonas urbanas o desde que comenzaron a trasladarse a diario entre el campo y la ciudad. Los trabajadores despedidos pueden tener posibilidades de vivir en zonas urbanas, pero su nivel de vida es en muchos casos increíblemente bajo, tal como han señalado hace tiempo Dorothy Solinger y otros analistas5.

República Popular China: composición de clase de los trabajadores, 1952-2006 (en porcentaje)

Fuentes: 1952-1988: Lu Xueyi: Dangdai Zhongguo Shehui Jieceng Yanjiu Baogao [Informe de la investigación sobre la estratificación social en la China contemporánea], Shehui kexue wenxian chubanshe, Beijing, 2002, p. 44; Lu Xueyi: Dangdai Zhongguo Shehui Liudong [Movilidad social en la China contemporánea], Shehui kexue wenxian chubanshe, Beijing, 2004, p. 38; Lu Xueyi (ed): Social Structure of Contemporary China, World Scientific Publishing, Singapur, 2012, pp. 20 y 403. 2001: Censo Nacional por muestreo. 2006: encuesta por muestro de 1% de la población china realizada en 2005 por la Oficina Nacional de Estadísticas y Encuesta Social General Nacional realizada en 2006 por el Instituto de Sociología de la Academia China de Ciencias Sociales (CASS, por sus siglas en inglés).

Los que pueden pensarse como parte verdadera del nuevo empresariado –propietarios de grandes negocios y empresas– mantienen una relación muy estrecha con el Estado por tres razones principales. En primer lugar, una proporción sustancial salió del partido-Estado en cualquiera de sus manifestaciones, ya fuera durante la fase inicial de la reforma (en la década de 1980), cuando se autorizó el negocio en pequeña escala, particularmente en las empresas comunales y municipales, o más tarde, después de 1992, cuando se permitió que la empresa privada adquiriera mayor escala y gran parte del sector estatal fue subdividido y privatizado de diversas maneras (a veces incluso mediante transferencias gerenciales y control accionario). Un número relativamente alto de estos emprendedores retuvo la membresía del pcch, aun antes de 1992. Después de 1992, muchos de los nuevos emprendedores se habían desempeñado en un trabajo igual o similar dentro de la empresa estatal originaria. Más paradójicamente aún, muchas de las nuevas empresas privadas que se establecieron después de 1992 bajo la dirección de estos emprendedores siguen siendo propiedad de la empresa estatal originaria de la que se desprendieron. Se estima que alrededor de un cuarto del sector privado responde a esta descripción. En la mayoría de los casos, diversos talleres o secciones de las compañías estatales se mercantilizaron de esta manera con todos sus trabajadores y bajo la gerencia anterior, extrayendo el capital y el negocio del Estado para trasladarlo al mercado en calidad de empresa nueva. A modo de ejemplo, una empresa de hierro y acero de China septentrional ingresó en la era de la reforma como todas las grandes compañías estatales, con numerosos talleres y unidades que prestaban servicios a la producción y a la fuerza de trabajo. Además de hornos de fundición de hierro y extrusoras de acero, había por ejemplo un taller que fabricaba productos de vidrio utilizados en diversas etapas del proceso productivo; una flota de vehículos que trasladaba los productos de hierro y acero desde la fábrica a sus lugares de destino, además de transportar a los empleados; escuelas para los hijos de los trabajadores y cantinas donde comía el personal junto con su familia. Al comienzo de la reforma, la empresa tenía unos 129.000 empleados y planeaba reducir esta planta a unos 36.000 trabajadores durante la primera etapa de transformación. Todos los diversos talleres y secciones convertibles en unidades económicas independientes serían traspasados a su personal directivo y sus trabajadores en calidad de empresas privadas separadas. El taller de vidrio se convirtió así en una exitosa fábrica de botellas y frascos para mermelada; la flota de vehículos devino una empresa de transporte; la escuela pasó a ser un jardín de infantes comercial (aun para los hijos de los empleados, aunque bajo nuevas condiciones económicas) y varias de las cantinas se convirtieron en restaurantes comerciales de distintos tipos. Al mismo tiempo, la empresa de hierro y acero se aseguró de retener más de 50% de las acciones en estas nuevas empresas.

En segundo lugar, claro que no todos los nuevos miembros del empresariado venían del sector estatal o de ocupar altos cargos en el partido. Estos emprendedores externos pronto se encontraron con que el pcch trataba de acomodarlos y atraerlos hacia su esfera de influencia con la mayor celeridad posible. Les ofrecieron membresía en el partido, bancas en el Congreso y en el gabinete de asesores políticos, membresía en las cámaras comerciales administradas por el gobierno, estatus como empresarios modelo y cosas por el estilo. Cuanto más grande fuera la empresa, mayor era la probabilidad de que el pcch local tuviera allí una ramificación.

Y la tercera razón son los negocios. Sin vínculos con el partido estatal, los empresarios no acceden fácilmente a los recursos necesarios para desarrollar negocios. La tierra, la mano de obra y especialmente el capital son una posibilidad remota si el emprendedor no se involucra de alguna manera con el partido. Según han indicado en reiteradas oportunidades los estudios académicos, el acceso a los préstamos bancarios de los emprendedores que son miembros del pcch es significativamente mayor que el de los demás; y las oportunidades de negocios fluyen hacia quienes se encuentran bajo la égida o en los umbrales del partido-Estado. El estudio más destacado sobre este tema es de la Universidad de East Anglia, en Reino Unido6.

En «Sixty Years of the People’s Republic: Local Perspectives on the Evolution of the State in China» [60 años de la República Popular: perspectivas locales de la evolución del Estado en China]7, usted hace hincapié en los límites de un enfoque que ha adquirido excesiva difusión en la academia occidental, en cuyo marco se contrasta el drástico crecimiento económico de China con la ausencia de cambio político. ¿En qué sentido puede decirse que la reforma económica suscitó un cambio político significativo? A la inversa, usted también ha subrayado que China está lejos de ser un país capitalista. ¿Podría explayarse sobre esta idea?

Bajo el socialismo estatal y durante la época de Mao, China fue un sinónimo de inestabilidad política. La estrategia de cambio se alteraba cada cinco años, poco más o menos, y se digitaron disrupciones políticas de gran envergadura: el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. Desde sus inicios, en 1978, la era de la reforma redundó en una mayor estabilidad política aparejada a una regularización de las normas políticas. En el pcch se han suscitado numerosos debates con consecuencias menos drásticas para los perdedores en comparación con lo que ocurría en el pasado. En su mayor parte, estos mantuvieron su presencia y continuaron participando en política. Con el paso del tiempo y el desarrollo tecnológico, se ha ampliado hasta cierto punto el debate público acerca de distintos temas, tanto a través de las redes sociales como en la prensa y los medios masivos, sujetos a un control más laxo. Ahora podríamos decir sin temor a equivocarnos que la política es una actividad más acotada, en un espacio más restringido, en comparación con épocas anteriores. Es cierto que la política incide en la vida cotidiana de las personas, pero tomada en conjunto es más eludible que antes. Las instituciones y operaciones del pcch se han vuelto sin duda más rutinarias, con oportunos cambios de liderazgo, congresos y reuniones más regulares en el seno del Estado y el partido, así como normas que reglamentan la participación política. Incluso se han celebrado elecciones directas regulares en los niveles locales, aunque bajo la estricta influencia del gobierno local.

Muchos presentan el crecimiento económico de China como si esta hubiera alcanzado el nivel de país industrial avanzado y hubiera desarrollado el capitalismo. Desde ese punto de vista, dan por sentado que la democracia liberal no tardará en establecerse. Esta hipótesis me parece descabellada. Por muy destacable que haya sido el crecimiento económico de China a lo largo de treinta y tantos años, no deja de ser un crecimiento limitado y, si bien puede incluir ciertas prácticas capitalistas, no es capitalista. En primer lugar, el hecho de que la economía china sea la segunda más grande del mundo (o la más grande en términos de paridad de poder adquisitivo) es en cierto modo inevitable. China nunca ha tenido una economía agregada pequeña, y esto se debe sencillamente al tamaño de su población. Hasta 1830 fue la economía más grande del mundo por la simple razón de que era la más populosa. Una vez que otros países comenzaron a industrializarse, aumentaron su pib per cápita, cosa que no ocurrió en el caso de China. No obstante, el país nunca ha sido menos que la cuarta o quinta economía del mundo. Pero en lo que concierne al pib per cápita no le ha ido tan bien. Actualmente (2014) asciende a unos 11.000 dólares per cápita, guarismo apenas levemente mejor que el de la ex-Unión Soviética en el apogeo de su éxito, alrededor de 1983. En algunas partes del país, el crecimiento y la riqueza per cápita han sido espectaculares: la región meridional en torno al Guangzhou y el delta del río de las Perlas; Shanghái y la región del delta en el curso inferior del río Yangtzé; Beijing y Tianjin. En el Parque Industrial de Suzhou (que en realidad es una nueva ciudad al este de Suzhou, en el delta del Yangtzé), el pib per cápita ha superado hoy al de Reino Unido. Por otra parte, al panorama nacional aún le queda mucho por avanzar, desde el punto de vista cuantitativo tanto como desde el cualitativo. ¿Quién se ha beneficiado en primer lugar de este crecimiento? No los capitalistas y los emprendedores per se, sino los funcionarios de idiosincrasia más bien reformista en el seno del partido y el Estado, los tecnócratas y, en particular, los hijos de los funcionarios. Este fue el patrón que se estableció para otros socialismos estatales que atravesaron reformas durante los años 70 y 80 en Europa oriental –Yugoslavia, Hungría y Polonia– y que [el sociólogo] Ivan Szelenyi ha analizado en detalle durante más de 30 años. En este modelo, los más probables beneficiarios de cualquier cambio político no serán los miembros de la clase capitalista, sino los tecnócratas y los antiguos funcionarios.

¿Qué ha ocurrido en China con el discurso de clase durante los 30 años que han transcurrido desde que se inició la reforma?

El punto de partida para comprender los cambios de la reforma son las nociones de clase que existían en China en la época del socialismo estatal maoísta. Un problema ideológico que debió enfrentar el pcch cuando llegó al poder en 1949 fue determinar cómo manejaría el análisis de las clases sociales una vez garantizada la estabilidad y afianzado su gobierno. A fin de cuentas, el análisis de las clases sociales es una ideología de conflicto para asegurar el cambio. Hacia mediados de los años 50, Mao y el pcch comenzaban a percibir que ya no había clases antagonistas en la sociedad. Después de todo, habían socializado los medios de producción. Todos eran a grandes rasgos obreros o campesinos –las únicas dos clases aceptables que quedaban– o bien eran miembros del estrato intelectual. Nótese la vieja distinción soviética entre estrato y clase. Una clase puede tener conciencia. Un estrato es solo una identificación con una categoría. Por diversas razones, incluido el hecho de que no lograba salirse con la suya en los debates sobre políticas, Mao determinó que podían reaparecer las clases contrarrevolucionarias, incluso en las filas del pcch. De ahí su llamamiento a depurar las filas partidarias de burgueses y «adeptos a la senda capitalista», hecho que lo llevó a liderar la Revolución Cultural y a destruir en esencia el sistema gubernamental del pcch. Durante cierto periodo posterior a la muerte de Mao y al giro de Deng Xiaoping hacia reformas orientadas al mercado, el trauma que había dejado la Revolución Cultural disuadió al pcch de impulsar reformulaciones ideológicas en torno de las clases sociales. Algunos observadores más cínicos han sugerido incluso que ya no había justificación alguna para describir el pcch como el partido del proletariado8, en especial hacia fines de los años 90, cuando muchos proletarios (tal vez no menos de 60 millones) habían quedado cesantes por la reestructuración de las empresas estatales con el propósito de aumentar su rentabilidad bajo las condiciones del mercado. Más aún, las crecientes tendencias hacia el socialismo de mercado indicaban que los emprendedores volvían a ser económicamente poderosos. El pcch respondió a esta coyuntura acogiéndolos en el redil en calidad de «representantes avanzados del elemento económico y social». Al mismo tiempo, el pcch mantenía la formulación ideológica según la cual solo existían dos clases activas en China: todos eran obreros o campesinos. Hasta los miembros de la intelligentsia se consideraban «obreros» a esta altura. La mayor parte de este drástico cambio social había tenido lugar durante el mandato de Jiang Zemin como secretario general del pcch. Prácticamente su último acto antes de abandonar el cargo, en 2002, fue la observación de que las capas más altas de la sociedad habían crecido demasiado y que la próxima etapa en el desarrollo de China debía entrañar el cultivo de las capas medias. Ese fue el catalizador de un notable desarrollo ideológico, liderado por los sociólogos de la Academia China de Ciencias Sociales (cass) bajo la dirección de Lu Xueyi. Estos académicos intentaron cubrir con un ropaje empírico la demanda de fomentar las capas medias de la sociedad y tironearon significativamente de la matriz ideológica al sugerir que en la «era contemporánea» ya no había diferencia entre clase y estrato. Reiterados estudios de la cass demostraron que la clase media había crecido bajo la reforma y abogaron por redoblar su crecimiento. Otros sectores del partido-Estado comenzaron entonces a establecer objetivos para el crecimiento de la clase media y desarrollaron justificaciones ideológicas de la concepción según la cual la clase media podía ser una clase universalizante, ya que el pronto logro de una clase media mayoritaria implicaría una sociedad contenta y satisfecha, con escaso conflicto y considerable estabilidad política. Se dijo que la estructura social pasaría de la representación piramidal jerárquica a una «forma aceitunada». La prestidigitación empírica que posibilitó estas conclusiones fue una nueva clasificación de la sociedad china en función de diez clases o estratos sociales [v. cuadro]. Esta era en esencia una clase por ocupación según los lineamientos de Anthony Giddens, con una pizca marxista de Erik Olin Wright por si acaso. La prestidigitación del cass estribó particularmente en afirmar que todas las clases de la nueva estructura –con la excepción de una (los desempleados)– podrían acceder a la clase media, omitiendo a la vez el debate sobre una clase dirigente o alta. El enfoque fue adoptado con celeridad por la Oficina de Estadísticas Estatales, que cesó de incluir los ingresos de los superricos en sus cálculos. Teresa Wright estima que esta clase alta constituye aproximadamente 3% de la población9.

  • 1.

    Émilie Frenkiel: es doctora en Estudios Políticos por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (ehess). y profesora titular de la Universidad Paris-Est Créteil. Es autora de Conditional Democracy. The Contemporary Debate on Political Reform in Chinese Universities (ecpr Press, Colchester, 2015).Palabras claves: capitalismo, clases medias, clases sociales, socialismo, Xi Jinping, China.Nota: la versión original en inglés de esta entrevista fue publicada en Books & Ideas, 29/11/2015, www.booksandideas.net/. Agradecemos a los editores la autorización para reproducirla en español. Traducción de Lilia Mosconi.. Wiley, Nueva York, 2014.

  • 2.

    «La referencia al suzhi justifica las jerarquías políticas y sociales de todo tipo; quienes tienen un suzhi ‘alto’ son considerados dignos de mayores ingresos, poder y estatus que los de suzhi ‘bajo’». Andrew Kipnis: «Suzhi: A Keyword Approach» en The China Quarterly vol. 186, 6/2006.

  • 3.

    Gregory Clark et al.: The Son Also Rises: Surnames and the History of Social Mobility, Princeton University Press, Princeton, 2014.

  • 4.

    Bruce J. Dickson: «China’s Cooperative Capitalists: The Business End of the Middle Class» en Li Cheng (ed.): China’s Emerging Middle Class, Brookings Institution Press, Washington, dc, 2010; Wealth into Power: The Communist Party’s Embrace of China’s Private Sector, Cambridge University Press, Cambridge, 2008, e «Integrating Wealth and Power in China: The Communist Party’s Embrace of the Private Sector» en The China Quarterly No 192, 2007.

  • 5.

    D. Solinger: «Dibaohu in Distress: The Meagre Minimum Livelihood Guarantee System in Wuhan» en Beatriz Carrillo y Jane Duckett (eds.): China’s Changing Welfare Mix: Local Perspective, Routledge, Nueva York, 2011; «The New Crowd of the Dispossessed» en Peter Gries y Stanley Rosen (eds.): State and Society in 21st Century China, Routledge, Nueva York, 2004; «Labour Market Reform and the Plight of the Laid-off Proletariat» en The China Quarterly No 170, 2002 y «Why We Cannot Count the ‘Unemployed’» en The China Quarterly No 167, 2001.

  • 6.

    Oleksandr Talavera, Lin Xiong y Xiong Xiong: «Social Capital and Access to Bank Financing: The Case of Chinese Entrepreneurs», University of East Anglia Applied and Financial Economics Working Paper Series No 19, School of Economics, University of East Anglia, Norwich, 8/10/2010.

  • 7.

    En The Pacific Review vol. 22 No 4, 2009.

  • 8.

    Yingjie Guo: «Farewell to Class, except the Middle Class: The Politics of Class Analysis in Contemporary China» en The Asia-Pacific Journal No 26, 2009, y «Class without Class Consciousness and Class Consciousness without Classes: The Meaning of Class in the People’s Republic of China» en Journal of Contemporary China No 21, 2012.

  • 9.

    T. Wright: Accepting Authoritarianism: State-Society Relations in China’s Reform Era, Stanford University Press, Stanford, 2010.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 261, Enero - Febrero 2016, ISSN: 0251-3552


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