Usted ha planteado en diversas
oportunidades que los tratados de libre comercio impactarán negativamente en
las economías latinoamericanas y, fundamentalmente, que tendrán efectos
sociales que afectarán a los trabajadores de la región. ¿Cómo pueden, hoy,
trabajar los sindicatos y, particularmente, los sindicatos globales frente a
estos tratados?
En principio, creo que habría que marcar que, efectivamente, los
efectos pueden ser complejos. El Trade
in Services Agreement (TISA) tiene, fundamentalmente, un efecto
devastador sobre determinadas áreas como la telecomunicación y las finanzas. De
hecho, las consecuencias a partir de la desregulación de estos dos sectores
pueden ser brutales, dado que los tratados están por encima de la soberanía de
los pueblos y constituyen un instrumento de las multinacionales para violentar
toda la legislación nacional. No quisiera entrar en los detalles de cada uno de
los tratados pero, lo que es real, es que si los sindicatos no logramos comprender
que las agendas nacionales no pueden dar cuenta de esto, enfrentarse a
esta situación será imposible. Desde el punto de vista nacional, el planteo de
UNI como sindicato global, es que debemos pelear contra la aplicación de los
tratados. Es decir que consideramos que los pueblos de la región a nivel
nacional y regional tienen que evitar la firma de los mismos. Sin embargo,
hacemos un segundo planteo: el de la necesidad de estar preparados, desde
ahora, para que estos tratados se firmen y comiencen a aplicarse. Por lo tanto,
debemos diseñar estrategias para confrontar con estos si es que logran su
aprobación.
En el caso del TISA, que
plantea una desregulación de los servicios, ya hay un precedente de lucha
exitosa. Los trabajadores de Uruguay consiguieron que su gobierno se retire de
las negociaciones de dicho tratado. Sin embargo, se trata solo de un país. ¿Es
posible la unidad continental de los trabajadores para realizar una lucha
común?
Sí, es posible. Pero el punto central es que, como estos
tratados y las situaciones que se derivan de ellos parecen lejanas y
abstractas, muchos se percatan de la importancia de los mismos cuando ya es
tarde para resistir. En este sentido, lo que consiguió el PIT-CNT en Uruguay fue de avanzada al entender que la única actitud posible era la resistencia. Por eso considero que es
fundamental que nosotros, como sindicatos globales, nos planteemos una política
real manifestando con nitidez como afectarán los tratados en la vida cotidiana
de las personas. No hablemos ya de las grandes categorías como soberanía
nacional o la capacidad de decidir: estos tratados van a afectar, de manera
contundente, conquistas históricas de los trabajadores. La negociación
colectiva se va a resentir porque las empresas argumentarán que, bajo los
acuerdos del TISA, la negociación colectiva no es posible porque dificulta su
presencia en un país o en otro. En tal sentido, creo que debemos
plantearnos no solo una resistencia regional en términos conceptuales, en
términos de lo que nos quita de soberanía sino también al interior de
organizaciones tan afectadas por el TISA como lo es UNI que representa la
economía de los servicios. Ahora mismo, nosotros nos estamos planteando como
objetivo fundamental ir sector por sector para analizar las implicancias de
este tratado en cada uno de los rubros. El tema del manejo de las bases de
datos, de la capacidad que van a tener con el TISA de manejar informaciones,
por ejemplo, afecta fundamentalmente y
directamente a los trabajadores. Así que es fundamental empezar a ponerlo en
nuestras agendas.
En América Latina hemos vivido
más de una década de gobiernos de signo progresista o de izquierda. Una de las
grandes batallas ganadas fue el triunfo sobre el ALCA. Sin embargo, con el
declive de la izquierda, nuevos tratados avanzan fuertemente. ¿Se perdió la
batalla cultural? ¿Los gobiernos de la izquierda no lograron instalar
claramente la idea de los peligros de los tratados de libre comercio?
AR: Creo que hay que pensar la perspectiva desde diferentes
prismas. En primer lugar diría que las corporaciones multinacionales no son
ingenuas y que han dado pasos importantes sofisticando los métodos de control
de la economía mundial y, por consiguiente, la vida de los ciudadanos. Si
analizamos la cuestión en términos específicos veremos que hemos ganado
batallas nacionales, pero también hemos visto como el poder de las multinacionales excedió, muchas veces,
nuestra capacidad. En El Salvador, con el caso de Telefónica, perdimos la
batalla. Cuando la Ministra de Trabajo
falló a favor del sindicato, de su autonomía, de su posibilidad de representar
a los trabajadores, fue obligada a renunciar. Y eso que representaba a un
gobierno progresista. Por eso, advertimos que con estos tratados la capacidad
de incidencia de las multinacionales en la vida política y social se
multiplicará, dado que están realmente focalizados en darles total libertad de
acción, en destruir toda capacidad de regulación. Es por ello que la única
forma de trabajar contra estos tratados es en alianzas con gobiernos y sectores
políticos. El sindicalismo solo no podrá. Con el ALCA ganamos una batalla
fundamental, pero teníamos dirigentes políticos de primera línea apoyando e
impulsando la lucha. Hoy, el panorama cambió y los sindicatos tenemos que
adquirir y tomar en nuestras manos un rol fundamental en la generación de esas
alianzas que nos permitan frenar este proceso.
¿Pero los sindicatos han
internalizado la idea de que frente a multinacionales y a tratados que exceden
los marcos nacionales, es necesario trabajar en conjunto?
En el caso de UNI hemos
hecho grandes avances. Hace un mes y medio mantuvimos una reunión alrededor de
Cencosud, una multilatina chilena. Cinco países estaban sentados en la mesa
pero el problema se circunscribía solo a uno, específicamente a Perú. En
aquella reunión resultó muy claro que todos los sindicatos de los diversos
países, pergeniaban una estrategia a seguir en términos regionales. Todos se
percataron que una negociación colectiva peor en otro país afectaría al final a
los trabajadores de todos. Es decir, se actuó como un solo sindicato. Otras batallas, como la que ganamos a Walmart en los tribunales de Sudáfrica, hubieran sido impensables sin una acción global. Ahora bien, también es cierto que existen
sindicatos más corporativos y que, a veces, es difícil manejar el tema de los
sindicatos de la casa matriz. En el caso de Walmart, el 90% de los trabajadores
de América del Sur están sindicalizados. Sin embargo, a veces resulta muy
difícil estar en medio de una negociación colectiva, plantearles que deben
confrontar con la empresa por lo que pasa en EEUU o lo que pueda pasar en
Sudáfrica. Pero creo que el trabajo que hemos hecho en UNI ha ido cambiando esa
mentalidad nacional y ha logrado instalar la idea de que si tocan a los trabajadores
de una empresa en un país están tocando a los de esa misma empresa en el otro.
Por supuesto que los avances son difíciles. A veces el sentimiento corporativo,
la necesidad de mantener la paz social con esa empresa, acaba ganando. Por eso
debemos hacer un trabajo cultural que, efectivamente, de resultados. La
solidaridad, como sentimiento ético, es importante, es un eje fundamental del
movimiento sindical. Sin embargo no alcanza, no puede ser un sentimiento
abstracto. Tiene que ser el conocimiento real de las condiciones de trabajo
real, de lo que está pasando en cada lugar, y de que los compañeros sientan y
entiendan que la lucha no es más nacional.
Adriana Rosenzvaig es secretaria regional del sindicato global UNI Américas.