Opinión
mayo 2018

¿Otra crisis en Corea?

El papel del Sur en la resolución del conflicto

Donald Trump suspendió su encuentro con el líder del régimen norcoreano. Kim Jong Un afirma que, pese a todo, está dispuesto a reunirse con el presidente de Estados Unidos. Lo cierto es que la situación en la península de Corea es cambiante y tensa. Pero más allá de que se logre o no una reunión entre Trump y Kim Jong Un, la actitud del presidente de Corea del Sur parece la más racional. Moon Jae In se ha convertido en el gran negociador en Corea. Su política puede significar no sólo un regreso a las épocas de intensa cooperación económica, política, social y cultural entre las Coreas, sino también el protagonismo del Sur en mantener la paz en la península.

<p>¿Otra crisis en Corea?</p>  El papel del Sur en la resolución del conflicto

En 2017 el mundo se sentía amenazado. La prensa local e internacional especulaba con los alcances de una posible guerra nuclear en la península coreana. Durante meses, las imágenes de Kim Jong Un lanzando misiles balísticos acompañadas por un centenar de noticias de opinión que sostenía que la guerra estaba, aparentemente, cada vez más cerca, mantuvieron a los espectadores de lugares lejanos con gran preocupación. Sin embargo, en la región del Este de Asia y en Corea del Sur en particular, esta sensación de guerra inminente no pareció penetrar en una población que hace ya más de setenta años que vive el conflicto sociopolítico y militar de una Corea dividida; no por decisión de sus ciudadanos sino por el TEG de los Estados Unidos y la Unión Soviética al finalizar la Guerra del Pacífico en Asia.

Las amenazas nucleares y tensiones bélicas entre los Estados Unidos y Corea del Norte cuentan con una larga historia. En 1993 se produjo la primera crisis nuclear bajo la presidencia de Clinton y el liderazgo de Kim Il Sung (abuelo del actual líder supremo) y en 2002 la segunda crisis durante el gobierno de Bush y Kim Jong Il (padre de Kim Jong Un). Ambos conflictos encontraron una salida pacífica sin lograr que el Norte desmantela su programa nuclear. Claro que ahora, Corea del Norte ya no es el país de las hambrunas de la década del 90 ni tampoco el de reconstrucción incipiente de comienzos del siglo XX. Gracias a una serie de políticas económicas heterodoxas y fuertemente beneficiada por las inversiones chinas en su territorio, Kim Jong Un recibió en 2012 un estado más sólido en términos económicos y en su potencial nuclear.

Desde la llegada al poder del joven Kim, comenzaron a incrementarse los ensayos nucleares. Trump asumió dispuesto a poner fin a esa situación. Apelando a sanciones económicas y una retórica en Twitter agresiva y discriminadora, el presidente de los Estados Unidos inició un nuevo ciclo de provocaciones que desembocó en un espiral de amenazas y tensiones sin precedente. Hace un año, mientras la prensa internacional reforzaba la idea de un callejón sin salida y minimizaba la importancia de Corea del Sur en las relaciones intercoreanas, llegó a la casa de gobierno un hombre que cambiaría el rumbo de la crisis: Moon Jae In.

Por qué nos llevó tanto tiempo…

El 27 de abril se llevó a cabo la Cumbre entre ambas Coreas. En un evento cargado de símbolos nacionales y étnicos de unidad - como el cuadro de fondo que representa el Hunminjeongeum (conmemorando la creación del alfabeto coreano), la guardia imperial del último reino coreano (1392-1910) y la imprescindible entonación de la canción folclórica coreana Arirang - Kim Jong Un y Moon Jae In se mostraron distendidos, amistosos y contentos. El deshielo había comenzado formalmente el 9 de febrero de este año, dos meses después de que Corea del Norte se declarara un estado nuclear, cuando ambas Coreas desfilaron juntas con la bandera de la unificación en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de invierno de PyeongChang.

Durante la Cumbre, el líder norcoreano se preguntó por qué le había llevado tanto tiempo cruzar la línea de demarcación en Panmunjong. Moon seguramente sabía la respuesta, pero hubiera sido diplomáticamente incorrecto contestar a tal reflexión. Nueve años de gobiernos liberal conservador en Corea del Sur habían provocado un profundo retroceso en las relaciones entre ambos estados. El ex presidente Lee Myunb Back (2008-2013) dejó atrás la cooperación asimétrica de sus antecesores para implementar una política basada en los «beneficios mutuos y la prosperidad común» que continuó bajo la presidencia de Park Geun Hye (2013-2017) con el lema de «cooperación con confianza». La confianza nunca se desarrolló y así los conflictos entre ambas Coreas no tardaron en aparecer. Con Park, hija del dictador anticomunista Park Chung Hee (1961-79) y de Yuk Young Soon asesinada en 1974 por un atentado atribuido a un agente norcoreano, las relaciones intercoreanas tocaron fondo: no se pudieron reanudar las reuniones de familias separadas, se cerró el complejo industrial intercoreano Gaeseong, se desplegó el polémico THAAD (el sistema de defensa antimisiles balísticos de los Estados Unidos), aumentaron las protestas sociales en las ciudades afectadas por el escudo antimisiles y China aplicó represalias económicas por dicho despliegue.

En un escenario extremadamente delicado signado por los escándalos de corrupción que provocaron la destitución de la presidenta, gana las elecciones el Partido Democrático. Moon, un político católico (al igual que los otros presidentes de la Republica pertenecientes a su misma línea política), hijo de refugiados norcoreanos durante la Guerra de Corea (1950-53), encarcelado y expulsado de la universidad por su activismo político durante la dictadura de Park y abogado militante de los derechos humanos y civiles, había manifestado en reiteradas oportunidades su compromiso en restablecer la paz en la península a través del diálogo y la cooperación. Heredero de la política de los Rayos del Sol implementada por Kim Dae Jung (1998-3002) y Roh Moon Hyun (2003-2008) - quienes participaron de las dos cumbres intercoreanas anteriores, una en el 2000 y la otra en 2007 - logró en muy pocos meses una aparente salida pacífica a la crisis que le demostró al mundo que el futuro de las Coreas está en manos de las propias Coreas.

De hombre «cohete» a ¿persona honorable?

La cumbre entre las Coreas dio lugar, mediados por Moon, a la posibilidad de realizar un encuentro entre Trump y Kim Jong Un. Al empezar a escribir este artículo, la cumbre entre Estados Unidos y Corea del Norte estaba programada para el 12 de junio. En ese momento, me preguntaba qué estaría dispuesto a ofrecer los Estados Unidos para que Corea del Norte desmantele su programa nuclear: ¿restablecerían relaciones diplomáticas? ¿se acordaría la firma del tratado de paz que ponga fin a la guerra de Corea? ¿aceptaría una quita gradual de las sanciones económicas a cambio de un programa escalonado de desarme nuclear? ¿asumiría los Estados Unidos el impacto de la desnuclearización de la península en su política de seguridad en el Sur (donde posee bases militares y más de 28500 soldados)? Eran, como pensaba un día antes de la cancelación de la Cumbre, demasiadas cuestiones controvertidas para creer que esta vez, a diferencia de las dos crisis anteriores, el desmantelamiento del programa nuclear será un éxito.

Lamentablemente, la historia nos enseña que después de firmar acuerdos o incluso antes (como ha ocurrido ayer), ambos países suelen encontrar razones políticas de peso para romper sus promesas. De hecho, el primero en trasgredir el Armisticio fue los Estados Unidos cuando Eisenhower envió armas nucleares al Sur. Luego de la firma del Acuerdo Marco de 1994, los Estados Unidos se comprometió a enviar ayuda internacional para la construcción de dos reactores nucleares que produjeran energía. En el año 2000, el Norte declaró que las plantas de energía nuclear estaban retrasadas. El atentado del 11 de septiembre de 2001 provocó que Corea del Norte fuera etiquetada como parte del eje del mal dándole motivos suficientes para continuar con su programa nuclear y retirarse del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. Después de varios intentos, las reuniones a Seis Bandas (mecanismo multilateral de negociación para el desarme nuclear de la península integrado por los Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Corea del Norte y Corea del Sur) tampoco consiguieron articular los intereses de ambos estados. A veinticinco años de una diplomacia nuclear basada en ciclos viciosos de amenazas, sanciones, negociación, promesas incumplidas y nuevamente amenazas, parece que la Casa Blanca no está dispuesta ni siquiera a sentarse en la mesa de negociación.

Más allá de que se logre o no una reunión entre Trump y Kim Jong Un, la actitud de Moon puede significar no sólo un regreso a las épocas de intensa cooperación económica, política, social y cultural entre las Coreas, sino también el protagonismo del Sur en mantener la paz en la península. La división de Corea es tan única como su situación actual. No hay precedentes en la historia contemporánea de unificaciones sin absorción de un estado a otro. Quizás por eso, la apuesta de Moon no es tanto discutir la meta sino afianzar el camino. Un camino complejo que cuenta con las permanentes tensiones entre los Estados Unidos y Corea del Norte, y una agenda de derechos humanos muy vigente entre distintas organizaciones de la sociedad civil surcoreana, incluidos los refugiados de Corea del Norte en el Sur, que ha sido adrede eliminada de las mesas de negociación intercoreanas.

Moon ha logrado restablecer el diálogo entre ambas Coreas, el futuro dependerá de la coherencia y el accionar conjunto de todos los actores involucrados en la crisis. Hoy, los Estados Unidos no parece estar comprometido con la paz en la región, ¿podrá el presidente surcoreano revertir esta situación? Como dice un viejo proverbio coreano: comenzar es la mitad (시작이 반이다).



Newsletter

Suscribase al newsletter