Tal vez, a mediano plazo, los observadores políticos, al analizar los procesos nacionalizadores en el mundo, llegarán a referirse específicamente al modelo nacionalizador venezolano. Porque, sin duda, pueden presentarse discrepancias de criterios sobre aspectos menores de los mecanismos aplicados en nuestro país para llegar a la realidad histórica e ineludible que Venezuela hoy enfrenta: la nacionalización de su hierro y su petróleo. Pero hay un hecho fundamental que predomina sobre cualquier diferencia circunstancial, y ese hecho es que el gobierno venezolano, su sistema democrático, el pueblo en su conjunto, han sido capaces de adelantar pasos eminentemente revolucionarios, como es la nacionalización de los recursos naturales básicos, dentro del ejercicio pleno de la democracia. Ideando procedimientos auténticamente originales, ajustados a nuestra propia legislación y en armonía con preceptos jurídicos internacionales. Sin crear traumas innecesarios para la economía del país. Sin perturbar intencionalmente nuestras relaciones con otros países amigos y sin propiciar odios fratricidas o divisiones insalvables entre nuestro propio pueblo.