Opinión
mayo 2022

Gustavo Petro en busca del milagro

El binomio del Pacto Histórico consiguió un histórico triunfo para la izquierda colombiana. Pero en la segunda vuelta Gustavo Petro y Francia Márquez deberán competir con Rodolfo Hernández, un outsider que con su pintoresca campaña anticorrupción quedó en segundo lugar y ahora atraerá gran parte del voto de la derecha.

<p><strong>Gustavo Petro en busca del milagro</strong></p>

Los resultados de la primera vuelta electoral en Colombia enviaron un mensaje contundente, marcado por el descontento con la clase política y un profundo deseo de cambio. Lo que se perfilaba como un enfrentamiento entre Gustavo Petro –candidato de la izquierda y primero en todas las encuestas– y Federico Fico Gutiérrez –candidato por la coalición de derecha–, se reacomodó de manera abrupta a último momento: como parecían indicar algunas encuestas en el último tramo, Rodolfo Hernández, un candidato independiente y desconocido para muchos colombianos -que no participó del proceso de primarias–, fue quien ingresó al ring para enfrentar a Petro en el balotaje con 28% de los votos.

De este modo, pasaron a la segunda vuelta dos candidatos ajenos a los aparatos políticos tradicionales. Por primera vez, un candidato de izquierda quedó en el primer lugar en una primera vuelta electoral (con 40% de los votos) y su rival será un candidato totalmente desvinculado de cualquier estructura partidista. Hernández puede dar la sorpresa final y quedarse con la presidencia.

Las primeras señales de movimientos tectónicos en el panorama político se hicieron evidentes en las elecciones legislativas y primarias de marzo pasado. La izquierda, históricamente débil en Colombia, consiguió resultados electorales inéditos. El Pacto Histórico, la coalición liderada por Petro, mostró que el estigma de ser de izquierda en Colombia ha disminuido luego de los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) durante el gobierno de Juan Manuel Santos. Y el triunfo del Pacto Histórico en las elecciones de marzo fue doble. Por un lado, consiguió una de las bancadas más numerosas en el Congreso, un nivel de representación que nunca antes consiguió la izquierda. Por el otro, las primarias del Pacto Histórico atrajeron más votantes que las del resto de partidos, con buenos resultados a lo largo y ancho de la geografía nacional.

Estas cifras pusieron al Pacto, a Petro, y a Francia Márquez (referente afrocolombiana y finalmente elegida candidata a la vicepresidencia), como una fórmula ampliamente competitiva. Y de esta forma, la izquierda llegó pisando fuerte al arranque oficial de la contienda presidencial. Ello se tradujo en el primer lugar del Pacto Histórico el domingo pasado. No obstante, el candidato de la izquierda entra, desde ahora, en un territorio desconocido. Al no participar en las primarias, el apoyo al ex-alcalde de Bucaramanga era imposible de medir, Hernández era casi un desconocido en política nacional y durante bastante tiempo las encuestas lo ubicaron en alrededor de 7% de intención de voto. No obstante, despuntó a solo dos semanas de la elección y para sorpresa de propios y ajenos desplazó a Gutiérrez, ex-alcalde de Medellín.

La candidatura de Gutiérrez, apoyada por el establishment y buena parte de los partidos tradicionales (uribistas, conservadores y liberales, y ex-presidentes como César Gaviria y Andrés Pastrana), se topó con un techo con 23,87% de los votos. Gutiérrez fue percibido como el candidato del continuismo y fue perjudicado por los elevados niveles de desaprobación del actual gobierno de Iván Duque y la crisis económica pospandemia. Aunque Gutiérrez hizo todo lo posible por distanciarse diplomáticamente de Duque y del uribismo (el expresidente Álvaro Uribe no está en sus mejores momentos de popularidad) los votantes de derecha y centroderecha lo abandonaron en masa.

El otro perdedor de la jornada fue Sergio Fajardo, candidato por la coalición de centro, quien cerró la jornada con 4,2% de los votos, en un lejano cuarto lugar. De obtener más de 4 millones de votos en la primera vuelta de 2018 y estar muy cerca de pasar al segundo turno, Fajardo se derrumbó a poco más de 888.000 votos. Estos le alcanzarán para reclamar los dineros estatales que reciben quienes superan el umbral de 4% y con ello costear sus gastos de campaña, pero la cifra comparativamente baja remata una campaña plagada de errores y sobrada de egos. La primera vuelta confirma que el centro, pero también el otrora dominante Centro Democrático (derecha uribista), son lo que la politóloga Silvia Otero Bahamón ha denominado «máquinas de perder votos».


Los buenos resultados de la izquierda llevan años cocinándose. Petro (62 años) tiene una amplia trayectoria en política y lleva décadas trabajando para este momento: fue senador, alcalde de Bogotá –el segundo cargo político de mayor importancia nacional– y ha sido candidato presidencial en otras dos oportunidades. En 2018 quedó de segundo detrás del actual presidente Duque, del Centro Democrático, con poco más de 4.500.000 votos, el mejor desempeño de cualquier candidato de izquierda hasta ese momento. El domingo pasado casi duplicó la cantidad de votos, llegando a 8.500.000.

Este buen desempeño es testimonio de una campaña que, hasta el momento, ha sido muy sólida. Su mensaje central ha sido el de un cambio real que le otorgue voz a los excluidos y transforme el modelo económico en un sentido social y ecológico. Petro aprendió varias lecciones de su derrota frente a Duque en 2018. Cuatro años después, Colombia ha visto un candidato mucho más moderado, dispuesto a hacer alianzas con otros sectores progresistas, pero también con partidos y políticos tradicionales. Se ha reunido con empresarios (su talón de Aquiles) y ha hecho todo lo posible para calmar los temores de quienes desconfían de sus propuestas económicas y temen la expropiación de sus propiedades de llegar a la presidencia. Petro construyó y moldeó al Pacto Histórico, coalición de partidos políticos y movimientos de izquierda, para responder a sus necesidades políticas, con él cómo máximo líder. El Pacto es sin duda un movimiento personalista, que le proporciona músculo y estructura, pero también es un espacio de articulación para la izquierda que está fortaleciendo nuevos liderazgos como el de Francia Márquez. Si Petro gana la elección presidencial no tendrá una mayoría asegurada en el Congreso, pero sí una bancada significativa de apoyo. Tiene experiencia legislativa y su equipo incluye políticos experimentados.

El contraste entre la trayectoria de Petro y Hernández es mayúsculo. Hernández tiene 77 años, es empresario de la construcción e irrumpió en política regional en 2015 cuando fue elegido alcalde de Bucaramanga (capital del departamento de Santander, en el noroeste colombiano) de la mano de un movimiento independiente curiosamente bautizado Lógica, Ética y Estética. Ahora se presentó por la Liga de Gobernantes Anticorrupción.

La elección de Hernández marcó el fin del monopolio de décadas de la política bumanguesa por parte del Partido Liberal. En su tierra, Hernández es sinónimo de cambio, y este es el espíritu que su equipo de campaña ha sabido transmitir, particularmente a través de redes sociales como TikTok. Su discurso es sencillo y machaca una y otra vez con tópicos contra la política tradicional y la corrupción. El empresario le huye a las definiciones ideológicas y le escapó a los debates presidenciales, donde habría debido precisar sus propuestas. Hernández declara no buscar ni necesitar el apoyo de nadie. En sus propias palabras: «mi única alianza es con el pueblo colombiano». De llegar a la presidencia, necesitaría a los congresistas de la derecha para gobernar, ya que casi no tiene representantes parlamentarios propios. No tiene vínculos ni experiencia de trabajo sostenido con ninguno de los partidos que cuentan con representación en el Congreso.

Donde Petro tiene un programa definido, forjado tras varios intentos de hacerse con la presidencia, Hernández prensa formulaciones genéricas o propuestas escuetas. Mientras Petro, Gutiérrez y Fajardo se atacaban entre ellos, todos parecieron olvidarse de Hernández, quien se dedicó a difundir su discurso sin filtros contra los lujos de los políticos y la «ladronera», defender la venta de los autos oficiales de los congresistas y prometer que llevará a todos los colombianos a conocer el mar, además de cerrar embajadas en el exterior. De su abuela recibió una frase que utilizó como empresario de la construcción: «mijo, trabaje con los pobres y se hará rico».

Petro tiene 40% del electorado detrás de sus propuestas, pero sus negativos siempre han sido altos en las encuestas y, las personas que se declaran antipetristas (de todas las corrientes ideológicas) lo son sin titubeos. Hernández es una opción muy atractiva para esos sectores hartos del statu quo, pero que nunca votarían por Petro. Allí hay gente de centro, pero también está la derecha moderada y la extrema. Esto pone a Gustavo Petro en una situación muy difícil para esta fase de la campaña, pues la mayoría de los votantes de Federico Gutiérrez seguramente irán con Hernández. Si el discurso de Petro estaba estructurado como el cambio frente a la continuidad (Gutiérrez), Hernández representa otro tipo de cambio, y con una imagen incluso más de outsider que Petro.

De hecho, a solo horas de cerrarse el preconteo de votos de primera vuelta, Gutiérrez anunció su apoyo a Hernández: «No queremos perder el país, por eso Rodrigo [Lara, candidato a vicepresidente] y yo votaremos por Rodolfo». Por su parte, en su discurso, Petro empezó a hablar de la necesidad de escoger entre el cambio real (él) y el suicidio (Hernández). El candidato de izquierda tendrá que replantearse su estrategia a fondo para conseguir los votos adicionales que necesita para llegar al 50%. Y atraer a otros sectores políticos, como en parte ya hizo en la primera vuelta. Por lo pronto, esperó los resultados en el Salón Rojo del Hotel Tequendama, un espacio tradicionalmente de los liberales, un partido que tuvo históricamente una fuerte base popular, y cuyos votos necesitará el candidato del Pacto Histórico para ganar.

Con esta nueva correlación de fuerzas y dos candidatos «antiestablishment», la campaña empieza de cero. Las elites políticas, los otros candidatos y muchos medios, subestimaron a Hernández durante meses. Hasta aquí, Petro hizo campaña contra el uribismo, contra la derecha, y de un día para otro su rival desapareció (aunque ahora la derecha busca subirse sin demora al tren de Hernández). Colombia está a las puertas de una elección crucial con dos candidatos atípicos para la cual carecemos precedentes. Vienen semanas vertiginosas de cara a la segunda vuelta a celebrarse el 19 de junio. Solo queda abrocharse el cinturón de seguridad. 



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