Causa animal y ciencias sociales
¿Del antropocentrismo al zoocentrismo?
Nueva Sociedad 288 / Julio - Agosto 2020
¿Cómo abordan las ciencias sociales las relaciones entre humanos y animales? Entre los objetivos epistémicos y políticos, los animales se vienen transformando en sujetos de estudio legítimo, incluso en sujetos completamente «políticos». Pero ¿deben las ciencias sociales llegar hasta tomar en cuenta el «punto de vista animal» en sus investigaciones? Ese es uno de los debates que las atraviesan en la actualidad.
«Oscurantismo»: así es como el antropólogo Jean-Pierre Digard describe una gran parte del trabajo reciente en ciencias humanas y sociales sobre las relaciones entre humanos y animales. Invitado por sus colegas a debatir acerca de la existencia de un giro animalista en la antropología, el especialista en domesticación explica que los cambios sociales en las representaciones de los animales han impactado directamente en la producción de conocimiento sobre este mismo objeto. Desde el siglo xix y desde el desarrollo de la protección de los animales, el «animalismo» se ha desarrollado cuestionando gradualmente la existencia de una frontera radical entre humanos y animales. A partir de la década de 1970, los intelectuales comenzaron a producir trabajos normativos sobre las relaciones entre humanos y animales, y esto influyó luego en el surgimiento de investigaciones en ciencias humanas y sociales. Para Digard, con estos trabajos se pone en cuestión una segunda frontera: la que separa la ciencia del compromiso militante, por lo que denuncia claramente la instrumentalización de la investigación científica por parte de los partidarios de la causa animal1, síntoma, en su perspectiva, de un oscurantismo perjudicial.
¿Es esta denuncia suficiente para describir la relación entre la causa animal y las ciencias humanas y sociales? Indudablemente no, e intentaré demostrar que si estas disciplinas se han interesado en las relaciones entre humanos y animales, esto se debe tanto a factores internos del mundo académico como a factores externos, y que a veces resulta difícil distinguir lo que pertenece al plano de las justificaciones epistemológicas de lo relativo al compromiso proanimales.
Influencias
Mencionemos primero la forma en que las relaciones con los animales se han integrado gradualmente al perímetro de las ciencias humanas y sociales (sin dejar de ser un objeto marginal en la actualidad). En la antropología, desde la década de 1960 y con los trabajos de André-Georges Haudricourt, el estudio de las relaciones con los animales (y también con las plantas) pudo desarrollarse legítimamente y llegar, por ejemplo, al Museo de Historia Natural de París, o a la Sociedad de Etnozootecnia. Cronológicamente, la historia disputará primero la posición casi monopólica de la antropología sobre el tema de las relaciones humano-animales. La historia de los animales, iniciada por Robert Delort en la década de 1980, se amplía con los trabajos de Éric Baratay, Daniel Roche o Michel Pastoureau. A finales de la década de 1990, la geografía también experimentó un «giro animal»2. En cuanto a la sociología, recién hacia la década de 2010 aparecieron varios reclamos en favor de la creación de un área específica de investigación en torno de las relaciones con los animales3. Este desarrollo, groseramente descrito, no está desvinculado de cambios significativos en el panorama intelectual de las ciencias humanas y sociales. De hecho, los trabajos de Bruno Latour y Michel Callon en sociología y los de Philippe Descola y Tim Ingold en antropología contribuyeron a que las entidades no humanas puedan ser dotadas de una forma de agencia de la que los investigadores deberían dar cuenta. Aplicada a la cuestión de las relaciones con los animales, esta propuesta de redistribuir las capacidades de acción entre humanos y no humanos4 se ha traducido en el pasaje de un enfoque simbólico a un enfoque que se podría llamar «agencial». En el primero, los animales se entienden esencialmente como soportes materiales y simbólicos de las sociedades humanas, como reveladores del funcionamiento de estas últimas, o incluso como vector de poder social y político. En el segundo, se considera que los animales no son solo objetos moldeados por las sociedades humanas: se busca comprender su parte activa en la dinámica social. Este cambio de perspectiva en el mundo francófono hace eco del desarrollo a escala internacional (con el mundo anglosajón como el epicentro) de la comunidad de los animal studies.
Tal como se presenta hoy, la comunidad de los animal studies reúne a académicos provenientes de las ciencias naturales y de las ciencias humanas y sociales interesados en las relaciones entre humanos y animales. Los animal studies reivindican también una forma de compromiso para mejorar la condición animal y, en virtud de esto, acogen en su seno a asociaciones protectoras de animales y a activistas en favor de los animales. Por lo general, quienes integran los animal studies señalan el origen de su comunidad en las publicaciones del filósofo Peter Singer y del jurista Tom Regan, y toman de uno el pensamiento «antiespecista» y la teoría de la liberación animal, y del otro, la idea de «derechos de los animales». Esta genealogía daría testimonio del carácter precozmente comprometido de los animal studies. Otra genealogía muestra que los animal studies también se estructuraron gracias a un campo de investigación preexistente, el de las «interacciones humano-animal» (human-animal interactions)5. En la década de 1970, aparecen trabajos acerca de los efectos beneficiosos de las interacciones con los animales en la salud humana6 que agrupan a veterinarios, a fabricantes de alimentos para animales domésticos, así como a asociaciones protectoras de animales. Estos grupos de actores, todos interesados en promover una imagen que valoriza a los animales y su compañía, han fomentado y financiado investigaciones que dieron cuerpo a la idea de que una buena relación con los animales tiene efectos sobre la salud física, psicológica y social. Fruto de estos esfuerzos, la revista Anthrozoös se convirtió en el principal medio de publicación de estas investigaciones. Anthrozoös reunió las primeras contribuciones de investigadores interesados en lo que, en la década de 1990, comenzó a denominarse «estudios humano-animales» (human-animal studies). La revista Society & Animals instituyó el uso del concepto. Con esta nueva publicación, la comunidad de estudios animales en proceso de formación comenzó a criticar la postura de neutralidad científica que prevaleció en el campo de las interacciones humano-animales, a punto tal de reivindicar progresivamente su abandono. La línea editorial de Society & Animals de hecho asume el carácter comprometido de las investigaciones publicadas y afirma su filiación con los trabajos de la ética animal de la década de 1970. El lugar de mayor importancia que otorga la revista a las ciencias sociales da cuenta de la voluntad de construir la cuestión animal como una cuestión social y política: una condición animal problemática por la cual se puede y debe actuar. Este imperativo se volverá cada vez más estructurante en la comunidad de los animal studies, a punto tal de ser teorizado a través de la noción de «activista académico» (scholar-activist)7 y de ser el leitmotiv de los critical animal studies (estudios críticos animales), rama «radical» que aparece en la década de 2000, directamente vinculada a organizaciones dedicadas a la liberación animal8.
Al evocar la forma en que las relaciones humano-animales se han integrado en las ciencias sociales francófonas y luego describir en paralelo el desarrollo a escala internacional de los animal studies, quise hacer visible un contraste: en un caso, la integración del objeto «relaciones con los animales» parece debatirse solo en términos puramente científicos, mientras que, en el otro, las dimensiones política y militante parecen omnipresentes. Por un lado, se busca así pensar lo que el objeto «animal» podría aportar a la comprensión de las dinámicas sociales; por otro lado, analizar las dinámicas sociales para que sean beneficiosas para los animales. Este contraste, voluntariamente acentuado, es la base de varias críticas dirigidas por académicos franceses a las razones que llevan a sus colegas a abordar las relaciones entre humanos y animales.
Develamientos
Digard, citado en la introducción de este artículo, se muestra particularmente crítico respecto de la importación al mundo intelectual francés de las teorías anglosajonas sobre las relaciones con los animales9. Es cierto que las reflexiones de Singer sobre el antiespecismo y la liberación animal, después de haber sido marginales durante mucho tiempo, adquirieron en pocos años una visibilidad significativa en el mundo intelectual francés. En 1992, el filósofo Luc Ferry las describió como peligrosamente antihumanistas.
Unos años más tarde, Catherine y Raphaël Larrère también elevaron su voz crítica para señalar la base ideológica común a los pensamientos liberacionistas y la zootecnia (cuya aplicación directa son las granjas industriales): el utilitarismo, que no podría constituir una base sólida para mejorar nuestras relaciones con los animales. Del rechazo se pasó a la interrogación, con la publicación en 2009 de un número especial de la revista Crítica (No 747-748), titulado «¿Liberar a los animales?». El signo de interrogación del título da cuenta tanto de la perplejidad con que estas teorías todavía se recibían en Francia como del interés que empezaban a despertar. La publicación en Presses Universitaires de France de una obra de síntesis sobre ética animal, prologada por Singer, había dado pie a una primera etapa en la aceptación académica de las teorías antiespecistas10. Desde entonces, su aceptación parece cada vez más real, si juzgamos el aumento de la producción editorial sobre el tema.
Es esta «conversión» progresiva del mundo intelectual francés a las teorías «animalistas» lo que denuncia Digard en varios textos11. El antropólogo señala la proximidad de algunos filósofos con los movimientos de protección animal y habla de un trabajo de lobby activo por parte de estos movimientos provenientes de países anglosajones para imponer una visión antiespecista de la cuestión animal. Digard es además miembro fundador de la asociación ProNaturA France, cuyo objetivo explícito es «combatir las representaciones ‘filosóficas’ vehiculizadas por la ecología extrema, incluidas las teorías de la ‘liberación animal’». Pero, más allá de descorrer el velo acerca de la instrumentalización del mundo académico por parte de los defensores de la causa animal, también hay una crítica de la base empírica en la que se apoyan las teorías animalistas. De hecho, Digard subraya la diferencia que existe entre las relaciones antropozoológicas efectivas (effectives) como las estudian sociólogos y antropólogos y las relaciones antropozoológicas ficticias (fictives) utilizadas por los pensadores «animalistas». Por un lado, las relaciones entre humanos y animales son observadas y documentadas por científicos, con metodologías precisas, bajo la pretensión de cierta neutralidad. Por otro, se trataría de datos parciales, producidos por activistas interesados en resaltar las relaciones de explotación entre humanos y animales. O incluso estas relaciones son «imaginadas» por los filósofos animalistas, quienes, para construir un argumento lógico, se sirven de ejemplos extraídos de su experiencia personal, o bien de situaciones «ordinarias típicas» pero claramente ficticias12. La crítica aquí toma giros más «corporativistas» o, al menos, disciplinarios: se trata de cuestionar la legitimidad de los filósofos en su pretensión de dominar una realidad de la que solo tendrían un conocimiento abstracto, fragmentario o incluso nulo.
En la misma línea, Jocelyne Porcher, socióloga del Instituto Nacional de Investigación Agronómica (inra, por sus siglas en francés) denuncia el «analfabetismo» por parte de los filósofos «animalistas» al hablar sobre las relaciones entre humanos y animales sin apoyar su demostración en trabajos de campo y sin conocer realmente a los animales en cuestión13. Contra la asimilación de la cría de animales a una empresa de explotación –o incluso de esclavitud– de seres sintientes a escala industrial, Porcher se apoya en sus trabajos para mostrar que también puede involucrar afectividad, atención y cuidado por parte de los criadores del ganado14. El título de uno de sus artículos exhorta así a no liberar a los animales: renunciar a la cría equivaldría a dar la espalda a una forma de relación milenaria con los animales, constitutiva de nuestra humanidad y que apenas se ha comenzado a explorar, especialmente gracias a la investigación en ciencias humanas y sociales. La influencia de las teorías animalistas sería científicamente perniciosa, ya que llevaría a poner un velo sobre toda una parte de la realidad poco conocida. En este sentido, esta influencia no favorecería el desarrollo de las investigaciones en ciencias humanas y sociales relativas a las relaciones con los animales, demasiado cargadas de normas implícitas como para producir una comprensión «objetiva» de estas relaciones15.
Se puede notar que parte de estas críticas se acerca a los argumentos utilizados en los conflictos entre activistas en defensa de los animales y sus oponentes (en particular, los cazadores16): los activistas «animalistas» son caracterizados por sus adversarios como irracionales, desprovistos de toda objetividad y carentes de un conocimiento global acerca de los animales y de lo que los une a los humanos17. Además, se debe tener en cuenta que estas críticas, aunque reclaman una forma de objetividad o neutralidad científica, también guardan una intención normativa en cuanto a las relaciones que los seres humanos deberían tener con los animales. Al responder con normatividad a la normatividad de los «animalistas», contribuyen a constituir las cuestiones éticas y políticas como puntos de paso obligados para toda reflexión acerca de las relaciones entre humanos y animales, y a establecer una línea de combate en función de la cual cada científico debería posicionarse de antemano.
Emparejamientos
¿Cómo tratar las relaciones entre las ciencias sociales y la causa animal sin tener que estar de un lado o del otro de esta línea de combate? ¿Cómo evitar utilizar el vocabulario crítico de la instrumentalización del conocimiento científico por parte de los activistas o, por el contrario, dar por sentada la sumisión del mundo académico a imperativos morales? Volver a un enfoque comparativo puede ser útil, especialmente para mostrar que la delimitación entre lo que es científico y lo que es político no es tan clara como parece.
En Francia, los alegatos en favor de la integración de los «animales en las ciencias sociales» se formularon esencialmente sobre la base de una cuestión epistemológica: se trataba sobre todo de echar luz sobre una parte oscura de las dinámicas sociales, la de las relaciones que los seres humanos mantienen con los animales. En pocas palabras, se trataba de documentar una realidad social incompleta. Al hacerlo, quedaba una ambigüedad respecto de lo que debería incluirse en la descripción de esta realidad: ¿los animales mismos o su relación con los seres humanos? Para muchos, la primera opción era la que debía elegirse, porque parecía la que rompía más radicalmente con los enfoques simbólicos que habían prevalecido hasta entonces. En un artículo de vocación programática, Albert Piette invitaba así a estudiar las relaciones entre seres humanos y perros desplazando la mirada del investigador hacia el perro (teniendo en cuenta la asimetría inherente a esta relación)18. Es un programa que Marion Vicart implementó a través de lo que denominó «fenomenografía equitativa» (phénoménographie équitable), a fin de documentar el modo específico de existencia de los perros, estén o no en relación con los seres humanos19.
En línea con esto, varios investigadores defenderán las virtudes heurísticas de la aplicación de herramientas y métodos de las ciencias humanas y sociales para el estudio de los animales «entre ellos»20. Aprender más sobre los animales gracias al enfoque de estas disciplinas se convierte en un leitmotiv, un imperativo cognitivo respecto del cual hay que posicionarse. «El desafío es acceder, con las herramientas de que disponemos, a un punto de vista que no sea el del ser humano», explica Florent Kohler21, siguiendo los pasos de la ambición de Éric Baratay de producir una «historia desde el punto de vista de los animales»22.
Así, bajo el efecto de una especie de inflación epistemológica (qué enfoque será más innovador que el anterior), la voluntad de «reintegración de los animales en las ciencias sociales» ha pasado de la búsqueda de un reequilibrio de la mirada, un poco menos centrada en el ser humano, a la intención de observar solo a los animales y documentar su punto de vista. Evolución que hará que algunos digan que el conjunto de los trabajos recientes que han abordado las relaciones con los animales tendría la ambición de «constituir plenamente a los animales en objeto autónomo de investigación empírica»23.
Resulta sorprendente constatar los puntos en común entre este desarrollo francófono y el de los animal studies a escala internacional. Efectivamente, junto con la afirmación progresiva de un acercamiento necesario entre la ciencia y el activismo descrito anteriormente, los animal studies colocaron en el centro de su proyecto científico la producción de conocimiento solo relativo a los animales. Ya el uso generalizado en la década de 2000 de la denominación «animal studies» en lugar de «human-animal studies» no debe interpretarse solo como una conveniencia de lenguaje. Este da cuenta de la preocupación de la comunidad de separarse de un antropocentrismo «todopoderoso», de volver a dar un lugar importante a los animales, aunque sea simbólicamente, y de reenfocar la mirada científica sobre ellos. El imperativo aquí es tanto cognitivo como ético: el ocultamiento de los animales en la descripción de las dinámicas sociales es un daño adicional que se les inflige y que acentúa una condición ya marcada por la falta de visibilidad y por una gran objetivación.
Es por tanto necesario hacer justicia a la contribución de los animales a las dinámicas sociales, pero también dar cuenta de la manera en que experimentan, subjetivamente, el mundo24. Esta lógica encuentra su paroxismo con el advenimiento de los critical animal studies (estudios críticos animales) y la conceptualización de la animal standpoint theory (teoría del punto de vista animal)25 que, siguiendo la epistemología feminista26, pone de relieve las cualidades tanto cognitivas como políticas de adoptar la perspectiva de los animales. De manera que la comparación entre los dos contextos pone en evidencia un movimiento similar: el paso del antropocentrismo al zoocentrismo27. En ambos casos, se trata de afirmar la legitimidad de los animales como sujetos (sujetos de estudio y/o sujetos políticos). Esta convergencia entre objetivos epistémicos y objetivos políticos, realizada en torno de la noción de «punto de vista animal», invita a abordar las relaciones entre las ciencias sociales y la causa animal de una manera diferente, ya no como relaciones de influencias (donde uno de los dos términos tendría la ascendencia sobre el otro), que deberían ser develadas. En nuestra opinión, el término «emparejamiento» es el más adecuado para dar cuenta de este fenómeno de convergencia, en el que la frontera entre la ciencia y la política disminuye, donde el cumplimiento de las ambiciones cognitivas se confunde con la realización de ambiciones normativas. Así calificado, el emparejamiento entre la causa animal y las ciencias sociales se convierte en un fenómeno sociohistórico, dotado por lo mismo de una dosis de contingencia tanto como de una lógica, que no tiene nada de inevitable y del que se puede discutir de manera apaciguada.
Nota: este artículo forma parte de Fabien Carrié y Christophe Traïni: S’engager pour les animaux (PUF / Vie des Idées, París, 2019). Se publicó originalmente en francés en La Vie des Idées, 11/2018, disponible en https://laviedesidees.fr/Cause-animale-et-sciences-sociales.html>. Traducción: Lucas Bidon-Chanal.
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1.
Christophe Traïni: La cause animale (1820-1980). Essai de sociologie historique, PUF, París, 2011.
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2.
Nathalie Blanc: Les animaux et la ville, Odile Jacob, París, 2000; Jennifer R. Wolch y Jody Emel (eds.): Place, Politics, and Identity in the Nature-Culture Borderlands, Verso, Londres-Nueva York, 1998; Chris Philo y Chris Wilbert (eds.): Animal Spaces, Beastly Places: New Geographies of Human-Animal Relations, Routledge, Londres-Nueva York, 2000.
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3.
Albert Piette: «Entre l’homme et le chien. Pour une ethnographie du fait socio-animal» en Socio-anthropologie No 11, 2002; Dominique Guillo: Des chiens et des humains, Le Pommier, París, 2009; Emmanuel Gouabault y J. Michalon: «Les relations anthropozoologiques» en Sociétés vol. 2 No 108, 2010; D. Guillo y Catherine Rémy: «Les sciences sociales et les animaux» en L’ Année Sociologique vol. 66 No 2, 2016; J. Michalon, Antoine Doré y Chloé Mondémé: «Une sociologie avec les animaux: faut-il changer de sociologie pour étudier les relations humains / animaux?» en SociologieS, 2016.
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4.
Sophie Houdart y Olivier Thiery (dirs.): Humains, non-humains. Comment repeupler les sciences sociales, La Découverte, París, 2011.
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5.
J. Michalon: «Les Animal Studies peuvent-elles nous aider à penser l’émergence des épistémès réparatrices?» en Revue d’Anthropologie des Connaissances vol. 11 No 3, 2017.
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6.
J. Michalon: Panser avec les animaux. Sociologie du soin par le contact animalier, Presses des Mines, París, 2014.
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7.
Kenneth Shapiro y Margo DeMello: «The State of Human-Animal Studies» en Society and Animals vol. 18 No 3, 2010.
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8.
Steven Best: «The Rise of Critical Animal Studies: Putting Theory into Action and Animal Liberation into Higher Education» en Journal for Critical Animal Studies vol. 7 No 1, 2009.
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9.
Las críticas formuladas por Digard desde hace varios años pueden encontrarse compiladas en L’animalisme est un anti-humanisme, CNRA Éditions, París, 2018.
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10.
Jean-Baptiste Jeangène Vilmer: L’éthique animale [2008], PUF, París, 2015.
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11.
J.-P. Digard: «Raisons et déraisons des revendications animalitaires. Essai de lecture anthropologique et politique» en Pouvoirs vol. 4 No 131, 2009.
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12.
Singer utiliza mucho estos ejemplos «ficcionalizados» para ilustrar les dilemas en bioética. P. Singer: «L’éthique appliquée» en Les Cahiers Antispécistes No 4, 7/1992.
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13.
J. Porcher: «Ne libérez pas les animaux! Plaidoyer contre un conformisme ‘analphabête’» en Revue du mauss No 29, 2007.
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14.
La socióloga participó en un dossier del inra destinado a poner en cuestión uno a uno los argumentos de los movimientos vegetarianos/veganos contra el consumo de carne. V. www.inrae.fr/.
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15.
Por otro lado, Porcher se dedica con regularidad, como Digard, a «ejercicios de desenmascaramiento», con el fin de denunciar la alianza objetiva entre militantes y académicos «animalistas» e intereses económicos, consagrando varios artículos a los vínculos entre el desarrollo de la carne in vitro, los movimientos veganos y ciertas multinacionales. V. https://jocelyneporcher.fr/articles-de-vulgarisation-de-jocelyne-porcher/.
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16.
Rachel Einwohner: «Bringing the Outsiders in: Opponents’ Claims and the Construction of Animal Rights Activists’ Identity» en Mobilization: An International Quarterly vol. 7 No 3, 2002.
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17.
Cabe señalar la dimensión de género de estos conflictos: 70% de quienes militan en favor de los animales son mujeres y sus oponentes son muy a menudo varones, que denuncian la dimensión emocional y la excesiva empatía del compromiso proanimal. Emily Gaarder: «Where the Boys Aren’t: The Predominance of Women in Animal Rights Activism» en Feminist Formations vol. 23 No 2, 2011.
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18.
A. Piette: ob. cit.
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19.
M. Vicart: Des chiens auprès des hommes. Quand l’anthropologue observe aussi l’animal, Pétra, París, 2014.
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20.
Véronique Servais: «Faut-il faire la sociologie des singes?» en SociologieS, 2012.
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21.
F. Kohler: «Blondes d’Aquitaine: essai de zooanthropologie» en Études Rurales No 189, 9/5/2012.
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22.
É. Baratay: Le point de vue animal. Une autre version de l’histoire, Seuil, París, 2012.
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23.
D. Guillo: «Quelle place faut-il faire aux animaux en sciences sociales? Les limites des réhabilitations récentes de l’agentivité animale» en Revue Française de Sociologie vol. 56 No 1, 2015, p. 155.
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24.
K. Shapiro y M. DeMello: ob. cit.
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25.
S. Best: ob. cit.
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26.
Sandra G. Harding: The Feminist Standpoint Theory Reader: Intellectual and Political Controversies, Routledge, Londres-Nueva York, 2003.
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27.
Adrian Franklin: Animals and Modern Cultures: A Sociology of Human-Animal Relations in Modernity, Thousand Oaks / Sage, Londres-Nueva Delhi, 1999.