¿Alguien escuchará a los trabajadores en el G-20?
agosto 2017
¿Qué influencia puede tener el movimiento sindical global en el G-20? ¿Pueden los trabajadores alzar su voz para promover una agenda económica que contemple sus derechos y sus demandas?
Labour 20 (L20) es parte de los foros de diálogo que han sido creados en torno del G-20. Desde la explosión de la crisis financiera internacional de 2008, L
Hay algo seguro: después de la crisis financiera de 2008-2009, L20 ha podido constituirse y consolidarse definitivamente. Hubo anteriormente numerosas actividades de la Federación Alemana de Sindicatos y de la Confederación Sindical Internacional (CSI) para llevar los sindicatos al escenario político mundial y no dejarlos limitados a la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Vista de esta manera, la incorporación de los sindicatos al proceso del G-20 es un gran éxito estratégico. Los contactos regulares de las centrales sindicales entre sí, con los ministros de Trabajo de la mayoría de los países del G-20 y el diálogo con muchos jefes de gobierno y de Estado importantes acerca de la situación de las personas desfavorecidas y del trabajo en el mundo son valiosos por sí mismos. Pero el poder de llegada de los sindicatos del G-20 podría ser mucho mayor si sus actividades en las cumbres, en lugar de ser solo parte de discusiones de elite, se integraran en campañas y actividades masivas de largo plazo. En este caso también es importante saber que la política sindical requiere mucho tiempo y que debe alejarse de las discusiones autorreferenciales de la clase política y económica dominante.
Entre los objetivos promovidos por L20 está la formalización del trabajo mediante la creación de salarios mínimos, el respeto por los derechos de los trabajadores, la implementación de medidas de seguridad social para las personas con trabajo y la justa distribución de la riqueza y la regulación del sector financiero. ¿Qué influencia puede tener realmente el movimiento sindical global teniendo en cuenta el gran poder de los grupos económicos transnacionales en un mundo globalizado y con una constante presión ejercida por estos grupos sobre los distintos gobiernos de los países del G-20?
La influencia será, por cierto, pequeña, si las actividades de L20 se realizan de forma aislada. La inferioridad estructural del trabajo en el sistema global del capitalismo puede solucionarse, entonces, solo si el movimiento sindical internacional se muestra unido, lanza iniciativas comunes muy concretas y se concentra colectivamente en algunos proyectos políticos fundamentales. Eso es lo que veo que falta. Cuando se echa un vistazo al documento de L20 para la Cumbre de Hamburgo, puede verse que no hay nada incorrecto. Pero también se ven allí demasiados reclamos y posturas, un abanico de deseos y una cascada de sentencias de carácter económico. Y uno se pregunta: ¡¿qué quieren en definitiva los sindicatos y cuáles son sus prioridades?! ¿Qué iniciativas deben promover los Estados para limitar o eliminar el trabajo informal y precario? ¿Cómo continúa el tema del ingreso social mínimo para las personas? ¿Cómo se encara concretamente el problema de fondo del desempleo masivo? ¿Qué medidas concretas propone el movimiento sindical internacional en su conjunto: desde la regulación de los mercados financieros hasta un comercio justo en todo el mundo? ¿Cuál es su postura frente a las tendencias antidemocráticas chovinistas en algunos países del G-20?
Hay también voces críticas con respecto a L20. El reproche es que, a través de foros como L20, Civil Society 20, etc., se legitiman las decisiones tomadas en el marco del G-20, lo cual es incorrecto, dado que existen numerosos gobiernos que no participan de él. ¿Es fundada esta crítica? ¿O puede argumentar algo en su contra? ¿Qué otros procesos deberían tener lugar junto con los debates dentro de L20 en el plano internacional?
Las voces críticas tienen algo de razón. Los latinos se preguntarán si presidentes como Mauricio Macri o Michel Temer defienden los intereses nacionales o solo los propios, o si debilitan al Mercosur, o si están realmente comprometidos con los intereses latinoamericanos. Además, el proceso del G-20 debe estar incorporado al sistema y a los objetivos de las Naciones Unidas y sus organismos. No debemos permitir que se abuse del G-20 para desestabilizar o desautorizar el sistema de las Naciones Unidas. La participación de los sindicatos en el proceso del G-20 ha sido un dilema desde el comienzo. ¿Estamos ayudando de este modo a minar el G-20 o debemos aprovechar todas las oportunidades que tengamos para hacer oír la voz de los trabajadores? Los líderes sindicales deben tener siempre presente este dilema. Solo podrán resolverlo si tienen en todos los foros una postura común y dejan de lado dobles discursos y ambigüedades. El sistema de las Naciones Unidas debe ser una prioridad, no debe haber más divisiones económicas del mundo en G-7/G-8/G-20 y el resto de los países. Esto puede ser de interés para algunos grupos económicos transnacionales y algunos gobiernos, pero va en contra de los intereses de las personas que trabajan en todo el mundo y de sus sindicatos.
Michael Sommer es vicepresidente de la Friedrich Ebert Stiftung. Es ex presidente de la Confederación de Sindicatos Alemanes y de la Confederación Sindical Internacional.
Traducción: Carlos Díaz Rocca