En
momentos en que el presidente norteamericano, Barack Obama, se
apronta para iniciar una visita histórica a Cuba, el futuro de la
isla gobernada por un régimen comunista es objeto de una
especulación generalizada. Algunos observadores esperan que el giro
en curso hacia el capitalismo, que ha venido ocurriendo muy
gradualmente durante cinco años bajo la conducción de Raúl Castro,
conduzca naturalmente a Cuba hacia la democracia. La experiencia
sugiere lo contrario.
En
verdad, la liberalización económica está lejos de ser una ruta
infalible hacia la democracia. Nada lo ilustra mejor que la mayor y
más antigua autocracia del mundo, China, donde el Partido Comunista
Chino (PCC) mantiene su monopolio en el poder, a pesar de que la
implementación de reformas pro-mercado ha permitido que su economía
creciera. (Un beneficiario clave de este proceso ha sido el ejército
chino).
La
convicción de que de la mano del capitalismo automáticamente llega
la democracia implica una conexión ideológica entre ambos. Pero el
dominio del PCC -que actualmente se jacta de tener 88 millones de
miembros, más que la población total de Alemania- ya no está
arraigado en la ideología. El Partido, representado por una
oligarquía sin demasiado comunicación con el mundo exterior,
sobrevive gracias a una variedad de instrumentos -coercitivos,
organizacionales y remunerativos- destinados a evitar el surgimiento
de una oposición organizada.
Una
circular del partido de 2013 conocida como Documento
Nro.9
enumeraba siete amenazas para el liderazgo del PCC que el presidente
Xi Jinping pretende eliminar. Estas incluyen la adopción de la
democracia
constitucional occidental,
la promoción de valores
universales
de derechos humanos, el estímulo de la sociedad
civil,
críticas
del pasado del partido y el respaldo de valores
noticiosos occidentales.
En
resumen, el comunismo hoy no se centra tanto en lo que es -vale
decir, su ideología- como en lo que no es. Sus representantes están
comprometidos, por sobre todas las cosas, a aferrarse al poder
político -un esfuerzo respaldado por la prosperidad económica
generada por el capitalismo, que ayudó a mantener a raya las
demandas populares de cambio.
La
historia es similar en Vietnam y Laos. Ambos países empezaron a
descentralizar el control económico y fomentar la empresa privada a
fines de los años 1980, y ahora están entre las economías de más
rápido crecimiento de Asia. Vietnam es, inclusive, uno de los
miembros del incipiente Acuerdo Transpacífico integrado por 12
países. Pero el estado de partido único sigue arraigado y
comprometido en una considerable represión política.
Las
cosas no parecen encaminadas a cambiar en lo inmediato. En Vietnam,
Nguyễn
Tấn Dũng, el
primer ministro de mentalidad reformista, recientemente fracasó en
su apuesta de convertirse en el secretario general del Partido
Comunista (el líder supremo del país); el Decimosegundo Congreso
Nacional reeligió al titular actual, Nguyễn Phú Trọng.
Más
allá de ofrecer suficientes réditos materiales como para mantener a
la población satisfecha, el capitalismo fortalece la capacidad de un
estado gobernado por un régimen comunista de aumentar la represión
interna y controlar la información. Un ejemplo es el tristemente
célebre Gran
Contrafuegos de China,
una operación del gobierno que examina y bloquea el contenido de
Internet, creando un ámbito de información políticamente saneada
para los ciudadanos. China es el único país importante en el mundo
cuyo presupuesto oficial de seguridad interna es más grande que su
presupuesto oficial de defensa nacional.
Frente
a la agitación económica actual de China, el control de la
información se ha tornado más importante que nunca. Para prevenir
potenciales desafíos, las autoridades de China han amordazado cada
vez más a la prensa, limitando, en especial, los informes o
comentarios que pudieran afectar de manera adversa los precios de las
acciones o la moneda. Xi les ha reclamado a los periodistas la
promesa de una lealtad
absoluta
al PCC, y un compromiso a fondo con su liderazgo en pensamiento,
política y acción.
Un periódico estatal, bajo la advertencia de que la
legitimidad del partido podría declinar", sostuvo que "los
medios del país son esenciales para la estabilidad política
Claramente,
donde mandan los comunistas, el desarrollo de un mercado libre de
bienes y servicios no necesariamente lleva al surgimiento de un
mercado de ideas. Inclusive Nepal, un país dominado por el comunismo
que lleva a cabo elecciones, ha sido incapaz de traducir la
liberalización económica en una transición democrática creíble.
Por el contrario, la política del país sigue en un estado de
incertidumbre, en el que las crisis políticas y constitucionales
minan su reputación como un Shangri-La y amenazan con transformarlo
en un estado fallido.
La
democracia y el comunismo son, al parecer, mutuamente excluyentes.
Pero el capitalismo y el comunismo claramente no lo son -y eso podría
ser muy peligroso.
De
hecho, el maridaje de capitalismo y comunismo, encabezado por China,
ha engendrado un nuevo modelo político que representa el primer
desafío directo para la democracia liberal desde el fascismo: el
capitalismo autoritario. Con su espectacular ascenso hasta
convertirse en una de las principales potencias globales en poco
menos de una generación, China ha convencido a regímenes
autocráticos en otras partes de que el capitalismo autoritario -o,
como lo llaman los líderes chinos, socialismo
con características chinas-
es el camino más rápido y tranquilo hacia la prosperidad y la
estabilidad, muy superior a la embrollada política electoral. Esto
puede ayudar a explicar por qué la propagación de la democracia a
nivel mundial últimamente se ha detenido.
La visita de Obama a Cuba debería ser recibida como una señal
del fin de la política de aislamiento inapropiada de Estados Unidos
-un acontecimiento que podría abrir el camino para levantar el
embargo comercial de 55 años contra el país-. Pero sería un grave
error suponer que la apertura económica de Cuba, fomentada por el
reacercamiento iniciado por Obama, necesariamente marcaría el
comienzo de una nueva era política en Cuba.
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