Coyuntura
NUSO Nº 266 / Noviembre - Diciembre 2016

BRIC: 15 años del acrónimo del siglo XXI

En 2016 se cumplen 15 años de la aparición del término «bric», acuñado por Goldman Sachs para designar a un grupo de economías emergentes (Brasil, Rusia, la India y China) definidas como potencias intermedias. Hoy asistimos a cambios a escala global y latinoamericana que transforman los sentidos de este acrónimo, mientras los fondos de inversión crean otros para identificar a nuevos «emergentes». Empero, podría preverse que aunque se diluyan el furor por las potencias emergentes y su fuerza como discurso en la política y la economía internacionales, los bric dejarán una herencia más duradera.

BRIC: 15 años del acrónimo del siglo XXI

Nota: el autor agradece la colaboración de Luis Ángel Téllez Live, maestro en Políticas Públicas de la Universidad de Erfurt.


El 30 de noviembre de 2016 se cumplen 15 años de la publicación del estudio en el que Jim O’Neill, jefe de Investigación Económica Global del banco de inversiones Goldman Sachs, analizó la perspectiva económica de un grupo de países con dinámicos mercados internos que hacia 2011 alcanzarían un pib tan grande en relación con el total mundial que sus decisiones de políticas fiscales y monetarias individuales tendrían impactos económicos globales1. Brasil, China, la India y Rusia fueron los países cuyo promisorio futuro económico configuró un acrónimo que se convirtió en un símbolo del siglo xxi. Como recuerda un libro de reciente publicación2, la creación del concepto se enmarca en un momento histórico importante: el pesimismo posterior al 11 de septiembre estadounidense y la incertidumbre sobre el futuro del orden mundial tras el fin de la Guerra Fría. Los bric ofrecían –al menos para la industria financiera– un panorama positivo del futuro. Con poco más en común que sus éxitos económicos, estos cuatro países son profundamente diversos en su estructura económica y sistemas políticos y sociales. Tal heterogeneidad habría de convertirse en una marca de origen. Sin haber considerado aspectos geopolíticos o de equilibrio de representación regional, sino únicamente prospectivas tasas de crecimiento económico, la formulación original «bric» contó con dos países de Asia (China y la India), uno euroasiático (Rusia) y solo uno americano (Brasil) –en ese primer momento, ninguno de África–.

Como han advertido algunos análisis, la idea de unos bloques de construcción de algo positivo (el acrónimo es homófono de brick, «ladrillo» en inglés) era demasiado poderosa como para no llamar la atención y despertar la imaginación3. El «bloque» bric logró entusiasmar no solo a aquellos a quienes estaba destinado el análisis financiero (inversionistas), sino también a comentaristas, políticos y académicos: el poder económico ubicado en países del Norte, desarrollado e industrializado, se estaba dispersando hacia otros países, ubicados en el Sur, a medio camino entre el desarrollo y el subdesarrollo. La intuición era que ese poder económico se traduciría en poder político, lo que conduciría a un desplazamiento/cambio en el poder global –intuición sustentada históricamente a partir de otros procesos a finales del siglo xix y comienzos del xx, con el ascenso en el concierto europeo-mundial del imperio alemán–.

En este marco, tuvo lugar una competencia por la atracción de inversores en fondos con acrónimos pegadizos construidos por el mundo de las finanzas. Como señaló un experto del área de Mercados Emergentes de Morgan Stanley, « civets (Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica) emergieron de mist (México, Indonesia, Sudáfrica y Turquía)»4. Para los gobiernos de los países incluidos en tales agrupaciones imaginarias, la imagen positiva que se tenía de ellos desde el exterior era un estímulo para querer figurar en conjuntos de ese tipo. El relato de los «emergentes» –en plural– se materializaba cuando un país –en singular– era asociado a uno de estos clubes de inversión.



Cuando a mediados de la década de 2000 el discurso económico se trasladó al ámbito de la política internacional, cancillerías e instituciones internacionales reforzaron la noción político-diplomática de la emergencia de estos países y su protagonismo mundial. Desde la academia empezaron a desarrollarse análisis sobre las identidades –y respectivas conductas como reflejo– de las potencias emergentes. Así, las políticas exteriores de estos actores y sus interacciones reforzaron el relato de la transición de poder mundial. Las potencias emergentes –ya no solo las economías emergentes– se volvieron entidades aún más atractivas5. Una idea fuerza del siglo xxi.

El revuelo ocasionado por estos discursos y por los cambios en el poder global generó reacciones encontradas. Algunos análisis sugerían semejanzas entre potencias emergentes6 del pasado y las del siglo xxi: países insatisfechos con el orden vigente y el predominio de las potencias establecidas, y la posible inevitabilidad de una lucha destructiva entre esas potencias merced a la actitud revisionista de las emergentes. Otros, por el contrario, preveían la compatibilidad de las nuevas potencias emergentes y sus reivindicaciones en el orden internacional vigente, pues la agenda reformista que abanderan –aunque algunos de estos países tengan una agenda más conforme con el statu quo, conveniente para las potencias establecidas– puede ser integrada gracias a las normas e instituciones liberales7.

Las potencias emergentes y la crisis de 2008

La crisis económica de 2008 reforzó la impresión acerca del cambio de poder global a partir del mejor desempeño económico de las potencias emergentes –en general, aunque con excepciones9–, lo que obligó a la coordinación de las potencias establecidas y sus instituciones con las emergentes y relanzó al nivel de las cumbres de Jefes de Gobierno la cooperación en el Grupo de los 20 (g-20). El g-20 es un foro de coordinación de políticas financieras creado a fines de la década de 1990 tras la crisis del Sudeste asiático, formado por los países del g-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) y la Unión Europea, junto con otros «sistémicamente importantes» –como se los llamó en 1999–: Arabia Saudita, Australia, China, Corea del Sur, la India, Indonesia, Rusia, Sudáfrica y Turquía. Y tres países latinoamericanos: Argentina, Brasil y México.

Las tareas para responder a la crisis y los esfuerzos de coordinación entre potencias establecidas y emergentes y organizaciones internacionales se enmarcan en la llamada «gobernanza global»10: la forma en que, a través de mecanismos formales e informales, actores internacionales desarrollan cooperación para atender desafíos transfronterizos o globales, buscando proveer bienes públicos igualmente globales. El g-20 devino así símbolo de la presencia de las potencias emergentes en la misma mesa de toma de decisiones económicas mundiales junto a los países del g-7. La frase pronunciada en 2009 –«Hoy designamos al g-20 como el principal foro de nuestra cooperación económica internacional»11– en la declaración de los líderes del grupo supuso para algunas potencias emergentes la consagración de su nueva jerarquía y su participación en la previsible reforma del orden mundial.

Ese mismo año, los bric dieron un salto importante hacia su formalización como foro de las principales potencias emergentes con la primera cumbre de líderes del grupo en Ekaterimburgo12. Fue en la cumbre anual de 2011 cuando los líderes de los bric sumaron a Sudáfrica al grupo y así se añadió la s que da vida al acrónimo brics. Como saldo de la crisis, después de años con muestras de heterogeneidad entre los brics, parecía que lo único que tenían en común era campear la crisis de manera más exitosa que las potencias establecidas. Gradualmente, se han distinguido otras tres importantes características: la primera, una decidida participación de los respectivos gobiernos en sus economías, con empresas de propiedad estatal y políticas públicas muy activas –hay quienes llaman a este modelo «capitalismo de Estado»–. En segundo lugar, el llamado rasgo «neowestfaliano» de esos gobiernos: la centralidad de la soberanía como valor y la no intervención como principio, a fin de evitar la probable intromisión de las potencias establecidas o de «Occidente» en los asuntos internos (derechos humanos, democracia, política económica, etc.)13. Y, finalmente, se trata de un grupo estadocéntrico, intergubernamental, y no de las sociedades o los pueblos de esos países. Partiendo de esos rasgos, también es posible encontrar un nuevo impulso de colaboración entre potencias emergentes y países en desarrollo: una ola de cooperación Sur-Sur para el desarrollo, aparentemente menos condicionada que la existente desde el Norte hacia el Sur. Los fenómenos antes mencionados vigorizaron todavía más el relato del cambio de poder mundial, lo que provocó análisis muy populares en su momento, con expresiones igualmente atractivas como «rise of the rest» (el ascenso del resto)14 y «the West and the rest» (Occidente y el resto)15.

Pero como el tiempo ha demostrado, los brics y el resto de los emergentes no parecen ser una amenaza revulsiva para el statu quo. Estos países no se han coordinado para combatir el orden internacional ni han boicoteado ampliamente sus normas e instituciones16. Si bien puede argumentarse que la actuación rusa en Crimea en 2014 iba en ese sentido, lo cierto es que no se puede atribuir ese hecho a una operación conjunta de potencias emergentes. En cambio, para lo que sí ha habido formación de coaliciones de las potencias emergentes –esencialmente los brics– fue para sortear (bypass) algunos bastiones de primacía occidental en materia económica. En materia de crédito, mediante el Nuevo Banco de Desarrollo (llamado coloquialmente «Banco brics»); en materia de liquidez en casos adversos, el Acuerdo Contingente de Reserva. Ambas instituciones facilitarían que los países eviten acudir a dos de los organismos más impugnados del orden vigente, dada la preponderancia occidental en su liderazgo y reglas: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (fmi). Esto podría efectivamente configurar un orden paralelo, aunque muy incipiente y algo frágil por no contar con mayor participación del resto de las potencias emergentes. Mediante el uso de estos foros y sus derivados, las potencias emergentes están aprovechando los clubes de gobernanza global que fueron exitosamente utilizados anteriormente por las potencias establecidas, como el g-7.17

Brasil y otras potencias emergentes latinoamericanas

No existe un catálogo estándar de potencias emergentes. Como construcción social en el campo de las relaciones internacionales, la categoría está sujeta a la interpretación específica en condiciones y tiempos par-ticulares, por actores determinados. Así que la definición de cuáles son las potencias emergentes latinoamericanas ha sido un debate abierto. Por ejemplo, en el enunciado original de O’Neill cuando acuñó el término bric en 2001, Brasil fue la opción obvia por sus dimensiones. Pero el autor indicó que «a último momento, hemos considerado que, dado que la tendencia de crecimiento potencial de México es superior a la de Brasil, podría ser que en diez años el pib mexicano fuera de un tamaño similar al brasileño. No hay dudas de que esto resultaría en una discusión sobre su relevante rol»18. La evaluación sobre América Latina no terminó ahí: apenas unas semanas antes de la debacle financiera de fines de 2001, O’Neill advertía que Argentina estaba expuesta a riesgos derivados de la política monetaria que su gobierno había adoptado diez años atrás, con un tipo de cambio fijo respecto del dólar.

Otra muestra de la flexible designación de potencias emergentes latinoamericanas se vio cuando en 1999 se creó el g-20 de titulares de bancos centrales y ministros de Finanzas y los organizadores no tenían cartabones para elegir qué países formarían parte o no de ese grupo. La fraseología genérica sobre las «economías de importancia sistémica» sirvió para ocultar una construcción caprichosa. La selección de la membresía

tuvo un aire improvisado si no arbitrario. (...) La lógica para la selección de miembros fue muy claramente una mezcla de instrumentalismo y preferencia personal. (...) [El] g-20 tenía que estar hecho de (...) las potencias regionales (...) y también [incluir] inquietudes geopolíticas (...) [Es interesante] la elección de Argentina en detrimento de Chile, a pesar del prestigio dado a este último por su impresionante regreso a la democracia y su desempeño económico.19

De esta manera, si pertenecer a un grupo de supuestas potencias emergentes convierte a un país en una de esas potencias –cuando menos a la vista de terceros–, en América Latina había tres potencias emergentes en 1999: Argentina, Brasil y México. No todas las potencias emergentes son iguales ni piensan lo mismo. Las preferencias políticas y económicas de unas y otras están marcadas por sus identidades, a su vez determinadas tanto por su historia como por los respectivos gobiernos de turno; y todos estos elementos perfilan sus políticas exteriores. En los primeros años del siglo xxi, las condiciones marco habían cambiado para los tres países. Si bien todos ellos se pudieron beneficiar –en diferente grado y tiempo– de un ciclo alcista del precio de las materias primas en los mercados internacionales, cada uno tuvo trayectorias distintas. La crisis económica argentina de 2001-2002 y sus secuelas dejaron al país fuera de los mercados financieros, aunque no así del g-20. Su «modelo» –bajo los gobiernos kirchneristas– se caracterizó por la intervención del Estado en la economía, una política exterior centrada en alianzas regionales y poco protagonismo global.20

En el caso de Brasil, la pertenencia al bric imaginario –el ideado por O’Neill hace 15 años–, aunada a la combinación de un ciclo económico alcista, un nuevo gobierno desde 2003 con rasgos progresistas en lo distributivo, activo en el fomento económico y protagónico en la esfera diplomática, perfiló una conducta de política exterior innovadora. Con una actitud reformista respecto del orden internacional, su participación en el brics real –el club de los gobiernos de esos países, cuyas cumbres acogió en 2010 y 2014, en Brasilia y Fortaleza respectivamente– robusteció la impresión de la transición de poder global y el relato de potencia emergente.21

Por su parte, México ha sido identificado con un rol de potencia intermedia de statu quo debido a sus posiciones políticas y económicas más cercanas a las de las potencias establecidas y su orden. Se lo incluyó en 2007 en ejercicios analíticos como el del bricsam (un hipotético bric ampliado a Sudáfrica y el propio México); y en 2011, en un fondo de Goldman Sachs se lo colocaba con Indonesia, Corea del Sur y Turquía en el mist, que en 2013 –como sucedió antes con bric– pasó de ser un concepto de mercado a ser un foro de concertación de gobiernos con la incorporación de Australia (mikta). En este club participan potencias de dimensiones más moderadas que las de brics, sin aspiraciones de representación continental y con agendas para reforzar instituciones del orden internacional en vez de buscar circundarlas22. En 2012, México fue el primer país latinoamericano en presidir el g-20 tras la crisis de 2008, y en esa calidad invitó a los gobiernos de Chile y Colombia a participar del proceso durante ese año –países incluidos en los gráficos que acompañan este texto–.

En los dos años recientes, tanto el escenario económico mundial como los escenarios nacionales respectivos han empeorado. Ello ha catalizado procesos políticos en Argentina, Brasil y México. En el caso argentino, la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia en diciembre de 2015 ha marcado un punto de inflexión de la política exterior, que anuncia una reorientación de intereses y conducta más afines en lo económico a los de México –y, por tanto, a los de las potencias establecidas–. Su rol como actor internacional ha retomado protagonismo. El papel de potencia y mercado emergente acaba de ser reforzado socialmente por el g-20: en su cumbre de líderes del 4 y 5 de septiembre en Hangzhou, se anunció que Argentina presidirá el grupo en 2018. En el caso de Brasil, con el gobierno de Michel Temer –que reemplazó a Dilma Rousseff tras un cuestionado impeachment considerado por el gobierno saliente como un golpe de Estado–, la política exterior brasileña se orientó hacia una agenda más conforme con el statu quo. Sí protagónica, pero menos reformista. E igualmente, parece haber aprovechado la plataforma de la cumbre del g-20 en China para reafirmar su posición frente al club y a los mercados.23

Pero en el subcontinente latinoamericano hay una probable cuarta potencia emergente, o al menos de escala regional: Colombia. En 2009 fue catalogada por The Economist Intelligence Unit como uno de los integrantes de civets. En meses recientes, el avance de la negociación del proceso de paz, aunado a su dimensión económica y poblacional, ha llamado la atención de mercados y analistas políticos. El hecho de que además tenga una política exterior activa en foros políticos y económicos internacionales –o aspire a ello y a ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde)– la ubica como un posible próximo foco de interés económico y político en el mejor sentido de la expresión. Pero eso todavía está por verse.

En este 15o aniversario de los bric –hoy brics– y del auge de las potencias emergentes, bien vale recordar que desde las páginas de Nueva Sociedad se ha mostrado una perspectiva latinoamericana de la evolución del fenómeno emergente y partes de esta narrativa: elementos de la discusión sobre potencias emergentes24, los efectos que las transformaciones globales y relaciones de poder tienen para América Latina25, la gobernanza global y la arquitectura internacional26.

Reflexión final

A finales de agosto pasado, Dirk Messner, del Instituto Alemán para el Desarrollo (die, por sus siglas en alemán) reaccionaba en Twitter ante un nuevo ranking mundial de soft power del Foro Económico Mundial. «¿Dónde están las potencias emergentes?» se preguntó, pues en las primeras 15 posiciones no figuraba ninguna de ellas. Apenas cinco años atrás, las potencias emergentes parecían ofrecer una alternativa al canon económico occidental por haber campeado de manera más exitosa la crisis; llamaban poderosamente la atención de diplomáticos, políticos y líderes de opinión. Pero eso empezó a cambiar a partir de 2012-2013, con la ralentización de sus economías. En economía se suele hablar del ciclo «the boom and the burst», el auge y la crisis de un mercado o un sistema. Cuando en 2014 un autor acuñó la expresión «the hype of the rest» (El furor [o bombo] del resto)27, las señales de agotamiento del extraordinario ascenso económico de la mayoría de los brics –con excepción de la India– eran inequívocas.

Según datos del Banco Mundial28, el promedio de crecimiento anual de las economías brics se redujo a la mitad en 2015, comparado con 2010. En los primeros años esta reducción se debió principalmente a elementos externos a estos países, es decir, a los mercados internacionales. Pero a partir de 2014 los factores de la ralentización fueron cada vez más identificados como internos: volatilidad de la moneda y de los mercados financieros locales, dificultades en las finanzas públicas con déficit y deudas en aumento; menor margen de maniobra en la política monetaria debido en parte a la inflación que excedía los objetivos previstos; una reducción de la estimación de la productividad total de los factores; en suma, la caída de perspectivas positivas. En mayor o menor proporción, los brics sufrieron uno o varios de estos problemas. Dos casos particulares llaman la atención. Por un lado, Rusia se ha visto además afectada por el conflicto político mundial derivado de la anexión de Crimea en la primavera boreal de 2014 y las subsecuentes sanciones de varios países occidentales. Por otro lado, y en notable contraste, la India ha podido paliar los efectos económicos negativos a partir de los incentivos que han supuesto las reformas a la economía india impulsadas por el primer ministro Narenda Modi, elegido a mediados de 2014; se trata del único país de los brics cuyo potencial de crecimiento es todavía sólido.

En septiembre de 2015, a 14 años de la invención del acrónimo, el propio Goldman Sachs cerró su fondo de inversión brics tras la gradual pérdida de valor en el mercado, en vista de los problemas económicos que enfrentaban los países del conjunto29; aunque –como en ocasiones previas– no tardó en crearse otro acrónimo de mercados emergentes: tick (Taiwán, la India, China y Corea del Sur). Esta vez se explicó: «el realineamiento [de brics a tick] nos dice mucho acerca de la naturaleza cambiante de los mercados emergentes –y del mundo en general– con los servicios, particularmente tecnología, a un primer plano y el comercio de bienes físicos, especialmente commodities, en retirada»30.

Entonces ¿es este el fin del «espejismo» del concepto bric, tal como lo llamó un autor? Y, por los cambios en la región América Latina, ¿será este el fin de la actitud reformista de las potencias emergentes latinoamericanas? O, más de fondo, ¿es el fin de las potencias emergentes? Por los avances institucionales de los brics a través de los mecanismos económicos mencionados, o las coaliciones de potencias emergentes encarnadas en clubes como ibsa y mikta, o el club de las emergentes y establecidas –el g-20–, podría preverse que, aunque se diluya el furor por las potencias emergentes y su fuerza como relato de política y economía internacionales, habrá una herencia más duradera. Las innovaciones en materia de gobernanza global y la contribución de las potencias emergentes a la formación y difusión de normas en el orden actual pueden haber echado raíces. Además, la dispersión del poder global hacia otras geografías parece confirmarse, lo que no implica necesariamente el fin de la preponderancia estadounidense o del orden internacional.

Hace 15 años, Jim O’Neill de Goldman Sachs identificó un grupo de economías de gran tamaño con rápido crecimiento y las bautizó llamativamente. Hoy el barón James O’Neill de Gatley es secretario comercial del Tesoro del Reino Unido. Los brics, entre otras potencias emergentes, sus clubes e instituciones son una realidad. La política internacional –una vez más– ha cambiado con el estímulo de la imaginación de una persona y su idea fuerza.

  • 1.

    J. O’Neill: «Building Better Global brics», Global Economics Paper No 66, Goldman Sachs, Nueva York, 2001.

  • 2.

    Andrew F. Cooper: The brics: A Very Short Introduction, Oxford University Press, Oxford, 2016.


  • 3.

    Marion Fourcade: «The Material and Symbolic Construction of the brics. Reflections Inspired by the ripe Special Issue» en Review of International Political Economy vol. 2 No 1, 2013.


  • 4.

    El original en inglés es interesante, pues los acrónimos se traducirían como «civetas emergieron de entre la niebla». Ruchir Sharma: «The Ever-Emerging Markets» en Foreign Affairs vol. 93 No 1, 1-2/2014, p. 52.

  • 5.

    Andrew Hurrell: «Narratives of Emergence: Rising Powers and the End of the Third World?» en Brazilian Journal of Political Economy vol. 33 No 2, 4-6/2013.

  • 6.

    Randall Schweller: «Emerging Powers in the Age of Disorder» en Global Governance vol. 17 No 3, 2011.

  • 7.

    John Ikenberry y Thomas Wright: Rising Powers and Global Institutions, The Century Foundation, Nueva York, 2008.

  • 9.

    Alan S. Alexandroff y Andrew F. Cooper (eds.): Rising States, Rising Institutions. Challenges for Global Governance, Centre for International Governance Innovation, Waterloo, 2010; Amrita Narlikar: «Negotiating the Rise of New Powers» en International Affairs vol. 89 No 3, 2013; Laura Casten Mahrenbach: «Deconstructing ‘Emerging Powers’ and ‘Emerging Markets’. India and the United States in Global Governance» en India Quarterly vol. 71 No 4, 2015.

  • 10.

    Dirk Messner y Franz Nuscheler: Das Konzept Global Governance. Stand und Perspektiven, inef-Universidad de Duisburgo-Essen, Duisburgo, 2003.

  • 11.

    Leaders Statement. The Pittsburgh Summit, g-20, Pittsburgh, 2009.

  • 12.

    «Habiendo comenzado como un concepto analítico, en junio de 2009 los bric organizaron su primera reunión presidencial, haciendo sentir reafirmados a los colegas constructivistas en teoría de Relaciones Internacionales». Detlef Nolte: «How to Compare Regional Powers: Analytical Concepts and Research Topics» en Review of International Studies vol. 36 No 4, 2010, p. 881.

  • 13.

    Leslie Elliot Armijo: «The brics Countries (Brazil, Russia, India, and China) as Analytical Category: Mirage or Insight?» en Asian Perspective vol. 31 No 4, 2007.

  • 14.

    Fareed Zakaria: «The Future of American Power: How America Can Survive the Rise of the Rest» en Foreign Affairs vol. 87 No 3, 2008.

  • 15.

    Niall Ferguson: Civilization: The West and the Rest, Penguin, Nueva York, 2011.

  • 16.

    Oliver Stuenkel: The brics and the Future of Global Order, Lexington Books, Lanham, 2015 y Post Western World, Polity, Cambridge, 2016.

  • 17.

    Günther Maihold y Z. Villamar: «El g-20 y los países emergentes» en Foro Internacional vol. lvi No 1, 2016.18. Jim O’Neill: ob. cit., p. 10.


  • 18.

    Jim O’Neill: ob. cit., p. 10.


  • 19.

    Andrew F. Cooper y Vincent Pouliot: «How Much is Global Governance Changing?: The g-20 as International Practice» en Cooperation and Conflict vol. 50 No 3, 2015, p. 344.

  • 20.

    Ver Juan Gabriel Tokatlian y Roberto Russell: «Implications of the Global and Regional Changes for Argentina’s Foreign Relations» en Journal of Iberian and Latin American Research vol. 19 No 2, 2013.

  • 21.

    Cfr. Sean W. Burges: «Brazil as a Bridge between Old and New Powers?» en InternationalAffairs vol. 89 No 3, 2013; Monica Hirst: «Emerging Brazil: The Challenges of Liberal Peace and Global Governance» en Global Society vol. 29 No 3, 2015.

  • 22.

    G. Maihold: «brics, mist, mikta: México entre poderes emergentes, potencias medias y responsabilidad global» en Revista Mexicana de Política Exterior No 100, 2014; Hernán F. Gómez Bruera: «To Be or Not To Be: Has Mexico Got What it Takes to Be an Emerging Power?» en South African Journal of International Affairs vol. 22 No 2, 2015.

  • 23.

    Heloísa Mendonça: «Michel Temer se estrena en la esfera internacional ante el g-20» en El País, 1/9/2016.

  • 24.

    Paulo Roberto de Almeida: «O Brasil e o bric: o questionamento de um conceito» en Nueva Sociedad especial en portugués, 10/2008; Wolf Grabendorff: «Brasil: de coloso regional a potencia global» en Nueva Sociedad No 226, 3-4/2010; Jorge Eduardo Navarrete: «La crisis global: brechas que se reducen. El desafío de los países emergentes » en Nueva Sociedad No 237, 1-2/2012; Pierre Salama: «¿Es posible otro desarrollo en los países emergentes?» en Nueva Sociedad No 250, 3-4/2014, todos disponibles en www.nuso.org.

  • 25.

    José Antonio Ocampo: «La crisis económica global: impactos e implicaciones para América Latina» en Nueva Sociedad No 224, 11- 12/2009; Francisco Rojas Aravena: «Transformaciones globales y cambios en las relaciones de poder. Impactos en América Latina y el Caribe » en Nueva Sociedad No 246, 7-8/2013, todos disponibles en www.nuso.org.


  • 26.

    Mercedes Isabel Botto: «El g-20 y la gobernanza global: ¿un cambio en la arquitectura o en los procedimientos? Una mirada desde América Latina» en Nueva Sociedad No 229, 9-10/2010, disponible en www.nuso.org.


  • 27.

    Amitav Acharya: The End of American World Order, Polity, Cambridge, 2014.

  • 28.

    Banco Mundial: «Sources of the Growth Slowdown in brics» en Global Weekly, 8/1/2016.

  • 29.

    Ben MacLannahan: «Goldman Fund Walks Away from the brics Era» en Financial Times, 9/11/2014.

  • 30.

    Steve Johnson: «The brics are Dead: Long Live the ticks» en Financial Times, 28/2/2016.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 266, Noviembre - Diciembre 2016, ISSN: 0251-3552


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