Esa señora vestida de blanco, con muchas buenas intenciones pero muy poca experiencia política, se convirtió en la única alternativa para lograr la paz en Nicaragua. Conciente del tejido político internacional en el que el sandinismo se había visto atrapado, el pueblo votante supo reconocer en Violeta Barrios de Chamorro, cuyo simbolismo como reina-madre era evidente, a la candidata que recibiría el beneplácito de Estados Unidos - y a la candidata que, por lo tanto, aplacaría, o por lo menos detendría la rabia del gobierno norteamericano contra la Nicaragua sandinista. Y efectivamente, detuvo la guerra, pero no ha logrado mejorar el nivel de vida de la gran mayoría en sus dos años de gobierno. A pesar de su discurso de reconciliación nacional, todavía aflora la polarización en la Nicaragua post-sandinista.