Febrero 2017
A comercio revuelto, ¿ganancia del maíz?
El maíz es la principal exportación estadounidense a México. ¿Qué podría suceder con su comercio durante el gobierno de Trump?

Si bien los tambores de guerra comercial entre México y Estados Unidos retruenan, su viabilidad a mediano y largo plazo es cuestionable, al tiempo que abre una rendija para que México aplique cambios que expandan la producción interna.
En
el nacimiento de su administración, el presidente estadounidense
Donald Trump ha planteado la posibilidad de imponer un impuesto
fronterizo de 20% a las importaciones mexicanas que crucen hacia su
país, el cual podría extenderse a todos los bienes y servicios de
todo el mundo que arriben a ese mercado. Esa recaudación se
destinaría a financiar la compleción del muro fronterizo entre
ambas naciones.
Tal
gravamen sería una carga tanto para productores e importadores como para
consumidores. Su
impacto resentiría la economía estadounidense, por su amenaza sobre
el consumo, y tendría
inevitables
secuelas para las naciones proveedoras.
A
Trump le preocupa el consumo interno de productos fabricados en su
país o con un alto contenido nacional. Esa postura parece
incompatible con las propias reglas de libre comercio que Estados
Unidos ha impuesto desde hace tres
décadas mediante el
Tratado
de Libre
Comercio
(TLC)
o los
diversos
acuerdos bilaterales.
En
ese tenor, el del
maíz
representa
un caso notorio respecto a los ganadores y perdedores de la
liberalización derivada del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN), compartido también por Canadá.
Con
la última desgravación ocurrida en 2008, ese grano, base de la
nutrición mexicana y elemento fundamental de la cultura
mesoamericana, perdió su última línea de protección y comenzó
a competir en condiciones desventajosas, pues el gobierno
estadounidense mantuvo los altos subsidios a los productores, que totalizaron 94.349 millones de dólares entre 1995 y 2014.
Mientras, México entregó ayudas mucho menores.
La
historia es bien conocida. Los subsidios agrícolas mexicanos han
sido ineficientesy mal dirigidos, han
sufrido recortes en años recientes y las importaciones
han crecido.
Debido a su vecindad y al TLCAN, Estados Unidos es el principal socio
comercial de México. El país se concentró los últimos 20 años en
su relación con Estados Unidos, en detrimento de sus nexos con otras
naciones, con el saldo de una balanza comercial muy poco
diversificada y también deficitaria.
El
maíz, junto con las habas de soya, productos lácteos, puerco y
productos de carne de res, es la principal exportación estadounidense a México. Debido a la
depreciación del peso registrada desde 2016, el país ha pagado más
caras las importaciones.
Una
incógnita a
este respecto
es la respuesta a la intención de Trump de renegociar el TLCAN o
abandonarlo si sus socios se niegan a lo primero. México no ha esbozado una estrategia al respecto.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) permite que Estados Unidos escale el arancel promedio a 3,5%. Cualquier tasa por encima de ese nivel puede derivar en una demanda ante ese organismo y la creación de un panel que estudie esas medidas, proceso engorroso, como lo muestran los casos recientes del atún y la fructosa.
Pero,
debido al trato de «nación más favorecida» que México puede
obtener sin el TLCAN, Estados Unidos puede aplicar una tasa de hasta 7,1%. Si Estados Unidos bloquease el
envío de maíz a México, el país podría recurrir a otros proveedores a corto plazo. Pero puede también
aplicar, paralelamente, una política agrícola que beneficie a los
más de tres millones de pequeños productores.
Como se ha demostrado, México puede ser autosuficiente en maíz. En
2015, el país produjo 24.69 millones de toneladas, complementadas con unos 12 millones
de toneladas importadas.
Así,
México puede aumentar su producción anual de maíz en sus tierras
actualmente cultivadas, desde 23 millones hasta 33 millones de
toneladas en un período de 10 a 15 años, lo que eliminaría el
actual déficit anual. Mediante una
inversión en infraestructura y riego en el sur y
el sureste
del país, se sumarían
24 millones de toneladas al año, suficientes
para cubrir la demanda nacional, que crecería a 39 millones para el
año 2025.
El
virus de la austeridad ha contagiado al país, con un impacto sobre
el sector agrícola. El presupuesto para 2017 asignado a la
Secretaría de Agricultura sufrió un recorte de 16% en comparación con el año previo, por lo que
en ese sentido
resulta imperioso
fortalecer el Programa de Apoyos a Pequeños Productores que recibió más recursos para 2017.
Diversas
organizaciones de productores han llamado al gobierno mexicano a
abandonar el TLCAN o a excluir de él la agricultura. El augurio
apunta a unas negociaciones duras con un socio que se muestra poco
confiable, intransigente y empecinado, por lo cual las perspectivas
para productos beneficiados por el TLCAN, como el jitomate, el
aguacate o los frutos rojos, se tornan oscuras.
La
Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) recomienda que las importaciones alimentarias no
superen 25% del consumo nacional, pero esa adquisición ronda 45% en México.
La
coyuntura actual con el gobierno de Trump ha encendido las
alertas de numerosos analistas políticos. El campo mexicano tiene
conflictos e inconvenientes claros. Sin embargo, estos momentos,
parecen ser una buena oportunidad para que México cambie la ecuación
vigente.