Opinión
diciembre 2017

Venezuela sin fondo… y sin alternativas

La crisis venezolana sigue avanzando. Pero, contra lo que podría creerse, la oposición no puede sacar ventaja de ella y Nicolás Maduro se prepara para las presidenciales de 2018 aprovechando sus triunfos recientes.

<p>Venezuela sin fondo… y sin alternativas</p>

El domingo 10 de diciembre fue un día muy interesante en Venezuela. En el medio de la crisis económica más fuerte en la historia moderna del país, el gobierno pudo asestar otro duro golpe a la moral de la oposición. De manera categórica el chavismo ganó el 91% de los municipios y arañó el 70% de los votos. Cabe preguntarse cómo se gestó una nueva victoria (la segunda en menos de tres meses) en medio de semejante degradación económica y social y cuáles son las perspectivas para un futuro que se torna aciago para la clase trabajadora venezolana.

La peor crisis económica de la historia

Por cuarto año consecutivo Venezuela presentará la inflación más alta del mundo (estimada en cerca de 1.200% para 2017), un déficit fiscal de dos dígitos (por sexto año consecutivo, aunque es difícil calcularlo con exactitud por falta de datos), el riesgo país más alto del globo, la cantidad de reservas internacionales más baja de los últimos 20 años (menos de 9.800 millones de dólares) y una tremebunda escasez de toda clase de bienes y servicios esenciales (alimentos y medicinas). El dólar paralelo (que sirve para fijar casi todos los precios de la economía) se ha incrementado en más de 2.500% en lo que va de año, lo cual ha desintegrado por completo el poder adquisitivo de la población.

Las estimaciones más moderadas afirman que desde 2013 hasta 2017 puede haber una caída acumulada del PIB de 32,5%. Las estimaciones más conservadoras nos llevan a pensar que el PIB per cápita para 2017 será tan bajo como el de 1961. Los números son tan abrumadoramente negativos que el gobierno se ha negado a publicar el grueso de ellos desde hace varios años. La economía de Venezuela jamás había descendido por más de dos años consecutivos; a la fecha, con toda seguridad tendremos cuatro años de decrecimiento consecutivo.

Según la firma Econométrica, Venezuela entró en hiperinflación el pasado mes de octubre cuando registró un incremento en los precios de 50,6% con respecto al mes anterior. De manera extraña para un gobierno que se precia de ser de izquierda, la dirección del proceso bolivariano cree que debe pagar la deuda externa así no haya un solo dólar para importar vacunas o harina de trigo. De tal forma, el gobierno ha desoído propuestas de muchos grupos (incluyendo a algunos de la propia derecha) que esgrimen la necesidad de una moratoria y atender las necesidades más elementales de una clase trabajadora ferozmente depauperada. Luego de caer en default parcial, el gobierno decidió reestructurar su deuda y llamar a una extraña reunión a sus acreedores. Como era de esperarse, los bonistas estadounidenses (cerca del 70% del total de los tenedores de la deuda) no llegaron a la reunión y la comisión nombrada por Nicolás Maduro para tal negociación ni siquiera ofreció un plan alternativo de pagos; solamente ofrecieron un discurso ideológicamente centrado en las sanciones de Donald Trump y sus maledicentes secuaces. En tal sentido, solo se avanzó en reestructurar la deuda con Rusia (un 2% de la deuda total). Pero por más horripilante que parezca el escenario económico, la máxima preocupación parece ser el desborde del hampa. La cuasi desaparición del aparato productivo ha impulsado un proceso de «lumpenización» estructural que empuja a miles de personas a actividades cuasi delincuenciales o directamente delictivas. La policía está completamente desbordada y el ejército ha demostrado ser completamente inútil para combatir ese flagelo.

En el sector salud es donde parece ser más patente la implosión del proceso nacional de acumulación de capital. El último boletín epidemiológico mostró que 11.446 niños menores de un año murieron en 2016: un aumento de 30% en solo doce meses. Un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Panamericana de la Salud encontró que 1,3 millones de personas que antes podían alimentarse en Venezuela no han podido encontrar la comida necesaria desde que se desató la crisis hace tres años. Un asunto dramático que se refleja en centenares de personas que hurgan en la basura para poder comer cualquier desecho.

En el medio de semejante cataclismo la oposición agrupada en la Mesa de Unidad democrática (MUD) debería haber podido frotarse las manos y preparar una campaña para una victoria cómoda. Sin embargo, ya sabemos que los resultados fueron otros…

Derrota anticipada

Como vaticinamos en un artículo anterior, el gobierno aprovecharía su estela «triunfadora» para adelantar los comicios y seguir asestando mazazos a sus opositores. Luego de una estrepitosa derrota en las elecciones a gobernadores (el chavismo ganó 18 de 23 gobernaciones) y de tímidos cánticos de fraude, la reacción de los tres partidos más importantes de la MUD –Acción Democrática (AD), Primero Justicia (PJ) y Voluntad Popular (VP)– fue declinar su participación electoral y llamar a la abstención. Algunos de sus voceros fueron ridiculizados por periodistas que decían: ¿por qué abstenerse ahora y no en las presidenciales?, ¿cómo aseguran ustedes que las condiciones para las presidenciales cambiarán? Sus respuestas fueron sorprendentes: estamos guardando fuerzas para las presidenciales, no tenemos recursos y vamos a luchar por mejores condiciones... para muchos de sus seguidores, la MUD ya no lucha en la calle y ahora tampoco en las elecciones. Entonces se preguntaban ¿para qué sirve la MUD?

El gobierno aprovechó el momentum político de la debacle de la MUD (que incluso luego de las elecciones a gobernadores se disolvió). En tales circunstancias, la campaña electoral de tres semanas encontró a la oposición (de derecha y de izquierda) más atomizada que nunca. Artistas, periodistas, deportistas y cientos de opositores independientes se lanzaron al ruedo y fragmentaron los votos en candidaturas protagonizadas por personajes que desconocen la actividad política, por viejos políticos «oxidados» o por personas con escasos recursos y capacidades gerenciales. Por ende, en varios municipios donde históricamente triunfa la oposición, su división le jugó en contra y el chavismo monolíticamente unido recuperó esos territorios.

Cómo se sabe, en elecciones municipales se potencia el ventajismo y el uso obsceno (diríase, sicalíptico) de los recursos del Estado por parte del partido del gobierno: el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en el marco de la sólida unión entre partido-gobierno-Estado-ejército construida por el chavismo. Cuando hay campañas, el oficialismo trabaja como engranajes de una máquina, no es solo que usa los recursos estatales como caja chica, sino que dispone de sus empleados, es decir, los convierte en propagandistas y agitadores proselitistas. Se cierran oficina y se cambian horarios para facilitar la asistencia a tareas de «apoyo electoral». Se trata de un gobierno que, de manera asombrosa, está en campaña los 365 días del año y las 24 horas del día. El descuido administrativo es atroz (por la ineficiencia que conlleva), pero nada de eso importa: la prioridad es triunfar en las elecciones a cualquier precio. Y en esa campaña resultan claves los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAPS), para el acceso popular a alimentos a bajo precio. Y además se asiste al reparto de electrodomésticos, bonos, tickets de premio y un sin fin de productos a miles de familias que demostraban intención de voto bolivariana. Pero, a diferencia de otros procesos, esta vez los candidatos a alcaldes hacían los obsequios de manera directa y prometían que con más apoyo llegarían más dádivas.

Lejos de parecer «populismo clientelar» para sus bases, las prebendas lucen como un esfuerzo sublime de un gobierno que entrega alimentos y mercaderías (generalmente importada) que la «guerra económica» impide obtener. De tal forma, se solidifican los lazos ideológicos entre la honesta base chavista que cree que el gobierno hace «milagros» para ayudarle y la dirección que hace lo «posible» por hacer llegar la gratificación estatal. Quedó para la historia el post en Facebook de la flamante alcaldesa chavista del municipio Libertador de Caracas: «Maduro habló de un regalo a través del carnet de la patria a los que voten. Sáquenle punta a eso».

No obstante, los servicios públicos –prácticamente gratuitos– empeoran día a día y debido a que las empresas no tienen como cubrir costos de mantenimiento, tienden a ser escasos, de muy mala calidad y eventualmente a colapsar. Aun cuando ha habido una inflación sideral, los precios de esos servicios siguen congelados. A modo de ejemplo, una docena de huevos es más costosa que 2 gandolas de 30 mil litros de gasolina de 91 octanos. Un ticket de metro para la ruta más larga equivale a 0,000032 dólares a precio de mercado paralelo.

Los precios verdaderamente ornamentales de servicios vitales, complementan un salario indirecto de manera no despreciable y permite que los salarios en metálico sean extremadamente bajos. Muchos políticos y economistas liberales hablan de ajustar drásticamente estos precios sin tan siquiera diseñar planes de compensación social. Dichas promesas asustan y alejan a personas que sumidas en la pobreza no podrían pagar prácticamente nada, con un salario que salario que, sumado al bono de alimentación, equivale a menos de 4 dólares mensuales en el mercado paralelo.

El cálculo del salario en términos del dólar paralelo es tremendamente inexacto. Distorsiona al extremo el cálculo del poder adquisitivo ya que no toma en cuenta los servicios semigratuitos. De todos modos, el salario más el bono alimentación (que no reciben los trabajadores informales, ni los pensionados) no alcanza, por ejemplo, para comprar –en un mes–: 3 pollos o 4 kilos del queso más barato o 2 kilos de jamón de espalda o 5 kilos de azúcar. Los trabajadores se ríen pensando que no pueden comprar ni 2 kilos de chuleta de cerdo en un mes y que una gallina al poner un huevo gana más que un obrero que trabaja 8 horas en un día. El gobierno ha sido exitoso en vender esa situación como una «guerra económica», las lesivas sanciones de Trump y la Unión Europea (UE) les dan alas para reforzar una tesis disparatada. Cuando muchos venezolanos ven subir los precios se preguntan: «¿Hasta cuándo estos ‘ladrones’ van a seguir subiendo los precios?» El gobierno ha sembrado la idea de que los precios deberían permanecer estáticos y que todo aumento es artificial: inducido, por razones de una conspiración política orquestada desde el imperio.

Elecciones presidenciales y futuro político incierto

La oposición desprecia el enorme poder político que pueden desplegar los mecanismos del gobierno. De manera dramática, esta ha recogido los frutos de las desastrosas aventuras golpistas llamadas «guarimbas + trancazos», suerte de cortes de ruta con paramilitares y agresiones de todo tipo a personas que son (o parecen fenotípicamente) chavistas. Los saqueos y el vandalismo fueron vistos con horror incluso por opositores que los sufrieron y decidieron abstenerse de participar de esas protestas.

En tales circunstancias, Maduro ha decidido lanzarse a las elecciones presidenciales como candidato del PSUV. De competir con una oposición de derecha y ultraderecha divida, escenario que pueden estimular comprando a varios candidatos con el rollizo peculio que manejan, podrían fácilmente ganar con un 30% de los votos, en un contexto de fuerte abstención y con candidatos desprestigiados. Obviamente, el gobierno dispone de un caudal ilimitado de bolívares que podría imprimir sin problemas y repartir a sus más fieles seguidores y, en un sedoso efecto de goteo, podría caerle algo a millones de personas que anhelan al menos un auxilio.

Con varios de sus candidatos inhabilitados o en prisión, parece que para la oposición de derecha la única vía es un outsider, un empresario «exitoso», fuertemente mediatizado y con perfil apolítico. Este «mesías» se vendería como el gran gerente ajeno a la «politiquería» y con una sólida aversión a los politicastros. Un Macri venezolano parece la garantía de un proyecto derechista que busca competir con otra derecha de discurso antagónico y acción análogamente nociva a los estómagos venezolanos. La clase obrera y la izquierda socialista aún siguen siendo los convidados de piedra…



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