Este artículo forma parte del especial «Elecciones México 2018: despolarización y desinformación» producido en alianza con democraciaAbierta en el marco del proyecto #EleccionesAbiertas2018
Recuerdo de niña estar sentada en la sala de mi casa, viendo
una caricatura de esas que ya no se transmiten, cuando de pronto una
estruendosa y pegajosa canción retumbó en mis oídos “Rogelio Villarreal,
un extracto de amistad...”. Algo así es todo lo que puedo recordar de
la canción.
Como toda niña que no sabe estar quieta salí
corriendo para saber qué sucedía, descubrí una camioneta adornada con
pancartas coloridas alusivas a un candidato que pretendía ocupar algún
puesto de importancia en el gobierno. Tras la camioneta corrían los
niños de la colonia emocionados, el candidato lanzaba lápices,
borradores y reglas con su nombre impreso en ellas. Yo corrí sin dudarlo
por los míos, convencida seguramente de que Rogelio era mi amigo… aún
recuerdo claramente la melodía de la canción.
He pertenecido
al movimiento por los derechos de los animales por más de una década.
He trabajado con organizaciones mexicanas e internacionales. Sé, sin
duda, que la lucha por estos derechos es un trabajo que no puede quedar
excluido de la política, que las leyes necesitan ser creadas,
modificadas o apoyadas para tener verdaderos avances para los animales.
Esto no sólo es importante, es indispensable.
Puedo
afirmar también que este movimiento ha crecido a pasos agigantados,
pasando de lo que parecían ser unos pocos locos a todo un movimiento
social que ha echado sus raíces de manera lenta pero firme. Ahora sus
ramas se extienden por cada sector de nuestra sociedad: estudiantes,
deportistas, profesionistas, académicos, celebridades, y cientos de
miles de personas que toman hoy como suya esta causa, noble y
necesaria.
Los políticos - nadie me dejará mentir- en cada época
electoral sin excepción, nos envían la tan decorosa invitación que más o
menos dice así: “El gran candidato y el gran partido lo invitan a
discutir las necesidades de los animales… el candidato está al tanto de
su intenso trabajo por esta noble causa y considera muy importante
reunirse con usted y más organizaciones”. Es innegable que hoy se dan
cuenta el gran poder de convocatoria que los grupos animalistas tienen
en cada sector de nuestra comunidad y cómo ya es hoy una demanda social
llevar a cabo cambios que beneficien a los animales.
Con
los ojos brillantes y llenos de emoción, como aquellos niños que
corríamos tras la camioneta, veo hoy a muchas personas, tal vez ingenuos
o tal vez muy optimistas, atendiendo el llamado urgente de los
candidatos para acabar con el sufrimiento animal. Pero esa emoción que
se interrumpe cuando estas personas se dan cuenta de que aquellas
grandes promesas terminan reducidas a una fotografía en redes sociales
de aquella fabulosa reunión, tratando de ganar el voto animalista en las
redes.
Esta es una escena indignante, que se repite
cada vez y tal vez con más descaro cada año electoral. No puedo negar
que, cuando empezaba en todo esto, yo también caí en las promesas,
asistí a esas reuniones con la esperanza de aquél que sabe que nada se
pierde con intentar. Sin embargo, después de tanta caída el
endurecimiento es inevitable, y la experiencia llega. Aprendí a entender
su juego, el juego del dame y te doy, y que hoy nos ayuda a no caer en
promesas falsas y evitar ser parte de la política desvirtuada.
Afortunadamente,
existe una especie extraña de políticos sinceros a los que en realidad
les importan las causas que luchan para hacer de esta sociedad algo
mejor. Una vez los encontramos, hay que trabajar de la mano con ellos,
apoyándolos en este camino tan difícil, porque el trabajo es de todos,
para todos, y no sólo en campaña electoral.
Tenemos, como ciudadanos, la obligación de estar informados
siempre sobre las propuestas de los gobernantes de nuestro país. Tenemos
que saber si son sensibles al tema, si han ayudado, qué han hecho para
que el día que salten a otro puesto, sepamos si realmente darán
seguimiento al tema y no termine como hasta ahora, como alguien que
firma algo sólo por estar en campaña.
Los pobres
animales son también víctimas del juego político, que los convierten en
monedas de cambio al momento de legislar. Los animales no necesitan
fotografías con un candidato, sonrisas arregladas o palabras bonitas.
Ellos necesitan acciones reales, compromisos reales, no sólo por ellos
sino por nosotros, no sólo por ellos sino por la sociedad, no sólo por
ellos sino por el planeta.
Desafortunadamente, los
animales y la elecciones siempre serán un lápiz, un borrador y una regla
tirados en la calle de mi colonia.