Entrevista
noviembre 2017

¿El «retorno ruso» a América Latina?

Entrevista a Vladimir Rouvinski

Las relaciones entre Rusia y América Latina transitan una nueva etapa. A la actividad económica se le suma la presencia mediática. ¿Cómo nos observa el país liderado por Vladimir Putin? ¿Qué pasará con los vínculos económicos y políticos tras el giro a la derecha en diversos países de América Latina? La mirada de Estados Unidos no pasa inadvertida para el Kremlin.

<p>¿El «retorno ruso» a América Latina?</p>  Entrevista a Vladimir Rouvinski

Durante la última década, una serie de gobiernos latinoamericanos ubicados en posiciones de izquierda o en marcos ideológicos de corte «nacional-popular» profundizaron sus relaciones políticas y económicas con Rusia. Sin embargo, este proceso parece estar revirtiéndose. ¿Cómo está encarando Rusia su relación con la región en este nuevo contexto?

En la primera mitad del siglo XX, América Latina no fue considerada por la Unión Soviética cómo un área prioritaria de su política exterior. A pesar de cierto entusiasmo al inicio de la década de los años 20 del siglo pasado y de las actividades del Komintern, la lejanía geográfica y las pocas ocasiones reales para impulsar la incidencia política soviética o los vínculos comerciales, fueron los obstáculos para el fomento de relaciones. En este sentido, la Revolución cubana de 1959 fue percibida por Moscú como una oportunidad de cambio y, muy pronto, Cuba se transformó en uno de los más grandes receptores de la ayuda directa soviética. Durante la Guerra Fría, la URSS también apoyaba a otros regímenes de la izquierda en la región. Sin embargo, a fines de la década del 80, el apoyo y la influencia de Moscú en América Latina disminuyó significativamente.

El nuevo Estado ruso independiente heredó el legado de relaciones de la Unión Soviética con América Latina. Pero ya no existía la misma cercanía ideológica con los gobiernos de izquierda. Teniendo en cuenta los problemas económicos de Rusia y su deseo inicial de cooperar con las potencias occidentales, tampoco hubo interés de equilibrar el poder estadounidense a través del apoyo a los regímenes aliados en el Hemisferio Occidental. Por lo tanto, en la mayor parte de la década de 1990, Rusia estuvo prácticamente ausente, en términos de su incidencia política o económica en América Latina.

El escenario comenzó a transformarse a fines de la década de 2000, cuando el creciente antiamericanismo del Kremlin y su apuesta por la construcción de un nuevo orden mundial multipolar fueron bienvenidos por los protagonistas claves de la izquierda como Hugo Chávez, Raúl Castro y Daniel Ortega. El cambio de la actitud del Kremlin hacia el legado político de la URSS y la glorificación del pasado soviético en Rusia moderna, también fueron recibidos positivamente por los políticos de la izquierda, muchos de los cuales participaron en la insurgencia de la época de la Guerra Fría y se sentían todavía cercanos a las ideas que promovía la URSS. Para ellos, Putin representaba a los rusos que conocieron antes. Desde esta perspectiva, los líderes de los gobiernos de la izquierda creían que aunque unas relaciones más estrechas con Rusia no podían retomar los «viejos buenos tiempos» de los subsidios soviéticos, la riqueza petrolera de Rusia podría ser útil. La estrategia funcionó: a pesar de que ya no comparten las mismas posturas ideológicas, el intercambio se incrementó. A cambio de permitir las visitas de los bombarderos estratégicos rusos y los buques de la Armada o el reconocimiento diplomático de las repúblicas separatistas de Abjasia y Osetia del Sur (ambas apoyadas por Rusia), recibieron ayuda y créditos (y la deuda de la era soviética de La Habana fue perdonada).

Es importante tener en cuenta que las relaciones de Rusia con los gobiernos de la izquierda en la región fueron mucho más visibles que con los otros gobiernos debido a la importancia que los líderes latinoamericanos le otorgaron a estas relaciones. El apoyo a las iniciativas y actuaciones de Moscú en la arena internacional por parte de estos gobiernos resultó importante en varias ocasiones. Sin embargo, Rusia ha logrado reorganizar las relaciones con todos los países de América Latina y no solo con los quienes fueron parte del giro hacia la izquierda. El hecho de que los ciudadanos rusos puedan viajar a la mayoría de los países latinoamericanos sin visa es una evidencia de ello.

El director para América Latina del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, Alexander Schetinin, aseguró hace pocos meses que los vínculos entre la Federación Rusa y los países latinoamericanos no son coyunturales. De esta manera hacía referencia indirecta a los cambios políticos que se están produciendo en la región pero apuntaba a una serie de intereses estratégicos que no dependen de las transformaciones que puedan operarse en la región. ¿Cuáles son esos intereses estratégicos y qué espera obtener Rusia de ellos?

Para Rusia, el valor clave de América Latina y el Caribe es su proximidad geográfica a Estados Unidos. Desde la perspectiva del Kremlin, es el «cercano exterior» de Washington. En Moscú, las élites políticas creen que su propio «cercano extranjero», o sea el territorio de la antigua Unión Soviética, es una región donde los intereses de Rusia deben ser tomados en consideración por todos los demás actores. El gobierno ruso también cree que Estados Unidos ignora consistentemente los intereses rusos, y por esta razón Rusia debe ampliar su presencia en América Latina de manera recíproca.

Durante la crisis en Georgia en 2008 y en Ucrania en 2014, Rusia se mostró molesta por la presencia de Estados Unidos en el Mar Negro y por el apoyo de Washington a Tbilisi y Kiev. Desde esta perspectiva, la llamativa pero breve presencia militar rusa en América del Sur y Central, se puede explicar desde la lógica de reciprocidad: Moscú envió por primera vez sus aviones de guerra y armadas al Hemisferio Occidental poco después de la guerra ruso-georgiana de 2008, mientras se exhibieron signos de una mayor cooperación militar con Nicaragua y Venezuela.

Es importante mencionar también que, para el caso ruso, la noción de reciprocidad se extiende mucho más allá de la esfera militar. La extraordinaria popularidad de Vladimir Putin entre los ciudadanos del país se debe a una percepción común de que él ha restaurado el papel de Rusia como una potencia a escala mundial, con Estados Unidos resurgiendo como su rival más importante. Las actividades rusas en América Latina brindan a los principales medios de comunicación rusos la oportunidad de retratar al país como una potencia en ascenso capaz de establecer su presencia incluso en el «patio trasero» de Estados Unidos. En este contexto, el hecho de que Rusia mantenga relaciones estables con la mayoría de los países latinoamericanos y no solo con aquellos líderes que se hicieron amigos cercanos de Vladimir Putin –pero que ahora no tienen poder político–, es la clave para explicar el interés que tiene Moscú hacia América Latina.

¿Qué peso tiene el poder de presión de Estados Unidos en la relación existente entre Rusia y América Latina? La presidencia de Trump, con su política de cierre de fronteras, ¿habilita a un reforzamiento de las relaciones o, por el contrario, puede resultar controversial?

En los últimos años, la importancia que Estados Unidos otorgó a sus relaciones con América Latina ha disminuido. No obstante, en un contexto de cambios sin precedentes a la escala global, la Casa Blanca está evaluando con creciente preocupación la incidencia de los actores extra-hemisféricos (principalmente China y Rusia) en las Américas, considerándolos como los rivales más desafiantes de Washington. En el caso ruso, la mayoría de los analistas están de acuerdo que las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se encuentran en el punto más bajo jamás observado en cualquier otro momento después de la Guerra Fría. Y aunque la presencia rusa sigue siendo relativamente escasa en comparación con la de los tiempos soviéticos, las posibilidades con las que actualmente cuenta Moscú en la región, no se pueden descartar fácilmente. A pesar de que la administración de Trump cuenta con algunas herramientas de presión –tanto políticas como económicas– sobre muchos de los gobiernos latinoamericanos debido a las dificultades en relación con el diseño y la implementación de su política exterior, no hay evidencia del uso de dichas herramientas. Incluso después de varios debates y audiencias en el Congreso de Estados Unidos relativas al tema –donde los legisladores y los militares demostraron su preocupación con el asunto de la incidencia rusa en América Latina–, la situación permanece estable. Al mismo tiempo, no hay duda de que la presencia rusa en la región y el tipo de actividades que desarrolla Moscú se vinculan directamente con el estado de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia bajo la lógica de reciprocidad de los tomadores de decisiones del Kremlin.

Rusia ha apoyado algunos procesos políticos latinoamericanos que hoy se encuentran en crisis como es el caso de Venezuela en particular y todo el bloque del ALBA en general. ¿Qué política está adoptando el gobierno ruso frente a este bloque habitualmente preferencial en sus políticas?

Las relaciones de Rusia con el bloque de ALBA es una de las claves para entender la naturaleza del «retorno ruso» a América Latina. Se trata de un «matrimonio por conveniencia» pues es muy claro que, desde el comienzo de esta relación, los principales países del ALBA (Venezuela, Cuba y Nicaragua) y Rusia se beneficiaron de la ausencia de preguntas políticas mutuamente incómodas: el lado latinoamericano sabía que Rusia nunca haría preguntas sobre las violaciones de derechos humanos en Cuba, la persecución de la oposición en Venezuela, o el abuso de poder en Nicaragua. Al mismo tiempo, Rusia sabía que ni Caracas, La Habana y Managua cuestionarían la forma en que se lleva a cabo la política en Rusia. No obstante, al final, el ALBA– como bloque regional– no cumplió con las expectativas del gobierno de Vladimir Putin. Esto se debió, en buena medida, a la falla de varios de sus miembros (Ecuador, Cuba y Bolivia) a la hora de apoyar algunas de las acciones rusas en Europa, como el reconocimiento de las repúblicas separatistas en Georgia a pesar de la promesa hecha por Hugo Chávez en nombre del bloque. Es por esta razón que Rusia abandonó su idea de ser país observador en ALBA y se mostró más favorable a las relaciones bilaterales con los países miembros del bloque.

Casi treinta años después de la caída del telón de acero, América Latina aparece como un continente de oportunidades para Rusia. La participación de diversos países de la región en los BRICS colabora, asimismo, con ese proceso. ¿En qué estado se encuentran las relaciones económicas con los distintos países? ¿Qué tipo de sectores económicos tienen mayor peso para Rusia hoy en la relación con el continente?

Desde mi perspectiva, tanto Brasil como Rusia valoran su membresía en el consorcio BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), en primer lugar porque es un símbolo de reconocimiento como actores globales. Aunque el volumen de comercio entre Rusia y América Latina es, hoy en día, muy impresionante en comparación con lo que había sido a comienzos de la década del 90, no se trata de una prioridad para ninguna de las partes –con la posible excepción de Cuba donde Rusia sigue siendo uno de los principales exportadores a la isla–. En términos del volumen del comercio, la relación más grande es entre Brasil y Rusia, pero incluso en este caso no se supera un porcentaje de todo el comercio exterior de la última. Y aunque es cierto que en la segunda mitad de los años 90, muchas de las empresas rusas consideraron el mercado latinoamericano muy atractivo para su expansión internacionales, con la llegada de China sus oportunidades se redujeron de manera dramática y la mayoría de los empresarios rusos ya no están mirando hacia América Latina con mucha esperanza. Las relaciones de los latinoamericanos con Rusia son en primer lugar políticas y luego económicas. Una notable excepción es el comercio de armas, donde América Latina, efectivamente, se ha convertido en uno de los principales compradores del equipamiento made in Rusia, en particular en los casos en los que el contrato cuenta con un crédito del gobierno ruso cómo en el caso de Venezuela. Pero con respecto a la presencia de las empresas energéticas como Rosneft, sus indicadores de éxito desde la perspectiva económica han sido bastante modestos.

Una de las estrategias rusas para promover al país desde una perspectiva absolutamente oficialista y en consonancia con las políticas de Putin ha sido el desarrollo en español del canal televisivo Russia Today, así como la promoción de otros medios periodísticos gráficos y radiales. ¿Qué impacto real están teniendo estos medios de difusión en América Latina, más allá de los gobiernos históricamente ligados a Rusia?

La promoción de la transmisión de Russia Today (RT) en español y la expansión de los medios rusos en Internet en la región, han sido, probablemente, el esfuerzo más ambicioso del Kremlin en los últimos años. En la actualidad, la programación de RT para la región incluye temas que se enfocan específicamente en los temas del interés del público latinoamericano, y tiene más éxito en conseguir nuevos televidentes que cualquier otro canal extranjero. Los medios digitales también tienen un impresionante impacto en línea. En sus programas destinados a los televidentes latinoamericanos y bajo el lema «Saber más», RT está atacando a Estados Unidos y sus aliados europeos en la misma línea que Estados Unidos y la Unión Europea critican a Moscú: cuestiones de derechos humanos, crímenes de guerra y corrupción. En este contexto, es destacable que RT no solo blanquea el papel de Rusia en los asuntos mundiales, sino que también retrata a Rusia como un modelo político alternativo y exitoso en comparación con los regímenes de democracia liberal.

El caso de RT ha sido un verdadero éxito. El canal, que tiene como objetivo convertirse en una fuente alternativa de información en la región, parece estar acercándose a este objetivo. A fines de 2017, RT estaba disponible en casi todos los países de América Latina y el Caribe: un total de más de 300 proveedores de televisión por cable ofrecen RT como un canal separado para sus suscriptores, y ciertos programas de RT se retransmiten en otros canales, muchos de los cuales tienen cobertura nacional e internacional. Muchas personas están viendo la programación gratuita de RT por Internet, donde el canal está disponible todos los días y a toda hora en alta calidad. Desde esta perspectiva, si bien Rusia no puede competir con Estados Unidos, Europa o China en términos de comercio e inversiones en América Latina, Moscú si parece estar ganando terreno en la batalla por las mentes de los latinoamericanos.

Vladimir Rouvinski es magister en Historia y Relaciones Internacionales de la Universidad Estatal de Irkutsk. Es Director del Centro de Investigaciones CIES (Colombia). Se especializa en las relaciones entre Rusia y América Latina.



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