Entrevista
marzo 2018

¿Qué pasa con el sector servicios en América Latina?

Entrevista a Nanno Mulder

El sector servicios es el más importante de América Latina y el Caribe. Nanno Mulder, experto de la CEPAL, explica que podría pasar con su automatización y con los tratados internacionales que apuntan a su desregulación.

<p>¿Qué pasa con el sector servicios en América Latina?</p>  Entrevista a Nanno Mulder

En la actualidad se está discutiendo fuertemente el rol del sector de servicios en la economía latinoamericana. ¿Qué peso real está teniendo este sector y qué se espera de él en el futuro?

Los servicios son, por lejos, el sector predominante de las economías de América Latina y el Caribe, representando el 70% del PIB y 62% del empleo total en 2015. El rol de este sector en las economías es fuertemente cuestionado por el bajo crecimiento en su productividad, lo cual frena el desarrollo sostenible con equidad. La productividad en este sector crece muy poco por la fuerte concentración en actividades caracterizadas por un alto grado de informalidad y autoempleo, como el comercio ambulante y los servicios domésticos. Otra característica de los servicios en América Latina es su muy bajo nivel de internacionalización, dado que la mayoría de las empresas de este sector no exportan.

No obstante este panorama general sombrío, existen muchas actividades de servicios que son de alta productividad, con una gran capacidad innovadora y que se insertan de manera exitosa en el comercio internacional, aunque su participación en el PIB y el empleo es menor. Algunos ejemplos son los servicios empresariales, las finanzas y seguros, la innovación científica y tecnológica, los servicios informáticos y las telecomunicaciones. Estas actividades están en el centro del desarrollo futuro de las economías, cuyo dinamismo depende crucialmente de su adaptación a las nuevas tecnologías vinculadas a la manufactura 4.0 y la economía digital. Al ser insumos claves, estas actividades también determinan el parte el dinamismo de la agricultura y la industria manufacturera. En resumen, el futuro de las economías de la región depende en gran parte de su capacidad de trasladar recursos dentro de su sector de servicios desde actividades de baja hacia otras de mayor productividad y sus encadenamientos con otros sectores.

Hay quienes afirman que el futuro de este sector depende de la automatización. ¿Qué opina de estas posiciones? ¿Cree realmente que ese es el camino para mejorar la presencia de los servicios?

Igual que en otros sectores de la economía, una parte del dinamismo futuro de los servicios dependerá de su automatización e integración con los procesos gravitantes en torno a la llamada manufactura 4.0. Muchas tareas de servicios son automatizables en menor o mayor grado, incluyendo el transporte, el comercio por mayor y por menor (retail), las finanzas, distintos tipos de servicios empresariales y varios servicios públicos. De manera general, mientras menor el grado de complejidad de la tarea realizada por el trabajador, más fácil será su automatización. A su vez, la inteligencia artificial puede complementar tareas complejas de trabajadores más calificados. Con la automatización, robotización y la inteligencia artificial, se logrará aumentar de manera importante la productividad y el crecimiento y las exportaciones de servicios. Además, estos procesos contribuyen a una mejora en la calidad y los precios de los servicios intermedios y de esta manera promueven la competitividad de otros sectores de la economía. Sin embargo, la mejora en la productividad en los servicios no depende solamente de la automatización, sino también de la mejor educación y experiencia de los trabajadores en el sector. Es decir, en la medida que trabajadores son mejor formados, ellos pueden desempeñar mejor sus funciones con el apoyo de procesos automatizados en vez de ser reemplazados por ellos.

El proceso de automatización y robotización puede derivar en problemas muy serios para un buen número de trabajadores que se verían fuera del esquema laboral. ¿Cómo se prepara la economía para afrontar ese reto que pone en juego la supervivencia de una enorme cantidad de personas?

No existe un consenso sobre el impacto de la automatización y la robotización en el empleo en los servicios o de manera global en el mundo o América Latina y el Caribe. Aunque todos los estudios coinciden que ambos procesos afectan el empleo, las estimaciones fluctúan entre 5% a 47% del empleo total según el Banco Interamericano del Desarrollo. Las grandes diferencias en los impactos estimados se explican en gran parte por las hipótesis utilizadas sobre cómo se verán afectadas las tareas realizadas por distintos tipos de trabajadores. Además, hay discrepancias muy fuertes en los estudios sobre el número de nuevos empleos que van a surgir con ambos procesos. Para que los países pueden minimizar las pérdidas de empleos y maximizar las ganancias de nuevos puestos, las empresas y el Estado deberían sobre todo mejorar y adaptar las habilidades de los trabajadores mediante un cambio en la educación (técnica) y la capacitación, junto con otras políticas activas para facilitar la transición a actividades, empleos y tareas de mayor valor agregado.

Actualmente uno de los puntos fundamentales de la economía vinculada a los servicios es justamente el Acuerdo en Comercio de Servicios (TISA), por el que se pretende producir una desrregulación del sector y que ha sido fuertemente criticado por homogeneizar a países con características económicas muy diferentes. ¿Cuál es su opinión sobre este acuerdo?

Las negociaciones para un nuevo Acuerdo plurilateral en Comercio de Servicios se iniciaron en 2013 pero se interrumpieron en 2017. Estas negociaciones son una respuesta a la falta de un nuevo acuerdo en el contexto de la Organización Mundial de Comercio para mejores reglas modernas y compromisos en este tema desde el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS) que entró en vigor en 1995 cuando todavía no existía internet. En TISA participan 22 países (avanzados y en desarrollo) y la Unión Europea como bloque, que juntos representan el 70% del comercio mundial en servicios. Desde el inicio de 2017, sin embargo, las negociaciones fueron interrumpidas por la falta de una posición negociadora del nuevo gobierno de los Estados Unidos. El objetivo es acordar estándares elevados que superan aquellos de acuerdos preferenciales bilaterales y regionales vigentes, salvaguardando al mismo tiempo el derecho de los países participantes a regular los sectores de servicios en el interés público.

Un posible acuerdo TISA tendría diversos impactos potenciales positivos y negativos para los países miembros y no miembros de América Latina y el Caribe. Para los países miembros (Chile, Colombia, Costa Rica, México y Perú), la adaptación a los altos estándares de TISA podría ser muy costosa. No obstante, el acuerdo abre también nuevas oportunidades de negocios hacia otros países miembros del acuerdo mediante un mejor acceso a sus mercados. Además, estos países podrían beneficiarse de un aumento de la inversión extranjera directa (IED) como resultado de sus mejores estándares regulatorios y la reubicación de actividades de servicios de algunas cadenas globales de valor. No obstante, el posible acuerdo podría limitar de manera importante el espacio de las políticas públicas en algunos ámbitos. Eso se debe en parte a que los países no puedan introducir nuevas regulaciones una vez que firman el acuerdo, salvo para sectores que los países excluyan de este acuerdo de manera ex ante. Para los países no signatarios, el acuerdo TISA podría causar un desvió de negocios e IED hacia otros países que sí han firmado.

¿Qué políticas pueden tomar hoy los Estados de América Latina para reforzar el sector servicios y ganar competitividad? ¿Existen experiencias alentadoras en este terreno?

Los países de la región podrían implementar diversas políticas para aumentar la productividad, la competitividad y el empleo de calidad en el sector servicios. Eso requiere diversos pasos. Primero, cada gobierno podría formar alianzas con los gremios privados de los principales servicios. Estas alianzas servirían para analizar el desempeño actual de los principales sectores de servicios en los ámbitos de crecimiento, tipo y calidad de empleo, formalización, exportaciones, importaciones, acceso a crédito, inversiones domésticas y extranjeras directas, innovación y uso de tecnologías digitales, entre otros. Además, valdría la pena diagnosticar los encadenamientos con otros sectores de la economía. Las alianzas también son clave para analizar tendencias y oportunidades domésticas e internacionales futuras dentro de las llamadas cadenas globales de valor, que a su vez deberían traducirse en la definición de estrategias de transformación productiva hacia sectores de mayor valor agregado, productividad, intensidad en comercio y sobre todo una mejor calidad de empleo. Segundo, las brechas entre los objetivos del futuro y los principales cuellos de botella actuales de cada sector deberían definir la hoja de ruta en términos de las políticas público-privadas necesarias. Sin duda la actualización y mejora de la educación y capacitación de la mano de obra a las necesidades de las empresas de servicios es el principal desafío en este ámbito en cada país. Este tema es aún más urgente en un contexto donde la automatización y la inteligencia artificial generan cambios cada vez más rápidos en los servicios. Es clave sobre todo adaptar las políticas existentes a las particularidades de los servicios. Por ejemplo, en muchos países las empresas de servicios tienen poco acceso a crédito por no producir bienes tangibles. De manera más general, es urgente atender al grueso de las empresas de servicios que son pymes, y son, por lo general, informales, registran un bajo nivel de productividad y sufren condiciones laborales deficientes. Estas empresas requieren medidas para facilitar su formalización y acceso a formación y crédito. Finalmente, los países no deberían analizar y promover los servicios de manera aislada sino como actividades que también apoyan a otros sectores de la economía.

En varios países de América Latina, los gobiernos implementan ciertas políticas exitosas para apoyar al sector de servicios, sobre todo orientado a promover su internacionalización. Argentina está realizando un esfuerzo importante para mejorar la oferta de mano de obra para industrias de servicios de alto conocimiento. Brasil se destaca por sus esfuerzos por mejorar la calidad de la información en torno a sus empresas exportadoras de servicios. A su vez, Chile ha sido un ejemplo en conformar un comité público-privado para dinamizar las exportaciones de diversos tipos de servicios. Costa Rica se destaca por su énfasis en adaptar su sistema educativo a las necesidades de empresas, tal como por su activismo en atraer empresas multinacionales a su país como dinamizador del cambio tecnológico y empresarial. Perú llama la atención por sus esfuerzos para promover la internacionalización de sus empresas y el otorgamiento de incentivos tributarios para la exportación. De manera más general, en varios países se ha logrado la modernización de sectores de servicios claves como las telecomunicaciones, los servicios financieros y diversos servicios empresariales. El gran desafío sigue siendo diseñar políticas e instrumentos para mejorar la posición de los autoempleados y las pymes (informales) que representan el grueso del sector de servicios en América Latina.


Nanno Mulder es Jefe de la Unidad de Comercio Internacional de la División de Comercio Internacional e Integración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).



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