Tema central
NUSO Nº 259 / Septiembre - Octubre 2015

Política china en el Río de la Plata ¿Asociación estratégica o nueva dependencia?

Los gobiernos kirchneristas confirieron gran importancia al «socio chino». Pero si bien en los últimos años China se convirtió en el segundo socio comercial de Argentina, las exportaciones a ese mercado favorecieron la reprimarización de la economía del país. La extracción de recursos naturales sin mayor procesamiento industrial tiene en el caso argentino dos claros ejemplos: el poroto de soja y el petróleo crudo. Y los dos swaps que firmaron ambos países terminan de favorecer la reprimarización, porque si bien alivian la pérdida de divisas, dejan a Argentina atada al proveedor chino y deterioran así sus vínculos intraindustriales con sus socios en el Mercosur, principalmente con Brasil.

Política china en el Río de la Plata  ¿Asociación estratégica o nueva dependencia?

La emergencia de China como gran potencia a principios del siglo xxi reconfigura las relaciones de poder internacionales y reorienta la dinámica de los flujos comerciales y financieros mundiales hacia el Pacífico Norte. En la antítesis de ese proceso, la República Argentina continúa anclada en la periferia del sistema sin lograr impulsar un proceso de modernización que se prolongue en el tiempo y mejore su posicionamiento internacional. En tal sentido, todos los procesos de industrialización iniciados en el siglo xx fueron discontinuados y nunca cerraron el ciclo de forma efectiva. La consecuencia más evidente es que la piedra maestra de la economía argentina, a más de diez años de la salida del régimen de convertibilidad –en el marco de la crisis de 2001-2002–, continúa siendo el agro y, de hecho, este ha sido siempre el sector productivo que permitió impulsar algún tipo de transferencia intersectorial orientada a la redistribución de la riqueza.

La influencia china en América Latina viene fortaleciéndose de la mano de su ascenso global. Beijing ha logrado limitar sistemáticamente el reconocimiento de los gobiernos de la región hacia Taiwán. La República Popular China obtuvo el apoyo necesario para ingresar en la Organización Mundial del Comercio (omc) en diciembre de 2001 y, más aún, desde 2004 en adelante comenzó a ser reconocida como «economía de mercado» por la mayoría de los países latinoamericanos, aun cuando ese estatus no ha sido admitido por la omc1. En el presente, el país asiático se ha configurado como el primer o segundo socio comercial de la gran mayoría de los países latinoamericanos y ha negociado bilateralmente tratados de libre comercio (tlc) con Chile, Perú y Costa Rica2.

Al tiempo que Estados Unidos pierde influencia en lo que otrora fuera su «patio trasero», China la gana. No solo tiene acceso al Pacífico y al Atlántico por controlar dos de los principales puertos en Panamá (Cristóbal y Balboa), sino que, además, una empresa china está a cargo de la construcción de un nuevo canal bioceánico en Nicaragua, sobre el cual ya cuenta con una concesión de derechos por un periodo de 100 años. También hay que destacar la apertura de filiales del Instituto Confucio que facilitan la difusión cultural y hasta promueven el atractivo del vínculo con China entre los académicos locales, quienes comienzan a mitigar sus críticas respecto a la influencia creciente del país asiático en América Latina y el Caribe. La «invasión silenciosa», como la llamó Diego Guelar, es un mero eufemismo que intenta disimular lo que todos saben: que China transita de la influencia a la hegemonía en América Latina como un proceso casi inexorable, le guste o no a Washington3. De ahí entonces que algunos análisis estén postulando el paso del «Consenso de Washington» al «Consenso de Beijing», que tiene su eje en la explotación a gran escala de los recursos naturales4. Además, hay que destacar que este «consenso» ha sido convalidado tanto por gobiernos de izquierda como de derecha en América Latina. De modo que esa explotación a gran escala de los recursos naturales es presentada por los chinos y abrazada por los países de la región como una oportunidad para alcanzar el tan postergado desarrollo económico.

El análisis de la relación sino-argentina que se ofrece a continuación está dividido en tres temáticas que se desarrollan durante los tres mandatos kirchneristas: a) el déficit comercial; b) la reprimarización productiva, y c) las inversiones chinas en el sector hidrocarburífero. En cada una de ellas se abordarán algunos de los ejes centrales de la vinculación, como la formación de la asociación estratégica, la tensión/cooperación en torno de la comercialización de productos con mayor valor agregado y la elevación de la asociación al rango de «estratégica integral».

El problema se circunscribe al siguiente interrogante: la formación de una asociación estratégica entre China y Argentina bajo los gobiernos kirchneristas ¿ha contribuido a industrializar el país y a mejorar la calidad de las exportaciones al mercado chino? Al respecto, se argumenta que Argentina va reaccionando pasiva y erráticamente al compás de la hábil y activa diplomacia de Beijing, que avanza gradualmente en el acceso a la extracción de materia prima dentro de las fronteras nacionales. Lejos de contribuir a la industrialización argentina, la política china tiende a favorecer la reprimarización productiva, lo que implica limitar sistemáticamente la capacidad de incrementar el valor agregado de las exportaciones.

De la caída del superávit al déficit comercial estructural: somos socios pero no tanto

La llegada a la presidencia de Néstor Kirchner abrió un importante ámbito para el desarrollo de la relación bilateral con China, lo cual encuentra asidero en dos factores claves. El primero: durante los tres primeros años del gobierno, el único país asiático que visitó el presidente argentino fue la República Popular China. Esto da la pauta de que la política exterior argentina respecto a Asia no ha sido integral sino selectiva y ha tenido como eje central a Beijing. El segundo factor fue la firma del Memorando de Entendimiento en materia de Comercio e Inversiones, el 17 de noviembre de 2004, como consecuencia directa de la visita de Hu Jintao a Buenos Aires. Este entendimiento plantea tres cuestiones centrales: a) el establecimiento y desarrollo de una relación estratégica entre las dos naciones; b) el reconocimiento argentino de China como «economía de mercado» y c) el compromiso chino de incrementar el nivel de exportaciones argentinas por un valor de al menos 4.000 millones de dólares estadounidenses5.

Tras la salida del régimen de convertibilidad y el boom de los commodities (generado por el alza en la demanda china), la balanza comercial se revirtió en favor de Argentina. Se dejaba atrás una década de déficit comercial con el país asiático. No obstante, esto no duraría mucho. Kirchner recibió su mandato presidencial en el contexto del mayor superávit registrado con China: 1.757 millones de dólares (v. cuadro 1). Pero aun al efectivizarse la contraprestación por el reconocimiento argentino de China como economía de mercado (el incremento de al menos 4.000 millones de dólares en las compras chinas), el superávit se redujo sistemáticamente, lo que dio lugar a un nuevo déficit comercial en el año 2008, coyuntura que se mantiene hasta el presente. Lo irónico es que, dada la dinámica del comercio bilateral, el aumento de las exportaciones se habría alcanzado por sí solo. Es decir, se cambió el reconocimiento por la incertidumbre de una promesa a futuro y, concretamente, se abandonó la posibilidad de aplicar salvaguardias frente al dumping chino. Así, se desconocía la decisión tomada en el seno de la omc y el fundamento fue meramente político: generar una asociación estratégica con China.

Para 2008 –cuando ya corría el primer año de mandato de Cristina Fernández–, se alcanzó aproximadamente esa promesa de aumento de las exportaciones por el monto acordado. Empero, no se previó que el ritmo de crecimiento de las importaciones sería mucho más acelerado. Mientras que para 2007 las exportaciones crecieron 156% respecto de 2003, las importaciones lo hicieron en 886%. Así, el superávit se redujo progresivamente, al pasar de 1.757 millones de dólares en 2003 a tan solo 73 millones de dólares en 2007. El problema del déficit estructural que emergió en 2008 se prolongó sin poder encontrar solución alguna a lo largo de los dos mandatos de Cristina Fernández. Más aún, los dos swap firmados con China en este periodo contribuyeron a generar mayor dependencia de las importaciones chinas porque facilitaron la compra de productos de ese origen6. El déficit comercial de 748 millones de dólares registrado en 2008 se incrementó a poco más de 6.000 millones de dólares en 2014 (más de 700%). Esto fue consecuencia de que las exportaciones de 2014 solo crecieron 88% respecto de 2003, mientras que las importaciones lo hicieron en más de 1.300% en igual periodo. Entonces, entre 2008 y 2014, como resultado del déficit acumulado con China, Argentina «perdió» aproximadamente 25.000 millones de dólares. Más allá de las retóricas de ambos gobiernos, es claro que el «socio chino» tuvo mucho que ver con la reducción de divisas que afecta al país. Para aliviarla, se implementó el segundo swap firmado con Beijing pero, al mismo tiempo, este ata al país al proveedor asiático. Por ejemplo, el swap que se activó en 2014 fue de 11.000 millones de dólares, y si bien solo se implementó de forma parcial, es claro que de haber sido necesario pudo haber equiparado prácticamente el monto total de importaciones argentinas desde China ese año (v. cuadro 1).



La cuadro 1 también muestra la importancia que fue ganando China para la inserción comercial internacional de Argentina. Entre 2001 y 2006, China osciló entre cuarto y quinto destino de las exportaciones argentinas, pero ya entre 2007 y 2012 fluctuó entre segundo y tercer destino. Finalmente, desde 2013 en adelante, todo parece indicar que China afianza su posición como segundo socio comercial de Argentina. En materia de importaciones, su relevancia como socio del país se siente aún más. Entre 2011 y 2014, China se posiciona claramente como el segundo proveedor del país y la tendencia indica que está acotando sistemáticamente la participación brasileña en las importaciones argentinas.

Desde 2004, la relación bilateral fue ganando densidad. Esto implica mayor frecuencia en la interacción gubernamental (acuerdos, apoyo en las votaciones en organismos internacionales, visitas oficiales, etc.) así como no gubernamental (comercio, intercambios culturales, entre otros)7. Quizás el ejemplo más relevante de esa tendencia fue la creación del Consulado General en Cantón por medio del decreto No 2.257, con jurisdicción en las provincias de Guandong, Fujian, Hainan y la Región Autónoma de Guangxi, durante la primera presidencia de Cristina Fernández. La valoración de China conllevó a la transferencia de mayores recursos humanos y financieros que permitan optimizar la vinculación. Ya durante la segunda presidencia de Fernández, con motivo de un encuentro de jefes de Estado con Xi Jinping, en julio de 2014, se decidió elevar la asociación estratégica a «asociación estratégica integral», lo cual –supuestamente– abrió la puerta para el financiamiento chino en materia de infraestructura: especialmente, represas hidroeléctricas y ferrocarriles. Más aún, entre julio de 2014 y febrero de 2015, se firmaron 33 acuerdos bilaterales que terminan de configurar a China como el socio clave para la inserción internacional de Argentina.

La reprimarización productiva: mucho petróleo crudo, más granos y menos aceite de soja

La relación bilateral comercial no solo se enmarca en un contexto de déficit estructural en favor de Beijing desde 2008 hasta el presente; además, en el periodo en estudio emerge otro problema mucho más trascendente, porque repercute en la estructura productiva argentina: la reprimarización. En trabajos anteriores se puso en evidencia la pérdida de capacidad para generar valor agregado en las exportaciones hacia China, lo cual supone mayor concentración de estas en recursos naturales y manufacturas basadas en ellos8.

Como puede apreciarse en la cuadro 1, durante la última década China se consolidó como el segundo socio comercial de Argentina. Ahora bien, según la cuadro 2, durante el periodo en estudio las exportaciones argentinas a China han estado concentradas en más de 70% en el complejo oleaginoso. La tendencia verifica que Argentina perdió capacidad para generar valor agregado en sus exportaciones al mercado chino y, por tanto, la relación comercial se reorientó hacia la reprimarización productiva. Esto es lo que cuestiona la calidad del «socio chino». Si nos concentramos en los tres productos más importantes que exporta Argentina a este mercado asiático (poroto de soja, aceite de soja y petróleo crudo), estos ya representaban, entre 2001 y 2009, más de 70%, pero en el periodo 2010-2014 alcanzaron el 93% del total exportado.


Según la cuadro 2, del total exportado por Argentina a China, el poroto de soja representó 50% en 2001-2004, 43% en 2005-2009 y finalmente 71% en 2010-2014. En contraste, el aceite de soja se redujo de 26% a 20% y luego cayó abruptamente a tan solo 10%, en los mismos periodos. De modo tal que el objetivo de diversificar las exportaciones, disminuir la dependencia respecto de productos primarios y sus derivados y mejorar la calidad de las exportaciones vía un incremento del valor agregado, mal que nos pese, no se ha alcanzado. Este continúa siendo el gran déficit de los gobiernos kirchneristas y una de las evidencias de la distancia entre la realidad y el discurso oficial9. No obstante, hay que destacar que el vínculo comercial con China solo explica una de las aristas de la reprimarización. La otra se explica por el desplazamiento que China genera en terceros mercados y se evidencia en la descomposición productiva del Mercado Común del Sur (Mercosur)10. Brasil y Argentina reorientan sus actividades económicas hacia sectores de menor valor agregado como consecuencia de la competencia china11.

Retomando el problema desde la arista del vínculo comercial sino-argentino, la tendencia se confirmó en 2013 cuando el petróleo crudo desplazó al aceite de soja como segundo producto más importante exportado a China. Más aún, al tiempo que la venta de aceite de soja caía de 26% (acumulada entre 2001 y 2004) a 10% (registrada entre 2010 y 2014), la de petróleo se incrementó de 2% a 12% en los mismos periodos. En suma, no se trata de que el concepto de «reprimarización» sea o no peyorativo y de que por eso deba ser descartado –como ha sostenido Jorge Castro12–, sino de que es la categoría que permite caracterizar y comprender la fase de la relación comercial que ha emergido entre China y Argentina.Si se considera el periodo 2001-2014, Argentina registró los picos de venta de aceite de soja en 2007, 2008 y 2009 (1.520 millones, 1.457 millones y 1.442 millones de dólares, respectivamente). Si bien en términos absolutos la cifra se redujo un poco, en términos relativos el aceite de soja pasó de 29% a 39% del total exportado por Argentina a China en esos años. Así, en 2009 el aceite de soja logró desplazar al poroto como principal producto de exportación al mercado chino, y por lo tanto aumentó el valor agregado de las exportaciones argentinas. En forma simultánea, Argentina restringió el acceso de manufacturas chinas vía políticas antidumping, lo cual era contradictorio con lo establecido en el memorando de 2004. Por eso, China decidió por un lado proteger su propia capacidad de molienda –afectada por el aumento de la venta de aceite de soja en 2007, 2008 y 2009– y, por otro, enviar una clara señal al gobierno de Cristina Fernández acerca de su capacidad para presionarlo si continuaba restringiendo la importación de productos chinos.

Beijing redujo abruptamente la compra de aceite de soja. Así, en 2010, este producto solo representó 3% del total exportado, mientras que el poroto escaló hasta el 71%. Nuevamente Argentina perdía capacidad para mejorar la calidad de sus exportaciones. Y ese año el petróleo crudo superó por primera vez al aceite de soja. Ganaban así terreno los productos primarios en el intercambio comercial bilateral. El problema de la soja solo se destrabó en el más alto nivel, pero recién en 2011 el aceite de soja comenzó a crecer, aunque ya no volvería a superar al poroto y estaría muy lejos de los niveles alcanzados entre 2007 y 2009. Más aún, la caída del valor en las exportaciones de ambos productos, entre 2011 y 2014, también se asocia a la caída del precio internacional de la soja.

De modo que, mientras la «desprimarización» genera tensión porque China ve amenazada su propia capacidad de molienda, la aceptación de la «reprimarización» favorece la cooperación. Esto es lo que desmiente la retórica china que esgrime los conceptos de ganancia compartida, beneficios recíprocos y relaciones simétricas. En esa coyuntura, entre 2010 y 2014 resulta imposible disociar la mayor cooperación en materia de financiamiento entre ambos gobiernos con el incremento de la venta de productos primarios argentinos hacia China, principalmente poroto de soja y petróleo crudo. Pareciera que el costo de esa financiación fue aceptar la reprimarización. Pero debe quedar en claro que la reprimarización no favorece la industrialización del agro argentino, sino todo lo contrario. No hay país en el mundo que se haya industrializado con una estructura productiva primaria y extractiva.

China en el sector hidrocarburífero argentino

Que el petróleo crudo se convirtiera en el segundo producto más exportado a China en 2013 no debería llamarnos la atención porque desde 2010 del país comenzó a desplegar su estrategia para penetrar en el sector hidrocarburífero argentino. La corporación Sinopec compró 100% de Occidental Petrolum Corp. (oxy) y, por tanto, está operando en las provincias de Mendoza, Santa Cruz y Chubut. China’s National Overseas Oil compró 50% de Bridas y, posteriormente, el nuevo consorcio adquirió 40% de Pan American Energy, gracias a lo cual esa empresa china ya opera también en Cerro Dragón (el yacimiento petrolífero más importante del país). Por su parte, Petro ap también está operando en la provincia de Mendoza. En suma, de las tres empresas petroleras más importantes de China13, dos ya están instaladas en Argentina. Y ya en 2015 se plasmó un marco de cooperación entre Yacimientos Petrolíferos Fiscales (ypf) y Sinopec para explorar y explotar el yacimiento de Vaca Muerta, un nuevo «El Dorado» en el imaginario nacional.

A pesar de la pérdida del autoabastecimiento petrolero de Argentina en 2011, la radicación de capitales chinos continuó tomando fuerza por la nueva ley que regula la inversión, la exploración y la explotación hidrocarburífera, sancionada en octubre de 2014. En rigor, la praxis china y el margen de inacción de Argentina refuerzan la apuesta por un modelo no solo primario sino también extractivista, bajo el paraguas de un supuesto nuevo ámbito de cooperación bilateral: el energético.

¿Cuáles han sido los efectos más significativos hasta el momento de la penetración china en el sector hidrocarburífero? Hasta 2006, Argentina exportaba a China gas de petróleo y otros hidrocarburos gaseosos, pero desde entonces el país asiático dejó de comprar productos derivados del petróleo con algún grado de refinamiento. Es decir, limitó la compra de productos con mayor valor agregado y solo se exportó petróleo crudo. Para 2013, la exportación de ese producto creció 350% respecto de 2004.

Mientras que China se convertía en el principal destino de exportación de petróleo crudo argentino, Chile y eeuu quedaron desplazados al segundo y tercer lugar, respectivamente. Más aún, en 2013 cayeron las exportaciones argentinas a todos los destinos y al mundo en general como consecuencia de la pérdida de la capacidad de autoabastecimiento pero, paradójicamente, continuaron creciendo las destinadas a China: 712 millones de dólares (el valor más alto desde 2007), equivalente a 987.502 toneladas (6.210 barriles aproximadamente). Si bien la cantidad expresada en toneladas de petróleo crudo exportado a China cayó de forma sistemática entre 2005 y 2009, no es casual que comenzara a crecer nuevamente desde la radicación de capitales chinos en el sector. En 2009 se exportaron 589.386 toneladas (3.706 barriles), pero para 2010 la cantidad aumentó a 1.315.208 toneladas (8.271 barriles). Es decir, creció alrededor de 120%.

En conclusión: si bien el petróleo podría contribuir a la desconcentración de las exportaciones a China –hasta ahora concentradas en el complejo oleaginoso–, lo cierto es que no contribuye a generar mayor valor agregado en las exportaciones argentinas al mercado chino. Cabe destacar que la exportación de crudo a China cayó en 2014 y, por tanto, hay que seguir de cerca el progreso de la cuestión.

Consideraciones finales

La firma del memorando de 2004 demarcó la ruta para el desarrollo de una relación comercial asimétrica, una asociación dispar en la que China ganó mucho más que Argentina. Una década más tarde, todo parece indicar que los pasados dos encuentros entre Xi Jinping y Cristina Fernández redoblan la apuesta por un esquema político de dependencia y un modelo comercial y productivo de tipo primario y extractivo.

La década transcurrida pone al descubierto que la pasividad de la política exterior y comercial de los gobiernos kirchneristas frente al «socio chino» sumergió al país en un nuevo esquema de dependencia que opera sobre la vieja lógica centro/periferia. Es decir, el vínculo con el país asiático no ha contribuido a la industrialización, ni mucho menos mejoró la calidad de las exportaciones argentinas al mercado chino o a terceros mercados. Al tiempo que China afianzó su posición como potencia global, Argentina prolongó su pertenencia a la periferia; por lo tanto, la relación se volvió cada vez más asimétrica. Como otrora sucediera con Gran Bretaña –entonces fue Raúl Scalabrini Ortiz quien dio la voz de alerta14–, hoy la «política china en el Río de la Plata» se orienta a garantizar la seguridad alimenticia y energética del país asiático y, en consecuencia, condiciona la industrialización del agro argentino y facilita la extracción de recursos naturales. En suma, el desarrollo económico continúa resultando postergado, en tanto el déficit comercial con China, la reprimarización productiva y la creciente extracción de petróleo crudo son condiciones impuestas en una asimétrica negociación bilateral, donde el ganador es claramente Beijing. A este poco alentador escenario para el desarrollo económico argentino se suma el hermetismo de los 33 acuerdos firmados durante los últimos dos años del segundo mandato de Cristina Fernández. Con independencia del signo político que tenga el próximo gobierno argentino que emerja del proceso electoral en curso, la relación bilateral con China se perfila como uno de los temas centrales que deberá asumir.

  • 1.

    Al otorgar ese reconocimiento, los países flexibilizan sus políticas antidumping y, por tanto, China se ve favorecida, ya que no hay comparación de precios con terceros mercados, como lo establecía el Protocolo de Adhesión a la omc en su artículo 16.

  • 2.

    Los tres tlc ya están vigentes y cabe destacar que, actualmente, se está negociando uno con Colombia. Estos tratados tienden a incrementar aún más los niveles de intercambio comercial de China con la región porque reducen los aranceles y acentúan la dinámica comercial.

  • 3.

    D. Guelar: La invasión silenciosa. El desembarco chino en América del Sur, Debate, Buenos Aires, 2013. Guelar es el secretario de Relaciones Internacionales del Partido Propuesta Republicana (pro, de centroderecha), liderado por Mauricio Macri.

  • 4.

    Maristella Svampa: «‘Consenso de los Commodities’ y lenguajes de valoración en América Latina» en Nueva Sociedad Nº 244, 3-4/2013, disponible en www.nuso.org; L. Bolinaga: «¿Apuesta China a la modernización productiva de América Latina?» en Realidad Económica No 279, 1/10-15/11/2013; y Ariel Slipak: «América Latina y China: ¿cooperación Sur-Sur o ‘Consenso de Beijing’?» en Nueva Sociedad Nº 250, 3-4/2014, disponible en www.nuso.org.

  • 5.

    República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto: Memorando de Entendimiento en Materia de Comercio e Inversiones.

  • 6.

    Se firmaron dos swaps, uno en 2012 y otro en 2014. Solo se implementó el segundo. Este mecanismo financiero permite prescindir del dólar como moneda de intercambio; de esa manera, Argentina no pierde divisas por la compra de productos chinos porque paga en yuanes. No obstante, esto no menoscaba el hecho de que al incrementarse las compras se acrecienta también la dependencia de China como proveedor.

  • 7.

    El concepto de «densidad» fue tomado de Joseph S. Tulchin: «La nueva política exterior de la Argentina hacia los Estados Unidos» en Asociación de Bancos de la República Argentina: El empleo en la nueva economía. Las relaciones de la Argentina con los Estados Unidos, abra, Buenos Aires, [1996], p. 384.

  • 8.

    A partir del año 2004, las exportaciones argentinas de recursos naturales y manufacturas basadas en recursos naturales concentran más de 90% de las exportaciones totales al país asiático, y desde 2007, más de 94%. El periodo 2008-2013 se contrapone a los años 1990-1995 no por el saldo comercial bilateral –deficitario en ambos casos para Argentina–, sino porque en el segundo cayó abruptamente la participación de las manufacturas de bajo, medio y alto contenido tecnológico, es decir, productos de actividades económicas con mayor valor agregado. L. Bolinaga y A. Slipak: «Límites teóricos y fácticos a la categoría de ‘cooperación Sur-Sur’ para analizar la vinculación comercial entre China y Argentina (1990-2013)», ponencia presentada en la Conferencia Internacional Conjunta Flacso-isa «Global and Regional Powers in a Changing World», Buenos Aires, 23 y 24 de julio de 2014.

  • 9.

    Las palabras de Juan Manuel Abal Medina son sumamente representativas de esa retórica oficial por su compromiso con el proyecto político. Así declaraba en octubre de 2014: «La apertura por la apertura misma no sirve. Hay que aportar al mundo productos con valor agregado. Esa es la clave» (La Nación, suplemento «Contenedor», 2/10/2014). Abal Medina se desempeñó como jefe de Gabinete entre 2011 y 2013, luego asumió como embajador ante el Mercosur y la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) y actualmente se desempeña como senador por el Frente Para la Victoria; su mandato finaliza en 2017.

  • 10.

    El fracaso de la estrategia estadounidense en torno de la Alianza de Libre Comercio de las Américas (alca) dio la pauta a la diplomacia china de que las negociaciones bilaterales favorecen sus intereses porque cercenan el margen de acción de los países de la región. Esto, sumado a la imposibilidad de negociar desde el Mercosur –porque Paraguay mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán–, hace que la estrategia china de negociaciones bilaterales tome mayor fuerza y opere sobre la vieja lógica realista del «divide y vencerás». En este sentido, compartimos la apreciación de Eduardo Oviedo respecto al «empleo del mercado como fuente discrecional de poder». E. Oviedo: Historia de las relaciones internacionales entre Argentina y China 1945-2010, Dunken, Buenos Aires, 2010, p. 501.

  • 11.

    L. Bolinaga y A. Slipak: «China. El avance inexorable» en La Nación, 7/10/2014.

  • 12.

    «Oviedo y Castro opinan sobre la visita de Xi» en Dangdai, 5/7/2014.

  • 13.

    China National Petroleum Corporation (cnpc), China Petroleum & Chemical Corporation (Sinopec) y China National Offshore Oil Corporation (cnooc).

  • 14.

    R. Scalabrini Ortiz: Política británica en el Río de la Plata [1936], Plus Ultra, Barcelona, 2001.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 259, Septiembre - Octubre 2015, ISSN: 0251-3552


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