Los avances de los movimientos de liberación y de construcción del socialismo que se han producido en las últimas décadas de la historia universal han venido gravitando crecientemente en la escena mundial. Junto a las crisis económicas repetidas y recurrentes que sufre el imperialismo y a las contradicciones inter-imperialistas entre Estados Unidos, Europa y Japón, dichos avances han ido colocando el imperialismo cada vez más a la defensiva. De esta forma, lo han obligado a cambiar su estrategia global de enfrentamiento de las fuerzas del socialismo, pasando de la «guerra fría» a una estrategia en que dicho centro imperialista comparte con otros centros la responsabilidad por la estabilidad, custodia y reproducción del capitalismo mundial. De allí los esfuerzos por montar una estructura «trilateral» capitalista ­ Estados Unidos, Europa y Japón ­ para coordinar acciones y políticas de estabilización y defensa del capitalismo y de allí, también, los esfuerzos por encontrar nuevas formas de alianza con los pueblos y naciones del mundo subdesarrollado y sometido, que permitan al imperialismo neutralizar al antagonismo que ha despertado en éstos por el apoyo irrestricto que ha dado al surgimiento y sostenimiento de las dictaduras más reaccionarias y represivas que haya conocido el mundo.