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NUSO Nº 270 / Julio - Agosto 2017

¿No hay alternativa? Lecciones de la caída del populismo de derecha alemán

Hasta hace poco tiempo, el auge populista de derecha se corporizaba en Alternativa para Alemania (AFD), cuyos votos le permitieron ingresar en parlamentos regionales. AFD pasó del euroescepticismo a un discurso antiinmigración de naturaleza xenófoba. No obstante, el partido parece estar perdiendo apoyo. Esto ocurre en parte debio al endurecimiento de la política migratoria de la canciller Angela Merkel y también a la popularidad del candidato socialdemócrata Martin Schulz, quien pese a haber retrocedido desde su mejor medición reconectó en alguna medida al partido con los «de abajo». Con todo, la migración sigue estando en la agenda y el peligro de la derecha no ha desaparecido.

¿No hay alternativa?  Lecciones de la caída del populismo de derecha alemán

Hace solo unos pocos meses, Alternativa para Alemania (afd) parecía imparable. Alimentado por el descontento popular por la crisis del euro y la crisis europea de los refugiados, el partido se había establecido como la segunda fuerza en sectores de Alemania del Este y había logrado una serie de triunfos electorales en las elecciones en los estados del este y el oeste del país. A dos años de su fundación en 2013, había ingresado en un total de 13 parlamentos estaduales alemanes y ganado hasta 25% de los votos en algunas de estas elecciones. A escala nacional, en 2016 afd logró más de 15% en varios sondeos de opinión. Esto era un éxito sin precedentes para un partido populista de derecha de la Alemania de posguerra, y una causa de preocupación en Alemania y más allá.

En enero, la dirigente de afd Frauke Petry, confiada en la aparente fortaleza de su movimiento, invitó a otros populistas de derecha de Europa a participar en una cumbre en la ciudad alemana de Koblenz. Allí, subió al escenario con los demás líderes de la revuelta populista del continente. Aclamada por la multitud, la entonces candidata francesa a la Presidencia y líder del Frente Nacional Marine Le Pen declaró: en 2017, «la gente de Europa continental se despertará».

Hoy, al menos en Alemania, parece que los votantes se están despertando, en efecto, pero no del modo en que Le Pen preveía. Para mediados de 2017, afd había perdido más de un tercio del apoyo popular que tenía en enero. Se espera que el partido obtenga entre 7% y 8% de los votos en las elecciones federales alemanas que tendrán lugar en septiembre de este año, una caída abrupta respecto de estimaciones anteriores. A primera vista, este colapso de afd parece ser parte de una tendencia actual en la política europea, en la que las fuerzas populistas están perdiendo apoyo electoral. En junio, en Francia, el Frente Nacional solo recibió 13% de los votos en la primera ronda de las elecciones parlamentarias, mientras que en Holanda, a comienzos de este año, el tan esperado triunfo del Partido de la Libertad de Geert Wilders no se materializó. En las elecciones adelantadas británicas de junio, el Partido de la Independencia de Reino Unido (ukip, por sus siglas en inglés), un partido populista de derecha, alcanzó cifras poco significativas, mientras que en las elecciones regionales de Italia, en junio, el movimiento populista Cinco Estrellas del comediante devenido en político Beppe Grillo fue abandonado por los votantes en forma masiva. Ninguno de los candidatos de Cinco Estrellas logró pasar a la fundamental segunda vuelta.

Sin embargo, pese a que en la actualidad esta tendencia es sin duda ostensible en los países europeos, es demasiado temprano para hablar del fin de la amenaza populista. Después de todo, en Francia y hace unas pocas semanas, la candidata Marine Le Pen del Frente Nacional logró llegar a la segunda ronda de las elecciones presidenciales y solo resultó derrotada a último momento por un cierre de filas del electorado francés alrededor de un centrista recién llegado: Emmanuel Macron. Del mismo modo, en Holanda, el ascenso de Wilders solo pudo ser detenido por un drástico desplazamiento hacia la derecha del candidato de la democracia cristiana, quien repitió muchas de las posturas de los populistas de derecha sobre la inmigración. Al mismo tiempo, el freno a Wilders también resultó en la pulverización de la izquierda holandesa y en una fragmentación total del sistema político. Al momento de escribir este texto, los intentos de formar un gobierno en La Haya habían fracasado. Y en Italia, el movimiento Cinco Estrellas perdió las elecciones regionales, pero los votantes lo abandonaron solo para darle su voto a otros dos partidos populistas de derecha: el de Silvio Berlusconi, Fuerza Italia, y el separatista Liga Norte. Ambos partidos salieron fortalecidos de la votación. Más aún: en las encuestas nacionales, el Movimiento Cinco Estrellas permanece en una trabada competencia con los socialdemócratas que dirigen el gobierno por ver cuál es el partido más fuerte. Este desarrollo se ve reflejado en Austria, donde el derechista Partido de la Libertad de Jörg Hofer goza de un gran apoyo luego de ser derrotado por un escaso margen en las elecciones presidenciales del año pasado. Esto, por no mencionar también a los gobiernos de derecha en Europa del Este, donde el partido Ley y Justicia (pis, por sus siglas en polaco) en Polonia y el húngaro Fidesz de Viktor Orbán parecen seguros de encaminarse a la reelección. Y, en Gran Bretaña, los votantes le quitaron su apoyo a ukip, pero no sin antes aceptar la convocatoria partidaria a abandonar la Unión Europea. En este contexto, hablar con liviandad de un «pico del populismo» parece bastante prematuro. Al mismo tiempo, la constante amenaza de una oleada populista en muchos países europeos señala hacia Alemania como la excepción.

¿Pico del populismo en Alemania?

Al tiempo que sería prematuro proclamar el deceso de afd, pareciera que al menos por ahora el partido ha perdido gran parte de su atractivo. ¿Por qué? Cuatro dinámicas estructurales han alimentado la crisis de afd, y cada una de ellas promete tener consecuencias en un futuro inmediato. La primera y probablemente la más importante es la adopción por parte del gobierno alemán de políticas migratorias más duras. Aunque haya pasado inadvertido para los comentaristas internacionales que continúan elogiando a Angela Merkel como la defensora del humanitarismo, de hecho, el gobierno de Merkel ha tomado numerosas medidas antiinmigratorias. Combinadas, esas políticas implementadas desde el «verano de la bienvenida» de 2015 significan un cambio fundamental, que en la práctica ha puesto fin a la Wilkommenskultur de Alemania en todo menos en el nombre.Así, en 2016 y 2017 el Bundestag alemán aprobó una serie de leyes antiasilo en el lapso de unos pocos meses. Mientras que la primera normativa (Asylpaket i) requiere que los solicitantes de asilo mantengan residencia en un área geográfica definida y declara a Albania, Kosovo y Montenegro «países de origen seguros», la segunda (Asylpaket ii) etiquetó a países norafricanos como Túnez, Marruecos y Argelia como países de origen seguros. El Bundestag también aprobó una ley que restringe seriamente la reunificación familiar de los solicitantes de asilo ya residentes en Alemania y facilitó la aceleración de los procedimientos para lograr el asilo en casos de refugiados individuales y grupos de refugiados.

Con seguridad, muchos de esos pasos han despertado controversia, y algunos, como el hecho de etiquetar a los países norafricanos como «países de origen seguros», fueron revertidos con posterioridad por el Senado alemán. Algunos estados federales alemanes (Bundesländer) cogobernados por el Partido Verde se negaron a dar el apoyo necesario para aprobar la ley en forma definitiva. Sin embargo, aunque las medidas eran polémicas, al mismo tiempo redujeron en forma significativa el número de refugiados llegados a Alemania. Mientras que en 2015 entraron aproximadamente 1,1 millones de migrantes y refugiados, un año más tarde la cifra bajó a 321.000. Para este año, la tendencia continúa: en Baviera se registraron 10.000 personas hasta mayo de 2017; hace un año el número había sido 15 veces más alto. Este descenso abrupto en el número de refugiados que ingresan en Alemania explica el hecho de que, en términos de percepción pública, la crisis de los refugiados de 2015 haya llegado en gran medida a su fin, al menos por el momento.

La reducción en las cifras –de acuerdo con lo prometido por la canciller alemana en su discurso de vísperas de Año Nuevo de 2016– no es una mera coincidencia. No se debe a las condiciones meteorológicas en el Mediterráneo ni a la pacificación en el Gran Oriente Medio. Más bien es el resultado de la política –es decir, del acuerdo sobre los refugiados con Turquía, el cierre de la ruta de los Balcanes por parte de Austria y otros países, y los intentos de Berlín de celebrar acuerdos similares con países de África del Norte, tales como Egipto, Libia y Túnez–. Todas estas medidas han sido malas noticias para afd, que como es sabido declaró que la crisis de los refugiados de 2015 era un «regalo de Dios». Y no es difícil adivinar por qué. Ahora, esas medidas privaron a afd de lo que alguna vez fue uno de los argumentos de venta característicos del partido: la promesa de reducir el flujo de inmigrantes y refugiados. Es interesante mencionar que, al menos por ahora, las medidas implementadas por Berlín han desactivado lo que por mucho tiempo se anticipó como el factor determinante en las elecciones federales alemanas de septiembre de 2017. De hecho, aunque quizás sorprenda, el de la inmigración y los refugiados no parece ser un tema dominante en las próximas elecciones. Por cierto, al público alemán todavía le importan la migración y la integración. En consecuencia, cuando hoy se les pregunta por los temas más apremiantes que enfrenta la política, entre 30% y 40% de los votantes creen que la «migración» es el mayor desafío y, como tal, esta preocupación se encuentra al tope de la lista. Sin embargo, aunque el porcentaje es sin duda alto, el tema aparece como mucho menos urgente que en 2015 y 2016, cuando más de 80% de los votantes lo consideraban el mayor desafío. Dado que el electorado alemán se divide en general entre los defensores y los detractores de la Wilkommenskultur, los líderes de los principales partidos están más que contentos de enfocar sus campañas en otros temas (menos controversiales). Después de todo, la división entre los votantes cosmopolitas y los comunitaristas es visible en los principales partidos representados en el Bundestag.

¿Qué otra cosa ha complicado a afd? La aparición de Martin Schulz como candidato del Partido Socialdemócrata Alemán (spd, por sus siglas en alemán) para el cargo de canciller. El ingreso de Schulz a la política alemana ha vuelto a poner en el centro de una aletargada escena política la posibilidad del cambio y eso le quitó a afd parte de su apoyo. Schulz, ex-presidente del Parlamento Europeo, ha electrizado la base del psd al autoproclamarse proeuropeo por naturaleza y contrapeso del presidente estadounidense Donald Trump. Schulz ha utilizado su pedigrí como forastero en la política –nunca ocupó un cargo surgido de elecciones en el nivel nacional– para atraer a los votantes insatisfechos y sin privilegios. Quizás sea sorprendente ver que este grupo incluye a antiguos simpatizantes del populismo de derecha y de izquierda que consideran a Schulz como una alternativa a afd, a los verdes y a la izquierda radical de Die Linke. Schulz fue elegido jefe del spd y candidato a canciller por un impactante 100% de los delegados partidarios, con lo que logró nivelar al menos parcialmente el campo de juego con Merkel. Mientras que su apoyo en las encuestas ha caído a alrededor de 26% en los últimos tiempos –desde 35% inmediatamente después de su nominación–, los votantes desafectos todavía lo ven como una opción viable frente a afd. Finalmente, afd ha minado su propia capacidad de ser elegido al exponer al público algunas de sus contradicciones internas. Desde su fundación en 2013, el partido ha intentado equilibrar provocaciones políticas cuidadosamente guionadas con intentos de sostener la apariencia de respetabilidad conservadora. Este enfoque ha sido crucial para el atractivo del partido, que apela a votantes de centroderecha descontentos con el statu quo, pero reacios a adoptar posiciones extremistas radicales. Hasta ahora, en mayor o menor medida la estrategia había funcionado. Muchos conservadores que criticaban a Merkel por la adopción de la energía verde, las reglas de doble nacionalidad, el fin del servicio militar obligatorio y la apertura de facto de las fronteras en 2015 sintieron que afd era al menos una alternativa política más o menos respetable. Esto explica por qué cerca de la mitad de los actuales miembros de las legislaturas estaduales que son parte de afd estaban políticamente activos en el pasado como miembros de la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, de acuerdo con un estudio reciente publicado por Wissenschaftszentrum Berlin (wzb).

En los últimos meses, sin embargo, esta crucial ambigüedad estratégica se derrumbó. En una reunión de afd de mediados de enero, Björn Höcke, ex-profesor de historia y uno de los líderes regionales del partido, provocó un revuelo internacional al desafiar lo que describió como un abordaje «vergonzoso» de Alemania respecto de su pasado nazi. «Lo que necesitamos es un cambio de orientación de 180 grados en nuestro enfoque político de la historia», sostuvo Höcke1. Sus comentarios atacaron de raíz un consenso fundacional de la política alemana, cuestionaron la compatibilidad del partido con una piedra fundamental de la identidad de posguerra alemana y alejaron a muchos de los simpatizantes de afd más cercanos al centro. Hasta Petry se sintió obligada a regañarlo por sus comentarios e intentó expulsarlo del partido.

Pero la relación de Alemania con su pasado no es el único tema que separa a afd de la mayoría de los votantes. La perspectiva económica del partido también provoca divisiones. Otros partidos populistas de derecha europeos han ganado grandes porcentajes del voto obrero al apoyar políticas redistributivas. Así, en las recientes elecciones en Austria y Francia, la mayoría de los trabajadores dieron la espalda a los partidos obreros y votaron a los populistas de derecha. Si bien es cierto que una parte del voto obrero ha migrado a la derecha en Alemania, esto se ha dado en menor escala. Una de las razones: el programa económico de afd. En esencia, el partido todavía viste los atavíos neoliberales de los tiempos de su fundación, durante el peor momento de la crisis europea. En aquel entonces, su enfoque en la crítica macroeconómica de la eurozona hizo que afd fuera bautizado el «partido de los profesores». Mientras que el Frente Nacional francés atrajo a la clase obrera con sus promesas de bajar la edad jubilatoria o incrementar el salario mínimo y en Hungría Viktor Orbán trata de seducir a los segmentos de menores ingresos de la sociedad bajando el precio de la energía, afd ha llamado a abolir los impuestos a la herencia y al patrimonio neto y a reintroducir el secreto bancario. Por eso, durante la campaña electoral en Francia en 2017, afd apenas pudo ocultar su exasperación por las «propuestas políticas socialistas» de Marine Le Pen. Sin embargo, el carácter neoliberal de afd apenas convence al alemán promedio, y menos aún a los votantes insatisfechos que se encuentran en lo más bajo de la escala de ingresos.

Para terminar, lo que también debilitó el encanto de afd es su hábito de destruir a sus dirigentes en brutales vendettas personales y luchas de poder conectadas con el constante desplazamiento del partido hacia la extrema derecha del espectro político. En su corta historia, la lista de caciques que han sido destronados por golpes inesperados y cambios de curso hacia la derecha crece día a día. La primera víctima fue su fundador, Bernd Lucke, quien con frustración abandonó el partido en julio de 2015. Este año Frauke Petry, la misma que había obligado a Lucke a irse en 2015, corrió igual suerte. En la convención de Colonia, en la primavera de 2017, Petry no pudo obligar al partido a asumir un camino más pragmático. Como resultado, declinó la candidatura de afd en las elecciones de 2017 y le abrió camino a la hasta entonces desconocida Alice Weidel, una economista abiertamente homosexual, en pareja y con niños, que trabajó previamente en bancos internacionales.

Lecciones para Europa

La reciente caída de afd debería recordarle al establishment político europeo que abordar las causas fundamentales de la preocupación del votante es el mejor antídoto frente a la ira populista. De hecho, en el caso de Alemania, no fue mantener el statu quo y demonizar a los votantes populistas –como proponían algunos– lo que logró la hazaña de desmitificar a afd. El cambio en el curso político resultó el antídoto más poderoso contra el atractivo de afd.

Los esfuerzos de Alemania por recuperar el control de los flujos migratorios sin abandonar sus principios humanitarios –como lo demostró el compromiso de Berlín de usar su periodo de presidencia del g-20 para promover el desarrollo económico en África– son un buen ejemplo. La caída en desgracia de afd también demostró la importancia de crear opciones reales en la política establecida. Como ha sostenido Schulz, ofrecer una alternativa política viable al statu quo puede desactivar el encanto antiestablishment de los populistas. Los políticos de otros lugares de Europa deberían tomar nota.

No queda claro si la aparente caída de afd continuará. El acuerdo entre Europa y Turquía por los refugiados podría romperse como resultado del reciente aumento de la tensión entre Ankara y Berlín, el llamamiento de Schulz a los votantes indiferentes podría alcanzar su techo, o la crisis económica griega podría reemerger, y esto podría dividir a los votantes respecto a la respuesta de Berlín y darle otra oportunidad a afd de representar una oposición fundamental. Sucesos como estos y la campaña en desarrollo por las elecciones federales alemanas, con su enfoque emergente en Europa, podrían, por cierto, representar un salvavidas para el partido; después de todo, Europa fue el punto de partida y la razón de ser de afd en 2013. Por otro lado, la convulsión política causada por la presidencia de Trump podría debilitar aún más el atractivo de afd y alentar una fuerte reacción democrática. En el contexto de la oleada populista en Europa, es una buena noticia que el país históricamente más dañado por la mancha de la furia extremista parezca ahora más resistente a sus tentaciones que otros países europeos. Sin embargo, una noticia aún mejor, proveniente de Alemania, es que el populismo puede ser detenido por un sistema político responsable, capaz de dar una respuesta apropiada a la situación.

  • 1.

    «Populistas alemanes buscan expulsar a dirigente tildado de ‘nazi’» en dw, 13/2/2017.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 270, Julio - Agosto 2017, ISSN: 0251-3552


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